Capítulo 1

Capítulo 1 

Yo lo sabía. 
Muy a mi pesar, en el fondo lo sabía.

Que Javier rasgaría mi corazón desde que tuviera la primera oportunidad. 

¡Mi instinto me lo avisó! Pero hice oídos sordos y caí de cabeza en el abismo de querer por primera vez, y a la persona equivocada. 

Lo conocí finalizando la primaria y empezamos nuestra relación en el primer curso de la secundaria.

Se me escapó de las manos desde el primer segundo, porque nunca fue mío. 

¡La culpa fue de mi curiosidad! Yo podía vivir sin escuchar su voz, pero decidí yo misma ponerme el lazo en el cuello. 

Ignoré las advertencias de mi mente y los gritos de mi corazón, cuando él empuñaba su daga y poco a poco laceraba mis ya maltrechas heridas. Ignoré las señales que desde el principio me dio. Como coqueteaba con otras chicas, cuando pensaba que no lo veía, como siempre ponía sus sentimientos por encima de todo, aun por encima de los míos. Como dejaba de hablarme por días si le hacía alguna escena de celos...

¡Ay! Como me mareaba y me hacía pensar que era la única...  

Kendra me quitó el celular de las manos, lo había estado viendo como posesa durante un buen rato, porque mi supuesto novio, había subido videos besándose con otra. 

Debí desgarrarme y llorar como lo hacía Lydia, pero la verdad es que me sentía en shock. 

Jamás pensé que algo así me pasaría a mi, siempre lo vi como una especie de enfermedad que atacaba a las parejas que ya no se querían... que vamos, una cosa es una tentación y otra muy diferente ya, es subirlo a tus redes sociales.

—Los hombres son todos unos idiotas...

—No generalices Kendra.

—No puedo creer que te hiciera esto... tenemos que decirle a papá y mamá.

—No quiero, solo déjame... necesito aire.

—Sí, claro, ve y respira... yo me quedaré con esto. 

Me confiscó el celular... pero en su lugar, yo también lo hubiese hecho, no era sano lo que yo estaba haciendo. 

No avisé a donde iba, solo me fui. 

No tenía idea de cómo gestionar mi sentimientos... quería gritar, llorar, morder algo, o alguien, quería... quería reventarle la cara a golpes al imbécil. 

Dolía, dolía tanto. 

Sentí como el corazón se me desgarraba y me asfixiaba, porque pensé que necesitaba de su aire para sobrevivir y me habían arrancado el oxígeno. 

Ardía en mi pecho y no sabía donde dirigirme, porque él era quien tomaba muchas de las decisiones. No entiendo en qué momento me volví tan dependiente de él, pero de verdad sentí que me quitaron algo vital cuando lo vi besando a otra. 

Sollocé y tropecé con una piedra.

Pude fingir los primeros segundos que mi llanto era porque me había golpeado el dedo meñique, sin embargo, mi excusa no iba a ser muy creíble, cuando luego de cinco minutos aún estaba en el piso, en el mismo lugar donde caí.

No me di cuenta de que había alguien mirándome con ímpetu, hasta que sentí esa sensación espeluznante de que "alguien te observa" —ustedes la han sentido ¿verdad? No es posible que yo sea la única—.

Un chico caminó hacia mí y me dio la terrible sensación de que lo había visto antes.

—¿Eres actriz? tienes la cara toda roja por llorar, se te da muy bien por cierto.

Lo miré mal e hice ademán de levantarme.

—Eh, que cuando me llamaste mecánico no salí huyendo... o bueno, tal vez sí. 

¡Oh, claro! El estúpido electricista. 

Rodé los ojos y me alejé de él. No tenía ánimos para lidiar con nada.

—¡Eh, espera!... ¿Quieres hablarlo? 

—Por supuesto que no. 

—Es más fácil contarle las cosas a un desconocido, te sentirás mejor, confía en mí.

"Confía en mí", decía Javier y me engañó con otra. 

—No quiero ser grosera, pero, ¿Puedes por favor dejarme sola?

