chapter five. ㅤ❛ somenthing to say ❜
ALGO QUE DECIR.
( 𝐟𝐢𝐯𝐞 out of 𝒕𝒆𝒏 )
julieta v ft. joaquín m
La ausencia de Joaquín había incrementado el miedo entre los ciudadanos de San Ángel. Sin él, ¿quién los protegería de los bandidos del Chakal?
El ejército del Chakal ya había cruzado la entrada de San Ángel. Mujeres y niños corrieron a refugiarse en la iglesia, mientras el general Posada instaba a los hombres del pueblo a unirse a él para combatir a esos criminales. Como era de esperarse, nadie se unió a la causa; el miedo era más poderoso que la valentía.
—¡Escúchenme, cobardes! ¡Esto es lo que exige El Chakal! —gritó el líder del ejército, rompiendo el abrumador silencio que envolvía el pueblo. De su chaleco mal cosido sacó una larga lista que leyó con orgullo—. Tomaremos sus gallinas, dinero, tocino, frascos, cera para el bigote... aquí parece que dice pollería... supongo que se refiere a joyería, ¡sí! ¡Joyas! —Los bandidos del Chakal se acercaron cada vez más a donde estaban María y Manolo—. Para acabar rápido, si nos dan todo esto, tal vez no quememos su pueblo.
—¿Quieren todo eso? ¡Tendrán que pasar sobre mí! —retó Manolo, alzando sus dos espadas con determinación.
El alboroto y los gritos llevaron a Julieta hasta la plaza central. Al ver a todos aterrados, maldijo con todas sus fuerzas al supuesto héroe de San Ángel. Si tanto amaba a esas personas, ¿dónde estaba? ¿Por qué no se encontraba allí?
—¡Oye, feo! —gritaron desde uno de los tejados. Arriba de su magnífico corcel, estaba Joaquín. Julieta rodó los ojos y cruzó los brazos, esperando que el chico del bigote completara su habitual entrada—. ¿Por qué no peleas contra un hombre de verdad? Con un enorme e increíble bigote.
—¡Gracias al cielo que estás aquí! —exclamó el general Posada.
Al llegar junto a los demás, la "encantadora" risa del castaño resonó entre los presentes. Se quitó el sombrero, la capa y las espadas, entregándolas a Manolo sin siquiera mirarlo.
—Si eso pesa mucho para ti, puedes dárselo a las chicas —dijo Joaquín, lanzando una rápida mirada hacia su amada pelirroja, quien pretendió ignorarlo. Eso lo desconsoló, pero el espectáculo debía continuar—. ¡Mi nombre es Joaquín! ¡Hijo del Capitán Mondragón! Esta noche, el pueblo de San Ángel está bajo mi protección —los bandidos se rieron, pero Joaquín aún no había terminado—. Prepárense para ser aplastados.
Así comenzó otra épica batalla, donde el castaño derrotó a sus oponentes sin esfuerzo alguno. La gente del pueblo lo animaba, mientras él se lucía. Un guiño y un beso al aire fueron dirigidos a Julieta, quien simplemente desvió la mirada. Era como si regresaran al inicio de todo, pero aún peor.
En un último intento de vencer al héroe de San Ángel, los bandidos atacaron simultáneamente. Mientras Joaquín intentaba brillar, su pequeño amuleto de la suerte fue revelado ante todos.
—¡El hermoso héroe usa la medalla de la vida eterna! —gritó el líder de los bandidos.
Con todas sus fuerzas, Joaquín logró liberarse de la trampa humana en la que estaba atrapado. Cubrió discretamente su amuleto de la suerte con sus otras medallas, esperando no haber sido descubierto. El líder del ejército del Chakal lanzó una última mirada amenazante al joven antes de ordenar una retirada inmediata de sus tropas.
—¡Y no regresen jamás! —gritó el joven Mondragón.
—¡Más vale que no regresen nunca! —apoyó María—. Realmente estuviste increíble, Joaquín.
—Sí... muy increíble —repitió Manolo en voz baja, dejando caer todas las pertenencias de su amigo al suelo—. En realidad, eres un héroe.
El pueblo vitoreó a su amado héroe con alabanzas, y él no hacía más que sonreír. Cuando la multitud se apartó, Julieta estaba allí, de pie en medio de todos. Nuevamente, el mundo dejó de existir para Joaquín; solo podía verla a ella. Justo antes de que pudiera dirigirle una palabra, el general Posada interrumpió la escena.
—Creo que ustedes dos deberían hablar a solas; se nota que tienen cosas importantes que discutir —dijo el hombre, tomando a su hija por los hombros y acercándola a Joaquín, quien, inevitablemente, se tensó.
—Papá...
—María, por favor, hazlo por nosotros. Sin Joaquín, estamos a merced de Chakal.
Las palabras del general cayeron sobre Joaquín como un peso adicional. La mirada impaciente de todo el pueblo los rodeaba; incluso Julieta, por un instante, había dejado de ignorar la presencia del castaño. Joaquín extendió su antebrazo hacia María, invitándola a caminar por las calles de San Ángel. Ambos se alejaron, y con ellos, la gente retomó sus caminos hacia sus respectivos hogares.
—Los de tu especie son raros. Incluso diría que son estúpidos —comentó la pelirroja a Manolo antes de darse media vuelta y dirigirse a la casa de los Posada. Manolo se quedó extremadamente confundido; eran las primeras palabras que le dirigía desde su llegada.
