Capítulo 37: Felicidades

—Entonces... —hablé llamando la atención de Aby, estábamos en nuestro descanso de quince minutos del trabajo, comiendo un poco y platicando. Supuse que era un buen momento para sacar a relucir el tema que le preocupaba—. ¿Por qué evitas a Zac?

—Yo no lo evito —contestó volteando hacia otro lado con nerviosismo mal disimulado.
—Aby, cuéntame anda. Siempre que lo ves entrar dices que necesitas hacer algo o atender a un cliente, ¡pero no hay más clientes!

Colocó un mechón de su cabello detrás de su oreja en señal de nerviosismo.

—El día que yo me quedé en el partido, cuando no llegaste... —Asentí incitando a que continuara con la historia—. Lo vi muy cariñoso con las porristas, no somos ni éramos nada, ni siquiera me gustaba. Pero no quiero ilusionarme con él sabiendo que voy a ser una más, creo que el que lo rechace lo ve más como un reto; no como si en verdad buscara algo serio.

Se encogió de hombros con una sonrisa melancólica dándose por vencida, pero me negaba que así fuera.

—Tu lo dijiste Aby, no eran nada, ni siquiera se conocían. ¿Por qué no vienes conmigo hoy al partido? Si es como dices te dejaré de molestar y ayudaré a que lo evites, sabes que no insistiría si pensara que pudiera hacerte daño.

Y era cierto, Aby era una de las personas más nobles, tranquilas y altruistas que alguien pudiera conocer, nunca pensaría en hacer algo que dañara a los demás, lo menos que el mundo podría otorgarle es alguien que supiera apreciarlo.

—Está bien, Lu. —Suspiró con resignación y me dio una ligera sonrisa; muy pocas veces había interactuado con Zac, pero sabía que no era alguien malo, solo esperaba que se pudieran encontrar y avanzar.

***

Entramos al gimnasio junto a un montón de personas de diferentes escuelas, cada uno con un color característico apoyando a la suya. Debido a que era una escuela de artes, el gimnasio, a diferencia de los otros tres edificios donde se impartían las clases, no era de un solo color si no que tenía un símbolo de cada carrera: una bailarina, un libro, una cámara, el plano de un edificio, una escultura y diversos instrumentos musicales además de deportivos, si algo me gustaba del gimansio era eso, tenía un pedacito de creatividad de todas las carreras.

Por ese día había dejado lo rojo en casa, vistiéndome con los colores que caracterizaban a mi universidad: blanco y azul. Incluso estaba la botarga de un lobo con el uniforme de basquetbol bailando en una esquina de la cancha con lo que él suponía eran movimientos sensuales.

La banda de música estaba colocándose en la parte alta de las gradas para que en cualquier momento empezaran a tocar, las porristas estaban en la primera fila con sus trajes azules y sus pompones, la duda existencial era cómo podían aguantar el frío con esas faldas y tops que al ser tan delgados no cubrían mucho; algunas de ellas llevaban su abrigo consigo, pero aún así consideraba que deberían darles también un uniforme de invierno.

—Por eso me salí del club de porristas —habló Aby a mi lado cuando encontramos unos lugares disponibles en la tercera grada. Volteé a verla con confusión hasta que me vio—. Hace mucho frío y siempre nos obligaban a usar el traje a pesar de eso. Era una tortura.

—Me imagino —dije cubriéndome con el abrigo. A pesar de la gran cantidad de gente, el gimnasio era algo frío.

Poco tiempo bastó para que los jugadores salieran, los del otro equipo tenían un uniforme amarillo fosforescente y su mascota era un pollo. No me gustaba juzgar, los chicos no tienen la culpa de las decisiones de su escuela o entrenador, pero alguien debía hacerles saber que ese uniforme dañaba la vista. Quizá era su plan.

Identifiqué a Dylan rápidamente, el uniforme era azul rey por lo que su piel se veía más pálida de lo normal, sus rizos rubios sobresalían cuando empezó a trotar y estos a rebotar. Su camisa al ser sin mangas me daba una vista ventajosa de sus brazos marcados, si bien no se caracterizaba por ser alguien muy musculoso, se podría decir que eran unos buenos brazos. Debido al basquetbol había adquirido cierta musculatura en brazos y piernas según notaba por su uniforme, dos cosas que en invierno no lograba ver mucho de él.

Era uno de los más altos por parte de los dos equipos por lo que no era difícil seguirle el rastro.

En algún momento volteó a las gradas y tras verlo recorrerlas con sus ojos levanté una mano tímidamente. Sus ojos me localizaron y me sonrió levantando la mano para saludarme antes de que el entrenador le pidiera concentración.

