. iv ⋆
Lo murmuraban entre los pasillos del castillo, impacientes por saber la verdad y conseguir respuestas de alguna forma. Cuando eran vistos, era necesario el tener sus varitas a mano, en caso de que les tendieran alguna trampa para decir la verdad. Ya ni siquiera podían ir a comer tranquilos, puesto que miraban a ambos, esperando que ellos mismos intercambiaran sonrisas o alguna señal de complicidad. Nada se dio a la luz, absolutamente nada. En el fondo, todo seguía igual: las clases, los profesores, los deberes, la comida, la rutina. Sólo el ambiente cambiaba, hacía más frío y los alumnos usaban bufandas arropadas y suéteres que iban acorde a los colores de sus casas (simplemente porque les gustaba así, no porque fuera reglamento del colegio).
Hoseok miraba al cielo una tranquila tarde en la que recién había terminado su clase de Adivinación con la extraña profesora Trelawney. Apoyado sobre el borde de la ventana, sus gafas se mantenían en el puente de su nariz y los labios entreabiertos daban a entender su falta de concentración real en lo que observaba. Estaba algo aburrido, pero tampoco tenía mucho por hacer. Inconscientemente, esperaba a que fuera el día siguiente para tener clases de Pociones y poder chusmear con Taehyung alguna cosa. Desde las revistas de magia juvenil hasta apuntes de la materia.
Se dio cuenta por una vez más en quién estaba pensando: ¿¡es que acaso no podía fantasear con otra cosa!? Por último... ¡con otra persona, ah, qué frustrante! Su rostro estaba rojo como una cereza, y ahora no miraba al cielo, si no que a sus manos apoyadas en la piedra de la ventana. Comenzó a jugar con sus propios dedos, nervioso de seguir avanzando en sus pensamientos, desarrollando formas en las que el cotilleo entre él y el Slytherin podría terminar. Se imaginaba la pequeña mano del más bajo contra la suya, y sentía que le hacían un encantamiento vomitababosas de lo extraño que su estómago se expresaba.
— Por las barbas de Merlín. — se dijo a sí mismo con la voz más calma posible, dentro de sus nervios que no eran necesarios ni acordes a la situación. Pasó sus manos callosas por su rostro pequeño y suave, debajo de sus gafas para presionar sus ojos con suavidad. No sabía qué hacer para dejar de pensar en el Slytherin, en su cabello, su sonrisa y la manera en que volaba sobre la escoba. En la forma en que recitaba ejercicios simples de Encantamientos con su varita, musitando los ingredientes de la poción mágica al inicio de cada clase. Se le hacía tierna su presencia, tierna y dulce.
Era un poco extraño, teniendo en cuenta lo frío que se mostraba a la mayoría del mundo. Hoseok ya no pensaba así de él, pero era tan sólo por el privilegio que tenía de interactuar un poco más con él. El haber escuchado su risa, tenerlo cerca y poder ver que más allá de su frialdad simplemente no sabía cómo responder y se quedaba pasmado frente a muchas situaciones. Por eso es que se le hacía tierno, dulce, esforzado por ser el mejor (como buen Slytherin, vamos).
— ¿Vas bien? — se escuchó una suave y baja voz a su lado. El Ravenclaw se sobresaltó con una maldición en nombre de Morgana, pensando que se hallaba completamente solo por el resto de la tarde; aquel pasillo era tan poco concurrido que su propia presencia en el mismo le ponía nervioso. Miró a su izquierda, de dónde provenía la voz, y ahí estaba con su esbelta pose verde y la expresión seria siendo guarda de miles de emociones diferentes.— Jamás te había visto por acá.
Taehyung lucía especialmente guapo a la luz del atardecer otoñal. La luz cálida se reflejaba en su cabello suave, en sus mejillas sonrosadas, en la silueta de sus hombros angostos. Se observaron por algunos segundos antes de desviar las miradas con las caras rojas y los corazones a mil, los nervios creando una tensión especial en el aire del pasillo vacío. Hoseok volvía a analizar el paisaje a través de la ventana, las nubes y el Lago Negro frente a él.
