8. ¿Amigo o enemigo?

Evan

—¿A quién buscas?

—Carajo—La pregunta de Miguel me toma desprevenido y acabo golpeando mi cabeza contra el enorme marco de la puerta principal—. ¿Te pagan por ser entrometido?

Me abstengo de continuar la discusión en cuanto el ascensor se abre frente a nosotros y ambos nos pegamos al marco aguardando en silencio a que alguien haga su entrada a la oficina.

—Solo es Rodri—confirma mi mejor amigo lanzando un golpe al mismo sitio adolorido en mi cabeza—. Creí que ya te habrías cansado de acosar.

—Yo no acoso.

—Y yo no soy entrometido.

El ascensor vuelve a detenerse en nuestro piso y repito el mismo proceso que me ha mantenido ocupado esta semana. De nuevo, no baja ella.

—Solo la necesito para que saque algunas copias, ya sabes.

—Estás lleno de mierda—ataca dando un par de vueltas sobre la silla giratoria—. Agradece que no le he contado a tu hermana los comentarios tan curiosos que tengo sobre la nueva pasante.

—Seguro le encantará oírte, los une el gusto por meterse en mi vida.

No es una acusación y él no lo toma como tal. Si hay alguien que se preocupa por mí, esa es Inés. Su instinto maternal me ha mantenido con vida todos estos años y ese instinto fue contagiado a Miguel hace años.

—¿Qué tiene la chica follada?

Creí que había sido claro con esa palabra.

—Alexei—corrijo.

—Eso dije.

Ignoro su provocación.

—Ha pasado una semana y aún no ha vuelto—No quiero decir que estoy preocupado, pero si, lo estoy.

El lunes no llegó al edificio. Ni el martes, ni el día después de ese. Los días avanzaron y pasé de cargar con su indiferencia a tratar con su completa ausencia Han pasado cinco días y nadie tiene noticias de ella, y si las tienen, no se molestan en compartirlas. Intento no mostrarme inquieto por su repentina desaparición y concentrarme en las actividades cotidianas de la emisora, pero mi preocupación pasó a un nivel más alto desde que avisaron que falta poco para la transmisión al aire de Comunícate, su programa favorito desde que está por aquí.

—Es una irresponsable—digo más molesto de lo que debería.

—Y tu un acosador, felicidades.

—Juego en pro de la vida, Miguel. ¿Quién soy yo para ir en contra de los planes del universo?

—¿Ahora juegas a ser amo del mundo? —Suelto una risa corta.

Yo no usaría esas palabras. No estoy convencido de creer en las señales del mundo, los azares del destino, la alineación de los planetas o la energía de las personas. Tampoco visibilizo un posible romance o la mejor de todas las historias. Solo creo en lo que tengo delante, siempre ha sido así.

Es eso lo que me impulsa a seguir hablando:

—No puede ser el azar. Bailo con sus amigas, tropiezo con ella en medio de una pelea y ahora está aquí, entregando copias en la emisora. Es la vida.

—Creo que ella preferiría llamarlo una serie de eventos desafortunados—concluye ganándose una carcajada de mi parte—Rodri no luce preocupado por su ausencia.

Iniciamos la prueba de sonido y la voz de Miguel suena amplificada en cabina. Yo, por otro lado, no puedo concentrarme entre mis vistazos al ascensor y la preocupación de que alguien más allá de estas paredes pueda escucharnos

— Seguro que el jefe sabe algo y se niega a compartirlo con sus nuevos amigos—Levanto una ceja ante el apelativo; amigos. Fue fácil para ella ganarse un puesto en esa lista, aun cuando siempre parece que no le hace mucha ilusión pertenecer a ella.

—No creí que te agradará.

—Nada de eso. Me agrada cuanto no está cerca tuyo y no te hace cometer estupideces—Eso ya es algo enorme viniendo de èl—. Me entiendes, algo como el beso de esa noche.

El beso.

Como si no tuviera suficiente con mi cabeza recordándolo cada mañana al llegar a Eureka o con mi lado razonable diciéndome que cometí una estupidez, ahora también tengo que escuchar a Miguel hablar de eso.

—Ya. Eso fue hace días—Le resto la importancia que le he dado este tiempo—. Seguro ni se acuerda.

—O seguro por eso no ha vuelto a Eureka.

Me niego a considerar esa opción.

—Quizá tenga problemas—Es decir, ¿Quién no los tiene? —. No solo a mi puede afectarme marzo.

De repente, la cabina deja de ser un sitio agradable y la incomodidad puede sentirse en el ambiente. Miguel no se atreve a mirarme, pero por la manera en que se levanta de su silla y se dirige al otro lado del salón para evitarme sé que me escucho.

—Cobarde—murmuro con suficiente fuerza como para que le llegue mi mensaje.

Tengo prohibido hablar del accidente.

