Capítulo 6

Jin

Esa mujer me va a volver loco. ¿Se puede saber por qué rayos me besó? Aunque fue un beso de piquito, pero, ¿por qué lo hizo? No puedo negar que lo disfruté, aunque me tomó por sorpresa. Pensé que su comentario de que podía invitar a Kelly había sido su forma de avisarme de que entre nosotros no existiría el menor roce. No puedo negar que me incomodó un poco, pues eso significaría que no tendría ninguna oportunidad con ella. Pero al despedirse me dio ese beso que me dejó en total confusión. ¿Acaso significa que está tan interesada en mí como yo en ella, o solo lo hizo para molestar?

Rasco mi cabeza con frustración; pensar en temas complicados o confusos me da dolor de cabeza. Tomo la copia de las llaves de la casa que me entregó Alex y salgo a dar una vuelta. La calle está tranquila, quizás porque apenas son las 3:28 pm y el sol está bastante caliente. La temperatura está comenzando a subir, señalando la proximidad del verano. Tomo asiento bajo la sombra de un árbol en el parque más cercano después de comprarme una soda bien fría.

Tomo un sorbo de mi bebida mientras veo pasar a un padre con su hijo tomados de la mano y me es imposible no pensar en mi progenitor. Desde que me fui no se ha molestado en llamarme o mínimo enviarme un mensaje de texto para saber cómo estoy, si estoy comiendo o durmiendo bien, parece que realmente olvidó que soy su primogénito. Muchas veces me he preguntado si alguna vez se divirtió, salió de fiesta con sus amigos o se emborracho; pero su constante seño fruncido y su amarga personalidad me hace pensar que no.

Meto la mano en el bolsillo delantero de mi pantalón en busca del móvil, pero no lo encuentro. Ruedo los ojos, lo dejé encima de la cama. Me dirijo a un teléfono público y desde ahí le marco a mis amigos, quedando en vernos en la casa de Alexandra en una hora.

Al regresar voy directo a mi habitación en busca del móvil. Al encenderlo veo decenas de mensajes y llamadas perdidas de mi madre y mis hermanas. Por lo menos ellas sí se preocuparon por mí desde el mismo momento en el que dejé la casa. Les envío un mensaje en respuesta, tampoco quiero preocuparlas.

Tranquilas, estoy bien. Estoy quedándome en la casa de una amiga, así que no se preocupen. Las quiero.
                                                      Besos, Jin.

Poco más de una hora después mis amigos, Leo y Adam, llegaron con unas. Uantas cervezas para relajarnos un rato y ponernos al día.

(...)

—¿Y qué fue lo que sucedió para que te alejaras de tu familia y de la comodidad de tu hogar? –pregunta Leo después de darle un gran sorbo a su cerveza, acomodarse en el gran sofá y clavarme sus ojos verdes en busca de información.

Es el más centrado de los tres, dueño de su propia empresa, ya que su padre le cedió el lugar hace menos de un año, sin condiciones ni amenazas. A mi padre le vendría bien aprender del suyo.

Su agenda suele estar bastante apretada debido a su trabajo, ni siquiera sé como hizo para poder estar aquí conmigo. Aunque su aspecto me da a entender que vino directo de la oficina para acá: zapatos finos perfectamente limpios, pantalón azul de alta costura, camisa blanca un poco desabotonada en la parte superior, saco a juego con el pantalón y la cabellera azabache ligeramente despeinada, de seguro por el reciente viaje en automóvil para llegar aquí.

—Problemas con mi padre –respondo mientras hago círculos con mis dedos en la boquilla de mi botella.

—¿Pero qué clase de problemas? –indaga esta vez Adam.

Observo su cabellera rojo fuego, muy parecida a la de Alex. A pesar de no ser su color natural no le queda nada mal, pero nada comparado con ese cabello cobrizo que se escabulle entre mis sueños y que esconden esos bellos zafiros que lleva por ojos.

Sacudo mi cabeza confundido.

<<¿Qué fue eso?>>

Intento aclarar mi mente y centrarme nuevamente en la conversación, pues aún no le respondo a mi amigo.

—Él quiere que me haga cargo de la empresa y… –Soy interrumpido por el pelinegro.