— Suelo venir cuando quiero despejar mi mente. — explicó en voz baja. Taehyung dejó escapar un tenue 'oh' de impresión, apoyándose también en el borde de la ventana para ver el paisaje reflejado en el Lago Negro. Hoseok tragó saliva con suavidad, miró hacia la derecha y luego a Taehyung, claramente nervioso. Su perfil era hermoso, casi irreal, y el tono rojizo de sus labios y mejillas no hacía más que acelerar su corazón y dejar su mente derretida como se deshace una rana de chocolate contra el fuego de una chimenea en invierno. Hablando de invierno, el frío aire sacudió sus cabellos, los de Taehyung moviéndose grácilmente sobre su frente amplia y recta.
— No entiendo por qué nos odiamos. Como casas, me refiero. — se corrigió el rubio, mirando a Hoseok y quedándose un poco sorprendido y más azorado aún al darse cuenta de que este ya lo estaba haciendo. Ambos miraron nuevamente al Lago Negro. De fondo, en los pastizales secos y los pasillos al otro lado de Hogwarts, podían escucharse los gritos de otros alumnos, riendo y molestándose entre sí. No sabía por qué, pero a Hoseok le relajó aquel ambiente afable, colegial y conocido. Tal vez por eso mismo, porque era conocido. Sin embargo, Taehyung no era tan conocido y también le agradaba su presencia, hasta el punto de un relajo diferente y poco casual en su día a día.— Es irreverente seguir con el odio que dos brujos se tenían hace un milenio, nos hace no crecer nuestra capacidad de pensamiento de juzgar a las personas por lo que realmente son. Ni siquiera hay que ser un mago de sangre pura para conllevar un gran poder– no sirve de nada tener una mayor cantidad de magia en tus venas si no puedes controlarla. Ése es el verdadero poder, el autocontrol de la mente.
Silencio. Se miraron de nuevo y Hoseok se sintió chiquitito a pesar de que Taehyung era un par de centímetros más bajo que él. Las gafas se le resbalaron un poco por el puente de su nariz, y la sonrisa más pequeña del momento salió de él, sincera y tímida. Taehyung parpadeó con torpeza al darse cuenta de ello, sus manos temblaron notablemente por la cantidad de emociones que estaba sintiendo e aquel segundo. Aún así, Hoseok no hizo nada más que eso por unos segundos: sonreír y mirar al Slytherin con algo extraño a través de sus gafas,
— Lo has puesto en palabras extrañas, pero la verdad es que concuerdo contigo. — ahí fue cuando Taehyung sonrió, sólo con la respuesta de Hoseok. La sonrisa de Taehyung era preciosa, el Ravenclaw no se cansaba de ella. No se cansaba de ver sus ojos de medialuna, sus mejillas alzadas y sonrosadas, sus labios carnosos enmarcando una dentadura perfectamente blanca y alineada. El estómago de Hoseok se sentía como una selva de emociones diferentes, que le guiaban a la calma más extraña que había sentido en su vida. Una calma que no requería de permanecer en ese mismo estado, si no que de ser explorada en todos los sentidos posibles.
Taehyung bajó la mirada al suelo de piedra. Aún sonreía e internamente se notaba más sencillo que de costumbre. No se sentía frío, se sentía anfitrión de su propia casa. Luego, miró a Hoseok otra vez y no dejó que la sonrisa mermara por nada del mundo.— ¿Me acompañas a comer? Llevo conmigo una tarta de melaza y jugo de calabaza.
— ¿Y limonada?
— Tienes buen gusto, Hoseok; sí. Llevo limonada.
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Corrían sobre la loma que les guiaba al castillo de Hogwarts, el manto de la noche extendiéndose sobre ellos con gentileza. Se tiraban el uno al otro, aún con el dulce sabor de la melaza en sus bocas y el especial revoloteo de mariposas en sus estómagos. Las amplias capas negras del colegio blandían tras ellos como espectros de medianoche, vigorosas y al mismo tiempo tan ligeras como el ala de una mariposa. Reían en voces pequeñas, se aseguraban en el silencio del lugar para no ser atrapados.
— ¿Qué hora es?