No importa que se acerque el aniversario de ese hecho, ni que yo me encuentre inquieto por la tensión que hay en el ambiente siempre que me ven. Tenemos un acuerdo tácito de nunca mencionarlo y yo muero por romper dicho acuerdo. Por eso se lo conté a Alexei. Por eso y porque estaba teniendo un mal día, pero fue más por lo primero. Para mi sorpresa—y mi disgusto—no mostró interés alguno y aún sin saber que reacción esperaba, sé que no era esa.

—Si. Puede ser eso. Llevaba un par de días con mala actitud antes de desaparecer—Esa es su manera de evadir el tema, pero entiendo a lo que se refiere. Empezó con saludos cortos, miradas distantes, frases pasivo agresivas y más brutalidad de la que incluso ella se permite. La última vez que la vi me gritó por sacar una hoja en blanco y negro que debía ser a color. Si, todo rosas y chocolate ella.

No hay manera de retomar el tema que tanto me interesa sacar a colación y lo dejo pasar. Este será otro año donde se acercan a mí con precaución como si la menor mención del accidente me hiciera enloquecer o como si tuvieran que tratarme con algún tipo de cuidado. Me siento de porcelana esta semana y es ridículo. Ni recuerdo que pasó.

—Si tanto te preocupa ve y búscala.

—No.

—Pero...

—Que no.

Suspira.

No creo que él lo entienda. No puedo permitir que la idea equivocada se meta en su cabeza y que luego sea yo quien me quede con el tipo de vacío que solo puede dejar una persona que se vuelve importante para ti cuando decide dejar de serlo.

"Necesitas hacer más amigos" Eso decía Inés cuando nos mudamos al centro de la ciudad. Le creí. Esperaba que eso fuera lo que necesitará para mejorar; personas que no quisieran mi corazón, pero que se lo ganarán de cualquier manera. Claro, eso involucraba a las chicas. Fallé enormemente en ese ámbito. Me costaba mantener los límites y ahora prefiero no arriesgarme. Sin presiones, sin sentimientos confusos de por medio y sin corazones rotos cuando descubrieran que era incapaz de ser como ellas querían

—Entonces no estés por ahí quejándote—dice—. Lárgate antes de que me contagies tu obsesión.

Ahora no me iré solo para no darle la satisfacción.

Ocupo mi lugar entre la mesa de sonido y las pantallas de grabación moviendo botones al azar en un notorio interés por fingir que estoy haciendo mi trabajo. Falta poco para la emisión de Comunícate y se supone que Miguel debe pasar las últimas dos horas contestando llamadas y vigilando las cortinillas. Sin embargo, el último mes ese ha sido mi trabajo. Rodri no se ha atrevido a pedirme que me encargue de mis cosas y soy el único que permite que la chica de cabello corto se escabulla entre emisiones para ver la magia. Miguel dice que estoy muy involucrado, pero solo estoy haciendo un favor por una amiga en potencia.

Eso es todo.

Hoy encargarme del sonido parece innecesario. El verdadero máster está en cabina y la chica que me acompañaba está desaparecida. No hay nada que me mantenga aquí.

—Antes de salir asegúrate de verificar los horarios en el grupo—pide mi amigo antes de pasarse una fea camisa de brújulas por la cabeza. El muy idiota sabía que terminaría yéndome—. Puedes usar mi celular.

Arroja el aparato con descuido desde el otro lado de la sala y a mí me da un mini infarto de pensar en las posibilidades que tenia de no atraparlo.

—¿Y el grupo?

—Es el único chat fijado, Evan. ¿Dónde más debería estar?

Yo lo tengo archivado desde hace un año, pero no se lo digo.

—De acuerdo, listillo. Repite los nombres y hablaré cuando falte uno.

La lista parece interminable. Él nombra cada locutor junto a su hora de salida al aire mientras yo verifico que tengamos los tiempos de sus intervenciones. Esto es innecesario, pero Rodri insiste y es él quien llena mi nómina. Faltan pocos nombres por ser comprobados cuando un mensaje reciente me devuelve al inicio del chat y me hace perder los estribos.

—Lo que me faltaba—murmuro—. Dame un momento.

El muy idiota continúa lanzando nombres al aire y yo me distraigo con el nombre en el chat que interrumpió nuestra tarea.

Willy Wonka:

Entregables.pdf

¿Desde cuándo agenda sus contactos con apodos?

El chat está lleno de documentos del mismo número y no tardo en identificar los archivos de los deberes asignados para Alexei esta semana.

Debe ser un chiste.

Sin detenerme a pensar en lo que estoy haciendo selecciono el número y le doy a llamar. De este lado, Miguel sigue lanzado nombres y horas. Timbra cuatro veces antes de oír su voz.

—¿Pasa algo?

—¿Alexei? —Mi amigo detiene su verborrea y abre sus ojos en mi dirección. Atrapado, gusano—. ¿Hola?