—Muy bien –dice él–, ya es momento de que cooperes con los millones de tu familia. –Hace una pequeña pausa–. Pero no le veo problema alguno a eso.

—Si me dejaras continuar te diría cual es el verdadero problema.

—Lo siento –se disculpa en un susurro poco audible–. Por favor, continúa.

—Como les iba diciendo, mi padre quiere que me haga cargo de la empresa, y con eso no tengo problema alguno, el verdadero inconveniente está en que también quiere que me case con una tal Mónica.

—¿¡Casarte!? –casi grita Leo–. Pero si apenas tienes 29 años.

—Tú si me entiendes. –Me exalto un poco pues al fin encuentro a alguien que me comprenda–. Apenas tengo 29 años, tengo que disfrutar de mi juventud y estando en un matrimonio que yo no quiero y que quizás ella tampoco quiera ninguno de los dos podrá ser feliz.

—Tu prometida… —habla Adam aparentemente sorprendido.

—Que no es mi prometida –lo corrijo.

No me molestaría que la llamara así si hubiese aceptado las reglas de mi papá. Pero como no estoy en ese compromiso, ni deseo estarlo, no me gusta que la asocien conmigo de esa forma.

—Bueno –continua–, tu casi prometida, ¿por casualidad alguna es Mónica, Mónica Weeller?

—Sí, ella misma.

—¿Por qué Dios mío? —Comienza a gritar al cielo y agitar sus manos de manera descontrolada—. ¿Por qué yo no tengo la suerte de este hombre? –Me señala—. ¿Qué tengo que hacer para poder ocupar su lugar?

—¿Adam? ¿Te sucede algo? ¿Estás bien? –pregunta Leo al pelirrojo algo preocupado.

El mencionado se queda cabizbajo por unos cortos segundos hasta que de pronto me mira y comienza a hablar.

—¿Acaso conoces a Mónica? –Niego rotundamente.

Si estuviese interesado en ella hubiese investigado hasta la marca de champú que utiliza, como a Alex que le gusta los productos de Sedal. Pero ella no entra ni siquiera en mi lista de posibles  chicas con las que me gustaría estar. De interesarme al menos un 1% ya estaría dándole a mi papá el empujón que necesita para casarme lo antes posible con ella, y no, no le daré ese gusto.

–Es la chica más dulce que podrías conocer en tu vida, es educada, agradable, inteligente, un poco testaruda pero de buen corazón. El otro día la conocí en una cena de negocios, y dios, enseguida robó mi corazón. Sería la esposa perfecta. —Termina.

—En pocas palabras… —Dejo la frase en el aire para que él la complete.

—Es mi alma gemela, la chica de mis sueños, mi crush. –Habla como si estuviese  profundamente enamorado.

Los tres hemos sido amigos desde la preparatoria y desde entonces hemos tenido salidas locas y chicas de una sola noche. De los tres el más controlado Adamen ese aspecto es Adam, él solo tenía encuentros de una sola noche cuando bebía mucho o simplemente cuando le apetecía, que por cierto, no le apetecía muy seguido. Adam es el de el medio, o sea, no es tan mujeriego, pero tampoco es un santo;  y pues el más mujeriego soy yo.

Nuestra amistad también les vino como anillo al dedo a nuestras familias: los tres herederos de las empresas más importantes del país son amigos inseparables. Aunque no estuvieron muy felices cuando las noticias del trío de amigos se trataban de los escandalos que hacían o de sus fiestas locas.

—¿Tanto te gusta? –Curioseo, a lo que él asintie–. Pues conquístala.

—¿En serio? –pregunta con notable emoción en su voz. Asiento—. No te estaría traicionando, ¿cierto?

—Para nada, más bien me estarías haciendo un favor.

—Después no te arrepientas.

—Créeme, no lo haré. En estos momentos estoy concentrado en otro objetivo —respondo con una ligera sonrisa en los labios.

Mi mente divaga entre las curvas de Alex y sus dulces labios. Los sueños en los que la he empotrado contra la pared y la he hecho mía. Sueños en los que no me gusta pensar demasiado porque hacen que mi ansiedad crezca.

—¿Quién es la chica? –indaga el pelinegro curioso mientras se inclina un poco en dirección a mi asiento.

—La dueña de esta casa –respondo llevando la cerveza a mi boca para darle un trago largo.

