[VEINTIDÓS]
El odio es el disfraz del amor no correspondido. Por eso te odio tanto, porque no podré amar a nadie más como te odio a ti.
LEUNAM
...
FIDEL
Cierro la alacena con fuerza y aprieto el puente de mi nariz. Otra vez se le ha olvidado a mi mamá ir al supermercado y no hay nada más que unas latas de verduras para comer. Odio tanto cuando se olvida de cosas tan importantes como estas, porque, de verdad, es lo único que le pido que haga.
Maldición. No es la primera vez y sé que no será la última, no sé por qué me sorprendo.
Una vez se le olvidó pagar la luz y yo estuve tres días viviendo con Asier porque, además de no dejar dinero, mi mamá se había ido de viaje con uno de sus novios y tuve que esperar a que regresara.
Debo comenzar a trabajar otra vez. Estas vacaciones debería estarlo haciendo, pero no sé por qué no he aplicado en ningún lugar. Tal porque sé que, si lo hago, dejaré de pasar tiempo con Kea.
Kea, Kea, Kea. Todo se trata de ella. Ahora todo mi mundo parece girar a su alrededor.
Sintiéndome frustrado, voy a mi habitación a tomar mi billetera y reviso el interior. Un boleto del bus y veinte pesos es lo único que tengo. Casi puedo imaginar una polilla salir volando de ella. Sé que no es mucho, por lo que no me alcanza para comprar algo de comida decente, pero para algo deberá servir.
Invité a Kea a comer hoy, ya que su mensaje diciendo que me extrañaba movió algo en mí. De verdad fue ridículo lo mucho que me emocionaron aquellas dos palabras, pero me sentí feliz. Estaba ganándome terreno poco a poco de nuevo y pensé que jugar al chef podría darme puntos extras, pero ahora ya no estoy tan seguro.
Regreso a la cocina y abro el refrigerador por décima vez a ver si ha aparecido algo por arte de magia, pero sigue igual de vació que la última vez que lo vi.
—¿Y ahora qué? —me pregunto a mí mismo, el sonido rebotando en las paredes del cuarto.
Tomo mi celular para enviarle un mensaje a Kea y posponer la comida para otro día, pero en eso el aparato comienza a sonar en mi mano y me sorprendo al ver que es ella.
—Cambio de planes —dice rápidamente cuando contesto—, ¿puedes venir a mi casa y aquí comemos algo? No puedo... Eh, no quiero dejar a mi papá solo. Está... Bueno, ¿puedes venir?
Hago una mueca al imaginar por qué no quiere dejarlo solo.
—Claro, solo dime que llevo.
—Nada, hace rato acabo de volver de las compras. ¿Te veo en veinte? —Y cuelga sin escuchar mi confirmación.
***
La puerta se abre antes de que pueda tocarla y Kea se queda ahí de pie durante un segundo, mirándome. La observo de vuelta, sonrío de laso y me acerco a besar su mejilla.
Huele bien.
—Hey —dice con una sonrisa—. Pasa. Cierra la puerta detrás de ti.
Se da la vuelta y camina apresurada hasta que se pierde de mi vista, pero en el trayecto no puedo evitar darle una mirada a su cuerpo. Lleva una blusa de tiras y un pantalón corto y eso sirve para que eche mi imaginación a volar.
Sacudo la cabeza y doy un paso adentro. No debería estar teniendo este tipo de pensamientos, pero a veces es inevitable. Kea es una niña preciosa y yo soy un tipo con hormonas alborotadas.
Cierro la puerta tal y como lo pidió y me introduzco con pasos lentos y silenciosos. No quiero despertar a su padre si está dormido o molestarlo. Es la primera vez que estoy aquí y... es extraño. Me siento descolocado.
Siempre ha evitado que entre a su hogar. Solemos reunirnos en el mío o salir a otro lugar, pero nunca aquí.
—¿Kea? —la llamo cuando no escucho ni un solo ruido. Giro sobre mí mismo y estudio los alrededores.
Hay fotos familiares colgadas por todas partes. Una mujer idéntica a Kea sale en todas, y supongo que es su madre. El hombre a su lado se ve feliz, enamorado, dichoso, y me pregunto si fue la muerte de su esposa lo que lo destruyó.
—Lo siento, fui a... —Guarda silencio cuando me ve de pie con el marco de una foto en mano—. ¿A que era preciosa? —pregunta en voz baja.
La miro por el rabillo de mi ojo y asiento esbozando una sonrisa.
—Te pareces a ella.
—¿Yo? Qué va —ríe—. Qué más quisiera.
—No, de verdad —insisto—. Tienes sus ojos y su sonrisa. Es más, la tuya es incluso más bonita —aseguro.
Kea camina hasta mi lado sin dejar de sonreír y entonces posa su cabeza sobre mi hombro.
—La extraño mucho, ¿sabes? Ella era la única que podía calmarme cuando estaba triste o molesta. Era mi mejor amiga y entonces... se fue. Todavía siento que en cualquier momento abrirá la puerta y dirá que ha vuelto —dice soltando una risa seca—. Era la mujer más increíble del mundo. Hubiera preferido morir yo en lugar de ella —susurra, lo que me hace dejar la foto en su lugar y volver la vista a ella.
