[VEINTINUEVE]
¿Cómo se deja de querer a quien todavía permanece en el alma?
HEBER SNC NUR
...
KEA
Cuando, después de varias horas viajando, Diego avisa que ya hemos llegado al lugar donde está viviendo, dejo escapar un suspiro aliviado. La espalda me duele, al igual que la cabeza y el pecho. Los primeros dos por el viaje tan largo y el pecho por los sucesos de ayer. Es una casa vieja frente a la que hemos aparcado; parece a punto de derrumbarse y no es para nada como la describió mi hermano, pero él sonríe al verlo, como si en verdad estuviera orgulloso del piso que ha conseguido.
Ver que él es feliz aquí, lejos de donde hemos crecido, hace que me sienta un poco mejor; consigue que esboce una pequeña sonrisa y me hace preguntar si no sería mejor irme también. Él debe notarlo en mi expresión porque su semblante se suaviza al verme.
—Le avisé a Tony que solo te ayudaría a instalarte y volvería al taller —informa rascando su nuca, pareciendo nervioso, revelando un nuevo tatuaje en la parte posterior de su bícep—, pero si quieres puedo pedirle lo que queda del día. Si no quieres quedarte sola...
—Ve —lo interrumpo—. Voy a estar bien. Solo dormiré un rato.
Esbozo una pequeña sonrisa y él asiente de acuerdo.
—Bien. Entonces llevemos esto adentro. —Levanta mi maleta con facilidad y nos conduce al interior de su nuevo hogar. Caminamos por un pasillo corto hasta que nos detenemos frente a una puerta negra. La abre para revelar una habitación impecable y mis cejas se elevan con asombro, sin poder creer que este cuarto sea el de Diego—. Descansa si quieres. El baño está ahí —dice señalando la puerta al otro lado del pasillo—, por si quieres ducharte o algo. Y la cocina está a la izquierda al final del pasillo, por donde entramos.
Deposita la maleta sobre la enorme cama y yo limpio mis manos sudorosas sobre las piernas de mi pantalón. Cierro los ojos al sentir que deposita un beso en la cima de mi cabeza. Me atrae contra su pecho en un abrazo y lo siento exhalar, tenso. Sé que debe estar molesto por lo que ha pasado con nuestro padre, porque no le hice caso cuando me pidió que me fuera con él. Lo conozco y sé que le carcome por dentro el no haber estado ahí para mí, para defenderme. No importa lo mucho que crezca, él siempre me verá como su hermanita pequeña.
—No llores —pide en voz baja. Ni siquiera me di cuenta de que había comenzado a llorar en silencio—. No llores porque me dan ganas de devolverme y partirle la cara. —Se aleja un poco y limpia mis lágrimas con sus pulgares—. ¿Quieres que me quede? —cuestiona. Sacudo la cabeza en una negativa y doy un paso atrás.
—No. Estoy muy cansada y solo quiero dormir.
La noche anterior, después de haber salido de la casa de Fidel, me quedé sentada frente a su puerta durante más de una hora. Tenía la esperanza de que saliera y me buscara —no había tenido otro lugar a dónde ir—... pero no lo hizo. No sé qué estaba esperando. Solo había ido con la intención de sentirme bien entre sus brazos y terminé cerrándome de nuevo. No sé por qué pasó. Tal vez, al verlo ahí, de pie, preocupado por mí, con ojos llenos de amor y dolor por mi obvio sufrimiento, terminó de asustarme.
Porque ¿qué va a ser de mí cuando él también decida que yo no soy suficiente y se vaya, me deje? Cada día que pasa me vuelvo más y más insegura. Estoy tan triste, tan sola... tan apagada. No me reconozco.
El ciclo escolar va a acabar en un par de semanas y Naira y yo ya casi no hablábamos. Su mundo es Asier y ella es el de él. Están perdidos en su espacio de amor y felicidad, ciegos a lo que pasa a su alrededor. Todo es idóneo para ellos, perfecto, y yo no pienso pinchar su burbuja maravillosa. ¿Para qué? ¿Para que mi mejor amiga sienta lástima por mí? De todos modos Nai no puede hacer nada para ayudarme.
Nadie puede.
Escucho a Diego carraspear y me doy cuenta de que ha dicho algo, pero no puedo recordarlo. Estaba tan perdida en mis propios pensamientos que no me di cuenta de que todavía seguía aquí.
—Lo siento, no te escuché —murmuro.
—Me di cuenta. —Sonríe y estira su mano para despeinar mi cabeza—. Dije que ya me voy, que si necesitas cualquier cosa me llames. ¿Está bien?
Asiento.
