Capítulo 30: Martín
Sentí una sacudida violenta en mi interior. ¿La había entendido bien? ¿Me acababa de proponer, entre risas, irme a vivir con ella? ¿Vivir juntos?
Mentiría si dijera que esa idea no se me había pasado ya por la cabeza. Sin ir más lejos, esa misma mañana porque en mi casa cada vez estaba más incómodo.
Quería a mi familia, por supuesto, pero no tener intimidad era algo que me estaba agobiando de forma acuciante. Mucho más de lo que quería admitir en voz alta. El curso estaba casi a punto de empezar y no quería pasar otro año igual. Y aunque al principio no lo esperaba, Olivia estaba resultando perfecta. Era como si cada aspecto de ella estuviera hecho para mí.
Sin embargo, una parte diminuta de mi sensatez me decía que quizá estábamos empezando la casa por el tejado...
-Bueno... yo... como siempre dices que... sólo era una idea, ¿eh? Piénsalo... Si no te apetece... -la voz compungida y vacilante de Olivia me devolvió al presente y me arrastró las dudas.
No, no tenía que pensármelo. Quería hacerlo. La cogí de las manos y en cuanto me miró a los ojos, asentí con firmeza.
-Claro que me apetece.
Me regaló una de esas sonrisas suyas que la iluminaban por completo y se estiró para besarme. La retuve entre mis labios un poco más de la cuenta y luego la solté con una sonrisa idiota en la cara.
De repente me habían entrado muchas ganas de regresar a Aranjuez, así que después de pagar la cena, salimos del restaurante cogidos de la mano; el aire empezaba a ser fresco y le rodeé los hombros con un brazo. Ella me pasó el suyo por la cintura, enganchando el pulgar de una trabilla del vaquero y caminamos en nuestro cómodo y habitual silencio hasta donde habíamos aparcado.
Me encantaba pasear así, sintiéndola a mi lado, sin necesidad de mantener ningún tipo de conversación. La idea de que estar con ella era estar en casa, se me estaba haciendo más patente que nunca. Teníamos que hablar aún de muchas cosas, pero no había ninguna prisa.
Antes de subir a la moto, abrí la bolsa de deporte y saqué una gruesa sudadera. Se la puse a Olivia, que me sonrió agradecida y luego la ayudé de nuevo con el casco y el petate. Una vez estuvo lista, yo también me puse el casco y regresamos a Aranjuez.
De camino, el móvil me vibró un par de veces en los pantalones. Lo ignoré hasta que llegamos, aunque nada más bajar de la moto, le eché mano por si era algo importante.
Una perdida y un whatsapp de mi hermana.
GINGER: Mag, he visto tu nota (carita sonriente). Tengo ganas de ver a Oli, crees que podemos ir mañana otra vez a tomar un helado? (icono de manitas suplicantes)
Sonreí y aunque era un poco tarde, le contesté:
MAG: Te la paso y se lo pides tu misma.
Me respondió enseguida:
GINGER: yassss
-Via -la llamé con el móvil en la mano mientras entrábamos en casa -, mi hermana quiere hablar contigo.
Olivia sonrió y cogió el teléfono. Se intercambiaron unos cuantos mensajes mientras yo dejaba el petate en la habitación y luego me lo devolvió.
-Le he dado mi número a tu hermana, espero que no te moleste.
-¿Molestarme? Me gusta mucho que os llevéis tan bien. Está encantada contigo... Lo único que espero es que no se ponga muy pesada...
-¿Qué dices? Tu hermana jamás podría ser pesada -me rebatió, poniendo una enorme sonrisa que lo decía todo. Estaba encantada de la vida.
Le devolví la sonrisa y la besé. Y lo que empezó como un simple agradecimiento se convirtió en un festival de labios, lenguas y manos que se buscaban con urgencia y hacían desaparecer todo lo que había alrededor.
🩰🏀🩰🏀🩰🏀🩰🏀🩰🏀🩰🏀🩰
Al día siguiente, después de una noche que se nos terminó yendo de las manos en la cama, el despertador del móvil sonó demasiado temprano.
Estaba tan a gusto que pensé en mandar al diablo el entreno, pero recordé que tenía una conversación pendiente con Lion; además Olivia también tenía que dar su clase.
