[EPÍLOGO]
CANCIÓN: The sun is rising - Britt Nicole.
***
Esto bien podría destruirme, pero estoy enteramente, completamente y magníficamente bien con eso.
TYLER KNOTT GREGSON
...
FIDEL
Hay algo acerca de tomar riesgos que ya no me da tanto miedo como antes. Puedo recordar con claridad cómo es que antes me aterraba, cómo traté de apartar a Kea en un intento porque no se colara en mi corazón. Puedo recordar ese temor a quererla y perderla, a dar todo y no conseguir nada. Puedo recordar con claridad mi miedo, pero sobre todo puedo recordar el suyo.
Recuerdo también que no quería verla así, tan insegura y triste, tan asustada. Yo quería que fuera feliz. Yo quería hacerla feliz. Y entonces simplemente dejé mis miedos a un lado y me lancé en picada. Para mí fue fácil arriesgarme, para ella no tanto. Por eso me quedé con toda la intención de ayudarla. Por más que ella se escondía, peleaba y fingía que todo estaba bien, yo me quedé para demostrarle que no me iba a ningún lado. Pude haberme ido. Pude haberme cansado y decidido que no valía la pena, pero no lo hice, y agradezco infinitamente el haberme quedado.
Hoy en día Kea es una mujer feliz. Poco a poco fue superando todos sus miedos y problemas, todas aquellas cosas que la atormentaban, con mi ayuda y la de la gente que la estima. Naira estuvo ahí para ella a pesar de que Kea creía que no era así. Su hermano, Diego, también estuvo, así como los amigos que hizo cuando se fue de vacaciones con él. Su padre también, estuvo apoyándola mientras él continuaba superando sus problemas con el alcohol.
Y no fue del todo fácil.
—¿Listo? —pregunta Kea sonriendo, caminando hacia mí sobre unos tacones de infarto.
Yo asiento, beso su frente cuando acomoda mi corbata y abro la puerta para que ella salga primero.
No voy a decir que jamás tuve dudas respecto a nosotros, porque no fue así. Más de una vez estuve tentado a tirar la toalla con ella. Y es que para Kea a veces era más fácil quedarse estancada que moverse y tratar de salir de aquel agujero que la consumía. Era exasperante. Decía que quería mejorar, pero no lo demostraba y entonces yo me desesperaba. Porque la quería —porque la amo— y deseaba verla bien, por eso me molestaba su actitud tan pasiva.
Tuvimos muchos problemas por eso. Nuestra relación durante el primer año fue demasiado inestable, sobre todo porque los primeros meses los pasamos separados. Yo la visitaba de vez en cuando y ella fingía que todo estaba bien. Yo le creía cuando me decía que todo iba viento en popa. Pero cuando el primer semestre acabó y volví a mi ciudad natal... entonces me di cuenta de que no todo estaba tan bien como ella decía.
Depresión. Eso fue lo que le dijeron que tenía.
Fue a sesiones personales con su psicólogo y a otras acompañada por su padre. Unos días eran buenos y otros... no tanto. Había ocasiones en las que peleaba conmigo por cualquier cosa. Gritaba, se ponía histérica y entonces rompía a llorar. Yo no sabía cómo actuar. Entonces pasaban días en los que no quería ni verme y me consumía la desesperación.
Lo malo de amar tanto a una persona es que tu estado de ánimo comienza a depender un poco del suyo. Me ponía mal ver que ella estaba triste. Pero cuando era feliz, yo también lo era. Durante algún tiempo creí que nuestra relación no era sana. A veces parecía como si nos estuviéramos destruyendo entre los dos. Pero luego me di cuenta de que no nos destruíamos, nos construíamos. Las bases inestables en las cuales Kea basaba su vida tuvieron que ser derribadas para construir unas más fuertes y sólidas. Una vez que estas estuvieron en su lugar, fue más fácil seguir. Fue en ese periodo sin embargo, uno que estuvo lleno de alteraciones y cambios, cuando las cosas parecieron salirse de control entre nosotros. Sus inseguridades y miedos brotaron de nuevo con fuerza. Y el que pagaba los platos rotos parecía ser yo.
No obstante las cosas fueron mejor cuando a mi madre se le propuso su novio. Tenían casi un año saliendo y él le pidió que se casaran. Aunque me molestó que, cuando me enteré que eran novios, ya tenían varios meses saliendo. No me había gustado que me lo ocultara, pero entonces ella había dicho que no quería preocuparme dado a su triste historial con hombres pasados. Que había tenido toda la intención de contarme una vez que supiera qué tan serio era. Por supuesto ella aceptó una vez que él se declaró. El tipo la adoraba —la adora— y me hacía muy feliz que le estuviera yendo tan bien. Sin embargo cuando ella trató de llevarme a vivir con ellos, me negué.