—Sí, gracias.
Se acerca para besar mi mejilla y luego sale de la habitación. Dos segundos después lo escucho cerrar la puerta principal.
Me dejo caer sobre el colchón, pensando en que debo darme un baño, pero estoy tan cansada... Lo único que quiero es dormir toda la semana y no recordar nada cuando despierte.
Cierro los ojos. Imagino que mi mamá está a mi lado y que me acaricia el cabello mientras me dice que todo va a estar bien; imagino que mi padre es feliz y que no necesita recurrir a la bebida para adormecer su dolor; imagino que Diego no sufre por la pérdida de su familia y la única novia a la que ha querido. Sobre todo, pienso en Fidel. Me imagino que él está conmigo, haciéndome feliz, como siempre, queriéndome... y que yo no estoy tan rota; que estoy bien, entera, completa, y que puedo quererlo como merece ser querido.
***
Cuando abro los ojos a la mañana siguiente y miro el reloj sobre la puerta, me doy cuenta de que he dormido casi dieciocho horas seguidas, hecho que me sorprende. ¿De verdad he dormido tanto? Dios, es muchísimo tiempo. Tal vez es por eso que me muero de hambre. El sábado solo desayuné cuando Diego paró por unas hamburguesas cuando veníamos camino a su casa, pero además de eso no comí nada. Llegamos aquí, él se fue a trabajar y yo caí rendida sobre el colchón e inverné casi un día completo. Ahora un aroma delicioso se cuela en el cuarto y me hace agua la boca.
¿Desde cuándo Diego cocina?, me pregunto. Me pongo de pie y noto que estoy descalza. Tal vez Diego me quitó los zapatos cuando regresó de trabajar; por lo demás sigo igual. Llevo puesta la misma ropa con la que viajé. No me molesto en peinarme ni nada, de todos modos no pienso salir de aquí. Me dirijo a la cocina y abro la puerta, la cual rechina sobre sus goznes. Me detengo en seco al ver a una mujer frente a la estufa.
—Ya era hora de que te levantaras —dice sin despegar su vista de lo que está haciendo. Su voz se me figura demasiado ronca y frunzo el ceño al no reconocerla. Diego no me dijo que estaba viviendo con una chica ni que tenía novia. ¿Entonces quién es?
La estudio con calma mientras me da la espalda. Es bastante alta. Poco más del metro setenta, yo creo. Lleva el cabello rubio muy corto y sus puntas son verdes. Lleva una blusa negra corta que deja ver la parte más angosta de su espalda. Siento una punzada de celos al ver lo flaca que es. Seguro se mata de hambre o haciendo ejercicio. ¿O tal vez tiene buenos genes?
Los pantalones de mezclilla que lleva no son demasiado ajustados, pero me deja adivinar que tiene unas piernas larguísimas. ¿Acaso es modelo? Desvío mi mirada al suelo y frunzo los labios con desaprobación. ¿Diego está saliendo con ella a pesar de que dice querer recuperar a Nai?
—Ven y ayuda. No soy tu sirvienta como para... Oh.
Mi mirada se eleva hasta encontrar los ojos castaños de la mujer, quien me está viendo por sobre su hombro, y me doy cuenta de lo joven que es. Tal vez de mi edad o un par de años más.
—Hola —murmuro incómoda. Su ceño se frunce al darme un repaso de arriba abajo.
—¿Quién eres? —cuestiona. Apaga la estufa y se gira por completo para encararme. Cruza los brazos sobre su pecho y eleva una ceja—. ¿Estás acostándote con Diego o algo así?—inquiere con dureza. Yo río al escuchar los celos en su tono.
—No, soy su hermana. —Sorpresa, alivio y vergüenza cruzan su rostro con rapidez, entonces me sonríe con calidez y se encoge de hombros.
—Lo siento, pensé que... —Sacude la cabeza y resopla— Kea, ¿verdad? —Asiento y da un paso hacia adelante estirando su mano—. Soy Bárbara, pero puedes decirme Barb o Barbie si quieres.
—Mucho gusto —susurro tomando su mano y agitándola. De cerca puedo ver lo bonita que es. Casi como una muñeca. Una Barbie ruda que lleva el pelo de colores y un aro en la nariz que le luce bien.
Una sonrisa tira de las comisuras de mi boca al darme cuenta de que es un poco el estilo de mi hermano.
—Lamento lo de ahorita —murmura bajando la mirada, al parecer avergonzada—, solo...
—Mi hermano es un mujeriego. Lo sé. —Ruedo los ojos y ella ríe de acuerdo.
