Capítulo 31: Bendito el café

Estacioné frente a Helados Vanille un poco más tarde. Entré escuchando la característica campanilla y sonreí con nostalgia, sentía que hacía tanto no trabajaba mientras que para mi jefa  nunca había faltado en realidad. Era una persona ausente, muy pocas veces pasaba a ver cómo se encontraba el negocio, era uno de tantas sucursales que no le daba tiempo para verificar el estado de todas.

Aby se encontraba atendiendo a unos cuantos clientes cuando llegué tras el mostrador.

—Benditos los ojos que te ven, niña. ¿Qué te ha pasado? Me quedé esperando en el partido y hoy a la salida te esfumaste —preguntó cuando llegó a mi lado.

—Lo siento, Aby. —Torcí el gesto—. Tuve varios problemas este fin de semana, preferí lidiarlo sola.

Me miró con una mueca antes de atraerme a un abrazo, sus delgados brazos pasaron por encima de mis hombros pues, como la mayoría de las personas en mi vida, era mucho más alta que yo.

—No exigiré que me lo cuentes, pero sabes que siempre estaré aquí para ti.

—Lo sé. —Nos separamos y le sonreí agradecida por su amistad—. Gracias.

Fui a la caja cuando una joven pareja se acercó, aún no podía entender el hecho de que las personas comieran nieve cuando afuera era invierno y los abrigos se hacían necesarios. Había vuelto a la rutina antes de Dylan pero todo lo veía diferente, ya no solo pensaba en él como un platónico, ahora pensaba en todo su ser, en aquella mirada desorientada de cuando despertaba, su manía por tronarse los dedos o cantar en la ducha. No pensaba en qué pasaría si le hablase, ahora pienso en el momento para volver a hacerlo.

***

A la mañana del día siguiente, mi primera hora fue cancelada pero aún así ya iba en camino a la universidad, Dylan me había pegado esa costumbre de llegar puntual a todos lados, extraño puesto que toda mi vida anduve a prisa.

Llegué a Letto's a las siete de la mañana, varios compañeros de clase ocupaban la mayoría de las mesas y sillas de la barra. El cúmulo de personas hacía que el ambiente fuera cálido por lo que aparte mi bufanda y gorro rojo, poco a poco me iba sintiendo lista para regresar a lo habitual; intentaba concentrarme no en lo que perdí si no en cómo recuperarlo. Además de pensar en los buenos recuerdos de las cosas -como mi gorro rojo- y atesorarlos.

Hice mi pedido y me senté con vista a la calle, en una de las pocas mesas que no estaban ocupadas a pesar de ser tan temprano. Saqué mi libro, mis anteojos y mi libreta para comenzar a anotar las cosas que podrían servirme más adelante en clase, era un hábito el siempre cargar con esas tres cosas indispensables y absorber tanta información como pudiese. Amaba mi carrera.

La campana de la puerta sonó, anunciando la llegada de nuevas personas. Volteé un segundo para observar la cabellera rizada y rubia que sobresalía de los demás por su altura. Contuve el aliento solo por un segundo; como siempre que lo veía, estaba serio y distraído mientras sus amigos hacían bulla alrededor llamando la atención de los demás, menos la mía claro, que solo se enfocaba en el más callado de todos.

Decidí que tal vez no era el mejor momento para acercarme por lo que volví a mi lectura un tanto distraída; golpeaba la mesa con mis uñas y de tanto en tanto volteaba a su dirección para verlo platicar con Zac...estar tan cerca y al mismo tiempo tan lejos era estresante.

Mi café llegó después de un rato junto con el muffin de naranja que pedí, pero cuando probé el café sabía diferente al que siempre tomaba, algo más dulzón. Lo olí para confirmar que se habían equivocado con el pedido y fue al mostrador.

—Disculpa —me acerqué hasta el chico de gorra, tal vez unos años menor que yo quien me veía algo azorado—. Este no es mi pedido.

—Oh... —Miraba a todos lados sin saber qué hacer, llegué a pensar en solo tomar ese café y acabar con la incertidumbre del chico cuando una voz me dejó estática en mi lugar, incluso me sentí enderezar la espalda y abrir los labios con sorpresa.

—Oye uhm, esto no fue lo que pedí.

Volteé lentamente y como lo pensé ahí estaba Dylan. Bendito el café.

Sentía mis mejillas calientes por su cercanía, solo un poco más y mi cara estaría pegada a su pecho..., tan cerca. Aclaré mi garganta, bajó su mirada y algo turbado miró hacia otra dirección con su brazo detrás de su cabeza, dio un paso atrás, muy corto. Sabía que era pequeña de estatura pero no tanto como para pasar desapercibida y que alguien me llevara al caminar, aunque Dylan no parecía tomar en cuenta eso cuando casi me aplastaba contra el mostrador.

—Adivino. —Señalé su vaso—. ¿Latte?

