Capítulo 30. Dudas


Dudé unos instantes, pero decidí no abrir el chat. Si al final era algo urgente, ya me llamarían. Sospechaba que habría algún mensaje velado acerca de Leo y no quería ni siquiera dejarlo con el doble check azul o verme obligada a contestar... No estaba dispuesta a que nada rompiera nuestra burbuja.

Respiré hondo, tratando de calmarme y salí a la terraza con el móvil en la mano, por si al final llamaban; porque si sucedía entonces sí tendría que hacerle frente aunque no quisiera.

Pero al ver cómo Norma bebía el zumo con avidez y cómo se le escurría una gotita por la comisura de la boca resbalándosele cuello abajo, tentándome a secarla con la punta de la lengua, tiré el móvil al sofá y me olvidé del tema. Se me había encendido cada fibra de mi ser como si la hubiera tocado la electricidad y salí poniendo mi mejor sonrisa, dispuesta a seguir "posando", tras hacer una breve parada lasciva en el canalillo de mi chica.

Acababa de descubrir que sentir esa sensual y artística mirada de Norma me llenaba de calor y de júbilo y no estaba dispuesta a renunciar a ello.

Reanudamos la sesión de pintura durante algunas horas más. El sol calentaba, aunque era primavera y agradecí haberme puesto una buena dosis de crema protectora. Así que me tumbé y cerré los ojos, disfrutando de los rayos de Lorenzo, imaginando como se movía Norma, sintiendo su mirada sobre mí aún sin verla. Apenas hablamos, más que para decidir de mutuo acuerdo pasar del almuerzo. Habíamos desayunado copiosamente y bastante tarde.

Era increíble cómo me sentía acariciada y querida, teniendo a la rubia a más de dos metros de mí. Había cumplido su promesa de hacerme sentir cómoda. Había conseguido dejarme llevar y por eso, me sorprendió oírla:

—Bueno... por hoy, suficiente. Estás preciosa sonriendo así, y seguiría muchas horas, pero me apetece disfrutar de lo que queda de día de otra manera —dijo sensualmente, muy cerca de mí.

Antes de que pudiera abrir los ojos, sus labios acariciaban los míos y me desperecé rápidamente haciendo más profundo el beso. Después recogimos los útiles de pintar y Norma dejó el cuadro celosamente tapado en una esquina del comedor. Se cambió porque se había manchado un poco de pintura, y bajamos a dar una vuelta por la playa cogidas de la mano, felices y sonrientes.

Cada dos por tres, nuestros pasos se interrumpían para buscarnos la mirada, mientras que las sonrisas anchas y embobadas se encontraban en unos besos dulces y tiernos que no saciaban suficiente pero nos hacían disfrutar enormemente del paseo, de la libertad, de todos los sentimientos descubiertos...

Paramos en un chiringuito al final de la playa del que Norma era amiga de los dueños. Juanma y Lito, que pasaban la cuarentena y por mucho, la conocían desde pequeña y enseguida salieron a saludarnos. El verano anterior habíamos ido unas cuantas noches y también se acordaban de mí. Nos abrazaron con efusividad.

—¡¡Pero... niñas!! ¡Qué guapísimas que estáis! ­—dijo Juanma con su especial garbo, secándose las manos en el delantal negro con el nombre del local, «Tentaciones», en rosa chicle —. Os preparo unas tapitas, ¿no? Venga, Lito, ponles unas cervecitas a estos bombones, antes de que se nos derritan.

Nos reímos, aunque yo enrojecí hasta las orejas por el cumplido, y aceptamos las tapas y las cervezas. Norma, diciendo que se moría de hambre, entró en la cocina con Juanma para elegir la comida, mientras yo me sentaba en la barra a esperarla. Lito me puso un par de tercios delante, con una cálida sonrisa.

—¿Cómo va todo, Rita? ¿Empezabas derecho, no?

—Derecho internacional, sí —dije con una sonrisa, impresionada de que se acordara —. Y todo bien, gracias. De minivacaciones antes de terminar el curso, claro.

—Muy bien, a disfrutar de la playita y del... paisaje —dijo mirando hacia la cocina y guiñándome un ojo pícaramente.

Asentí con otra sonrisa tímida y eligiendo el botellín que más cerca tenía, bebí un sorbo del frío líquido que me supo a gloria. Entonces el móvil empezó a sonarme en el bolsillo. Me disculpé con el camarero y lo saqué. Era Leo. Silencié la llamada con un suspiro asqueado que no pasó desapercibido por Lito, que sonrió comprensivamente y siguió secando tazas. Me guardé el móvil de nuevo en el bolsillo y me limité a centrarme en mi botellín, un poco incómoda.

—Perdona que me meta donde no me llaman, querida, pero por muy buenos que estén los maromos que traíais el año pasado... contra el amor de verdad, no se puede luchar.

No sé porqué, quizás porque Norma tardaba más de la cuenta o porque Lito con la veteranía del oficio había dado en la diana, abrí la boca.

—Yo... lo quiero creer, Lito. Pero... ¿es amor de verdad? Porque si me estoy equivocando las consecuencias pueden ser horribles... Yo estoy sola desde que descubrí lo que sentía por ella, pero el novio de Norma es...mi hermano.

Lito asintió, indicándome que lo recordaba, y su voz sonó firme al decirme:

—En esta vida no se puede estar seguro "de verdad" en nada, Rita... Pero chica, ¡solo hace falta miraros! Leo lo entenderá, además es joven y está muy, muy cañón... Aquí no le faltarían candidatos o candidates para resarcirse...

