Capítulo 4
Capítulo 4
Si les cuento, seguro que no me creerían.
La verdad es que no puedo decir con exactitud cómo terminamos así, pero el hecho es que lo hicimos.
Un maestro de —no recuerdo la materia—, nos obligó a hacer un trabajo en grupo, y pensó que Victor, el mejor amigo de Javier en el curso, Javier y yo, seríamos el equipo ideal para hablar sobre no sé qué cosa.
Les juro que mi expresión fue tan agria, que pude ver como el amigote de mi ex se estremecía.
¿Cómo iba a esquivar eso? Era casi tarea imposible.
Así que, esa misma tarde fuimos a su casa, a preparar el tema.
Me senté impasible en un sillón y me crucé de brazos mientras el cínico de Javier se besaba frente a mis narices con su noviecita de muchos años.
Y el descarado de Victor me miraba insinuando no sé qué cosas asquerosas que seguro atravesaron su mente retorcida.
No pudimos avanzar mucho, porque cada vez que mencionaba la tarea, uno de los tres me exigía que lo dejáramos para después.
No tenía forma de comunicarme con nadie que fuera a buscarme, o al menos eso pensé, hasta que unos toques irrumpieron en la habitación y el padre de Javier entró con un señor vestido de electricista.
Traté de buscar su rostro, para comprobar si era él... pero no, se trataba de un señor mayor.
Al parecer muchas casas estaban teniendo problemas técnicos a la vez, pero que lástima, no haber podido ver a mi amigo el "mecánico".
—¿Les parece bien si nos juntamos mañana después de la escuela?
Estaba un poco harta de todos cuando Javier hizo esa pregunta.
—No tengo intención de volver a pisar este lugar, ustedes hagan su trabajo como Dios les ayude. Mañana pediré que me saquen del grupo.
—¿No puedes soportar ver a tu amorcito con otra? —dijo cínico Victor, y la novia de Javier nos vio a todos confundida. Debí haberme marchado en ese momento, pero como no lo hice, tuve que escuchar las burdas palabras que salieron de la boca del imbécil.
—Es una ardida, siempre me tuvo ganas pero nunca le hice caso.
No iba a quedarme callada, por supuesto.
—No vas a creerme linda, y no me importa, no te conozco ni te quiero conocer, pero este tu noviecito, mientras tú estabas sabrá Dios donde, porque nunca te mencionó, se ligó a varias chicas de la escuela. Puedes preguntarle a cualquiera, serias muy tonta si decides ignorarlo —dije venenosa, dirigiendo toda mi atención a la novia, pero en ningún momento mi mirada se apartó de Javier.
—¿Ves? Es una ardida.
—Como quieran, yo me voy.
No me importaba que no me creyera, tarde o temprano ella se daría cuenta de la cucaracha que tenía por novio.
Pero yo sabía que no iba a ser fácil, había algo adictivo en él. No la juzgaba por enamorarse, yo también lo había hecho y técnicamente ella llegó primero. Más, lo importante es que ambas caímos en el mismo hoyo y ella a su debido tiempo tendría que luchar por salir a la superficie.
Al principio la envidiaba e incluso la odiaba, luego, sencillamente empezó a darme lástima. Estar tan enamorada de alguien tan... me recordaba a mi, a lo ciega que estaba y que aún en ese momento, en magnitudes más pequeñas lo seguía estando.
Sin embargo, aún con todo, aquella tarde tomé una decisión contundente en mi vida, si para Javier solo era una ardida, bien, él se convertiría en un gusano para mí.
El primer paso era superarlo, y para eso necesitaría otro clavo, pero ¿Quién?
Con lo burda que era, me sería difícil hacerme lo suficientemente amiga de alguien como para que, de la nada, accediera a ser mi novio.
Tenía que mostrarle a Javier, que esta ardida, estaba muy bien sin él, y que podía enamorarme otra vez.
Una patada en su orgullo y otra en su edonismo.
¿Quién se creía que era?
Entonces lo vi, vi la posibilidad de hacerlo tragar tierra. No pensé bien, lo sé. Estaba llena de ira y cegada por los celos y el deseo de venganza. En mi mente de adolescente, ligar con su mejor amigo, era la opción que más le dolería y a la vez, la más deprimente.
Si en algún momento sintió algo por mi, se sentiría destrozado por la traición y eso era justo lo que quería.
Así que inicié mi plan de conquistar a Víctor.
Al principio pensaba hacer el trabajo sola y dejarlos a ambos sin su puntaje. Sin embargo, ahora las cosas habían cambiado.
