[DIECISIETE]
No es que no quiera, es que no quiero querer.
JOAQUÍN SABINA
...
FIDEL
Cuando la vi salir de su casa con esa mirada de incomodidad al encontrar a Asier frente a ella, me di cuenta de cuánto en realidad la había estado extrañando.
Supe que tenía que hablar con ella a como diera lugar, que tenía que llegar a algo. No podía seguir así, con ella tan lejos.
Cuando comenzamos a caminar lejos de su casa, no pude evitar tocarla. Necesité volver a sentir la suavidad de su piel bajo mis manos.
Cuando llegamos al parque y ella me vio con esa mirada llena de reto, acuné su rostro entre mis manos como si fuera un reflejo. Le confesé que la extrañaba y mi intención había sido dar un paso atrás —a pesar de mis enormes deseos por cerrar la distancia entre nuestras bocas— y pedirle perdón una vez más, que habláramos, pero entonces ella me besó. Ahora la tengo entre mis brazos como he estado deseándola tener todos estos días.
Sus labios están sobre los míos, sus brazos rodean mi cuello y mis manos están en su cintura para poder acercarla más a mí. No lo esperaba. Todavía sigo creyendo que en cualquier momento me empujará y me dará una bofetada o algo parecido. Ella es imprevisible.
Sé que ya no confía en mí y posiblemente no le agrado del todo, sin embargo sigue sintiéndose atraída por mí y pienso usar eso en mi favor. La escuela fue una tortura durante la última semana de clases. Kea fingía no verme, me esquivaba y eso estuvo bien para mí por algunos días. Me dolía verla y me avergonzaba también, por lo que imitaba su actitud y trataba de esquivarla lo más posible. Solo podía pensar una y otra vez en lo que hice y en cómo había reaccionado ella.
Mis puños se cerraban solo de recordar que estuvo con Alex por despecho, pero ahora no quiero pensar en eso; solo quiero seguirla besando. Todo el día si es posible. Quiero sentir por un momento que nada ha cambiado entre nosotros; que hemos dado un paso adelante en lugar de dos hacia atrás.
Llevo una de mis manos a su cuello y enredo con suavidas mis dedos en el cabello de su nuca. Siento que no puedo estar lo suficientemente cerca, por lo menos no tanto como me gustaría. Que no puedo transmitirle lo mucho que me importa en este simple gesto.
Ella hace un pequeño sonido y entonces sus manos están en mi pecho empujándome.
Me preparo mentalmente para recibir algún grito, pero nada pasa. Abro los ojos y hago una mueca al ver que su rostro está con esa máscara de apatía que tanto odio.
¿Qué no sabe que ya la he visto y no puede esconderse de mí? La conozco y esa expresión vacía no me engaña. Sé que sigue dolida por todo lo que pasó entre nosotros, puedo verlo en su mirada.
Odio que finja indiferencia cuando sus ojos me gritan que siente lo mismo que yo; que me extraña tanto como yo a ella. Es tan terca y orgullosa, tan exasperante, tan... ella. Pero debo confesar que no la querría de ningún otro modo. Me encanta tal y como es. Así de loca, impulsiva y difícil. Siempre me han gustado los retos y ella definitivamente es uno.
Sonrío un poco y ella pone los ojos en blanco.
—¿Eso significa que tú también lo haces? —pregunto con un deje de broma en mi tono.
Enarca las cejas y una esquina de su boca apenas de eleva.
—Puede ser —dice tomándome por sorpresa—, pero eso no significa que quiero volver a lo de antes. Ya no quiero estar contigo —concluye.
Frunzo el ceño y doy un paso más cerca de ella.
—Kea...
—No confío en ti —sentencia. Hago una mueca y asiento.
—Lo sé.
—¿Entonces qué quieres de mí? —pregunta dolida.
—Que me des una segunda oportunidad. Solo otra oportunidad para nosotros. Empecemos de nuevo —pido esbozando una trémula sonrisa llena de esperanza.
Kea da un paso atrás y sacude la cabeza.
—No lo sé.
—Solo piénsalo, ¿sí? Déjame tratar de recuperar tu confianza. Recuerda lo bueno que era cuando pasábamos tiempo juntos. No pienses en lo demás, solo en cómo se sentía cuando estábamos juntos —sugiero.
Acerco mi mano a la suya y me alegro cuando no hace amago de alejarse. Entrelazo nuestros dedos y entonces la acerco un poco más a mí. La observo con atención por un momento. Parece estar librando una lucha interna y no dice nada por algunos minutos. Está inmersa en sus pensamientos, espero que considerando mi petición. Sus ojos están fijos en mi rostro, pero no me ven en realidad. Está ida.
Paso la yema de mi pulgar por encima de sus nudillos y concentro toda mi atención en Kea. Puedo ver muchas emociones pasar por su rostro, sin embargo no las diferencio. Creo que un poco de miedo y algo de tristeza hacen presencia en su semblante, pero no estoy muy seguro.
Después de algún tiempo en el que ambos guardamos silencio, ella baja la cabeza y suspira.
—Te voy a decir la verdad —indica, logrando que me prepare mentalmente para lo que sea que vaya a escapar de su boca.
—Está bien.
Toma una profunda respiración y entonces habla apresurada.
