Capítulo 14: Arriésgate

La doctora Stuart terminó de quitarme el yeso y empecé a flexionar mi codo de atrás hacia adelante.

—¿Cómo te sientes? —preguntó cordialmente.

—Libre. —Sonreí mientras Dylan tomaba mi otra mano para ayudarme a bajar de la camilla. Ahora solo un cardenal en mi cadera era el recuerdo de aquel accidente. Bueno, eso y que ahora era una mujer comprometida con su amor imposible, lo normal.

Llegamos a la casa después de un agradable paseo en auto, nos sentamos frente a la mesita de café que estaba al ras del suelo y sacamos nuestro material de trabajo. Era época de exámenes y al igual que mi vida, los proyectos de la escuela eran diferentes también por lo que tenía que ponerme al corriente.

Dylan parecía que algún día caería agotado en cualquier momento, estudiaba el doble que yo, asistía a sus entrenamientos, trabajaba tres días a la semana en el foto estudio y los otros dos días se encargaba de cuidar a Camila ya fuera en casa de sus padres o en nuestro apartamento. Era tanto lo que se esforzaba que me hacía admirarlo y crear un millón de sensaciones dentro de mi pecho que no podría enjaular por mucho tiempo, pronto iba a caer en su encanto, si no es que ya lo había hecho.

Suspiré y dejé el libro de "La Ileada" sobre la mesa junto con los lentes de lectura, con mi cabeza ocupada había pasado más tiempo del debido en una sola página sin saber qué era lo que se refería. Suspiré y me froté los ojos mientras me recargaba en el sillón.

Me sobresalté cuando una mano se posó en mi hombro.

—¿Estresada? —inquirió Dylan acercándose hasta que nuestras rodillas chocaron.

—Confundida. —Torcí el gesto.

De un salto Dylan se puso de pie frente a mí ofreciéndome su mano. Fruncí el ceño pero aún así la tomé, tiró de mí hasta que choqué con su pecho, por primera vez no quise apartarme al sentirlo tan cerca estando despiertos.

—¿Qué te parece si salimos a correr? Eso nos ayudará a relajarnos —dijo frotando apartando el cabello de mi cara.

—Pero está haciendo frío.

—No tanto, además sé cuánto te gusta correr y muchas veces lo hacíamos.

—Está bien. —Sonreí.

Hace no mucho tiempo, competía en carreras de obstáculos, longitud y velocidad, desarrollando una condición que extrañaba. Correr me serenaba, hacía que mi mente se oxigenara y pensara con más claridad. No pude evitar sonreír nostálgica por todo aquello que Dylan sabía sobre mí, pero que yo desconocía sobre él.

Unos minutos después estábamos estirando frente a nuestro edificio antes de comenzar.

—Solo unas vueltas, tenemos que terminar de estudiar —dije.

—No te preocupes, solo es para relajarnos. —Me guiñó un ojo y comenzamos a trotar a la par.

El aire estaba fresco, y pegaba en mi rostro, pero al poco tiempo de comenzar me sentí calmada, en paz. Observé al chico a mi lado y sonrió antes de acelerar el paso.

Mientras mis piernas comenzaban a sentir aquella conocida tensión y mis pulmones se llenaban de aire, sabía que necesitaba correr y que necesitaba a Dylan haciéndolo conmigo, dándole un nuevo significado.

***

Era primero de febrero, la nevada había parado dejando unos días muy nublados sin acción.

Me coloqué de lado con una mano sosteniendo mi cabeza mientras observaba a un muy dormido Dylan. Su boca estaba entreabierta, sus pestañas tan largas y rizadas, y su cabello hecho un completo desorden que solo se veía bien en alguien como él. Claro que podía acostumbrarme a esa vida, y creo que empezaba a hacerlo, es lo que más me asustaba.