Estaba sentada en mi habitación, mientras terminaba de elaborar el trabajo práctico. Incluí su nombre y dejé a Javier afuera.
El plan era sencillo, coquetear con él frente y cuando viera alguna reacción de Javier, lo besaría frente a todos.
Me pareció perfecto... hasta que alguien tocó la ventana de mi cuarto y lancé todos los papeles del susto. Era por supuesto, Martín.
—¡Electricista!
—Pensé que ya habíamos pasado esta etapa, pero al menos no me llamaste mecánico.
—¿Es deporte andar por ahí asustando a la gente?
—No, pero te pones muy linda cuando te enojas.
—Idiota.
—Abre la ventana, ¿Qué estabas planeando? Tenías expresión de científica loca.
—Muy gracioso Martín.
—¿Algún proyecto de la escuela?
—Un trabajo en grupo.
—Apuesto a que tu maestro es tan cliché que los puso juntos.
—Odio los clichés.
—Lo sé, ya lo habías dicho.
—Estaba planeando... no sé si decirte... si te llegas a enterar puede que me juzgues.
—Me ofendes, ¿Alguna vez te he juzgado?
—No, jamás.
—¿Entonces?
—Pero no lo aprobarás.
—No sabía que andabas buscando la aprobación de la gente, Isla.
—No de cualquier gente, eres mi único amigo, tu opinión me importa.
—No es sano tener solo un amigo, creas dependencia emocional luego. ¿Qué tal Lydia? Parece que te quiere.
—Yo a veces creo que me odia... no lo sé.
—Dime ya, que tengo que seguir trabajando.
—¿Estás en mi casa?
—No, y no me cambies de tema, ¿Qué tramabas?
—¿Has escuchado el dicho de que un clavo saca a otro clavo?
—Sí, es una idiotez que la gente inventa para consolarse, al final solo sirve para sufrir.
—Arguméntame.
—Hubo alguien, en algún momento te hablaré de ella. Era joven y tonto, pensé que, relacionándome con otras mujeres la olvidaría, sin embargo lo único que hice fue, lastimar a otras chicas y lastimarme a mi mismo. Fui un idiota, no había mucha diferencia entre Javier y yo.
—Eres un idiota reformado, eso te hace ser mejor persona.
—A lo que voy, Isla, no te disperses. Es que si haces eso, ¿Qué te diferenciaría de Javier?
—Que hablaría con el otro clavo para que sepa que no debe enamorarse de mi.
—¿Y eso lo hace justificable?
—Bueno... no.
—Exacto. Decirle o no decirle no te da garantía de que la otra persona no involucre su corazón. En ese caso, la responsabilidad sería suya, por aceptar el trato contigo y enamorarse, pero, ¿Qué clase de persona te haría eso?
—Una horrible... no lo había pensado... pero si puedo tratar de darle celos, no estaría engañando a nadie.
—¿Y tienes las agallas de pedirle a alguien que se haga pasar por tu novio?
—Claro que las tengo. Me subestimas, electricista.
—Te equivocas. A ver, te reto a que te acerques a un chico y le pidas que se haga pasar por tu novio para darle celos a tu ex.
—Martín, ¿Quieres fingir ser mi novio para darle celos a Javier?
—Yo no cuento.
—¿Y por qué? Eres mi mejor amigo.
—¿Estuviste planeándolo todo el tiempo?
—No, lo pensé con su mejor amigo, pero tú eres perfecto.
—Cruzariamos la línea.
—No, porque no sería real.
—No me voy a meter a la zona de fuego, soy pacifista.
—Solo te pido que estés en los lugares correctos, para que yo pueda colgarme de tu brazo y darte cariñitos.
—No sería una buena idea, créeme. Además soy por mucho mayor que tú, no sería bueno. Podrían meterme preso ¿Sabes?
—Pero no lo harán porque estarás fingiendo. Por favor, eres mi única opción.
—En esto no puedo ayudarte linda, lo siento.
—Que aburrido... al menos me atreví, y dijiste que no tendría agallas.
—Conmigo es fácil, soy tu amigo.
—Espera... ¿Será que tú...?
—¿Que yo qué?
—No, no... nada. Sigue trabajando que se te hace tarde, adiós.
Me miró raro y se despidió.
Martín a veces llevaba un anillo en su mano izquierda. Tal vez estaba casado, y por eso no quería meterse en líos, pero nunca había mencionado una esposa.