—No, no puedo. es decir, mírate, luces destrozada, no puedo...

—No necesito niñera, ¿De acuerdo? —medio grité y no pude evitar que la voz se me quebrara. El nudo en mi garganta se hacía cada vez más grande y ese idiota en vez de ayudar solo me estorbaba. 

—Entonces sentémonos aquí en este banco, no es bueno estar mucho rato en el piso, te puedes cansar luego la espalda. Te prometo que no te molestaré, apenas sentirás que respiro. 

Me senté, pero solo porque estaba agotada, física, mental y emocionalmente. 

—¿Problemas con tus padres? 

¡Detesté que fuera tan curioso! ¿Que la gente no aprende que la curiosidad solo trae problemas? 

—Dijiste que no hablarías.

—Ah, sí. Cierto. 

Lloré en silencio y el electricista, por fortuna, se mantuvo al margen de mis lágrimas, verdaderamente apenas se sintió que respiraba. y eso me ayudó a distraerme lo suficiente, como para no sucumbir ante los lazos profundos de la depresión que sin duda se avecinaba.

Le agradecí por su silencio, por quedarse a pesar de que le había pedido que se fuera, y luego me marché.

¿Que sí fue extraño que apareciera de repente? lo fue, mas, no me importó en ese momento. 

¿Que salir al parque y encontrarte rándom un tipo que una vez hace meses hizo de electricista en tu casa y que encima se acuerda de la conversación que tuviste con él, fue Creepy? Sí, lo fue... pero, insisto... no me importó. 

Yo lo único que quería era borrar los recuerdos de Javier de mi piel, y al menos por un ratito, el desconocido me ayudó. 

Arrastré los pies hasta mi casa, con las huellas de las lágrimas aún visibles. Podía pretender que nada me importaba, podía jugar a que era más fuerte que todos, pero, bastaba solo una miradita de mis padres para que el piso se me abriera bajo los pies. 

Me conocían tan bien, que se dieron cuenta de que mi corazón estaba roto, mucho antes de que yo pudiera admitirlo en voz alta. 

Me esperaron en la puerta, y fue suficiente un mohín de mi madre, para que yo ya me encontrara lloriqueando. 

Volví a llorar incluso antes de que ellos llegaran a abrazarme. Kendra se unió al abrazo y me susurraron entre los tres que todo iba a estar bien.

Pero nada estaba bien, todo se derrumbaba. 

Las paredes de mi corazón empezaban a desmantelarse y me dí cuenta de que el cuartito en mi pecho que siempre estuvo pintado de rosa, detrás de su papel tapiz se escondían capas y más capas de moho, de mentiras, de ilusiones rotas y un poco de las manchas que persistían en mis mejillas. 

...

Llorar purifica el alma... a menos que sean las 3 de la mañana y se repita constantemente en tu cabeza su canción favorita... a menos que grites su nombre sin parar. A menos que pienses que te será imposible olvidarlo, que su recuerdo te mate poco a poco... A menos que pienses que un amor como el suyo, no serás capaz de encontrarlo nunca. 

A menos... 

Que tu hermana se levante y te acurruque en sus brazos, porque por más que lo intentas no puedes evitar que tu llanto suene asquerosamente alto. 

Que trates de darte ánimo a ti misma pero lo único que te salga sea un "vamos, Ayla, no es para tanto, que solo te han roto el corazón y ya está".

Que pasen los días y te tortures mirando sus historias de Snapchat, y escribiéndole, solo para exigirle una explicación... mensajes que él, por supuesto, decide ignorar. 

Kendra hizo de todo eso un ritual, en menos de dos semanas nos comimos tres cubos de helado, caímos en el cliché de ver películas románticas y escuchar música triste. Decía que no iba a dejarme sola en mi primera decepción amorosa. Y tuve miedo... 

Honestamente tuve miedo, de que él regresara y yo cayera en sus redes otra vez, de que con una sonrisa volviera a poner mi mundo de cabeza y ya todo fuese demasiado turbio, porque aunque habían pasado todas estas cosas yo... todavía le quería. 

