Capítulo 20. ¿Fue un sueño?


Me levanté desconcertada, luchando contra la pesadez de mis miembros. Me puse, con cierta dificultad, una camiseta larga que cubriera mi desnudez, mientras sentía como una jaqueca importante descargaba pinchazos en mis sienes a cada movimiento.

Fui a la cocina buscando a Norma, pero sobre todo para tomarme un analgésico que me aliviara todo ese malestar. ¡Dichosa resaca!

Norma no estaba en la cocina, pero tenía la cabeza demasiado embotada para pensar más allá que en encontrar algo que me mitigara el dolor. Me tomé un comprimido con un gran vaso de agua fría y empecé a notar alivio, aunque seguía muy aletargada. Puse la cafetera en marcha y fui al salón, dónde el único rastro que había de mi mejor amiga, era su pendrive, enchufado aún en los altavoces.

Los vestigios de la noche pasada hicieron que acudieran a mi memoria imágenes de lo ocurrido, como si fueran diapositivas, pequeños flashes que me sacudieron por dentro, haciendo que me removiera entera.

Nos habíamos pasado con la bebida, habíamos bailado. Hasta ahí lo tenía claro, pero después, en mi mente todo estaba muy confuso... La había besado. Por fin me había atrevido, pero ella me había rechazado... Y de repente estábamos en mi habitación, tumbadas en mi cama, sin ropa. Cerré los ojos y pude sentir el tacto aterciopelado de su piel desnuda bajo mis dedos. Ese profuso aroma de vainilla obnuvilándome los sentidos, haciendo que mis deseos dominaran mis manos y las suyas llevándome al éxtasis...

Me senté, más bien me desplomé porque no me tenía en pie, en el sofá del salón. El corazón me latía muy deprisa y respiraba con la boca abierta, intentando poner en orden ese caos de imágenes y sensaciones, tratando de discernir si esos destellos eran reales o un producto de mi imaginación, que en un delirio de alcohol había fabricado mi fantasía más íntima de manera tan vívida que mi cerebro la estaba registrando como real.

Volví a recordar el inicio de la noche, donde todo estaba claro, y me rendí a la evidencia del elemento común: habíamos cenado, bebido, bailado, bebido, reído, bebido, charlado, bebido... Entonces, después de tanto alcohol, ¿hubo algo más o fue todo un sueño?

Y concluí en que lo más probable era que todo hubiera sido una alucinación etílica, no había otra explicación. Seguro que ahora Norma estaba durmiendo tan campante en la cama de mi hermano y yo simplemente había tenido el sueño más placentero de mi vida.

Me levanté para ir a buscarla y sosegarme, porque una parte de mí me decía, me gritaba, que yo no tenía sueños eróticos y mucho menos tan vívidos como aquel...

Pero al abrir la puerta de la habitación de mi hermano, el único rastro de vida humana que allí había, eran unos tejanos con las rodillas raídas de Leo que reposaban burlones sobre una cama con la colcha bien estirada. Hasta su pijama de spiderman estaba perfectamente doblado bajo la almohada.

Se me acababan las opciones... mi casa no era nada del otro mundo, así que sólo me quedaba un único (y totalmente improbable) lugar donde buscar.

Abrí la puerta del dormitorio de mis padres con las últimas esperanzas recogidas en mi garganta, pensando que al estar enfrente de la habitación de Leo, quizás Norma, con la ebriedad, se podía haber confundido.

Pero, lamentablemente y como era previsible, la cama de mis padres también estaba vacía.

Regresé a la cocina, arrastrando los pies y contrariada conmigo misma por no entender nada: si había sido un sueño ¿por qué Norma se había marchado de esa forma tan abrupta? Era impropio de ella no remolonear en la cama hasta las mil, no quedarse a desayunar y sobre todo no decir ni adiós. Miré el móvil por si se me había pasado algún mensaje, pero no había rastro de ella.

Y me tomé un café, a ver si la cafeína y el amargor me espabilaban un poco. Quería aclarar todo lo ocurrido pero algo me decía que no debía presionar a Norma... Miré el reloj, eran casi las doce y media. Así que sin soltar el móvil pensé en mandarle un WhatsApp a mi hermano por si él tenía noticias del paradero de Norma, pero me reprimí a tiempo: si lo hacía, tendría que dar demasiadas explicaciones. Así que no me quedaba otra que intentar hablar con la susodicha.

Y esperé, pero el doble check azul no llegaba. Volví a tomar otro café y recogí el desastre del salón. El puñetero mensaje seguía en gris y comencé a impacientarme.  Así que le mandé otro mensaje:

Pero tampoco obtuve la habitual respuesta inmediata. Y me inquieté. No sabía qué narices estaba pasando y solo podía pensar que había ocurrido alguna desgracia... Para entretenerme, pensé en ponerme a cocinar, aunque no tenía ni una pizca de hambre.

Norma siempre llevaba el móvil encima, y eran contadas las ocasiones en las que tardaba más de 10 segundos en leer un mensaje. De repente, justo cuando estaba encendiendo el horno, mi móvil vibró y me lancé corriendo a por él.

Me calmé, porque al fin había contestado. Pero era mi mejor amiga y por sus palabras supe que había estado tratando de evitarme, lo cual me hacía pensar que quizás lo ocurrido no había sido ningún sueño erótico-festivo, sino algo muy real.

La necesidad de hablar cara a cara con ella creció exponencialmente, porque necesitaba salir de la incertidumbre, pero me obligué a actuar con prudencia, algo que en los últimos tiempos estaba dejando de lado y a la vista estaba que no con demasiado buen resultado.

Aproveché que estaba en línea para dejar mis dilucidaciones a un lado y optar por el consabido tema de los estudios.

Norma aceptó y los nervios se me instalaron en el estómago, aunque en lugar de sutiles mariposas, era una puñetera boa constrictor de cinco metros.

Apagué el horno y preparé rápidamente unos emparedados fríos, los puse en una bolsita zip y me duché a la velocidad del rayo, para terminar de despejarme. Luego tardé un poco en decidir que me ponía, la boa seguía atenazándome las entrañas y no me soltaba. Me puse un vestido de algodón de colores vivos, ancho y largo hasta los pies, me anudé un cinturón de cuero a la cintura y me cogí la cazadora vaquera por si más tarde refrescaba.

Subí al coche, con la boa en plenitud: ocupándome y apretándome todas mis entrañas; dispuesta a cumplir mi palabra y a averiguar la verdad.


NOTA DE LA AUTORA: Las imágenes de esta parte de la historia están hechas con un par de apps específicas para crear imitaciones de chats de WhatsApp llamadas WHATSMOCK y FAKE CHAT APP que podéis encontrar en la Google App Store de manera gratuita.

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