De repente me dio curiosidad.
Sí, esa curiosidad que no me lleva a buenos lugares.
Era obvio que él no accedería, pero tenía razón, por muy idiota que fuera Víctor, no era justo involucrarlo en esa situación.
Le haría creer a Mar que me había rendido con eso, y me dedicaría de lleno a dos cosas.
1ra: averiguar si mi mejor amigo estaba casado y 2da: usar a mi mejor amigo sin que se diera cuenta, para poner celoso a Javier.
Era un plan perfecto.
Una vez Martín salió de su trabajo, le pedí con mi mejor cara inocente, que me acompañara a la escuela al día siguiente.
***
Nos detuvimos frente al colegio, calculé el momento exacto en el cual Javier iba a pasar con su novia colgando de su brazo como llavero.
Me acerqué intencionalmente a Mar y empecé una charla estúpida sobre la lluvia.
Fingí reírme cuando hizo un comentario acerca del granizo. No es que no fuera gracioso, era que yo estaba demasiado nerviosa como para reparar en otra cosa más que en mis planes.
No sé si Martín se dio cuenta de mi jugarreta, o si siquiera le importó, nunca me lo dijo.
Y lo peor de todo es que aún si él se hubiese dado cuenta y me hubiera reclamado mi actitud estúpida, no me hubiera importado.
Así de horrible como se escucha.
Por fortuna, Javier decidió no ser tan cínico como para acercarse a nosotros, pero sin duda nos había visto.
No me permití sentirme mal por usar a Martín.
Se despidió de mí y mientras lo miraba alejarse, fraguaba ya mi mente maquiavélica, un plan para poner celoso a mi ex.
El plan funcionó a la perfección durante unos días, Martín empezó a llevarme y traerme al colegio. Mis padres al principio estaban un poco escépticos, pero él juró delante de ellos que su intención solo era acompañarme porque yo se lo había pedido. Me pareció ridículo que pensaran que Mar podía tener alguna segunda intención, cuando la que estaba siendo mala era yo.
Y de un momento a otro mi vida se convirtió en una extraña rutina donde mi mejor amigo parecía mi novio, y mi ex novio mi mejor amigo.
Luego del proyecto, a los maestros al parecer les gustó la sinergia que tuvimos, y empezaron a indicarnos trabajos en equipo.
—Van hacer un trabajo práctico sobre la metamorfosis de una mariposa, quiero que sean creativos, vamos a estudiar específicamente este tipo de...
No recuerdo qué más dijo.
La mayoría de los trabajos los hacíamos en casa de Javier o Víctor, pero ese día se me ocurrió la brillante idea —nótese el sarcasmo— de ofrecer mi casa.
Era una mala idea, no sé por qué lo hice.
Mis padres odiaban a Javier, que su novia de varios años estuviera presente, no iba a hacerles mucha gracia y Víctor era un completo desconocido.
La sonrisa tiesa, demasiado amable, que mi madre hizo cuando los vio, me dejó en claro que aquella tarde iba a ser un desastre.
Los llevé a todos hasta mi habitación, y nos sentamos.
—¿Qué vamos hacer primero?
—Tu siempre de aburrida, Isla. ¿Solo quieres estudiar?
—Eh, Víctor —inspiré tratando de llenarme de paciencia y responder objetivamente el comentario tan estúpido que el energúmeno número 2 acababa de hacer—. El trabajo hay que entregarlo mañana, por supuesto que vinieron a estudiar. ¿O qué pensaban?
—¿Podríamos ver una película antes? Tenemos toda la tarde para recortar figuritas y pegarlas en una cartulina.
—Bien, hagan lo que quieran. Mañana cuando solo salga mi nombre en el trabajo, se van a arrepentir.
—No te atreverías —dijo Javier y yo jadee. Me enojó más de lo debido que diera por sentado a qué me atrevía y a qué no. Porque él pensaba que me conocía. Fue muy distinto a los "¿Te atreverías?" De Martín. Porque al menos, él era lo suficientemente inteligente para retarme, no para "dar por sentado" alguna actitud mía.
Me levanté enojada y les ofrecí el control de la televisión para que hicieran cuanto les diera la gana.
Mi teléfono vibró, era una llamada de Mar.
Sonreí con maldad y adopté una pose relajada en el alféizar de mi ventana que aún estaba cerrada.
—Abre la ventana, estoy afuera.
Que seco.
Reí y obedecí.
Mar estaba, una vez más, llenó de mugre, como si se hubiese electrocutado.