Yo ya tenía algún tiempo trabajando al mismo tiempo que estudiaba y podía arreglármelas solo. Además mi papá me seguía enviando dinero cada mes e insistía en que lo llamara si necesitaba algo, por lo que, cuando mi mamá aceptó no muy convencida que su hijo ya era mayorcito, comencé a vivir completamente solo.
Kea, por supuesto, comenzó a pasar más tiempo en mi casa en lugar de la suya. A finales de nuestro segundo año como novios prácticamente ya vivíamos juntos. Peleábamos demasiado por cosas sin importancia —parecía que amaba pelear conmigo y debo admitir que hasta cierto punto era emocionante, sobre todo teniendo en cuenta las reconciliaciones que venían después—, pero con el tiempo esas cosas parecieron perder importancia.
La complicidad entre nosotros creció y se transformó en algo aún más profundo. Era como si, al estar nosotros dos solos, todos sus problemas pasaran a un plano de menor importancia y lo único que contara en ese lugar y momento fuéramos nosotros dos y nuestros sentimientos. Era fácil olvidar todo lo demás cuando tenía a Kea tan cerca y ella se encargaba de demostrarme que, a pesar de todo, de nuestras discusiones y diferencias, me amaba.
Ella seguía asistiendo todavía a sus terapias y yo ya podía verla más relajada. Decía que sentía como si un peso fuera quitándose de sus hombros y eso me hacía feliz. Comenzó a ir al gimnasio por recomendación de su doctor, a liberar algo de sus energías nerviosas, pero como no me gustaba la idea de los hombres viéndola toda sudorosa y jadeante por el ejercicio, decidí acompañarla; con el tiempo lo volvimos una rutina que hizo maravillas en nuestros cuerpos y ánimos.
Ahora recreándome con la vista de su cuerpo envuelto por un ajustado vestido rojo me alegra mucho el haber tomado la decisión de ejercitarme junto con ella.
Puedo verla sonreír por el rabillo del ojo al ser consciente de mi mirada viajando por toda la extensión de su cuerpo.
—Deja de mirarme o vas a causar algún accidente —dice. Yo río en voz baja.
—El semáforo está en rojo, puedo verte todo el tiempo que quiera.
Estiro mi mano para tomar la suya y ella sacude la cabeza resignada. Desde que todas esas curvas comenzaron a volverse tan tentadoras es casi imposible para mí estar a su lado y no verla o tocarla. Regreso mi vista al camino justo cuando la luz cambia a verde y me encargo de dirigirnos al lugar donde nos esperan, donde nuestros mejores amigos están listos para unir sus vidas bajo una promesa eterna.
Kea comienza a cantar en voz baja la canción que está sonando en la radio. Canta igual que siempre: sin armonía pero con mucha pasión. Han pasado largos años desde que fuimos aquellos inmaduros adolescentes indecisos y aterrorizados, pero hay cosas que no cambian. Otras... sí. Ahora, por ejemplo, somos una pareja que ha pasado de todo, pero a la que cada prueba y obstáculo han unido más. Nuestro amor y confianza son prácticamente irrompibles ahora.
El tiempo nos ha enseñado que aquellas cosas que creíamos que nos apartarían, son las que nos mantienen más unidos. Nuestras diferencias y similitudes, por ejemplo. Puedo comprenderla y al mismo tiempo sentir que me complementa. Puedo entender las razones y motivos detrás de sus actos y palabras, pero sigo descubriendo cosas nuevas acerca de ella cada día, cosas que no conocía, y continúa manteniéndome cautivado.
Nada es aburrido con ella. Kea es impetuosa. Es arriesgada e impulsiva. Sigue siendo una mujer loca a la que la mitad de las veces quiero zarandear, pero es una de las cosas que más me gusta de ella. Aquella locura, aquella pasión y efusividad que la hacen única las lleva a todas partes y las demuestra en cada pequeño acto. Kea pelea con locura, ríe con locura, goza con locura, vive con locura, pero sobre todo... ama con locura. Me ama a mí y yo la amo a ella, así, tal cual. No cambiaría nada de ella, jamás.
Me esforcé tanto para hacerle ver que juntos éramos correctos, batallé tanto para convencerla de que me dejara quedarme a su lado, que ahora seguir con ella me sabe a gloria. Cuando luchas sin descanso por conseguir lo que quieres, la victoria sabe mejor, la recompensa se disfruta y valora más.