—Nunca... Escúchame bien, Kea, nunca vuelvas a decir eso.
—Pero...
—Shhh. —Coloco mi dedo sobre sus labios y me desconcentro un poco al sentirlos tan suaves y llenos—. No vuelvas a decirlo porque me voy a molestar mucho. Sé que debe dolerte que ya no esté, claro que sí, pero no se puede hacer nada ya. Ella ya no está aquí sufriendo, piensa en eso. La vida sigue y sé que no le habría gustado verte tan triste. ¿O qué crees que diría si pudiera verte ahora? —cuestiono. Limpio una lágrima que cae de su ojo y la abrazo fuerte contra mi pecho—. Te quiero, Kea. Te quiero tantísimo y no quiero volverte a escuchar diciendo eso. Tampoco quiero verte llorar.
—Perdón —se disculpa hipando—, es que no ha sido el mejor día y solo... No puedo evitarlo —solloza. Sus puños se cierran sobre mi camiseta y yo comienzo a frotar su espalda para tratar de calmarla.
Siento un peso en el pecho y el estómago al verla sufrir así. Solo quisiera mitigar su dolor, tenerlo yo en vez de ella. Lo que sea porque esos ojos dejen de estar tristes.
—Ya, tranquila. Sé que puede no ser el mejor consuelo del mundo... pero me tienes a mí —indico.
Ella ríe llorosa y limpia su nariz dando un paso hacia atrás.
—Odio ponerme sensible —dice rodando sus ojos irritados. Seca las lágrimas de sus mejillas y entonces me sonríe como si no hubiera estado llorando entre mis brazos diez segundos atrás—. Entonces, ¿quieres quesadillas?
***
Cuando terminamos de hacer quesadillas, Kea las pone todas sobre un plato y me hace una seña para que la siga.
—¿Te has dado cuenta de que siempre que nos vemos terminamos comiendo? —cuestiono en un susurro. Ella mira hacia mí por encima de su hombro y pone un dedo sobre sus labios en la señal universal de que quiere que cierre la boca.
Entramos a su habitación y, sin razón, me pongo nervioso de repente.
—Lo sé, terminaremos obesos si seguimos este ritmo —dice una vez que cierra la puerta tras de sí—. Perdón por el desorden, pero me dio flojera limpiar. Bienvenido a la Kealani-cueva.
Escaneo su habitación riendo por su sinceridad y veo estudio cada pequeño detalle de él. Las paredes son moradas y los marcos de la ventana y puerta son blancos. Tiene pósters de una boyband y algunos cantantes o actores. Fragmentos de canciones, frases de ¿libros?, fotos con su mejor amiga, otras con su hermano y su mamá...
Todo lo que pensé que sería.
—Pensé que sería menos... de chica. —La miro por encima de mi hombro y ella frunce el ceño—. No sé, esperaba ver víctimas torturadas, cráneos, esqueletos...
—Ja, ja. Muy graciosito —farfulla mostrando una fingida sonrisa—. Eso lo tengo en el armario.
—No sé por qué, pero algo me dice que tu color preferido es el morado —suelto con sarcasmo. Kea se sienta en el colchón, cuyo cobertor es del mismo color, y pone el plato entre sus piernas cruzadas al estilo indio.
—De hecho mi color preferido es el rojo, pero mamá la decoró para mí cuando cumplí trece y desde entonces no quise cambiarlo.
—Oh. Yo... Eh, n-no lo sabía —balbuceo. Kea ríe al ver mi incomodidad y hace un gesto para que me acerque a ella.
—No importa, está bien. Ahora lo sabes. —Toma una portátil que está a su lado y la enciende para después fijar sus ojos en mí—. ¿Película o serie? —pregunta.
—Uh...
—Entonces película será.
Empujo su hombro con el mío y tomo una quesadilla en lo que ella busca algo bueno para ver.
—Pero que sea de terror —indico. Me dejo caer sobre las almohadas y suspiro por lo cómodo que se está así.
—No. Terror no —se apresura a decir y yo río. Por un momento olvidé que es una miedosa total.
—Que no sea romance tampoco —exijo. Ella bufa, pero está de acuerdo conmigo.
—¿Acción?
—Acción.
Encuentra algo medio decente, se acurruca a mi lado y yo paso mi brazo por sus hombros cuando la película comienza. Su mejilla se aprieta contra mi pecho y entierro mi nariz en su cabello, mi concentración dejando la película y poniéndose en lo bien que se siente contra mí. En lo delicioso que huele, en el calor que desprende y en la manera que mi corazón está comenzando a acelerarse.
—¿Kea? —la llamo después de algunos minutos. Ella gira su rostro hacia mí y su mirada cae de inmediato a mi boca cuando relamo mis labios—. Te quiero —digo.
Ella sonríe con dulzura y asiente.
—Lo sé —dice, y yo suspiro frustrado. Vuelvo la concentración a la película, pero entonces ella pica mis costillas.
—¿Fidel?
—¿Qué? —inquiero. Poso mi vista en ella una vez más y me siento confundido cuando su sonrisa se amplía.
—Yo también te quiero.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top