—Me gustas. En serio, me gustas mucho, pero eres algo raro a veces y no estoy segura de nada en estos momentos. —Frunce el ceño y mira nuestras manos aún juntas—. No sé qué es lo que piensas en ciertas ocasiones ni cómo vas a reaccionar en otras. Sí, me la pasaba bien a tu lado, reía, me relajaba, pero ahora no es suficiente. Sabes que me dolió lo que me dijiste y sé que te molestó lo que hice en respuesta. No quiero... No quiero estar con miedo a que vayas a lastimarme de nuevo. Si te doy otra oportunidad, voy a ir con pies de plomo. No va a ser tan fácil como antes, Fidel.
—Lo sé.
—Puede que sea más desconfiada y que no crea en todo lo que me dices.
—Comprendo.
—Tendrás mucho trabajo por delante. Vas a tener que esforzarte de verdad si quieres recuperar lo que teníamos.
—No hay problema.
Entrecierra sus ojos hacia mí y retira su mano de la mía.
—Las palabras dulces no te van a ayudar esta vez, Fidel. Ni tu cara bonita. Si de verdad quieres pasar tiempo conmigo tienes que demostrarme que estás sinceramente arrepentido por lo que pasó.
Sonrío un poco y asiento.
—Pienso demostrártelo. Pero la pregunta es si vas a dejarme.
Kea ríe y sus ojos se iluminan.
—No voy a ponerte trabas, si es lo que piensas.
—Bien —digo. Me acerco más a ella y eleva su rostro para verme a los ojos—. Ahora que ya hemos dejado todo esto claro, ¿puedo besarte otra vez?
No responde. No dice que sí, pero tampoco se aleja. Lo tomo como una buena señal y comienzo a cerrar la distancia entre nosotros, pero entonces una de sus manos se posa en mi pecho y empuja un poco.
—No tan rápido —dice. Gimo frustrado y ella ríe, logrando así que me den más ganas de besarla—. Primero tienes que ganarte el derecho a besarme.
Mi boca cae un poco abierta y Kea curva una ceja hacia arriba.
—¡Pero tú me besaste hace un momento! —Cruza sus brazos sobre su pecho, eleva un poco la barbilla y sé que no voy a ganar esta vez. Suspiro—. Bien. Entonces dime cómo me gano ese derecho.
Kea comienza a caminar de espaldas y hace un gesto con su mano en el aire.
—Eso debes descubrirlo tú solo.
***
La semana que sigue resulta ser la más frustrante que he vivido. Kea se muestra lejana. Por más cerca que estemos físicamente, siempre parece tener la mente en otro lado. No me ha dejado besarla desde aquella vez en el parque y, aunque me molesta un poco, también lo encuentro algo divertido.
Lo que no encuentro divertido es que de verdad han cambiado las cosas entre nosotros. Ya no hay tantas risas como antes y siempre se encuentra un pequeño hilo de incomodidad cuando estamos juntos. Nuestras charlas parecen forzadas, como si fueran por obligación, y me siento algo mal por eso.
Hago mi mejor esfuerzo, pero ella no coopera. Pareciera que lo único que busca es verme fracasar en mi intento por reconquistarla.
Marco su número por séptima vez y me manda a buzón de nuevo. Suspiro.
Me recuesto en el sillón y lanzo un brazo sobre mis ojos.
No me sorprende. No ha contestado ninguna llamada mía en estos días, solo mensajes, pero no la he visto desde ayer y quiero escuchar su voz. Quiero preguntarle si puedo ir a verla. Necesito hacerlo.
Quiero recordar por qué, siendo yo tan orgulloso, me estoy rebajando tanto por tenerla de vuelta. Me lo pregunto muy a menudo, pero cada vez que vuelvo a verla me queda todo claro. Necesito aclararme otra vez.
Quiero pensar que estos momentos tan extraños entre nosotros con solo porque no sabemos cómo actuar después de habernos hecho lo que nos hicimos. Quiero pensar que pronto la incomodidad desaparecerá y que todo volverá a ser como antes, o incluso mejor. Quiero pensar que Kea también quiere que... esto, sea lo que sea entre nosotros, funcione; que no está esperando que fracase, que no está jugando conmigo.
Pero es difícil.
Se rehúsa a hablar, casi no hace contacto visual y siempre tiene esa expresión aburrida.
Sé que las cosas en su casa están siendo algo extrañas, pero tampoco quiere contarme nada. No sé qué es lo que estamos haciendo.
Unos golpes en mi puerta hacen que me levante y vaya a ver quién es. Me sorprendo al encontrar a Asier pálido fuera de mi casa.
—Hey, ¿qué pasa? —cuestiono curioso.
Lo veo pasar una mano por su rostro y luego fijar sus ojos enrojecidos en los míos. Luce fatal.
—Hoy llega Nai. Necesito que me ayudes —dice casi suplicante. Sonrío de medio lado.
Él sabe que voy a ayudarlo. Es mi mejor amigo después de todo.
—Lo que sea —indico.
Me cuenta su plan y acepto sin dudar. No importa que tan cursi sea, haré que este par de tórtolos se reconcilien. Deben estar juntos de nuevo. Están locos el uno por el otro, no merecen estar pasando por lo mismo que yo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top