No hay duda de que sé el valor que tiene Kea y no tengo la intención de dejarla escapar por los próximos veinte años. ¿Después? No lo sé. Se lo dije una vez. No sé qué nos depara el futuro. No sé si dentro de un año la amaré igual que hoy; no sé si ella continuará queriendo estar conmigo; no sé si envejeceremos al lado del otro o seguiremos por caminos separados, pero hay una cosa de la que sí estoy seguro. Si la vida a su lado llegara a acabar por alguna razón, nunca la olvidaré; ella me ha ayudado a ser el hombre que soy ahora. Hoy estamos juntos y eso es magnífico. Disfruto cada minuto a su lado y ya no tengo miedo de lo que vendrá después. Es por eso que hoy estoy dispuesto a correr un riesgo más.
Algunos minutos después por fin llegamos al lugar donde Naira y Asier esperan por nosotros. Somos los padrinos, así que estamos encargados de relajarlos y apoyarlos en este día tan especial.
Kea baja del auto al mismo tiempo que yo y rodeamos la parte delantera del vehículo para darnos un beso y despedirnos. Ella tiene que estar con la novia y yo con el novio, por lo que nos veremos dentro de unas horas para observarlos casarse. Se aleja de mí luciendo esa sonrisa que me vuelve loco, susurra un adiós y entonces la veo desaparecer dentro del lugar.
***
Asier está a punto de enloquecer. Se ha estado pasando por la habitación como un león enjaulado por las pasadas horas. No sé si está arrepintiéndose, que no lo creo, pero está comenzando a contagiarme de su ansiedad.
—Dios, parece como si te fueras a desmayar en cualquier momento. ¿Estás bien? ¿Completamente seguro de lo que vas a hacer? —pregunto colocando mis manos sobre sus hombros—. Puedo sacarte por la salida de emergencia si quieres, nadie va a notarlo. O puede que un fuego sea una buena distracción —bromeo.
Lo escucho resoplar divertido y siento que la tensión en sus hombros de alivia un poco.
—Lo dudo, ya que yo soy el novio.
Dejo escapar una risa y observo sus ojos a través del espejo.
—Lo sé, solo quería que te relajaras un poco. Lo logré, ¿no? —Palmeo su espalda y me alejo hacia el pequeño bar en la habitación. Su tensión se ha aliviado un poco, pero ahora yo soy el nervioso. Pensar en Kea y la noche que tenemos por delante está logrando ponerme tenso—. Necesito muchos de estos si quiero sobrevivir esta noche —exclamo sirviendo un caballito de tequila.
—Creo que necesito uno también —dice mi amigo elevando un dedo.
Le sirvo uno, se lo tiendo y él lo bebe. Hago una mueca cuando lo escucho carraspear. No está acostumbrado a beber.
La puerta es golpeada suavemente y entonces el padre de Naira nos dice que todo está listo, que debemos tomar nuestros lugares. Veo el pánico instalarse de nuevo en mi mejor amigo y debo volver a tranquilizarlo antes de que haga una locura, como tirarse por la ventana y escapar.
Respira hondo un par de veces, cierra los ojos y entonces me dice que está listo.
—¿Ya mejor? —inquiero. Él asiente y abre los ojos, así que tiro de él para que se incorpore—. Bien, porque tus invitados esperan.
Cuando ambos estamos de pie en nuestros lugares frente a todos los invitados que ya han tomado asiento, me permito pensar en la noche de hoy un poco más.
La fiesta de nuestros amigos fue programada relativamente porque piensan irse de luna de miel esta misma tarde, así que tengo pensado llevar a Kea a la playa que queda a tan solo una hora. Ambos tenemos libres de trabajo los días de hoy y mañana, así que quiero llevarla a relajarse y divertirse. Merecemos unos días para nosotros dos solos.
Estoy pensando en llevarla a caminar por el malecón una vez que el sol se esconda o tal vez llevarla a cenar. No sé cuál sea el mejor escenario. Solo quiero que sea especial para ella, y por supuesto que no me rechace.
La música comienza a sonar justo antes de que las puertas sean abiertas. Todos los invitados giran sobre sus asientos para poder ver la entrada triunfal de la novia, pero la primera que viene caminando por el pasillo es Kea. Se ha cambiado de vestido por uno color verde claro, lleva el cabello oscuro recogido en la cima de la cabeza y tiene los labios pintados de rosa. Me quita el aliento. Es tan hermosa...
Llega a su lado como dama de honor, justo en el lado opuesto de donde estoy yo. Mi mirada se queda sobre ella por largos segundos y puedo observarla sonreír con suficiencia. Sabe lo mal que me tiene y aquello la hace sentir poderosa.