—¿Pasó algo?
—¿Vas a decirme mecánico otra vez? Que superficial.
—Ay cállate.
—Tienes compañía...
—Sí, solo unos compañeros incómodos y poco colaboradores —esto lo dije en voz alta para que mis "invitados" escucharan, pero ninguno me prestó atención.
—¿Quieres salir a dar una vuelta cuando termine de trabajar?
—Espero haber terminado el proyecto de aquí allá.
—Dale, termina tus estudios y nos vemos en un rato.
—¿Puedo entrarte en una cajita y adoptarte? ¿Cómo es que siempre dices exactamente lo que necesito escuchar?
Me miró raro y luego enarcó una ceja.
Sí, tal vez hice ese comentario para que Javier me escuchara. Mar entrecerró los ojos y se fue.
Nadie me hizo caso, pero no me permití sentirme decepcionada.
Al final mis "amigos" vieron dos película, Javier se besó con su novia una vez más en mis narices y de la nada, justo cuando ya estaba terminando de hacer la representación visual de nuestro trabajo, Víctor se sentó a mi lado.
—¿Te ayudo en algo?
—¿En qué, si ya terminé?
—Lo siento... me entretuve. Quería pedirte disculpas por lo que dije hace un rato. No estuvo bien.
—Así que sabes disculparte.
—Sí —sonrió, tenía una bonita sonrisa, no me había fijado antes—. Oye... —se acercó a mí y se inclinó demasiado cerca de mi rostro—. Ahora que tú y Javier no están juntos, tengo que confesarte que no puedo sacarte de mi mente.
Era mi oportunidad perfecta para llevar a cabo mi plan y causarle celos, pero por alguna razón, me sentía demasiado incómoda.
—¿Así de repente?
—No, desde que te vi, siempre me han gustado las estudiosas.
—Sí, por supuesto —dije no muy convencida.
—¿Que te parece si tú y yo...?
Estaba cada vez más cerca y mientras más se acercaba, más entendía que jamás tendría las agallas para usarlo para mi plan. Cuando estuvo a punto de besarme me aparté, pero él tomó mi rostro e intento acercarse otra vez.
El carraspeo de Javier nos sorprendió a los dos y por fortuna Víctor se alejó.
—Que mala onda. Arruinaron la noche —masculló mirándonos a ambos con reprobación.
La persona menos indicada para reprobarme era Javier, pero, por un instante su mirada me causó una alegría desenfrenada. Interrumpió a un chico que quería besarme... Luego, recordé que su novia estaba justo allí.
Me sentí mal y quise retroceder el tiempo para estampar mis labios en los de Víctor, solo para darme el placer de ver la derrota en los ojos de Javier.
Los eche a todos de mi casa y puse solo mi nombre en el trabajo.
Los chicos se enojaron mucho cuando me presenté sin ellos, y reprobaron es materia. Materia que semanas después yo misma los ayudé a estudiar, porque soy tan buena persona... no, la verdad es que me vi involucrada aún si desearlo realmente.
El maestro decidió castigarme por mi, según él, falta de compañerismo.
Me pareció absurdo, pero no era de las que solía llevarle la contraria a los adultos, a menos que fuera mi madre, ahí si era distinto.
La novia de Javier se apareció una vez más en el colegio, y se sentó junto a nosotros mientras yo trataba de explicar con palabras llanas el tema de la evolución según nuestros libros de texto.
Los chicos no tardaron en aburrirse y yo en frustrarme, cuando de la nada, la "invitada" abrió la boca.
—¿Quién era ese chico que estaba en tu ventana cuando estábamos en tu casa, Isla? ¿Es tu novio?
—Que novio va a tener si sigue obsesionada con Javier —dijo Victor malicioso.
Me encogí de hombros, no tenía ánimos de hablar con ellos dos sobre ese tema.
—Es decir, nunca te había visto reír tanto como cuando estás con él.
No me gustó la forma en la cual ella se acercó a mí, ni la sonrisa que me dedico, como si fuéramos íntimas amigas, pero tampoco quería aclarar si Mar y yo teníamos algo, me convenía que Javier escuchara que ya estaba pensando en alguien más... pero, Mar no se merecía eso, había dejado claro que no quería involucrarse, así que no era justo para él que yo no aclarara la situación.
Me sentía tan frustrada...
Pero debía respetarlo así como él me había apoyado tantas veces en el pasado.
Javier y Víctor se ensimismaron en una conversación entre ellos, y Catalina, la novia de Javier, aprovechó para acercarse más a mí.
