Capítulo 12: El chico que lo tiene todo

Mi madre y Aby se marcharon después de que entré en mi edificio. Abrí la puerta del pequeño departamento y rápidamente el olor a café llegó a mí y la calidez del pequeño lugar me acogió. Dejé mi abrigo en el perchero junto a la puerta y después de tirar mi bolso en el sofá me dirigí calladamente a la cocina de donde provenía un magnífico olor.
Dylan volteó en ese instante y me observó con una sonrisa mientras movía algo en el sartén, ¿es que este chico podía hacerlo todo?

—¿Café? —preguntó volviendo la vista a la comida.

—Por favor.

Apagó la mecha y sirvió una taza mientras yo me subía a un taburete; pocos minutos después él hizo lo mismo del otro lado de la barra mientras comenzaba a comer.

—Dylan... —comencé a decir mientras tragaba saliva—. Quisiera hacerte unas preguntas.

Levantó la vista de su comida y empezó a masticar más lento, mientras tanto yo jugaba con las manos en mi regazo y miraba a todos lados menos a esos profundos ojos azules. Después de ver ese vestido empecé a imaginar un mundo de colores y felicidad junto a Dylan, en el que me presentaría como su esposa, tendríamos mil hijos bonitos y una casa hermosa, entonces..., me empezaron a preguntar de él. ¿Cómo era? ¿Cuáles eran sus aficiones, fetiches, alergias, gustos? Y yo no pude contestar ninguna; claro que como toda chica obsesionada por un chico puede llegar a descubrir ciertas cosas, lo básico. Sabía que tenía una hermana pequeña, que le gusta el basquetbol, la fotografía y que era alguien reservado, aunque eso último nunca averigüe porqué.

—Puedes preguntar lo que quieras.

—La verdad es que, conoces mucho de mí pero yo no recuerdo nada de ti y aún así vivimos juntos los dos, estamos comprometidos, la fecha de la boda es muy pronto y ¿qué tal si yo no recuerdo nada? — ¿qué tal si nunca llegamos a casarnos en verdad?

—Pero esta mañana dijiste que aún te casarías conmigo...

Asentí: —Lo hice, sí. Y aún quiero; pero necesito saber más.

«Necesito conocerte de cerca

Se levantó y rodeó la barra de la cocina que nos separaba, tomó ambos lados de mi rostro y levantó mi cara hasta chocar su frente con la mía.

—Lo entiendo, te diré todo lo que quieras saber. Pero Lu, no dejes que este accidente ponga dudas en tu cabeza, yo estoy seguro de que te quiero y haré lo posible para que lo recuerdes.

Mi respiración se detuvo un minuto por sus palabras, ¿cuántas veces no soñé ese momento?, creo que no podría contarlas siquiera. Estaba viviendo mis más extrañas fantasías y no terminaba de creerlo.

—Saldremos —dijo de repente apartándose y me tuve que abrazar a mí misma para sustituir el calor que me brindaba.

—¿A dónde vamos?

Me entregó mi abrigo junto con mi bolso cuando llegué a la sala y me empujó delicadamente fuera del departamento.

—Ya verás —respondió con una pequeñísima sonrisa en su rostro.

Bajamos al estacionamiento y de repente se encontraba algo pensativo, pero se las arregló para entrar en el Volvo y sacarnos a las calles. Me di el atrevimiento de tocar la mano que tenía libre.

—¿Estás bien? —inquirí preocupada por su cambio de humor. Él asintió apenas perceptiblemente—. ¿A dónde nos llevas?

—A que me conozcas mejor.

No dijimos nada en el camino después de eso.

***

Llegamos después de un rato, se estacionó frente a una casa color amarillo pálido, era de un piso y contaba con una pequeña cerca color blanco, el jardín estaba crecido y con muy pocas flores, pero aparte de eso la casa se veía bien.
Estuve absorta mirando que no me di cuenta cuando Dylan abrió la puerta ayudándome a bajar. Tomó mi mano y entrelazó nuestros dedos mientras caminaba hacia la casa.

Temblaba un poco, y me acerqué a él acariciando su brazo con la mano libre; Dylan lo notó y me sonrió. Mis mejillas se habían sonrosado por la acción, ni siquiera pensé en hacerlo, pero Dylan no se veía bien, solo quería ayudarlo de alguna manera pero no sabía cómo, mas que demostrándole un poco de apoyo.