Frunció un poco el ceño: —¿El tuyo es capuchino?

Asentí y él sonrió dándome la dicha de volver a ver sus hoyuelos en las mejillas, iba recién afeitado y resistí la tentación de pasar una mano por su barbilla, o incluso besarlo, pues su tímida sonrisa me parecía una muy tentadora invitación.

—Entonces esto es tuyo. —Me dio el vaso y tomó el de mi mano—. Y esto mío.

Nos quedamos frente a frente solo sonriendo sin romper el silencio en el que estábamos envueltos, hasta que aquél chico de la caja aclaró su garganta.

—Perdón pero, obstruyen la fila.

Dylan salió del ensimismamiento primero que yo.

—Oh si, perdón. —Tomó mi mano y nos sacó a ambos de en medio, bajé la vista a donde sus dedos se envolvían alrededor de mi muñeca sintiendo su tacto cálido, el día anterior obtuve un beso y ahora él tomaba mi mano, había sido un buen progreso.

Cuando se dio cuenta que me había agarrado se disculpó y me soltó muy rápido, hice un esfuerzo para no soltar un bufido. Una chica golpeó mi hombro al pasar y alguien empujó a Dylan más cerca de mí.

—Creo que mejor nos sentamos para no estorbar —dijo. Sentamos, ambos.

—Claro.

Me dirigí a mi mesa sintiéndome feliz de que me siguiera. Sus amigos se levantaron del lugar donde estaban y vi a Zac acercarse a él. Iba a saludarlo cuando recordé que aún no me conocía, hubiera sido vergonzoso.

Golpeó su hombro luego de darle su mochila y se fue con una sonrisa que ocultaba algo.

—Ellos tienen clase ahorita, ¿te importa si me quedo contigo? —me preguntó como quien no quiere la cosa. Puedo asegurar que sentí mis ojos brillar ante sus palabras.

—No, claro que no. Yo entro hasta las nueve.

Sonrió y se acomodó más en la silla frente a mí.

—Yo también. —Mencionó y poco después señaló mis libros—. ¿Tarea atrasada?

Negué: —Son temas interesantes, me gusta estar preparada para las clases.

—Es un buen hábito —dijo tomando de su café, me encogí de hombros y tomé un pedazo de mi muffin.

—Me gusta mi carrera, por eso estudio mucho y ¿a ti?

—Me encanta la fotografía. Todos dicen que una foto expresa más que mil palabras, y aunque no menosprecio tu carrera... —Aclaró— ,las imágenes me transmiten mucho más que cualquier escrito, además de que puedo verter muchas de mis emociones cuando tomo una foto.

Asentí comprendiendo su punto. Era la primera vez que se dirigía a mí con más de cinco palabras, ¿así era como él se sentía cuando yo estaba retraída? Tomé un poco más de mi muffin.

—Uhm, tienes algo —dijo tocando su labio indicándome el lugar donde yo tenía algo. Me pasé la mano por el labio, pero no satisfecho con eso me rozó con su pulgar dejándome estática.Apartó su mano como resorte y bajó la vista hasta sus manos sonriendo incómodo—. Ya está.

Agité mi cabeza un poco para intentar que el color de mis mejillas se bajara y aclaré mi garganta.

—¿Traes tu cámara contigo? —Asintió—. ¿Podrías enseñarme cómo se toma una buena foto?

Sus ojos brillaron y sacó la cámara de su mochila; pegó su silla con la mía hasta que su cercanía empezaba a nublar mis sentidos, si volteaba mi cabeza podría besarlo...

—Mira. —Apuntó a la calle concentrado sin imaginarse el rumbo que tenían mis pensamientos—. Todo es sobre la luz, es un punto muy importante a tomar en cuenta...

Siguió hablando pero los tecnicismos que empleaba me perdieron, hablaba con tanto entusiasmo que me distraje en sus movimientos. En un parpadeo él volteó a verme y me pilló observándolo, dejó de hablar pero no se movió de su lugar. Nuestras narices podrían casi tocarse si se acercaba pero nadie hacía el primer movimiento.

De repente en mi memoria apareció una nota, la nota que dejó en mi vaso rojo de café un día en nuestro apartamento. Nuestra primera cita, revivimos nuestra primera cita.*

Sonreí, no todo estaba perdido, solo volvimos a empezar.

—¿Puedo fotografiarte?

El aire abandonó mi cuerpo y mis ojos se abrieron, eso fue directo.

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* Si no se acuerdan de esta parte, los invito a releer Capítulo 13: Notas"
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Segundo capítulo del maratón, me encanta lo activos que están.

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Además de contestar a la pregunta: Menciona tres apodos que tiene Lucy.

Pregunta extra (esta no es necesaria para el maratón pero tengo duda): ¿Cómo sería el ship de Lucy y Dylan?

Son los mejores, gracias por leer

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