Prólogo

—¡Aish! ¡Abuelo, tienes muchas cosas aquí! —se quejó el niño de once años viendo el montón de cajas que se encontraban en el ático.— Tardaremos años en acabar.

El hombre rió al escuchar a su nieto,

—No exageres, solo son unas cuantas cajas —habló él con tranquilidad revisando una de las cajas—. Aparte ya te pagué, ahora cumple.

Con un puchero, el pequeño comenzó a hacer su labor. No era tan complicado, simplemente debía revisar cada una de las cajas que ahí habían y ver qué cosas se guardaban y qué irían a la basura. Su abuelo iba a mudarse después de tantos años y en todo ese tiempo que ahí vivió, guardó muchas cosas en el ático y hoy era el día de revisar todo.

Poco a poco iban avanzando, revisando las cajas viejas que ahí habían. El pequeño encontró de todo, desde ropa vieja hasta adornos de navidad rotos y que ya no servían. Algún que otro juguete que pertenecía a su padre cuando era niño y algunas cosas de su abuelo que no sabía qué eran. Con la curiosidad propia de un niño, preguntaba por todo lo que encontraba y que no sabía qué era, queriendo saber todo. Desde la cosa más pequeña hasta la cosa más rara.

En una de las cajas que más desgastada parecía, encontró un pequeño baúl de madera, lo suficientemente grande como para guardar cosas de tamaño pequeño, algo así como el joyero de su madre. Sacó el objeto de donde estaba guardado y los dejó en el piso para verlo mejor. Estaba lleno de tierra, pero parecía estar sano, incluso la madera con la que madera con la que estaba hecho se encontraba bien. No tenía cerrojo, así que pudo abirlo fácilmente.

Al hacerlo, se encontró con algunas cosas bastante viejas. Un anillo, un collar, unos boletos que no sabía de qué eran, un papel desgastado y una foto. La polaroid fue lo que más llamó su atención y fue lo primero que inspeccionó. En ella se encontraban dos jovenes sonrientes, se veían tan bien juntos. Uno de ellos le recordaba a su papá, pero bien sabía que no era él, pero si muy parecido, pero del otro chico no sabía quién era.

—¡Abuelo! —llamó el niño yendo con él. El aludido dejó un momento lo que hacía y miró—. ¿Este eres tú?

El hombre miró la foto que su nieto le extendió. Sus ojos se abrieron sorprendido, él creyó que esa foto ya no existía o que la había perdido pues nunca más lo vió. Era una foto que uno de sus amigos había tomado como recuerdo de aquel viaje que habían hecho. Con delicadeza tomó la foto y la miró detenidamente, detallando con la mirada a la otra persona que se encontraba en la imagen. Inevitablemente, una sonrisa nostálgica se formó en sus labios y un fuerte sentimiento que creyó que había muerto hace años, volvió a golpear en su pecho como si fuera la primera vez. Su corazón volvió a latir tan cálido como en aquel tiempo y a la vez tan doloroso. Un sentimiento agridulce que jamás creyó volver a sentir.

—Sí... Soy yo de joven —respondió después de unos momentos en silencio.

El niño se acercó a él y se arrodilló a su lado, viendo la foto también, curioso por saber quién era la otra persona que se encontraba al lado de su abuelo.

—¿Y quién es él?

El mayor suspiró pesadamente. Su dedo pasó por encima de la imagen de aquel chico, como si pudiera acariciar su rostro y sentir la suave y cálida piel que tanto anhelaba volver a sentir. Hasta hoy en día recordaba la sensación en sus dedos de cuando tocaba su tersa piel.

—Él... Es la persona que yo más amé en mi vida —dijo sin poder despegar la mirada de él.

—¿Eran amigos? —Ladeó su cabecita, viendo con mayor curiosidad a su abuelo. —¿Se conocen hace mucho? ¿Dónde está él? ¿Y cómo se llama? —Su abuelo rió al escuchar las ansidad con las que hablaba. La curiosidad de ese niño lo había heredado de su hijo.

—Oye, oye, una pregunta a la vez. —Con cariño, desordenó el cabello su nieto, causándole una sonrisa.

—Uhm... ¿En dónde lo conociste?

—Pues verás....








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