Mis orejas no tardaron en calentarse cuando sentí varios pares de ojos observándome, pero no era de vergüenza, era la felicidad de que todos se dieran cuenta de que estábamos juntos, de que él me buscaba a mí.

El partido comenzó con gritos eufóricos y alentadores por parte de los dos equipos; debido a que iba muy poco a los partidos, me costó un poco tomarle el hilo pero para el segundo cuarto ya sabía muy bien cuándo gritar a favor y cuando en contra.

En algún momento Dylan tomó el balón, pero cuando iba a tirar un chico de amarillo llegó por su espalda y arremetió contra él. El ruido sordo que hicieron al caer me alertó haciendo que me levantara de la grada como si eso me ayudara a ver mejor.

Sin embargo, se levantó con ayuda de Zac y marcaron falta a su favor. Me relajé y me volví a sentar junto con Aby quien estaba muy atenta al número cuatro en la espalda del susodicho.

Dylan se acercó a cobrar la falta encestando tres de tres tiros, cuando finalizó volteó a la grada señalándome y guiñándome un ojo. Sonreí embobada ante su falta de pena frente a todos.

Cuando el partido acabó ganando nuestro equipo las gradas se movieron ante los saltos de mis compañeros, Aby y yo nos encargamos de cubrirnos pues una gran cantidad de chucherías caían a nuestro alrededor mientras reíamos.

Gran parte de las personas se encargaron de ir hacia los jugadores a felicitarlos o en el caso contrario a consolarlos, codeé a Aby para que viera como Dylan, Zac y otros dos chicos se separaron de la bola para ir por sus cosas cuando las chicas empezaron a invadir su espacio.

—¿Lo ves? —Le dije a Aby quien no despegaba la vista del número cuatro, ahora con una mirada más soñadora que perturbada. Harían falta muchas más demostraciones para que ella decidiera abrirse sentimentalmente ante alguien, sobretodo alguien tan extrovertido y diferente a ella, pero por lo menos sabía que se daría la oportunidad de intentarlo.

Llegamos hasta ellos antes de que se dieran cuenta, me acerqué a Dylan con toda la intención de abrazarlo.

—Estoy sudad... —intentó alejarse pero no me importó, abrazar a Dylan era uno de mis pasatiempos favoritos, su estatura hacía que pudiera acomodar mi cabeza en su pecho y él descansara su barbilla en lo alto de mi coronilla, era uno de esos placeres de los que podía gozar ahora que salíamos de nuevo.

Estaba tenso, quizá avergonzado pero la verdad es que no me importaba que estuviera sudado.

—Felicidades. —Le dije descansando mi barbilla en su pecho para poder voltearlo a ver, se relajó sonriéndome y por fin devolviéndome el abrazo colocando sus manos en mi cintura y besando mi nariz.

—Gracias rojita. —Me sonrió ampliamente contagiándome. Su clavícula sobresalía del uniforme, incluso era visible un poco de su pecho perlado de sudor, sus rizos ahora estaban menos esponjados igual por la humedad.

—Bueno chicas, tenemos que ir a los vestidores pero ¿qué tal si nos esperan y celebramos con una pizza?, yo invito —habló Zac haciendo que saliera de mi trance y me separara de Dylan, observé a Aby con la duda en mis ojos, debía llevarla a casa pero aún era temprano todo dependía de lo que decidiera; aunque yo si tenía hambre.

Casi imperceptiblemente asintió con una mano en el mechón de su cabello, de seguro ellos ni lo notaron.

—Claro, los esperamos. —Sonreí viéndolos marchar.

***

Entramos a las nueve de la noche a Cilio's pizza, el lugar estaba vacío salvo una pequeña familia de cuatro; nos sentamos en unas de las mesas redondas de la esquina y pedimos una pizza grande más cuatro sodas. Dylan había dejado su brazo en el respaldo de mi silla mientras comentábamos cosas del partido, junto a Zac, Aby y yo, Dylan no era alguien tan tímido o reservado, su risa ronca y profunda salió más veces que en anteriores ocasiones, se le veía que la estaba pasando bien, y me alegro saber que yo era una de las razones.

Cuando limpié un poco de salsa de la boca de Dylan y él me dio un beso rápido y casto, Zac hizo un exagerado "ow" y Aby tenía una gran sonrisa, definitivamente fue uno de los mejores días.

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Aquí el siguiente capítulo:3
¿Les gustó?

Lucy en multimedia

Para el siguiente cap= 48 votos y 45 comentarios (yo sé que pueden con esto)
Pregunta= ¿Cuál ha sido su capítulo favorito?

Los quiero mucho, gracias por leer.

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