—Vaya, gracias por ayudarme —escucho detrás de mí. Me giro con deliberada lentitud y encuentro a Diego de pie frente a la puerta entreabierta. No lleva camiseta, pero sí una sonrisa adormilada.
Miro por encima de mi hombro a Bárbara y la encuentro estudiando el pecho desnudo de mi hermano con interés.
Ewk.
—Mira quién decidió acompañarnos —murmura.
Diego se acerca sonriendo en un par de pasos y presiona un beso contra mi cabeza antes de darle un rápido abrazo a la rubia; uno que ella no corresponde. De hecho parece algo incómoda por su cercanía.
—Tienen el placer de admirarme —dice él. Pongo mis ojos en blanco al mismo tiempo que Bárbara y él ríe. Pellizca la nariz de la rubia y esta lo aleja con un manotazo y una mirada furiosa de advertencia—. Tan lindas ustedes dos.
—¿Necesitas que te ayude a algo? —le pregunto a la rubia. Ella deja de fulminar a mi hermano para verme a mí y sonríe con dulzura.
—Ya he terminado el desayuno, pero puedes sacar tres platos y unas tazas para el café. ¿Te gusta el café?
Asiento dirigiéndome a la alacena y escucho la risa ahogada de mi hermano.
—Cuidado, Lani. Si no te cuidas serás su esclava antes de darte cuenta. —Un quejido me hace ver hacia atrás y encuentro a la chica con el puño estirado y a Diego inclinado hacia adelante cubriendo su abdomen. No puedo evitar reír—. Qué bruja eres —dice él sin aliento.
—Cállate, tarado. No me hagas quedar mal frente a Kea.
Empuja un mechón claro fuera de su rostro y me vuelve a sonreír con una dulzura que parece no encajar con su imagen tan oscura.
No han pasado veinte minutos y ya la adoro.
Voy hacia la mesa, coloco los platos y cubiertos y Barb sirve el desayuno. Comemos, yo en silencio viendo la interacción entre mi hermano y su amiga. Al parecer trabajan juntos y se llevan muy bien. Diego la mira de vez en cuando sin dejar de sonreír y me pregunto si esta es la chica que lo hará superar a Nai. Espero que sí. Él merece ser feliz y volver a amar con intensidad. Y Bárbara parece ser la indicada.
***
Por la noche Diego me pregunta si quiero volver a casa. Le digo que no. Solo pensar en ir a la escuela mañana hace que mi estómago se revuelva. No quiero ver al hombre que dice ser mi padre ni a Fidel. Especialmente a este último. De hecho mi celular ha estado apagado desde el viernes en la noche después de haber llamado a Diego y no tengo pensado encenderlo en ningún momento cercano. Mi hermano llama a mi padre y le avisa que me quedaré toda la semana con él. No sé qué es lo que responde ni me interesa saberlo. Solo espero que esté de acuerdo y no me haga querer regresar. No pienso poner un pie en esa casa todavía.
Los días pasan casi volando y me siento... bien. Barbie viene casi todos los días a tratar de distraerme y alegrarme. Sorprendentemente lo logra con facilidad. Hay alegría en ella, una vitalidad de la que es imposible no contagiarse. Es amiga y madre al mismo tiempo, me ha tocado verlo.
Nos invita a desayunar a su departamento junto con todos los chicos del taller donde Diego trabaja y veo el cariño y respeto que todos le profesan. A pesar de que ella no puede ser mayor que ellos, los muchachos la obedecen sin chistar y le coquetean de una manera inocente. Excepto Diego, creo. Él... parece querer comérsela. Y, por las sonrisillas que esboza de vez en cuando, puedo decir que ella es consciente de eso.
—Ya vuelves mañana, ¿no? —pregunta ella al domingo siguiente. Acaba de salir de su turno en el bar donde sirve las bebidas tras una barra y ha venido directo aquí a pesar de que Diego no está.
—Sí —digo de mala gana. Ella ríe al ver mi mueca de fastidio.
Nos dirigimos a la cocina, donde me siento sobre el mostrador mientras ella empieza a buscar las cosas para hacer la cena.
—Tal vez puedas volver en vacaciones. —Me encojo de hombros ante su sugerencia—. ¿Cuándo sales, por cierto?
—El viernes —informo. Ella asiente seria, paseando la mirada por la habitación.
—¿Entrarás a la universidad? —cuestiona. Suspiro negando con la cabeza.
—No lo creo. Los exámenes ya pasaron y no había dinero, así que... sí. La universidad no está en mis planes en por lo menos otro año.
—Entiendo —susurra.
Suelto una corta risa amargada.