Podía convertirme en una Lydia aun luego de lo mucho que la critiqué.

Detestaba sentirlo todo tan vívido.

Los días pasaron como una tortura lenta, no tenía ganas de hacer nada y mis padres se empeñaban en quererme hacer salir de mi habitación todos los días. 

No entendía por qué les costaba tanto entender que estaba bien ahí. 

Un día pusieron la excusa de que querían llevarme al mercado, ¿Qué narices podía yo buscar en el mercado a las 10 de la mañana? 

—¡La gente decente duerme a estas horas! —gruñí cuando irrumpieron en mi espacio sin mi permiso.

—La gente decente hace horas que están trabajando, levántate y abre un poco las ventanas... deja que toda tu negatividad salga de la habita...

—Mamá no empieces por favor, lo mío no es "negatividad" y lo sabes. 

—Sarah, déjala respirar —dijo mi padre.

—Claro, por eso abrí las ventanas, para que respire. 

Aunque mi padre es hippie (más por amor a mi madre, que por otra cosa) nuestras personalidades se parecen mucho, por eso, creo que es el ser que más me entendía en ese hábitat extraño que llamábamos hogar. 

—Me sorprende que tu habitación no esté hecha un desastre.

—Le rompieron el corazón, no cambió de personalidad, Sarah.

—Aun así, Fernando, es alarmante que un adolescente depresivo no esté envuelto en un completo caos. 

—¿Pueden por favor salir de mi habitación? —murmuré anhelando que todo fuera una pesadilla.

—Nope, ve a ducharte y vístete. 

"Y no acepto un no por respuesta" le faltó esa parte. 

Mi madre es la "mandona" de esta relación. Y no hablo solo de su relación con mi padre.

Supongo que no les había contado este pequeño detallito de mí... la razón por la que mi madre, sobreactuó sobre la organización de mi habitación. 

Es que yo soy un poco... obsesiva... con la limpieza. 

El desorden me da estrés, y no puedo estar mucho tiempo en lugares con acumulación o suciedad. 

Tengo un tick nervioso que si me descuidas dos segundos ya estoy limpiando algo, lo que sea. ¿Es mi forma de desestresarme supongo? No lo sé. Siempre he sido así, y es una de las razones por las cuales Sarah y yo chocamos porque ella es todo lo contrario. 

Es completamente "messy" 

No, mi mamá no solo es messy, ella es un desastre en su totalidad. Si mi casa está ordenada, es porque Fernando, (es decir, mi padre) y yo logramos coexistir y convertir este lugar en algo decente. 

No es que mi madre no haga tareas del hogar, es que si no la obligamos prefiere hacer otras actividades y dejar la casa hecha un desastre. y ella ya tiene un espacio donde ya puede dejar su personalidad ser, que es su sala de arte, no nos podemos permitir que convierta en una galería artística cutre, toda la casa.

Con lo feo que se escucha, perdoname mami, pero es la verdad. 

¿Qué importancia tiene todo lo que les acabo de decir? Ninguna, pero al menos pude desahogarme, mírenlo como un ejercicio de sanidad interior. 

No, pero, ya en serio. 

Casualmente mientras íbamos caminando para el mercado de la ciudad (que queda cerca de mi casa misteriosamente...) mis padres se detuvieron en un puesto de verduras "orgánicas" y yo me decanté por alejarme lo más que pude de la muchedumbre. 

Pensé en encontrarme un hobbie para despejar la mente, hacer algo de actividad física, lo que fuera que pudiera ayudarme a no pensar constantemente en él. 

Así que mientras estaba sentada viendo a mis padres comprar, y a mi hermana gastar dinero en pósteres de sus bandas favoritas, llegué a la conclusión de que quería trabajar. 

Aún me quedaban la mitad de las vacaciones, podía hacer lo que me placiera y de paso tener un ingreso propio. 

Y a mí había una sola cosa que me gustaba mucho. 