Tocó la puerta con sus nudillos y a los pocos segundos un hombre apareció del otro lado; tenía un parecido extraordinario al chico de mi mano, pero su cabello era castaño en vez de rubio, tenía pequeñas arrugas en las comisuras de sus ojos y su mirada azulada no era tan profunda; se veía que sus años habían pasado algo agotados pero aún así nos dio la mejor de sus sonrisas.

—¡Hijo! ¡Lucy! Me alegra que vinieran, adelante, pasen.

Abrió ambos brazos dándonos la bienvenida a su hogar e inmediatamente me sentí en paz, aunque un poco nerviosa de conocer al fin a los padres de Dylan.

—¡Lucy! —Escuché gritar a alguien cuando de repente una pequeña personita venía corriendo con un peluche en sus manos aferrándose a mi pierna.

Los hombres se habían enfrascado en una charla mientras yo trataba de recordar el nombre de la pequeña. Estaba segura que lo había escuchado alguna vez.

Me agaché a su altura y le dediqué una sonrisa, tenía una pequeña nariz y unos ojos muy grandes que le daban el aspecto de ternura.

—Hola pequeña —dije tocando su pancita con un dedo, pero rápidamente cruzó sus brazos e intentó poner una cara de enojada..., intentó.

—Ya te había dicho que no soy una pequeña.

—Oh, lo siento maravillosa adulta pequeña.

Sonrió mostrando la falta de un diente frontal lo que hizo que yo también sonriera.

—¿Quieres ver mis dibujos? Podemos jugar al té, ¿hoy si te vas a quedar?

Estaba a punto de contestar cuando Dylan nos interrumpió:

—Ahorita no Camila, ve a jugar y al rato va Lucy.

La pequeña niña cuyo nombre ahora recordaba se fue con la cabeza gacha, pero minutos después cuando se escuchó algo caerse volvió a aparecer corriendo en la dirección contraria con su padre detrás.

—Ven conmigo...

Dylan entrelazó su mano con la mía y tiró de mí por el pasillo. Llegamos a una habitación pero antes de abrir la puerta se giró hacia a verme de nuevo.

—Dijiste que querías conocerme de nuevo, saber sobre mí y eso incluye a mi familia. Solo tú y Zac saben sobre esto pero, bueno, ahora tú no lo recuerdas. Quiero que me conozcas otra vez y empezaremos desde lo más profundo hasta lo más inútil. Mi confianza hacia ti no ha cambiado Lu.

Asentí algo temerosa.

—Bien —dijo antes de abrir la puerta—. ¿Mamá? Lucy vino conmigo.

Entré después de él y mi sorpresa no se hizo esperar, aunque no lo di a notar pues sería muy grosero de mi parte. La señora se encontraba sentada en la cama con un suero intravenoso en su mano y un pañuelo que cubría toda su cabeza.

—Querida qué bueno es verte por aquí, Dylan me contó de tu accidente, ¿cómo estás?

Salí de mi estupefacción y me acerqué a tomar la mano que me ofrecía como saludo.

—Estoy bien, en verdad no fue nada.

¿Cómo alguien podría quejarse frente a una persona que sabes la está pasando peor que tú?

—Su hijo me ha ayudado mucho —afirmé. Ella volteó a verlo con una gran sonrisa y él le regaló una igual, aunque sus ojos se veían tristes y algo dentro de mí se entristeció igual.

Muchas veces pensaba que él lo tenía todo, era guapo, talentoso, popular, inteligente, atlético, amable, incluso hoy descubrí que un buen cocinero también. Pero era solo lo que observaba en la escuela, en realidad nunca terminabas de conocer a una persona por simple apariencia, y ahora viéndolo aquí con la mirada en nadie más que su madre me di cuenta que el chico que pensé lo tenía todo y que era la imagen de la perfección, en realidad era una persona que también sufría y eso solo hizo surgir otro sentimiento hacia él..., la admiración.

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¡Hola! Lo sé por favor no me maten. Tuve muchísimos problemas personales que en realidad me desanimaron a escribir, pero ¡estoy de vuelta! Y con muchos ánimos para esta novela.

¡Está inscrita en los Wattys! ¿Qué piensan de esto? Mándenme todas sus buenas vibras.

¿Les gustó el capítulo? ¿No? ¿Sí? ¿Por qué? Sus votos y comentarios en serio que me animan mucho.

¿Prefieren un capítulo cada cinco días? ¿O un maratón de tres capítulos en diez días?

En multimedia Lucy.

Ya no los aburro, gracias por leer y por ser los lectores más pacientes del mundo.

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