Me vuelvo a recostar boca arriba pensando mientras miro el techo. Siempre me ha parecido lindo, atractivo e interesante, era una atracción fuerte, enigmática y soñadora pues nunca pensé en realidad que esto podría llegar a pasarme, pero en eso se quedaba, una atracción a un chico que solo conocía superficialmente. Ahora que lo estoy conociendo, que veo sus manías, que lo siento en las mañanas, que me abraza, que se preocupa por mí...que me besa. Estoy empezando a sentir no solo a las mariposas si no al zoológico entero en mi estómago y me asusta, ya no es una simple atracción, ya no solo espero conocerlo y admirar su belleza de cerca, ahora quiero conocerlo, quiero saber cuáles son sus miedos, sus aspiraciones, su sentimientos, estoy empezando a quererlo, a quererlo genuinamente en todas sus fases.

Dylan dio una vuelta en la cama y noté un papel pegado a su espalda.

Rareza #12 de Dylan:

Cuando tenía 8 quería ser superman y me aventé de la cómoda de mi habitación queriendo "volar", aterricé en el espejo del peinador y ahora tengo una marca en mi pierna donde me sacaron un vidrio.

La duda me carcomió y lentamente quité la cobija por un minuto para ver su pierna, en efecto, había una gran cicatriz detrás de su rodilla.

—¿Qué haces ahí rojita?

Su voz me sobresaltó y solo boqueé sin saber qué decir, sentí algo en mi mano y le mostré el papel con una sonrisa nerviosa.

—Encontré tu nota. —Sonreí mientras él se quedó observándome; no pude mantener la mirada por mucho tiempo, ese azul oscuro hacía parecer como que podía mirar hasta el alma—. Eso debió doler.

Señalé a su pierna y sonrió al seguir mi mirada.

—Era un niño travieso.

Respiré hondo y bajé un poco mi playera para mostrarle la cicatriz en mi hombro, la cual rozó con la yema de sus dedos en cuanto estuvo descubierta.

—Mi madre siempre tuvo cuidado con los utensilios en su cocina, pero yo era pequeña y curiosa así que un día quise admirar de cerca un cuchillo, se resbaló y esto pasó. Curiosamente no lloré hasta que vi la sangre.

Sonreí mientras volteaba a verlo, nos encontrábamos aún recostados mirándonos el uno al otro; compartiendo anécdotas de esta manera pasábamos como cualquier pareja normal y enamorada. Ese hecho llegaba a asustarme.

—Iré a preparar el desayuno. —Le di un beso en la mejilla y huí a la cocina. Se había hecho una costumbre, los besos inocentes, los roces accidentales y las miradas penetrantes. Poco a poco empezaba a abrir mi coraza de nervios y temor, e incluso Dylan se veía mejor, más relajado, y me gustaba verlo así.

En la barra de la cocina se encontraba otra nota, después de la quinta pensé que pararía y hablaríamos, e incluso lo intentamos pero a él no le gustaba hablar mucho y se entretenía con otro cosa, básicamente con mi cabello, enrollándolo y estirando; mientras que a mí me enrojecía su cercanía y me dedicaba a ponerme nervioso, por lo que decidió seguir con las notas. Era emocionante pues las colocaba en los lugares menos inesperados y siempre me sorprendía lo que descubría.

Rareza #13 de Dylan

Me gustan las quesadillas en el desayuno, odio el huevo y me encantan las frutas.

Sonreí y después de lavarme las manos comencé con el desayuno.

Solo un poco de tiempo después Dylan entró a la cocina, con un brazo detrás de su cabeza haciendo que su camisa azul marino se levantara mostrando la parte baja de su abdomen. Se había cambiado a un pans flojo de cuadros azules que le colgaba por las caderas y yo sentía que mi saliva se acumulaba, Santa virgen de la papaya. Su risa ligera hizo que volviera a mirar su cara para notar lo nervioso que se había puesto. ¿Este chico no tiene alguna fase en la que no sea lindo? Dios.

Caminó hasta mí y me dio un beso en la coronilla de mi cabeza antes de posar sus manos en mi cintura.

—Buenos días, rojita. ¿Algo en lo que te ayude?

—¿Prepararías café? —pregunté con una sonrisa que me correspondió; poco tiempo bastó para entender que preparaba un buen café, que para una adicta como yo era algo grandioso. Después de darme un pequeño beso en la nariz se puso en ello comenzando nuestro desayuno.