Vuelvo la vista al pasillo justo cuando la novia entra y sonrío. Parece tan feliz de estar a punto de desposar a mi amigo y aquello me hace feliz también. Son las mejores personas que me ha tocado conocer y estoy feliz de que hoy estén aquí, juntos, uniendo sus vidas en matrimonio.
***
Todo pasa demasiado rápido. La ceremonia, la fiesta, el discurso, la despedida. Cuando menos me doy cuenta, Naira y Asier se están subiendo al auto que los conducirá a su esperada luna de miel y Kea está a mi lado secándose las lágrimas. Sé que la despedida con su mejor amiga la ha puesto sensible, por lo que solo abrazo sus hombros y la atraigo a mi costado.
Ella deja que su cabeza descanse contra mi hombro y yo beso su sien.
—¿Quieres quedarte un rato más? —pregunto una vez que el auto se ha perdido de vista.
Ella niega.
—No. Me gustaría irme si está bien.
Sube su vista para fijarla en mi rostro y sonrío.
—Está bien.
Comenzamos a despedirnos de los demás invitados. Me estoy muriendo de ansias por poder tenerla y tengo que contenerme para no tomarla del brazo y arrastrarla al coche cuando la veo conversar con la madre de Nai. Debo ser paciente, lo sé, pero es difícil.
Una vez que estamos al fin subidos en el coche, le aviso que voy a llevarla a un lugar especial. Ella solo se acurruca en el asiento y me pide que la despierte cuando lleguemos. No puedo evitar sonreír. Ha estado desvelándose durante el último mes, ayudando a su mejor amiga con los preparativos de la boda aun cuando llegaba cansada del trabajo, y es por eso que ahora merece tener su merecido descanso y que la mime un poco.
Bajo el volumen de la radio y me concentro en manejar solamente. Se supone que el recorrido a la playa dura alrededor de una hora, pero como las carreteras no están demasiado transitadas y voy a una velocidad considerable, el tiempo se reduce veinte minutos.
Así que, cuarenta minutos después de haber dejado el aparcamiento del jardín donde se llevaba a cabo la fiesta de nuestros amigos, me encuentro estacionando frente a una pequeña casita. Se encuentra algo alejada de la ciudad, por lo que el ambiente es más pacífico. Como el sol ya ha comenzado a ocultarse, he bajado las ventanas y puedo escuchar el vaivén de las olas del mar combinado con los leves ronquidos de Kea.
Luce tan relajada, tan tranquila, que hasta pena me da despertarla, pero es que tampoco puedo dejar que se quede aquí toda la noche. Bajo del coche, meto las maletas al que será nuestra estancia por esta noche y la próxima, y entonces vuelvo al coche, a la puerta del lado pasajero.
—Kea, mi amor, ya hemos llegado —susurro sacudiendo su hombro. No me sorprende ver que no se mueve ni un poco. Kea tiene el sueño más pesado que un tronco caído—. Kealani...
—Mmm.
Sonrío cuando sus cejas se juntan en un ceño. La he molestado.
—Ya hemos llegado —repito. Ella vuelve a quejarse y yo río.
Abre los ojos.
—¿Dónde estamos? —pregunta con voz ronca. Se despereza sobre el asiento y bosteza. Yo me pongo de pie—. Huele a mar —señala.
—Eso es porque estamos en la playa, tontita. —Estiro la mano para tomar la suya y la ayudo a incorporarse con un pequeño tirón—. Pensé que te gustaría relajarte y sé cuánto amas este lugar.
Cierro la puerta tras ella con firmeza y observo a Kea dar una vuelta sobre sí misma para estudiar los alrededores. Luce complacida. Los ojos le brillan y su boca ha comenzado a sonreír.
Cuando sus ojos han dejado el paisaje y se fijan en mí, sonríe más amplio.
—Por eso te amo, ¿sabes? Me conoces a la perfección y sabes cuándo necesito un respiro del mundo. —Coloca ambas manos sobre mi pecho y va subiéndolas hasta rodear mi cuello. Entonces se pone de puntitas y besa mi boca con suavidad—. Pero yo también te conozco a ti y sé que no es lo único por lo que hemos venido —murmura a milímetros de mis labios.
Vuelve a sonreír, se retira y entra a la casita en la que hemos pasado unos cuantos veranos.
Este lugar antes era del esposo de mi madre. Casi no lo usaba, así que cuando me gradué de la universidad, lo remodeló y me lo regaló. Un presente de ambos, dijeron. Y, por supuesto, ese mismo verano Kea y yo lo estrenamos.