Me reí, no porque no me imaginara a mi hermano con otro chico, sino porque era prácticamente lo mismo que me había dicho mi madre.

Entonces llegó Norma y le pedí que nos sentáramos en una mesa, a disfrutar de las increíbles vistas del mar a pie de playa y para tener algo más de intimidad.

—¿Qué te pasa, amor? Te ha cambiado el gesto. ¿Estás bien? —me preguntó, nada más sentarnos.

—Leo ha llamado y le he ignorado. Y esta mañana tenía un whatsapp de Héctor que tampoco he querido abrir...

Norma estiró sus manos hacia las mías, acariciado la punta de mis dedos, luego su mano izquierda me acarició la muñeca y el antebrazo.

—Perdóname, Ritz. Siempre he sido muy echada para adelante y con esto... Tú estás siendo mucho más noble que yo —dijo entrecortadamente y suspiró antes de continuar—. ¿Qué le dijiste a Héctor?

Sonreí.

—No te lo creerás, pero no tuve que decirle nada. Ya lo sabía. Sabía que estaba enamorada de ti, creo que antes incluso de saberlo yo.

—Joder, ¿en serio?

—Sí. Y también mi madre. Parece que soy un puñetero libro abierto.

—No para todos —dijo con cierta... ¿culpabilidad?

—Leo no me mira demasiado... por suerte —dije, pensando que se refería a él.

—Esther es increíble... Ojalá fuera mi madre —dijo como si realmente lo deseara e ignorando mi comentario.

—Y Félix mi padre, no te digo —me reí.

—No, en serio... No lo digo sólo porque Esther es dulce y comprensiva. No sabes hasta que punto mi madre es particular...

Lo dijo con muchísima amargura, totalmente reseca e intuyendo que tenía que dejarla hablar, la miré y le toqué la mano en un leve gesto, invitándola a continuar hablando.

María era muy diferente a mi madre, eso era cierto; era distante y podría decirse que fría. Nunca me abrazó y jamás vi que lo hiciera con Norma, tampoco nos besaba más allá de lanzar un par de besos al aire. Pero siempre lo aduje a que era muy pija e iba peinada, maquillada y vestida como para una boda y no quería que le estropeásemos el look. Pero nunca me hizo sentir fuera de lugar. Y sí, muchas veces me preguntaba como alguien así se había casado con un bohemio cómo Félix, pero dicen que los polos opuestos se atraen.

Norma con la mirada baja tomó aire un par de veces antes seguir. Estaba nerviosa, pude notarlo, y le alcé la barbilla con una mano para mirarla.

—Normi, cariño, suéltalo. Si no me lo dices, no te puedo ayudar...

Asintió débilmente y con un gran suspiro, confesó:

—Si el año pasado me lié con tu hermano fue en gran parte porque... quise hacerte daño. Porque no aguanté lo de Christian...

Alcé las dos cejas, absolutamente perpleja. No podía haberla entendido bien.

—¿Pero qué dices, Norma? Hacerme... Pero si tú has salido con veinte mil tíos; Si desde los catorce que no te he visto sola...

Me miró con una aire culpable, se sentía mal por no haberme dicho antes la verdad.

—Nunca ha sido nada serio. He salido con todos esos chicos porque quería hacer mi vida y era la única forma de que mi madre me dejara en paz. No conoces en su totalidad a María, Ritz. Desde que me vino la regla que está planeando mi boda, los hijos que debo tener, todo mi futuro... Tiene una puta película de Disney en la cabeza para mí y yo... —tomó mucho aire y sin alzar la voz, pero sin esconderse dijo —: Yo estoy enamorada de ti desde que éramos niñas ¡Joder!

Me pasé las manos nerviosamente por la coleta alta que me había hecho para salir y respiré nerviosa. El aire se había espesado de repente...

Justo en ese momento, Lito nos trajo una bandeja con una buena cantidad de comida. Es verdad que nos habíamos saltado el almuerzo, pero a mí se me estaba cerrando el estómago. Nos sirvió a  la velocidad del rayo y desapareció con un amable "que aproveche" sin esperar respuesta. Agradecí su clarividencia.

La cabeza me daba vueltas, estaba mareada. Por primera vez en mi vida, sentía que no estaba comprendiendo nada...

—Entonces... ¿Leo?

Tenía las ideas tan inconexas que no era capaz de hilar más. Norma, comprensiva, se explicó:

—Nunca he salido con ningún tío enserio; siempre me lo he tomado como un juego, como algo necesario para que mi madre se quedara callada y tranquila. Tú estabas tan pendiente de tus estudios, que no prestabas atención a nada más y yo nunca quise molestarte con mis... sentimientos. Pero de repente... empezaste con Christian y al principio pensé que era una tontería y después callé porque pensé que tenías el mismo derecho que yo a experimentar todo eso. Pensé que ya tendríamos tiempo. Pero cuando me dijiste que ibas a por todas con él, me entraron los siete males y Leo estaba cerca. Y es guapo y divertido... Y es tu hermano.

Se puso las manos en la cara, contrita y avergonzada, antes de continuar:

—Es perverso... lo sé —dijo entrecortadamente —. Pero siempre hemos sido follamigos, nada más, y él lo sabe. En eso, no le he mentido... Aunque no sabe lo que siento por tí... —un pequeño llanto se le escapó —. Ni que es mi coartada para con la estúpida de mi madre.

Se puso a llorar silenciosamente y me maldije por estar teniendo esta conversación en un lugar tan poco adecuado.

Me saqué dinero del bolso y lo dejé en la mesa, haciéndole un gesto a Lito y agarrando por el brazo a Norma, que cada vez estaba más descompuesta, la saqué del local.


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