La verdad es que no creo que lo entienda. No creo que sepa lo que es tener un padre alcohólico al que no le interesa nada más que comprar el próximo trago de alcohol. No creo que sepa lo que es que tu hermano se vaya en busca de su felicidad y te deje a ti lidiando con los problemas en casa. No creo que sepa lo que es que tu mejor amiga esté tan enamorada que su mundo gire alrededor de su novio y te deje a ti al margen de este. No creo que sepa lo que es enamorarse de un gran chico, y que sientas que es tan bueno para ser verdad que no puedes evitar estar aterrorizada, por lo que terminas saboteándote a ti misma. No, definitivamente lo creo que lo entienda.
Coloca el sartén sobre la estufa prendida y sirve un poco de aceite en él. Durante unos minutos no hablamos, solo se escucha el sonido del cuchillo cortando verduras y el aceite chisporroteando.
—¿Necesitas ayuda? —pregunto. Ella suspira.
—He hablado con Diego de ti —dice ignorando mi pregunta—. Sé que tu vida no es de lo más fácil. No puedo comprender del todo lo que estás viviendo, pero sí sé lo que es tener una familia disfuncional. Sé lo que es no querer volver a casa... y el miedo que se tiene cuando se encuentra a un gran chico que parece hacer tu vida un poco mejor. Porque eso es, ¿no? ¿También hay un chico que revuelve tus pensamientos?
Río al escuchar su pregunta. ¿Fidel? ¿Revolver mis pensamientos? Él me licúa el cerebro solo con un beso.
—Puede ser —musito avergonzada.
—Mmm, lo imaginaba. —Termina de revolver lo que ha puesto en el sartén y entonces apaga la estufa, girándose hacia mí—. Y tienes miedo, ¿no?
Si debo ser sincera...
—Sí.
—Es normal. —Sonríe acercándose hacia mí y abraza mis hombros. Yo recargo mi sien contra la suya. En una semana se ha vuelto una gran amiga.
—Es que... siempre lo hecho a perder, ¿sabes? Él me quiere...
—Y tú no haces más que huir.
—Sí —suspiro de nuevo.
Al parecer, después de todo, Bárbara sí me comprende.
—Mi consejo, si es que lo aceptas, es que no juegues con él si no estás segura de lo que sientes. También tiene sentimientos. También sufre. A los hombres también se les rompe el corazón y es algo que solemos olvidar. También son humanos aunque les guste jugar a ser los héroes.
Río al escuchar esto. Tiene razón.
—Es que... él era mi refugio, ¿sabes? —me escucho decir—. El que me hacía olvidar todo y sentir que las cosas estaban bien. —Siento el picor tras mis ojos al recordar la última vez que estuvimos juntos, una semana atrás, y la manera en que sus ojos chispearon con dolor cuando le dije que solo necesitaba distraerme—. Creo que he estado tan centrada en lo que me pasa que no me he puesto a pensar en él.
Me separo de ella y paso las manos sobre mis párpados cerrados.
Solo hablar con ella me hace darme cuenta de lo egoísta que he sido. Fidel, siempre preguntando por mí, preocupándose porque esté bien, porque sea feliz... y yo no le he dedicado un pensamiento completo. ¿Su vida ha mejorado o sigue siendo difícil? ¿Ha empeorado? ¿Lo he hecho sufrir mucho? Meses atrás se equivocó por miedo a lo que yo le hacía sentir. Ahora soy yo quien está asustada, herida. Me la paso aterrorizada, insegura, siendo cuidadosa a su alrededor, precavida... y él se frustra y sufre. Y yo... solo pienso en mí.
Egoísmo. Algo que se añade a mi lista de defectos.
Ni siquiera sé por qué sigue empeñándose en estar conmigo cuando claramente no funcionamos juntos. Una relación sirve cuando dos personas contribuyen en ella. Él contribuye, da sin recibir nada a cambio, y yo solo recibo sin preocuparme en dar. Tomo y tomo y tomo... y lo dejo sin nada, vacío, seco. Soy como un hoyo negro que solo absorbe.
—Bueh. Es hora de ponerse a pensar en él, ¿no? Asegurarse de que lo que tienen es una relación sana y no una tóxica. Porque estas absorben hasta que te destruyen por completo. —Miro entre mis dedos separados y la encuentro con la mirada lejana. La manera en que Demasiado de hecho. ¿Acaso lo vivió en carne propia? Parece tan fuerte y segura que me cuesta verla en un tipo de relación que le hiciera daño. ¿O fue eso lo que la hizo ser como es ahora? Sacude la cabeza volviendo a la realidad y me sonríe—. ¿Comemos de una vez?