— Creo que están saliendo de la cena. Mira. — el Slytherin señaló el pasillo del segundo piso, a la intemperie y con una fila de alumnos recorriéndolo en una sola dirección. Lucían cansados incluso a metros de distancia, y lo suficientemente distraídos como para no darse cuenta de los dos alumnos de casas diferentes. Así que Taehyung tiró suavemente de la mano de Hoseok hacia el interior del castillo, las lámparas de aceite brillando sobre sus cabezas y la piedra sintiéndose infinita dentro de su grandeza tan minúscula y volátil, subjetiva. Caminaron en silencio por unos minutos, yendo de la entrada a las escaleras, perdiéndose a propósito entre la infinidad de cuartos y los alumnos de todas las casas posibles.
Entre la multitud distraída, Hoseok fue consciente de la mano de Taehyung contra la suya. Sudaba un poco, y se sentía tan cálida como el Slytherin mismo estaba demostrando ser. Sus dedos pequeños temblaban, y el pulgar acariciaba su palma con una suavidad extraordinariamente cómoda y adictiva. Su extraña adicción. El Ravenclaw miró hacia un lado de nuevo, notoriamente rojo, levantando nerviosamente sus gafas por el puente de su nariz por enésima vez en el día. No sabía por qué se sentía tan diferente la compañía del rubio a la de Yoongi o Jooheon. Le daba una energía y alegría imposible de comparar, que no se atrevía a pensar demasiado porque sólo había estado en clases de poción con él. Sin embargo, ahora que toda la tarde la había gastado (con un agrado inconmensurable) en él, no podía evitar pensar y pensar– tal vez más allá de lo que debería.
— ¿Dónde vamos? — preguntó en voz baja Hoseok cuando se vio a sí mismo siendo guiado hasta el sexto piso, uno de los que pocos se atrevían a visitar aún si era de día. Incluso en ese momento, gracias a aquel hecho, el tímido Ravenclaw no dejaba de pensar en lo que Taehyung tendría que decirle. Sobre todo tras la mirada que el mismo le dio, nerviosa pero emocionada. Acelerados, se guiaron a sí mismos por uno de los pasillos más altos y vacíos de Hogwarts, importándoles poco la casi nula iluminación del lugar. La Luna brillaba al fondo, donde se dejaban ver ventanas e innumerables tapetes llenos de detalles en oro y plata.
Taehyung se detuvo, uno de los cuadros de más arriba se quejó notoriamente pero los demás lo mandaron a callar. Hoseok se halló frente al más bajo, con la mirada de par en par y las gafas pesadas en su nariz grande y recta. Ambos se miraron a los ojos, cerca, respirando los aromas ajenos; el rubio olía a duraznos, melaza y jengibre. El castaño a vainilla, pinos, petricor. El más bajo sonrió con más nervios que antes, los latidos de su corazón podían escucharse a metros de distancia y Hoseok se daba cuenta de ello.
— ¿Qué pasa?
— Pasan muchas cosas.
Fueron palabras inesperadas que, extrañamente, necesitaban ser dichas. Habladas en voz alta. La Luna pareció mofarse de ellos en el cielo negro, al otro lado de la ventana, mientras que Taehyung tomaba la otra mano de Hoseok y dejaba que su boca y voz temblaran en la misma emoción que enmarcaba su mirada unos pisos más abajo. No lucía elegante ni agradado... simplemente era un niño de dieciséis años, con las piernas temblorosas y la mirada perdida en una ajena, los ojos de quién parecía amar.
— Tienes algo especial, Hoseok.
Hoseok apretó las manos de Taehyung de vuelta, entendiendo su falta de palabras. Soltó la mano derecha y la llevó a la mejilla del rubio, acariciándola con su pulgar calloso. De repente se sintió demasiado consciente de sus latidos, de la forma en que respiraba, en que se movía, en la que parecía desmoronarse porque sí. Derritiéndose como una rana de chocolate al lado de una chimenea en pleno invierno. Como la barra de chocolate caliente de deshacía en el interior de su boca con cada mascada que daba. Todo eso porque Taehyung le miraba de una forma tan vulnerable y confiada que parecía no ser él. Parecía una ilusión. Algo fabricado por su imaginación más activa y presente.
Tocaba su mejilla, sintiéndola cálida, suave, palpable, real. Tan real como la situación que todavía no terminaba de creerse.
Qué torpe fue aquel beso. No importaba. Era real, que era lo más importante. Real y duradero, simple, como el primer beso que daba en su vida. No estaba mal, era lo mejor que pudo pedir en aquel segundo.
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