Cuando cierro la puerta detrás de mí, puedo ver que Kea anda descalza con dirección a nuestra habitación, donde he dejado las maletas. Si la conozco —y sé que lo hago—, entonces va a ir a ponerse su bikini y después tratará de convencerme para que vayamos a caminar al malecón.
Lo hace.
Así que ahora estamos tomados de la mano, caminando sobre la cálida arena y dejando que el agua acaricie nuestros pies. Quiero decirle tantas cosas que tengo en la cabeza, pero las palabras están revueltas y no puedo ordenarlas. Y Kea a mi lado parece no darse cuenta de la lucha interior que estoy librando.
—Estaba pensando —digo después de algunos minutos. Su mirada se fija en mi perfil y espera a que continúe—. Ya tenemos cinco años de relación, tres viviendo juntos... y creo que es hora de darle otro nombre a esto, ¿sabes?
La miro de reojo y ella sonríe divertida.
—¿Otro nombre?
—Sí... quiero decir, más que novios —explico. Ella ríe.
—Pero si tú y yo no somos nada —bromea chocando con mi hombro. Ahora es mi turno de sonreír.
Esto se ha vuelto un chiste entre nosotros. Se niega a aceptar que somos novios. Se niega a darle un título a estos cinco años que hemos compartido, a los tres que hemos convivido en la misma casa, a las peleas y reconciliaciones, a la fidelidad que nos tenemos.
Dice que no somos nada, pero ella me hace sentir todo.
—Bueno, entonces creo que es hora de que seamos algo —señalo—. Ya hemos terminado nuestras carreras, tenemos buenos trabajos, una casa... En fin, tenemos una vida estable. Y quiero dar el siguiente paso contigo. —Detengo nuestros pasos sobre la arena y me coloco frente a ella. Kea me observa con devoción—. Ambos hemos perdido nuestros miedos, Kea. Juntos hemos superado muchas cosas y sé que seguiremos superando más. Pero ahora quiero poder llamarte mi esposa.
Me hinco sobre una rodilla y la escucho respirar profundamente cuando saco la argolla que llevaba guardada en el bolsillo del pantalón y tomo su mano en la mía
—Oh Dios...
—Sé que esperabas este momento —digo sonriendo—. Eres inteligente, hermosa, graciosa y la mujer más loca que me ha tocado conocer, pero la verdad es que nada me haría más feliz en este mundo que ser tuyo por el resto de mis días. Kea—la llamo sintiendo como vibro entero por dentro—, sin ti la vida no tendría sentido para mí. Le das luz, color y sabor a mis días y no puedo imaginar vivir si tú no estás a mi lado. Así que ¿le brindarías a este hombre el honor de hacerte feliz por lo que le queda de vida? ¿De estar contigo en tus días malos para intentar hacerlos mejores? ¿De verte envejecer y seguir amándote cada día más? Kealani Vega, ¿te gustaría ser mi esposa? —pregunto sintiendo los nervios a flor de piel.
Ni siquiera tengo que esperar más que un par de segundos para que caiga de rodillas sobre la arena y me eche los brazos al cuello.
—Sí —dice—. Sí, me encantaría ser tu esposa —repite. Y en ese instante sus ojos brillan con lágrimas sin derramar y su sonrisa es la más amplia que alguna vez haya visto.
Nos besamos con amor, alivio y felicidad. Nos besamos durante largos minutos y puedo sentir que entre nosotros ya no hay miedos ni inseguridades. Ya no hay recelos ni secretos. Ya no hay dolor como antes. El tiempo nos ha ayudado a olvidar. Sus besos fueron, son y serán mi cura y sus caricias mi salvación.
No importa lo que venga ahora, porque estamos juntos. No importa si después de esto ella sigue insistiendo que somos nada, porque si algo he aprendido es que nada es eterno y ser eterno junto con ella suena como el paraíso para mí.
FIN
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***
Después de más de un año ha llegado su final y no sé cómo me siento D': Creo que voy a llorar. Al principio esta historia era solo una más. No tenía nada de especial para mí, pero entonces la dulzura de Fidel y la imperfección de Kea se metieron en mí. Derramé mi corazón muchas veces en esta historia, porque a pesar de que es un romance adolescente, también tiene muchos pensamientos que, creo, todos llegamos a tener en algún punto de nuestras vidas. La canción de este epílogo me encanta, así que me gustaría que la escucharan si pueden ♥ Y, así como Kea y Fidel, no se rindan aunque las cosas se pongan duras alguna vez. El sol siempre sale, la oscuridad no es para siempre.Gracias por acompañarme hasta acá. Espero seguirlos leyendo pronto :') Les mando miles de besos y abrazos. Los quiero ♥♥♥
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