Capítulo 2 ✔

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Cuando las puertas del hospital son abiertas, el olor a rifusina, médicos y otros medicamentos más, entran por mis fosas nasales haciendo que les regale una mueca.

Mientras caminaba hacia la habitación con un número que me lo sabía de memoria, se me vino a la mente lo malo del hospital y las enfermedades. Es decir, vienes a control todos los meses, te haces estudios porque tú médico te lo pide. Omites tus preocupaciones y olvidas el dolor que tienes en tu corazón diciéndote que algo malo está sucediendo.

Y un día llegas, por fin encontrando el sentido de la vida, ves a tu doctor con una mueca en sus labios y escuchas cada palabra que dice, entrando por tus oídos lentamente-como si estuvieras en una película-y tú mundo, tú castillo, que habías construido lenta y cuidadosamente, se derrumba.

Se derrumba con las esperanzas que tienes.

Y ahí tú mundo y él de todos los que conviven en el hospital, cambia. Ya no eres la misma persona, ya no tienes ese brillo en tus ojos.

Ya no le sonríes a la vida.

Ya no todo es igual, empeorando tú vida y la que están a tu alrededor. Tú padre se convierte en un alcohólico y lo único que sabe hacer es gastar todo su dinero en bebidas alcohólicas y recriminarte en tu cara lo malo de la vida. Y caes en cuenta que esa persona, que tú amabas y te ofrecía consejos cada una hora, ya no está. Ya no existe y se termina convirtiendo en una persona depresiva amando a una botella de alcohol.

Cuando caí en cuenta de todo lo que estaba sucediendo, como un balde de agua fría cayendo lentamente en tu cabeza despertándote de la realidad; empecé a trabajar en una cafetería-y lo más irónico es que aún no sabía utilizar la cafetera- mientras estudiaba en la universidad.

En el camino hacia la habitación de mi madre- que era la única consciente en la familia de todo lo que estaba sucediendo- saludo a todo médico que se me cruza en mi camino, los enfermos me saludan con una sonrisa haciendo que yo les devuelva también una sonrisa. A la semana de internar a mi madre, supuse que era conocida por venir todos los días al hospital.

Un ruido seco se escucha al toque de mis manos en la puerta. Sonrío al escuchar la voz de mi madre y entro en la habitación observando a mi madre recostada en la camilla con una revista de moda en sus manos. La tele estaba prendida- al tercer día de venir aquí, caí en cuenta que ella prendía la televisión para no sentirse sola.-

-Hola -dice ella con una sonrisa radiante en su rostro. Cerré la puerta suavemente quedándome quieta en mi lugar.

-Hola.-dije suspirando aliviada de que ella estuviera todavía aquí. Mi madre abre sus brazos al aire y camino hacia ella para que me envuelva con ellos y sentirme en casa.

La abrazo lo más fuerte que podía, la abrazo como si no existiera un mañana.

-Mamá-murmuré. Sentí mis ojos cristalizarse pero no me permití llorar, ella me había hecho prometer-a duras penas-que no lloraría delante de ella. No sabía que iba a hacer cuando ella no estuviera conmigo.

-¿Como estas, Oli?-pregunta separándose de mí. Asentí con mi cabeza debido al gran nudo que tenía en mi garganta que no me permitía hablar. Me senté en la silla que estaba a un lado de la camilla tomando su suave mano.

Acaricié su mano suavemente.

-Bien.-dije cuando pude hablar.-Encontré un trabajo, en una cafetería. Y con respecto a la universidad todavía no he empezado.- Ella hace una mueca con sus labios, aprieta mi mano negando lentamente con su cabeza.

Está enojada.

-¿Tengo que repetir el sermón de la semana pasada, Olivia? Te he dicho millones de veces que uno se gana la vida estudiando, si quieres ser alguien, tienes que estudiar. Trabajar es lindo, ya que tienes tu sueldo y no dependes de nadie, pero el estudio también es importante.-ella suspiró pasando una mano por su cabeza. Debido a la gran cantidad de quimioterapias su cabello había desaparecido y ahora lo reemplazaba un hermoso pañuelo de color celeste con algunas flores impregnadas en la tela. -

Su bello cabello rubio había desaparecido hace unos meses cuando todo lo de la enfermedad había empezado a salir a luz. Un golpe en la puerta nos interrumpió y una enfermera se hizo presente en la habitación. Mi madre le sonrío y la recién llegada empezó a hacerle unos análisis, tomándole la presión y algo más de la rutina habitual.

-Todo bien, Margaret, descansa y charla con tu hija. Más tarde vengo con los medicamentos -dice ella caminando hacia la puerta desapareciendo.

-¿Mamá?-murmuré.

-Dime Oli, ¿Qué pasa?

-Te quiero- mi labio empezó a temblar haciendo que ella me tome por las manos apretándolas suavemente.

-No tienes la idea de cuánto yo te quiero, chiquita. Esta es una prueba más de la vida. No tienes por qué llorar, tus lagrimas no merecen tanto dolor y tú corazón necesita más alegría que sufrimiento. ¿Cómo te fue en el trabajo?- que gran manera de cambiar de tema.

Sonrío a pesar de que tengo los ojos llenos de lágrimas

-Hoy fue un día extraño.-río al recordar al chico de ojos cafés.-Fue un chico con una paraguas rosa y estaba todo empapado debido a la lluvia, lo más sorprendente es que estaba de un muy mal humor y le ofrecí una toalla para que se secara.- sonreí de lado al recordar su extraña mirada cuando llegué con la toalla en mis manos.- y me lo agradeció, obviamente luego de tratarme muy mal.

-Ese muchacho ya me cayó bien- Abro mis ojos sorprendida.

-A mí me cayó mal desde que me dijo "¿Acaso pedí algo más?" -imito su voz y mi madre ríe.

Alguien abre la puerta interrumpiendo la risa de mi progenitora y observo que es la enfermera Nora. De pronto me doy cuenta que ya se terminó la hora de visitas y me tenía que marchar.

-Mamá, me tengo que ir, te prometo que vendré cuando este un poco desocupada; mañana iré a la universidad a organizar unos papeles. Te quiero- me levanto de la silla y salgo por la puerta, dejando atrás a mi madre junto con la enfermera.

Con un suspiro cierro la puerta del auto y manejo hasta casa, pensando en la gran carga que me estaba esperando con una gran botella de alcohol.

Mientras, disfruta de las hermosas estrellas que estaban apareciendo en el cielo y pidiendo por mis adentros, un tiempo más con mi madre.

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