Nos levantamos y mientras ella se duchaba yo preparé café; después, mientras yo entraba en el baño, Olivia se preparaba sus cosas y al final ambos nos encontramos en la mesa del comedor para desayunar antes de marchar.
Al llegar al polideportivo nos separamos; Olivia dijo que iba a aprovechar la hora que faltaba para su clase para empezar con la coreografía de final de carrera y yo me metí directo a los vestuarios, buscando a Leo con la mirada.
Lo encontré en la bancada habitual, abrochándose sus AirJordan. Dejé mi bolsa en el suelo con parsimonia y me senté a su lado.
-Hola, Mini -me saludó palmeándome el muslo.
-Hola, tío.
Era consciente de que las dos últimas noches habían sido las primeras que dormía en su casa después de bastantes semanas de estar con sus abuelos, y para más inri, sus padres seguían de vacaciones, así que no quise entrar a cuchillo con el tema de Lucía porque igual venía muy escocido con lo de Rita y Norma.
Empecé a cambiarme con calma, esperando que los compañeros que aún quedaban por ahí, se fueran yendo hacia la cancha. No tardaron demasiado porque la hora de empezar el entreno estaba ya muy próxima y Martín, nuestro coach, era muy estricto con la puntualidad.
Cuando al fin estuvimos solos, le lancé una mirada elocuente y dije:
-Bueno... ¿Hablamos? ¿Prefieres ir a otro sitio?
Los compañeros no iban a entrar hasta al menos dos horas después, pero quizás el coach si aparecía. A veces hacía rondas por el vestuario para apurar a los rezagados.
-Aquí estamos bien. Total, hoy Martín no va a venir y ya sabes que Andrés suda de quién vaya o si llegamos tarde, etc.
Afirmé en silencio, pero una alarma se me encendió en el cerebro y no pude evitar hablar.
-¿Cómo sabes que Martín no va a venir? -Pregunté extrañado, Leo llevaba faltando a los entrenos los últimos tres meses y además Martín no nos había dicho nada de que iba a ausentarse...
Bajó la mirada con rapidez, se encogió de hombros y en un susurro tímido, muy impropio de él, me desarmó:
-Porque... tengo un lío con él.
¿¡Qué?! No le había entendido bien, seguro que mis neuronas estaban dormidas todavía.
-¿Cómo que un lío? -pregunté en el mismo tono bajito.
Leo lanzó un largo suspiro y clavando los ojos aún más en el suelo se separó un poco de mi lado, como si temiese mi rechazo. Vencí la distancia que había impuesto y le pasé un brazo por los hombros.
-Lion, macho, a mí me lo puedes contar todo. Ya lo sabes, joder. No me molesta en absoluto, sólo que me ha pillado de sopresa...
-Ya... a mí también, ¿sabes? -hizo una pausa breve y me miró de soslayo, con media sonrisa triste -. No sé ni cómo ha ocurrido.
Le abracé con más fuerza. Me había sorprendido muchísimo, pero no estaba relacionado con el tema de la orientación sexual. Era libre de enrollarse con quién le diera la gana, y a mí no me importaba que se hubiera liado con un hombre; el tema estaba en el hecho de que Martín, aparte de ser diez años mayor que nosotros, era nuestro entrenador y eso podría generar un conflicto... Por eso no se había presentado esa mañana.
-Te lo quería contar, ¿eh? Te lo prometo -dijo con arrepentimiento-; pero... primero lo de mi hermana, luego con todo lo de Olivia y encima Lucía... y yo... joder... ¡Joder! -se exasperó pasándose repetidamente los dedos por la melena castaña que llevaba recogida en una coleta baja.
-A ver, tranquilo -le dije con suavidad-, cálmate y vamos por partes... Cuéntame primero lo de Martín, si quieres.
Leo asintió con la cabeza y tomando aire, explicó:
-Vino a Montejo a verme cuando dejé los entrenos -asentí mientras me iba contando -. Al principio, como amigo. O sea, lo normal; se interesó por mí, hablamos tomando un café en el bar de Pitu, ya sabes... lo típico. Es un plasta como coach, así que asumí que vendría a darme la brasa si no le contaba la verdad, y lo hice. Al cabo de unos días volvió a subir y me propuso ir de excursión. Me lo pasé genial, no pensé en Norma en todo el día. No sé, me venía muy bien hablar con él, ya le conoces, todo lo que tiene de pesado para unas cosas, lo tiene también de divertido -yo seguía asintiendo en silencio -. Empezamos a hacer excursiones por aquí y por allá, también un poco con la excusa de que así no perdía forma física, ¿sabes?
