"1"
Sarada se quitó la mochila para poder correr con más rapidez. No quería fingir más, le molestaba tanto sentir esto porque no podía tenerlo todos los días, solo el viernes... solo el maldito viernes.
―¡Boruto! ―sujetó la manga de su camiseta y él se detuvo.
―¿Por qué lo haces más difícil? Sólo cambiemos con alguien el día de limpieza y ya.
―Porque no quiero... dejarte. Yo, yo dejé que me besaras porque eras tú.
―¿Solo porque soy tu amigo?
Boruto la miró serio, a veces, Sarada se sorprendía con las facetas nuevas de él, pero no le molestaban, era todo lo contrario, quería saberlas todas.
―No se como explicarlo ―el agarre en su camiseta se hizo más fuerte―, no estoy acostumbrada a sentir esto...
Sarada se acercó a él hasta apoyar su frente contra su pecho, sus manos se movieron solas sobre su cuerpo, rodeando su cintura y suspirando, se sentía feliz en sus brazos, en su calidez y aroma.
―Solo espero con ansias que se viernes para esto, pero...
―No quieres que sea solo este día ―murmuró abrazándola.
Sarada levantó la barbilla hacia él y, Boruto, sentía que se perdía de nuevo, en ese lienzo oscuro que lo obligó a meter la pata aquel viernes.
Se inclinó ligeramente y los rozó, primero lento, disfrutando la suavidad y ternura de sus labios, recordando la misma textura de la semana pasada, seguían igual, como si estuviesen listos, esperándolo a la misma hora. Acaricio sus mejillas y sintió sus manos rodear su cuello y sus dedos enredarse en sus cabellos, definitivamente no, no quería que nadie más gozara lo que ahora tenía, queria que ella formara parte de su vida más de lo que ya era.
―Creo que te... No, bueno, si lo hago ―tartamudeó avergonzada― te quiero.
―Shh... ―la calló con un beso y bajó las manos a su cintura.
Sarada se dejó guiar hacia la pared a pasos torpes. Cuando Boruto la levantó para sentarla en el banquillo de la ventana, envolvió sus piernas en su cintura y lo atrajo hacia sí misma.
Ya no eran besos tiernos, esos los vivieron semanas pasadas cuando a escondidas compartían un pupitre, pero ahora, abrió los labios para él y se dejó invadir por su dulzura y cariño.
Ya no quería seguir evadiéndolo los demás días, quería abrazarlo cuando se le antojara, sin pena a que dirían los demás, quería besarle las veces que fuesen necesarias hasta estar satisfecha por el momento.
Ambos querían amarse sin ocultarlo, ya no querían besos en secreto.
FIN.
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