"4"

―Cada vez que te veo.

Boruto sabía que debía irse o caería de nuevo, caería ante esas sensación o, más bien sentimientos, que no podía controlar. Pero, ¿realmente era difícil? No, qué va, lo era porque no quería, quería quedarse y sumergirse en sabor aunque quizá más tarde sienta culpa.

Sarada veía ese brillo en sus ojos, uno que reconoció recién y deseaba con todas sus fuerzas que sólo fuese ella la que hiciera estremecer ese mar.

Tal y como aquel viernes, ambos avanzaron, dejándose guiar por su inexperiencia, con ganas de saber más del otro aunque estaban casi seguros que se conocían a la perfección.
Boruto rompió la distancia con un movimiento suave que, en unos segundos, Sarada lo convirtió en uno desesperado, le encantaba como desenvolvía en ella un lado descocido que sólo el podía darse la dicha de gozar.

Caminaron con pasos torpes hasta la primera puerta que encontraron, podían reconocer el lugar, era el armario de limpieza donde uno de sus besos secretos los encendió cuando regresaban de limpiar el aula. Boruto ya sabía los espacios en el interior y guio a Sarada hacia la pequeña mesa.

Sin dejar de besarla, pasó su brazo a ciegas en la mesita y tiró al suelo todo lo que estuviese encima, sujetó su cintura y la subió. Sarada prosiguió separando las piernas para rodearlo y, deslizando las manos sobre sus hombros, lo abrazó sin apartar sus labios.

Boruto repartió pequeños besos en sus mejillas, desabotonó su blusa y continuó con su cuello. Sarada había perdido la cuenta de las veces que se habían dejado llevar, pero si algo había aprendido, era que disfrutaba tocarlo, había oído por medio de sus amigas que no hay nada mejor que recibir placer, pero sentía que estaban equivocadas, ella disfrutaba tanto que sus caricias sean la razón  de los suspiros de Boruto, de sus expresiones y ligeros gemidos masculinos.
Pasó las manos sobre su camisa, podía sentir su calidez a través de la tela, así como cada músculo y escalofrío.

Abrazó su cintura con sus piernas para acercarlo lo suficiente para frotar su cuerpo, ya no le importaba que la falda se le corriera, Boruto parecía más satisfecho acariciando sus piernas y subiendo lentamente a sus caderas para escabullir sus manos entre el dobladillo de su blusa. Sarada movió una mano hacia su cuello y se guio hasta su mejilla, acariciándola mientras sus labios peleaban por más. Enredó sus dedos en sus mechones al sentir las manos de Boruto estrujar sus pechos, esta vez, sin pena alguna, frotó sus pulgares sobre sus pezones, transmitiéndole espasmos de placer a Sarada, solo con una simple caricia. Apartó la blusa de sus hombros, llevándose consigo las tiras de su sostén. Boruto llenó de besos húmedos su clavícula, bajando lentamente y disfrutando de la piel suave de Sarada.

Ella se cubrió los labios cuando Boruto cerró los suyos sobre su sensibilidad, chupando y mordiendo con suavidad como si solo quisiera molestarla. Sarada lo apartó un poco y, cuando el atacó de nuevo sus labios, ella escabulló sus manos dentro de su camisa, hubiese preferido tocar con el debido tiempo su pecho o abdomen, pero su objetivo era otro, sin que Boruto lo espere, invadió sus pantalones y acarició su miembro a lo largo, sintiendo la calidez incluso sobre su ropa interior y como, poco a poco, las emociones despertaban.

―Eso es trampa ―murmuró Boruto entre besos―, no es mi culpa que seas tan impaciente.

―Se hace tarde, Boruto...

Él buscó su billetera en los bolsillos, sabía que le quedaba uno de la tiro que habían dado generosamente en las pláticas de sexo. Sintió un alivio profundo al sentir el pedazo de aluminio.

―Tengo que abrirlo ―intentó separarse de los labios de Sarada― deja de besarme.

―Ábrelo ―se negó a separarse de él.

―No tengo tijeras, me las robaron en literatura.

Sarada intentó no reír y dejó de besarlo, Boruto usó los dientes para abrirlo y lo sacó. Sarada sintió de nuevo como se contraía su vientre con un ligero dolor, era deseo, naciendo desde las profundidades de sus sentimientos. Observó maravillada y con el calor cubriendo sus mejillas, como Boruto se colocaba el preservativo lo más rápido que sus emociones le permitían.

Él la besó de nuevo, despacio, mientras la acercaba a la orilla de la mesa y hacia un lado su ropa interior. Sarada se sujetó de sus hombros un tanto nerviosa cuando sintió la fricción de sus cuerpos y la presión en su cuerpo, rozando el dolor y la satisfacción.

Boruto se mordió los labios con cada empuje, quería ir al ritmo que ella, pero los suspiros directo en su oído lo dejaban más difícil. Enterró el rostro en su cuello, dejándose llevar por su aroma, supo que lo consiguió cuando Sarada hizo presión con sus uñas mientras un leve tenido escapaba de sus labios cubiertos con su mano. Esperaba con ansias el día que ya no le diera vergüenza, quizá cuando sea el lugar indicado.

Aspiró una vez más su aroma; refrescante y dulce para calmar sus instintos, no sabía si le seguía doliendo, pero para él era todo lo contrario y por ello, podía esperar un poco. Ella movió las manos a su cuello, abrazándolo y evitando mirarlo, sabía que era muy vergonzoso, incluso para él, dejó que escondiera su rostro y se retiró lentamente para adentrarse con el mismo ritmo, aumentando cuando ella se sentía más libre, cuando sentía como su cuerpo temblaba con las vibraciones de sus cuerpos, cuando la sentía segura y satisfecha.

Boruto estaba seguro que lo que sentía era más que simple placer  carnal, si lo disfrutaba, cada roce en su interior apretado y caliente, cada gemido y rasguño, sobre todo cuando Sarada exigía más y con gusto le entregaba todo. Pero había más que eso, de un momento a otro, se sentía feliz del simple hecho de tenerla entre sus brazos y robarle el sabor a sus labios.

―Boruto... ―Sarada se estremeció y rodeó su cintura con más fuerza― te quiero.

Boruto sujetó sus caderas con firmeza, dando las últimas embestidas con un poco de rudeza, callando ambos sus gemidos con sus labios. Él sintió un escalofrío y estaba seguro que Sarada también.

Respiró profundo intentando recuperar el aliento, la abrazó con un cariño que nunca creyó posible que existiese entre ambos.

―Será la última vez ―comenzó Sarada un poco agotada―, la última aquí.

Boruto asintió frotando apropósito sus pechos.

―Ya no me quedan condones además ―se separó de ella dando un último beso en sus mejillas―, pero ¿es verdad lo último?

Sarada se sonrojó y miró hacia otro lado.

―No quiero especificar donde, me refiero a que...

―No hablo de eso ―disfrutó verla nerviosa. Ella ocultó más la mirada.

―Esto... ah, si... ―el agarre en sus hombros se volvió más profundo.

―Ya no más viernes.

Sarada se decidió a mirarlo y asintió, ambos lo hicieron y disfrutaron de la cercanía del otro con un abrazo más, no eran felices solo en el fondo, ahora era más que eso, sabían que podían darse un abrazo no solo un viernes en la tarde.

Podía ser cualquier día, cualquier hora, cualquier momento, pero ya no más en secreto.

FIN.

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