Me acerqué a Fernando y le di una palmada amistosa, él se giró y me miró con detenimiento, tal vez se fijó en mis ojeras, o en la palidez de mi rostro, o tal vez pudo ver las fisuras de mi alma a través de sus cristales.

—Voy a ser empleada doméstica de medio tiempo. 

La vendedora de verduras se quedó mirándome como si me hubiese salido de pronto una cola de unicornio en la cabeza. 

—¿Y esa iniciativa de donde salió? 

—Ustedes quieren que salga de mi habitación, ¿verdad?, necesito hacer cosas que me ayuden a olvidarlo —no hubo necesidad de aclarar a quién, mis padres ya sabían todo. Cortesía de Kendra—, además a mí me gusta mucho la limpieza.

—Tal vez deberías consultarlo con tu madre, ella...

—Ella... —la miré, se había desplazado hacía unos minutos al área de los lácteos y ahora miraba un queso haciéndole gestos exagerados al vendedor—. Ella no me entiende, tú sí. 

—Aun así...

—Papá, por favor. No voy a asaltar un banco, solo quiero hacer algo con mi vida. Un trabajo de medio tiempo no me quitará el otro porcentaje de mi día que puedo utilizar en ahogar mis penurias con un vaso de leche, porque ustedes no me dejan beber...

—Eres muy joven para alcoholizarte aún.

—Así que por favor, no es tan difícil lo que estoy pidiendo. 

—Igual, háblalo con tu madre. 

"Excelente". 

Me acerqué al puesto de queso y di otra palmadita amistosa, esta vez a Sarah.

—Ma, ¿Puedo hacer unos cuantos trabajitos de limpieza? 

—¡Si ves que te hizo bien salir! Ya incluso estás pensando en emprender, ¿Una empresa de limpieza? Me parece excelente.

—Ma...

—¿Venderás productos de limpieza? Podrías inclinarte a estudiar química entonces, te faltan tres años para terminar el colegio... estoy tan orgullosa de ti.

Y listo, provocó una escenita. Se puso a llorar frente a una docena de personas y yo solo quería que la tierra me tragara y me vomitara en algún punto del caribe, donde pudiera ser una ermitaña y hubiera una playa cerca (asocial pero no dejo de disfrutar los placeres de la vida of course).

—Ma, céntrate porfa, ¿Sí? No exageres, nadie habló de poner una empresa. Solo quiero hacer de trabajadora doméstica en lo que resta del verano. Sería un trabajo a medio tiempo y podría buscar empleo en la zona high de la ciudad. 

—Bueno, pregúntale a tu padre.

—Él me ha dicho que te pregunte a ti.

—¿Te dijo que sí? Si él dice que sí, por mí está bien. 

"Paciencia, Dios, paciencia por favor". Me acerqué nuevamente a mi papá

—¡Fernando!

—Señorita. 

—Mami ha dicho que sí, ¿Puedes por favor ya darme el permiso? 

—Supongo que sí. ¿Qué necesitas? Compremos todo aquí. mañana es mi día libre, ¿Quieres que te ayude a buscar lugares? 

—No, está bien. Lo haré por mi cuenta, pero gracias de todas formas. 

Cinco clases distintas de desinfectantes y blanqueadores, guantes desechables, cabezas de escoba y de trapeadores, removedores de grasa, cepillos y una serie de cositas más, eran oficialmente mi inventario para mi nuevo proyecto.

y me mantuve enfocada en eso en lo que restó de la semana. Conseguí tres casas, dos veces a la semana cada una, por 4 horas. 

Todo un reto, considerando que, al ser tan meticulosa, me tardo demasiado. 

Pero bueno, queríamos trabajo ¿No? 

Una vez empecé, me di cuenta de que, aparte de pagarme, las personas a las que les limpiaba, podían comprar todos los productos y yo no tenía que invertir en mucho, así que terminé dejando mi "inventario" en casa. 

Estaba entusiasmada con mi nueva iniciativa, y además tratando de ser optimista —raro en mí—, así que no me juzguen. 