Sí, le comprendía, y ahora entendía porque había aguantado tanto tiempo en el pueblo...
-Claro -contesté palmoteándole la espalda que aún mantenía abrazada.
Me lanzó una breve sonrisa, menos triste esta vez y continuó:
-Pues un día, hará un mes o así, no sé cómo, después de hacer un barranco, paramos a descansar en una poza preciosa y... cuando me quise dar cuenta, nos estábamos comiendo la boca y arrancándonos las camisetas.
Hizo una pausa pero no dije nada, solo iba asintiendo de tanto en tanto porque entendí que Leo había abierto las compuertas de su interior y necesitaba sacar todo lo que llevaba dentro.
-Lo único que puedo decirte es que la pasión nos desbordó, porque no hay otra explicación, macho... terminamos follando como animales sobre las rocas, y después dos veces más: una en el agua y otra en su coche antes de volver. Y desde entonces nos hemos estado viendo bastante a menudo; siempre igual: sube al pueblo, hacemos una excursión y nos liamos antes de volver. No sé... para mí ha sido como descubrir un mundo nuevo, joder. Las tías... Norma... toda esa mierda ya no dolía, había dejado hasta de existir para mí.
Hizo otra pausa, tomó aire sonoramente y levantó la cabeza antes de seguir.
-Pero cuando me presentaste a Lucía... ¡Joder! -empezó a gesticular de forma furiosa y le solté los hombros-: ¿Pero tú has visto qué monumento de tía? ¿Has visto esos ojazos? ¿Esa sonrisa?
Asentí mordiéndome el labio para no reírme ante el arranque de Leo.
-Sí, sí... -comenté conteniendo la risa.
-Y además es tan dulce y a la vez tan apasionada.... ¡Joder, cómo me pone! -Bufó -. Y vale, ya sé que no es ninguna modelo de Victoria's Secret, pero joder... y perdóname por lo que te voy a decir, pero prefiero mil veces que esté jamona a que sea un bicho palo como Oli...
-¡Eh! -le di un manotazo en el hombro mientras ya no podía contener la risa-. Via no es ningún bicho palo, tío. Está delgada por el ballet, pero esconde curvas que no te imaginas... Además, ¿cuando nos ha importado un pimiento el físico de una mujer a ti y a mí?
-Sí, sí. Tienes razón -levantó las manos en señal de rendición, riéndose también -. Y no me meto con tu chica, que conste -luego giró los ojos-, bastante tengo yo ya con lo mío...
No quería decirle que sabía lo que había ocurrido la noche de la discoteca y que había dejado a Lucía muy alterada, aunque no iba a hacer como si nada...
-Pero... ¿Cuál es el problema, Leo? Que Lucía te gusta, es más que evidente... -afirmé sin preguntar-. ¿Es porque tenéis algo serio con Martín?
-Serio, serio... pues no, pero no quiero hacerle una guarrada; a ninguno de los dos, de hecho... Martín se ha portado de puta madre conmigo y estoy muy a gusto con él... Pero es que Lucía es... -silbó sin terminar la frase.
-Vale, te entiendo. Creo que deberías hablar con los dos. Con Lucía, especialmente -dije levantándome y dejando entrever que sabía lo del viernes noche.
-¿La cagué mucho, verdad? -me respondió, hundiendo la cabeza entre las piernas.
-Leo, las cosas se solucionan hablando-sentencié, dándole un toque en la espalda-. Aunque ahora igual te viene bien un poco de movimiento, ¿no? ¡Venga, vamos a la cancha!
Se levantó y nos fuimos a la pista dónde ya se estaba organizando un partidillo. Me puse un peto de color rojo y me uní a "mi equipo".
Necesitaba ponerme a sudar un rato para desconectar antes de ir a buscar a mi hermana y darles una sorpresa mutua a ella y a Olivia.
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