—¿Estás viviendo con una chica? –pregunta impactado.

—Así es, pero no es cualquier chica, es mi jefa.

—¿Tu jefa? –curiosea ahora Adam., lo que me sorprende, no creí que estuviera prestando atención a mi actual conversación  con Leo—. ¿En serio estas trabajando?

—Tengo que sobrevivir de alguna manera. —Me encojo de hombros.

Sé que parezco algo flojo y perezoso, e incluso mis manos son tan suaves como la piel de bebé, señal de que no he tenido que trabajar en mi vida, al menos trabajos pesados; pero eso no tiene nada que ver con que sea bueno en la cocina o en otras cosas. Aunque mis amigos nunca me vieron trabajar, de ahí que parezcan tan sorprendidos.

—Es cierto, pero nunca te imaginé trabajando en otro lugar que no fuera dirigiendo la empresa de tu familia. –El pelirrojo en serio luce impresionado.

—Debe ser emocionante vivir con una mujer. ¿Cómo es ella? –interviene Leo mientras apoya sus codos en el pasamanos del sofá demostrando su interés en el tema.

Voy a responder su pregunta cuando escuchamos la puerta principal abrirse y luego cerrarse, para segundos después ver a Sofía acercarse.

—Hola –saluda pasando su vista de mí hacia los chicos.

—Hola –respondemos todos al saludo.

—Ellos son Leo y Adam, unos amigos. –Los presento mientras señalo a cada uno de ellos.

—Un placer. —Les regala una sonrisa a los chicos—. ¿Alex dónde está? –pregunta, esta vez refiriéndose a mí.

—Tuvo que salir y aún no llega.

—Bien. –Asinte—. Entonces, si no les molesta, voy a estar en mi habitación.

Todos asentimos y ella se retira.

—¿Quién es ella? ¿Es tu jefa? –pregunta el pelinegro mientras sigue con la vista los pasos de Sofía—. ¿Por qué preguntó por otro hombre?

—Esa es Sofía, la mejor amiga de Alex, mi jefa.

—¿Tu jefa es un travestí? —Frunce el seno, como si eso lo pudiera ayudar a entender.

Lo miro con cara de pocos amigos y luego inhalo para agarrar algo de paciencia en el camino.

—Es una mujer, no un travesti. Su nombre es Alexandra, pero la llamamos Alex. —Le explico lo más pausado posible para que entienda.

<<El más inteligente de los tres y a veces me suelta cada cosas>>, pienso mientras me tapó el rostro con una mano.

—Oh —logra articular—. ¿Pero no….

Su pregunta queda en elal aire, pues el sonido del abrir y cerrar de la puerta principal nos hace voltear hacia la misma; y un “Jin ya llegué” hace que los chicos volteen a verme. Segundos después Alex aparece y enseguida la imagen de sus bragas me golpea mentalmente sin previo aviso.

<<Algún día se las quitaré con los dientes>>, pienso pientras paseo la lengua por mis labios.

Al parecer ella no advierte la presencia de mis amigos en la estancia, por lo que su primer saludo es depositar un beso en mis labios.

—¿Has llamado a Kelly? –me pregunta, a lo que me tenso un poco pues a causa de ese beso jodí un poco los planes de follarmela.

—No, en su lugar llamé a mis amigos. –Los señalo. Ella voltea y les regala una sonrisa, la cual ellos le devuelven.

—Hola –los saluda con un pequeño asentimiento de cabeza–. Espero que estén cómodos.

—Bastante –responde Leo mientras mira de arriba a abajo a Alex.
Eso  no me gustó ni un poquito, así que disimuladamente tomo a la pelirroja por la espalda baja y la conduzco, sin levantarme, al pasillo que da a las habitaciones.

—Bueno, si me disculpan, me retiro —dice y se va a su cuarto.

Sinceramente no sé si entendió mi contacto como lo q era, una invitación a retirarse, pero le agradezco que lo haya hecho.

—¿Puedo trabajar contigo? —Bromea el pelinegro sin perderle pie ni pisada a mi jefa.

—No –respondo cortante–. Ella es mía, así que no la estés mirando mucho. Lo mismo va contigo Adam.

—Pero yo ni he hablado –se defiende.

—Solo te estoy advirtiendo.

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