La primera casa que limpié fue la de la señora Benson. En una semana logré crear un método de organización, aunque a la siguiente encontrara todo hecho un desastre nuevamente. El matrimonio de los Villa era más fácil, ellos cooperaban un poco más. La última era, casualmente, la casa de la señora del puesto de verduras del mercado. 

Me pagaban bien, pero lo mejor de todo es que terminaba exhausta y no tenía tiempo para pensar en Javier. 

Claro, eso hasta que volvieron las clases y tuve que enfrentarlo. 

Porque no es lo mismo decir que estás superando a alguien si no tienes que verlo, a cuando tienes que verlo todos los días. 

Nadie sabía lo que había pasado entre nosotros, pero todos vieron que cuando se marchó de la escuela, en su misterioso viaje, me engañó. 

Nunca terminamos, y la promesa rota latente, pinchaba mi corazon de tanto en tanto, recordándome inminente, que ambos teníamos una conversación pendiente. 

"Rimando ando".

Pero, ¿Cómo acercarte de nuevo a alguien que te ha hecho daño? 

No podía ni verlo. 

Cambié de lugar y Lydia —aparte de regresar con Raul—, se hizo mi amiga de nuevo. Empecé a entenderla un poco. Pude comprender su dolor.

Javier no hizo el más mínimo intento en acercarse. 

Y eso dolió mucho. 

De milagro pude contener a Kendra para que no le saltara encima y lo golpeara, mi padre por otro lado, uno de los días que fue a llevarme al colegio, casi lo atropella "accidentalmente", y aunque los amo y entiendo que hacen esto para defenderme, solo me complicaron un poco más las cosas. 

Resultó que la ex loca de Javier intentó chocarlo. 

En fín. Drama adolescente. De lo que huí toda mi "vida".

Y para completar la escenita del día, el electricista estaba fuera del colegio, esperándome. 

Me agarró en mal momento, porque de haber sido distinta la situación, incluso hubiera intercambiado palabras como un ser humano normal. 

Pero soy yo, no garantizo normalidad si tiene que ver conmigo. 

—Oye tú, ¿Me estás siguiendo o algo? 

—Hola a ti también, y me gustaría saber de donde sacaste semejante idea. 

—Estás aquí —dije obvia.

—Y por supuesto, eres el único ser humano a parte de mí que habita la tierra. 

—No seas sarcástico. 

—No vine por ti, hija, vine por mi hermana. 

—¿Ah sí? De todos los colegios, tu hermana justo estudia aquí, ¿Verdad? 

—Oye, no estoy de humor para este tipo de conversaciones, ¿Sabes?, lamento si malinterpretaste la situación. 

—Eso se escucha muy...

—¡Mar! ¿Qué haces aquí?

Me giré y mi cara debió ser un poema porque "Mar" se rió y le extendió un brazo a su hermana. 

Lydia. 

Lydia tenía un hermano y era casualmente el estúpido electricista. 

—Vine a buscarte, tu amiga me estaba hablando de lo buena que eres en matemáticas. 

—Isla no es amiga de nadie, Mar, seguro lo malinterpretaste. 

Tenía razón, pero igual dolió. 

—Creo que en este grupo tendemos a malinterpretar las cosas —dije sin mucho ánimo—. Lo lamento tú, electricista. 

—Me llamo Martín. Puedes llamarme Mar. ¿Todo bien con eso? Te ves mejor desde la última vez que nos vimos. 

—¿Ustedes se conocen? —interrumpió Lydia. 

—Sí. nos conocimos por accidente. Gusto en verte de nuevo, "Mar".

—Igual, "Isla". 

Mi mente repetía la frase de Lydia. Pensaba que estábamos bien, pero supongo que tenía razón. No sé por qué me molestó tanto que dijera eso delante del electricista. 

Si no me importaban ninguno de los dos. 

Me marché a mi casa con el rabo entre las patas, fueron demasiadas complicaciones ese día. 

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