—¿Es tu nuevo ligue?
Suspiré, empezó a resultarme extraña su actitud.
—No estoy segura.
—Luce muy mayor para ti, deberías saber... no sé, si está casado o tiene hijos.
—No está casado.
—¿Y cómo estás tan segura, se lo has preguntado?
No estaba segura de cuáles eran sus intenciones, a ella le convenía que sintiera algo por alguien más y dejara a su novio en paz, no sabía si era genuinamente tonta o le gustaba fingir serlo. Tampoco si estaba siendo una arpía o estaba de verdad interesada en mis sentimientos.
—No.
—Deberías investigar bien a los chicos con los que sales, Isla, podrías cometer un error.
Me sonrió y se sentó al lado de su novio para involucrarse en la otra conversación, que parecía muy entretenida. No sé si su comentario fue una amenaza pero me dejó aún más intrigada que antes. Hasta ese momento ella nunca había mostrado una actitud agresiva hacia mí, a pesar de las incontables veces que su novio le repetía que yo estaba obsesionada con él.
Sin embargo, tenía un punto. No sabía si Mar estaba casado, y seguirlo arrastrando a mi miseria, si tenía un compromiso de ese tipo, iba a causar un desastre en su vida. Y yo era egoísta y mala, pero no tanto.
Los siguientes días procedí a ignorar a todo el mundo, para no decir que sobre todo estaba ignorando a Martín. Igual él no se pasó cerca de la escuela por unos días, así que fue más sencillo ignorarlo.
No sabía si me estaba evitando a propósito o si mi intención de evitarlo a el estaba dando frutos.
Pensé eso hasta que un día se apareció frente a mi ventana mientras sostenía una acalorada discusión con mi madre.
—Es que no eres tú quién debe decidir sobre mi habitación mocosa, ¡la madre soy yo!
—Por eso, no tienes la capacidad suficiente para mantenerla, ¿Por qué te cuesta tanto aceptar mi ayuda?
—¿Por qué quieres controlarlo todo? No es bueno para tu salud.
—Retira lo que dijiste, sabes que odio esa palabra.
—La única forma en la que vas a cambiar es cuando aceptes tu realidad, eres innecesariamente controladora.
No me ofendí porque estaba acostumbrada a que dijera cosas hirientes cuando se enojaba. Pero apreté los dientes cuando me di cuenta de que no estábamos solas.
Como si de una novela se tratase, Mar estaba disfrutando del espectáculo con los antebrazos reposando en el marco de la ventana.
—¿Qué hace aquí el electricista?
—No seas despectiva bonita —se burló mi amigo y mi madre al notarse ignorada, por suerte, abandonó la habitación.
—Hacía tiempo no te veía, ¿Me estabas evitando?
—¿No eras tú el que me evitaba a mi?
—No, estaba ocupado, pero siempre de alguna manera u otra terminamos viéndonos, me resultó raro que no aparecieras por ninguna parte.
—Tengo una disyuntiva contigo y hasta que no la resuelva no debo verte.
—¿Admites entonces que me evitabas?
—Sí. Debo evitarte hasta que lo descubra.
—¿Es muy grave?
—No, pero es de suma importancia para nuestra amistad.
—Estás empezando a asustarme... creo que es la señal para que me vaya.
—Sí. Yo te llamo cuando esté lista para verte, ¿De acuerdo?
—Rarita
—Tarado
—Hablamos luego. Cuidate ¿Sí?
—¿No me vas a preguntar cómo me está yendo con mi plan?
—No estoy seguro de querer saberlo.
—Que malo eres.
—¿Me hiciste caso o terminaste involucrando los sentimientos de alguien más?
—No estoy segura. Espero que no.
Me miró intrigado, pero no dijo nada. Supe que le estaba costando mantener su curiosidad a raya, en cuanto sus ojos brillaron y mordió sus labios. Por alguna razón me causó risa que se esforzará tanto por no chismorrear.
—¿Estás casado Mar?
—Mmmm... no te lo diré.
Me guiñó un ojo y se alejó. Hice una mueca. No quería cooperar el condenado.
¿Y si llegaba a sospechar mis intenciones?
Murmuré un par de improperios y me dediqué a terminar mi tarea, que en eso estaba antes de que mi madre irrumpiera en mi cuarto, para quejarse de que había movido sus preciados lápices de colores (que de seguro los movió Fernando, pero como es mi madre, quería desquitarse conmigo).
Suspiré, no quería pensar en nada.
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