—Hola, Evan—Su voz es rasposa. Debe toser un par de veces para aclararla y puedo asegurar que lleva días sin utilizarla—. ¿Pasa algo?

—¿Por qué no has trabajado? —Eso no era lo que quería decir, pero lucir como un jefe molesto es una zona más segura. Por otro lado, su pequeña risa me desconcierta.

—Lo he hecho. He trabajado todos los días desde casa.

Los archivos, claro.

—¿Estás bien?

—Si—Pequeña mentirosa—. Solo un poco resfriada. ¿Necesitas algo?

¿Necesito algo? Respuestas. ¿Le diré eso? No.

—No. Solo queríamos asegurarnos de que continuarás con vida.

—Pudiste preguntarle a Miguel, ha estado preguntado por mi estado los últimos días.

—¿Ah sí? —giro a verlo con desagrado— ¿Él ha hecho eso?

—Si. Es probable que vuelva a Eureka en un par de días. No deben preocuparse.

Ni dibin priicipirsi.

—Agradecería que también me mantuvieras al tanto de tu estado. Ya sabes, por temas de logística en la emisora y eso—¿Qué demonios me pasa? Puedo escuchar su risita del otro lado —. ¿Te parece gracioso?

—Un poco, sí. Mi número está en el grupo, podrías haber preguntado—No, no podría. No hay forma alguna en que pudiera haber entablado una conversación con ella sin que pareciera sospechoso o necesitado. Si, quiero una amiga. Pero no quiero rogar por una, sobre todo teniendo en cuenta mi historial de amistades de los últimos años—. Ya sabes, por la logística y eso.

Como le gusta pasarse de lista.

—Gracias por llamar, casi pareces buen amigo—. Ouch. ¿Me siento más seguro ahora que ha dejado claro que me considera su amigo? Si. ¿Me disgusta que me llame así? Por mi madre que sí—. Debo colgar, Evan. Neccesito descansar.

—Suenas como que llevas en eso una semana.

—¿Vas a acusarme con tu supervisor? —Debe estar muy enferma si ha vuelto a meterse conmigo.

—Lo dejaré pasar. A tu tercer strike quizá estés fuera.

Quiero que vuelva a reírse conmigo, pero no lo hace. El pitido en la línea me confirma que ha colgado y ahora solo puedo centrarme en el chico que ha estado llamándome acosador la última semana y ha fingido la misma preocupación por nuestra "amiga".

—¿Algo que explicarme?

—No, la verdad es que no.

—Miguel.

—Evan.

—Comienza a hablar.

—Ya te dije, es mi amiga—Mi trasero— ¿Tú no te preocupas por tus amigos?

—No tengo muchos—confieso con rencor—. De hecho, estoy cerca de tener un total de cero.

—Puede que le haya escrito un par de veces para saber cómo estaba.

—Has sabido de su paradero toda esta semana—No es una pregunta y aun así se atreve a asentir sin ninguna pizca de remordimiento—Te voy a matar.

—No, no lo harás.

Oh, claro que lo haré.

Me lanzo contra él sin darle chance a esquivarme y ambos acabamos en el suelo. Ninguno se atreve a golpear.

—Cálmate tigre, ya la escuchaste. Pudiste haberle escrito.

—¿Y tú por qué lo escribiste?

—La escuché llorar en el baño hace unas semanas—Me detengo. La idea de que algo le esté pasando no me agrada para nada y no puedo explicar la razón—. No me mires así, me pidió que no te lo dijera y no soy un soplón.

Si, claro.

—Quise asegurarme de que estuviera bien y visitarla no era una opción.

¿Cómo dice?

—¿Por qué sabes dónde vive?

—Y mi mamá cree que eres el listo de los dos—Se burla el muy desgraciado—. Tenemos su información en la oficina.

Ni siquiera estoy seguro de que eso sea legal.

—¿Interrumpo? —La primera locutora del día ha llegado antes de lo planeado y ha encontrado a su máster número dos sobre su máster número uno. Genial.

—Para nada, adelante—Me pongo de pie y no me molesto por ayudar al traidor en el suelo—. Puedes pasar cabina, no tardamos en comenzar.

Sacudo las arrugas inexistentes de nuestra inexistente pelea y me giro para intentar golpear la cabezota de mi ex mejor amigo.

—Seguirá unos días en casa, seguro puedes sacar tiempo para verificar como está por ti mismo.

—No pienso hacer eso.

—Yo solo intento ayudar, tómalo como un consejo.

—¿Ahora me ayudas? Que considerado.

—Mira, basta con echarle una ojeada a su carpeta y caminar un poco hasta su casa. ¿Qué tienes que perder?

No lo sé, ¿Mi dignidad?

—No pasará—Comienzo a alejarme del estudio y sé que él sabe que iré directo a esa maldita oficina por esa maldita carpeta. Lo pienso bien antes de irme por completo—. ¿Crees que unas flores sean demasiado?  


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