Capítulo 1

Ya es hora de dormir, de soñar, de volver al mundo en el que tanto deseo estar en toda mi vida. Me tumbo en la cama, dejando que el cansancio cierre mis párpados poco a poco. Antes de cerrar la puerta de la realidad, mis ojos observan una última imagen. La foto de mí y de mis padres, junto a mi hermano pequeño. Somos una familia unida, pero no saben lo que llevo pidiendo desesperadamente toda mi vida. No saben nada, no me conocen hoy en día.

Los párpados se juntan y me muestran la oscuridad en todo mi alrededor. Mi cuerpo se nota ligero, no puedo abrir los ojos aún. Un cálido abrazo me recorre todo el cuerpo, es la hora de volver a soñar.

Abro los ojos y la luz de aquella puerta que tantas veces me ha recibido con los brazos abiertos, ilumina mi cuerpo. Le he pedido tantas veces a esa luz que de ella apareciese lo que tanto ando buscando en mi mundo, lo que he estado mirando tanto en el instituto, lo que he querido probar todos estos días.

Mis pies rozan un suelo inexistente y, cuando aterrizo, noto el peso de mi cuerpo. Paso a paso, voy pensando e imaginando en lo que voy a encontrar esta vez tras aquella puerta.

Tan cerca, tan caluroso, tan suave... Mis ojos se van acostumbrando al intenso brillo que emana la puerta, y, cuando puedo ver a la perfección, me quedo maravillado.

Un bosque con árboles altos, de troncos y hojas de colores extraños e inexistentes. ¿Cómo mi mente puede imaginar algo así? No puede, es por eso que me sorprendo.

Me aparto de la puerta y comienzo a caminar, yendo en direcciones que elijo al azar. Puede estar en cualquier parte de este infinito lugar, su rostro puede estar incluso incrustado en un árbol, pero yo no me imaginaría eso, es espeluznante.

Mientras voy caminando, pienso que me he perdido, pero ed imposible. ¡Es un sueño! Debo imaginar una salida a otro lugar, a otro mundo en el que lo pueda encontrar. Cuando estoy a punto de generar una puerta a otro lugar, un grito me asusta y me hace perder la concentración.

-¡Mi cola! -una voz masculina y chillona me hace sobresaltarme, al igual que lo hace una figura animal que camina a dos patas, en definitiva, un zorro-. Estúpido humano, ¿nunca miráis al suelo?

-Yo... Lo siento, señor zorro -me disculpo.

-No tengas formalidades, me dan ganas de vomitar -se nota un poco gruñón, pero es normal, le he pisado la cola.

-Está bien -podría preguntarle, pero no creo que esté de humor ahora mismo para ayudarme. Bueno, quien no prueba no gana nada-. Por casualidad, ¿no sabrá dónde puedo encontrar una puerta?

-¿La puerta que atravesó el otro humano?

-¿Lo ha visto? -casi grito, pero me he contenido lo suficiente.

-Os veo todas las veces que soñáis. Es una maldición para mí tener que soportaros rondando por todos los lugares en los que estoy. La puerta está en aquella dirección -me señala hacia la derecha, pero estoy seguro que tendré que tomar un desvío-. Cuando despiertes, hazme un favor.

-¿Cuál?

-No vuelvas a pasear tu cabello negro por mi vista. Si te vuelvo a ver, es que te lanzo un palo de los gordos.

Sin decir nada, ya que no puedo prometer algo así, camino hacia el lugar que ha señalado. Sé que este zorro me ha dicho un lugar al azar para perderme de vista de una vez, pero no ha dicho nada de lo que hace junto a ese árbol sólo. A lo mejor no quiere perderme de vista, a lo mejor me vigila para no hacer ninguna estupidez. Pero... ¿Qué importa si hago alguna tontería? Estamos en un sueño, no en la vida real, aunque si esto fuera la vida real no me importaría morir aquí.

Tras caminar lo que a mí me han parecido unas horas, veo a lo lejos una puerta apagada, no como la de la entrada a este mundo. Llego y, tras pensarlo dos veces, rozo el pomo de la puerta. No ocurre nada, creía que pasaría algo extraño como una ola de frío en mi interior, pero no ha sido así.

¿De verdad mi verdadero sueño está aquí dentro o tan solo es una trampa? Me vuelvo a decir que quien no arriesga no gana, que todo esto es ficticio, que no voy a salir herido de ninguna forma.

Respiro hondo y abro la puerta, dejando ver un páramo helado que muestra su fuerza con el viento frío que me congela el cuerpo con sus cuchillas heladas. Me congelo con tan solo respirar su aire, me quedo sin calor, pero si él ha pasado por esta puerta, yo también puedo.

Es hora de pedirle al control de este mundo que me brinde ropa cómoda que soporte ese clima. Tras forzar a mi mente, la ropa se acomoda a mí sin tener que mover yo algún músculo.

Ya preparado, me doy palmadas en la mejilla y pienso en hogueras, en fuego para hacer que mi mente no haga temblar mi cuerpo. Me han dicho que funciona.

Sin pensarlo de nuevo, salto al interior de la puerta y esta se cierra de un portazo. Un fuerte golpe que hace que se rompe en pedazos y me deje sin marcha atrás.

Si él ha podido hacerlo, yo también podré hacerlo.

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