***
El lunes por la mañana Diego y yo madrugamos. Me pongo mi uniforme porque irá a dejarme directamente a la escuela, y nos subimos al coche, donde enciendo la radio y recargo mi cabeza sobre el vidrio. Son varias horas las que nos esperan de viaje y debería intentar tomar una siesta, pero no puedo. No es que haya dormido muy bien de todas maneras. Ni siquiera pude pegar ojo. Me la pasé dando vueltas en la cama pensando en Fidel y la conversación que tuve con Barbie. Me di cuenta de que yo le hago más daño que beneficio. No estoy bien y eso le perjudica también a él. Mis desplantes, inseguridades, mis miedos y frustraciones... Todos los platos rotos los paga él.
Él me escucha y consuela... ¿pero quién lo escucha y consuela a él? ¿Con quién se desahoga, a quién le cuenta sus problemas? A nadie. Él se los guarda por no querer preocuparme más y eso le afecta. Y, a pesar de que lo sé, no puedo ser yo quien lo escuche. Apenas puedo conmigo misma. No creo ser capaz de soportar el peso de sus problemas además de los míos.
No sé si es egoísmo o instinto de supervivencia.
Las horas pasan rápido y pronto Diego está estacionando en la acera frente al edificio escolar. El estómago me baila nervioso con la idea de que hoy veré a Fidel después de una semana... y de que hablaré con él.
Sí, hoy hablaré con él... y eso está rompiéndome el corazón. A pesar de que sé que es lo correcto por hacer, me duele.
—El viernes paso por ti entonces —dice mi hermano. Asiento sin despegar la mirada de la multitud de estudiantes congregándose en el patio principal y abro la puerta—. Si mi papá hace algo, cualquier cosa, que te moleste, me llamas de inmediato —pide. Vuelvo a asentir y lo escucho suspirar con preocupación—. Cuídate mucho, Lani.
Sonrío mirando por encima de mi hombro.
—Voy a estar bien.
Por lo menos eso es lo que espero.
Bajo ajustando la mochila sobre mi hombro y, después de despedirme de mi hermano, me encamino a la entrada, donde veo a una parejita muy cariñosa. Naira y Asier parecen no poder quitarse las manos de encima, y sonrío a pesar de todo. Se ven tan felices juntos...
Desvío mi mirada sin querer hacia la derecha y me encuentro con Fidel. El corazón me late con más prisa. Está recargado en la pared con las manos dentro de los bolsillos y la cabeza gacha. Sus hombros se encuentran un poco encorvados y la sonrisa engreía que tanto lo caracteriza no está por ningún lado.
Me pregunto si es en parte por mi culpa o si la vida no lo está tratando bien.
Doy un par de pasos en su dirección y, como si me sintiera, como si detectara mi presencia, sus ojos se elevan para encontrarse con los míos. Lo veo erguirse y una sonrisa resplandece en su rostro al darse cuenta de que sí, soy yo, que he vuelto. Es una sonrisa llena de alivio y una pizca de tristeza. Creo ver remordimiento en sus ojos también. Siento mis ojos picar en respuesta por lo que sé que viene, pero de igual manera la sonrío de vuelta.
—Hola, Fi... —Sus brazos se envuelven con fuerza a mi alrededor cuando llego frente a él y cortan mis palabras.
—Kea. Dios, Kea... Te extrañé tanto —musita enterrando su rostro en mi cuello. Mis brazos se envuelven lentamente alrededor de su torso y lo siento temblar bajo mis manos.
—Ya volví —digo, no animándome a decirle que también lo he extrañado.
—¿Dónde has estado? Estuve llamándote, pero... —Su sonrisa se borra de golpe al alejarse unos centímetros y ver mi semblante serio. Sus ojos se hunden y suspira, al parecer presintiendo lo que voy a decir—. Kea...
—¿Crees que podamos hablar cuando acaben las clases? Quiero... Necesito decirte algo —murmuro en voz baja.
Mis manos se colocan sobre su pecho y lo empujo un poco, queriendo... necesitando, un poco más de espacio antes de que cambie de opinión.
Veo la duda en sus ojos; el miedo. Su mirada escanea mi rostro durante algunos segundos y finalmente asiente resignado.
—Está bien. Yo también quiero decirte algo.
*****
Creo que es el capi más largo de la historia xd Me tomó como dos semanas escribirlo y podemos ver algo de la historia de Diego :'D BQC está tomando un rumbo que no tenía planeado al principio, pero me está gustando el resultado (/-\) En menos de diez capítulos acaba esta historia ;n; Espero que les esté gustando ♥ Les mando muchos besitos :'3
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