Era un sábado por la mañana, por lo que Dylan –según una costumbre que desconocía–, salió a comprar cualquier tipo de bocadillo mientras yo buscaba algo que ver en la televisión, me decidí por una película de misterio que creía nos gustaría a los dos.

Llegó con la nariz un poco roja, de lo terco que fue al no llevar una chamarra más gruesa. Se sentó a mi lado y cuando pasó un brazo por mis hombros yo me acomodé en su pecho. Se sentía bien, irreal y...perfecto. Llevábamos tres semanas viviendo juntos, tres semanas de preguntas, sorpresas y algo de adaptación para mí. ¿Cómo es posible que en tan poco tiempo haya roto mi barrera de inseguridad, cómo es posible que empiece a estar cómoda? Me separé un poco y volteé a verlo al mismo tiempo que él a mí. Nuestros rostros tan cerca, se me olvidó lo que tenía que decirle, no me acordaba ni de mi nombre cuando conectamos de esa manera; él se acercó más, ahora entremezclando nuestras respiraciones entrecortadas, colocó un mechón detrás de mi oreja y luego posó su mano sobre mi mejilla. Yo solo cerré los ojos disfrutando de su cercanía, de este momento que ni en sueños podría ser más lindo.

Sus labios hicieron contacto con los míos y casi al instante le respondí.

Nada era desesperado, era paciente, tierno y..., de aquellos besos que amenazan con robarse el aliento. En algún momento su cuerpo se inclinó haciendo que ambos cayéramos acostados en el sillón, él sobre mí. Podía ver en sus ojos lo que quería, y en su mandíbula apretada lo difícil que era para él no sobrepasarse..., al igual que para mí.

No sé cómo pero logré salir de ahí y casi huir.

—¿Dylan? —Sus ojos desconcertados me miraron—. Saldré un momento ¿sí? Llegaré a tiempo para la comida con tus padres.

Y salí antes de ver la expresión que pondría. ¿Qué iba a hacer? Esta situación se me estaba yendo de las manos, en el momento en que me pusiera cómoda mis sentimientos entrarían en acción. En el momento en que dejara los nervios extremos sabía que pasaría...me estoy dejando llevar a las alturas y no quiero caer. Pero si no sé lo que ocurre con esta situación seguro caeré.

Conduje hasta que visualicé la casa azul de mi niñez, aún tenía llave y entré desesperadamente; no respiré normalmente hasta que me recargué en la puerta y la música de la cocina me tranquilizó. Mientras me acercaba, el ruido de la televisión me llamó la atención y observé a mi padre viendo sus noticias de la Bolsa de Valores; sonreí, pues algunas cosas no cambiaban. Lo saludé y me fui directo a buscar a mi madre quien sabía estaba en la cocina.

—¿Mamá? —Llamé. Se dio la vuelta con una bandeja de galletas recién horneadas, su rostro se iluminó al verme y dejó la bandeja para abrazarme. Yo la envolví en mis brazos sin pensar mientras ella sobaba mi cabeza, al fin había logrado respirar con tranquilidad.

—¿Cómo está mi manzanita?

Me separé de ella y me senté mientras la observaba poner las galletas en un plato y servir dos grandes vasos con leche. Aquella situación me llevó a recordar todas esas veces en las que llegaba de la escuela y me sentaba con mi madre a platicar de mi día. Siempre había tenido la confianza de decirle lo que fuera, contarle todo y ella siempre se mostraba abierta en lo que pensaba al respecto, me diría qué hice bien y qué hice mal, qué no debería volver a hacer y qué corregir. Había sido mi guía y recibí toda su atención en sus mejores años, algo que no podría pagar.

—Má... —comencé a decir mientras ella se sentaba ya con los vasos en la mano—. ¿Recuerdas ese día en que Tom Greyson me pidió una cita?

—Claro.

—¿Y que tiempo después cuando según yo todo estaba saliendo perfecto y que pensaba era un chico estupendo...me dejó y le dijo a toda la escuela que era una cualquiera?

Asintió reflexiva.

—Sé que Dylan no es así y ya no tenemos dieciséis, somos unos adultos a punto de..., casarse. —Pasé saliva para calmarme—. Pero qué pasa si ahorita es la calma antes de la tormenta, qué pasa si como esa vez todo esta yendo perfecto y de repente todo se cae.