—¿Qué? ¿También yo? ¡No puedes estar hablando de mí! No he hecho nada malo.
Mientras Manolo seguía a Julieta para indagar más sobre su "extraño" comportamiento, la conversación entre Joaquín y María no fluía con la naturalidad habitual. El contacto físico se sentía asfixiante para ambos, y poco a poco habían tomado algo de distancia mientras avanzaban.
—¿Qué se supone que haces cuando, por más que te esfuerces, esa persona nunca se fija en ti? Desde que está aquí, he hecho todo lo posible para atraer su atención, pero nada funciona.
Aquel comentario rompió el silencio sepulcral que los envolvía. María dirigió su mirada hacia Joaquín, uno de sus mejores amigos; no era necesario ser un experto para notar que algo lo estaba afectando profundamente.
—Bueno... tal vez eso signifique que esa persona no es a quién estás destinado.
—¿Y si yo deseo que ella sea mi destino? —preguntó él, con un hilo de voz triste—. Suena egoísta, lo sé. Pero desde hace tiempo, es lo único que anhelo.
—Nuestro corazón no elige a quién querer, y eso está bien. —La chica detuvo sus pasos en medio de la acera y, con un gesto, hizo que Joaquín también se detuviera—. Joaquín, ¿te sientes bien?
—María, hay algo que debo decirte —declaró, generando suspenso antes de continuar—. Lo de la propuesta de matrimonio... lo hice porque tu padre me lo pidió.
—¿Qué? ¿Tú qué?
—Tu padre me vio con el anillo en las manos y pensó que la mejor manera de mantenerme aquí en San Ángel era casándome contigo. Desde niños, ha tenido esa fijación conmigo como tu esposo —explicó Joaquín, rascándose la nuca con nerviosismo—. Yo... tu padre ha cuidado de mí desde que era un niño, y realmente no quería decepcionarlo.
María se quedó sin palabras. Joaquín había estado mintiendo a todos en el pueblo, incluso a sí mismo, para mantener intacto el deseo de su propio padre. Ponía su deber antes que su corazón.
—Yo no te quiero de esa manera, María —continuó él, soltando un suspiro que buscaba liberar la tensión acumulada en su pecho—. Amo a Elena con todo mi corazón; desde que éramos niños, siempre la he amado. Sin embargo, después de nuestro "compromiso", dudo que quiera dirigirme la palabra de nuevo. Ni siquiera me mira a la cara ahora.
—Si es así, lucha —dijo María, con determinación en cada palabra—. Entonces, si la amas, ve por ella.
Al otro lado del pueblo, Manolo caminaba junto a Julieta. Tras algunos insultos, ambos habían logrado recuperar esa pequeña conexión que habían forjado en su infancia. El niño de la guitarra y la niña del lazo habían vuelto, aunque de maneras diferentes.
—Aún no puedo creer que vayas a mudarte aquí a San Ángel —confesó Manolo, pateando una pequeña roca que se encontraba en medio de su camino.
—¿Por qué todos suenan tan sorprendidos? Empiezo a pensar que es una forma indirecta de echarme de aquí —respondió Julieta, cruzando los brazos.
—¿Qué? ¡No, no! Solo que este pueblo no parece ser de tu estilo —aclaró él, mientras continuaba caminando al lado de la pelirroja.
—Y según tú, torero, ¿cuál es mi estilo, eh?
—Cosas más finas. De la más alta calidad —aseguró con una sonrisa traviesa. Julieta negó con la cabeza, riendo.
—En serio, no cambias. Sigues siendo el mismo de siempre —confirmó ella, entrelazando sus manos detrás de la espalda, tal como le habían enseñado en el convento—. Oye, Manolo, ¿qué harás con tu propuesta para María?
—¿Mi qué?
—Tu propuesta, para que se casen y tengan muchos hijos. ¿Debo explicártelo con manzanas? —La pelirroja notó cómo la seguridad de Manolo se desvanecía al instante; parecía que el tema aún era demasiado reciente para abordarlo de esa manera.
—Yo... no lo sé —admitió, con un suspiro—. No creo que tenga sentido intentarlo ya, Joaquín me la quitó.
—Si ella no dijo que sí, eso también es un no —dijo Julieta, insinuando los sentimientos que María podía tener por él—. Anímate, torero, no todo está perdido.
—Espera, ¿qué quieres decir con eso? ¿María siente cosas por mí? ¡Julieta Villarreal, no huyas y responde mis preguntas!
Julieta se detuvo, mirándolo con una mezcla de diversión y seriedad.
—No te estoy diciendo que sea un amor de película, pero hay algo. A veces, las cosas no son tan obvias como parecen. Tal vez deberías hablar con ella.
Manolo se quedó en silencio, reflexionando sobre sus palabras. La noche había caído en su punto más bajo, y el aire fresco envolvía el ambiente, mientras las estrellas comenzaban a brillar en el cielo oscuro. Sintió que una chispa de esperanza renacía en su interior. Quizás había una oportunidad, después de todo. Con una sonrisa renovada, miró a Julieta.
Ambos continuaron caminando, el silencio nocturno acompañándolos, mientras Manolo se preguntaba si, al final, su destino en San Ángel podría ser diferente de lo que había imaginado. Y por su lado, Julieta pensaba en cómo sería tener las mismas oportunidades de querer a alguien que tenía Manolo en esos momentos.
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