Tomó mi mano: —Hija, ¿tú y Dylan tienen problemas? ¿Tienes dudas?

—¡No! —Dios, era tan difícil explicarle que era porque esta no es mi vida.

—Madre, Dylan es muy lindo; pero no puedo negar que tengo miedo, no recuerdo nada de lo que he vivido con él y de repente tengo esta sensación de que ninguna barrera impedirá que él pueda ver a través de mí y... ¿Qué pasa si llega a terminar una vez que me deje ir?

Muy bien, le dije lo que temía sin explicar nada de la otra situación paranormal. Ella me miró con una sonrisa triste.

—Mi niña, nunca puedes prever nada del futuro, no puedes limitarte a no hacer nada porque el tiempo se te va a ir de las manos y te arrepentirás de lo que no hiciste en su momento. Arriésgate, si para ti Dylan vale la pena, vívelo, arriésgate y deja que las emociones florezcan como deban. Si siempre te limitas, no vas a vivir, no vas a sentir y lo único que lograrás será desperdiciar oportunidades.

«Desperdiciar oportunidades. Dylan, mi amor platónico, el chico lindo, atractivo y reservado está viviendo conmigo, le gustó, me gusta, y lo dejé solo. Desperdiciar oportunidades.»

—Gracias mamá. —La abracé y ella me dio un beso en la mejilla.

—Sabes que siempre estaré aquí manzanita.

Sonreí abiertamente al recordar su apodo de siempre.

—¿Y por qué manzanita? —Recuerdo que un día le pregunté.

—Por tu cabello mi niña.

—Pero las manzanas pueden ser verdes, mami.

—Así es..—mi madre se acercó a mi y tocó mi pequeña nariz.— Pero las rojas son las más dulces.

La nostalgia me invadió cuando regresé al presente, tomé una galleta del plato y saboreé el chocolate y malvavisco dentro de ella, aún estaban calientes y cuando le pregunté a mi madre por su día todo volvió por un segundo. De esa manera ya no me sentía tan perdida.

Después de un rato observé el reloj de la cocina dándome cuenta de que era hora de volver, afrontar la situación y actuar como la adulta que era.

—Tengo que irme —hablé.

—Claro hija, llévate las galletas, recuerdo que son de las favoritas de Dylan.

—Claro, gracias. —Agarré la bolsa, me despedí de mi padre y regresé al apartamento. Había estacionado mal mi Volvo, le hablé mal al vecino quien caminaba lento sin apartarse y usé las escaleras porque el ascensor se me hacía lento. Estaba ansiosa y caminaba a paso decidido sin distraerme o me arrepentiría; entré al departamento en el momento en que Dylan salía de la cocina aún sin cambiarse; aventé las galletas al sillón al igual que las llaves, me detuve frente a él que tenía una mirada desconcertada y respiré hondo ordenando a mis mejillas que no me fallaran esta vez.

Lo agarré de la camisa, y lo besé.

*****************

Los he extrañado tanto, tengo mucho que decir, por favor, léanlo, lo manejaré por puntos para que sea menos tedioso.

1.- Lo siento.

2.- Como compensación, pensé en hacer un maratón, empezamos hoy y depende sus respuestas es como se irán subiendo. Tal vez uno por día, cada dos horas, tres, cuatro. No sé pero les prometo seguros 3 capítulos, pero pueden haber más.

3.- Me encantaría en serio si pudieran pasarse por alguna otra de mis novelas, más aquellas que van empezando, me ayudarían mucho.

4.- ¿Quieren que les dedique un capítulo? Vayan a mi página de facebook (el link está en el primer comentario) díganme su usuario, qué les gusta más de Besos y Sueños y por qué. Si son de lo anónimos que su vida de facebook y wattpad son diferentes, coméntenlo en mi muro de wattpad o mándenme un mensaje al privado, los mejores se ganaran la dedicatoria y quien sabe, tal vez aparecer como un personaje.

5.- A los que siguen aquí, gracias. Gracias por todo, no saben cómo me gusta escribir y lo bien que me hace que me lean.

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