08 | E L I S E
Cuando me doy cuenta de que Ray ha arrancado el auto, me apuro para atascarme a la boca el pedazo de tostada que Milen se encargó de hacerme comer y salgo corriendo a la calle para alcanzarlo. Pero de nada ha servido, ya está dando la vuelta por la esquina.
Doy un pisotón a la acera.
Él me lo advirtió, pero no creí que fuera realmente capaz de cumplir su promesa. Él no llegaba tarde y yo mucho menos, pero las sabanas se me habían quedado pegadas. ¿Y qué otra cosa más que dormir otros cinco minutos más iba a hacer?
Aunque, también sabía que me había estado evadiendo por los días que le siguieron a mi llegada, sobre todo después de haberle visto llorar. No entendía bien lo que le ocurría y al parecer a Milen tampoco se lo había querido contar. Todavía. Sabía que tarde que temprano ambas lo sabríamos, solo era cuestión de tiempo.
Miro hacia los lados confusa y salgo corriendo por donde ha dado vuelta el carro de Ray, por suerte lo alcanzo cuando el semáforo se mantiene en rojo, pero una vez que descanso cinco segundos cambia a verde y con él el auto arranca, sigo corriendo detrás de él por unas cuantas calles más y termino rindiéndome a la tercera, cuando me doy cuenta de que estoy haciendo el ridículo. Estúpido Ray.
Después de eso me resigno a caminar, por lo que me dedico a seguir a algunos estudiantes que caminan hacia la dirección en la que se supone que se encuentra la preparatoria. Al menos espero que sí se dirijan hacia allá, sino estaré perdida completamente.
Estoy furiosa, soy un desastre y justo es el primer día.
Para rematar, un chico me tira agua de un pequeño charco con su motocicleta y chillo a más no poder.
¿Es el día de hacerle la vida difícil a Elise?
Camino hacia la dirección de la escuela y eso lo sé por las grandes letras doradas que señalizan el lugar. Una mujer con gafas enormes me mira desde abajo en su pequeño asiento y continúa escribiendo en su ordenador a la espera de que rompa el silencio.
Me aclaro la garganta para llamar su atención, pero continúa ignorándome, por lo que comienzo a hablar. ¡Que buen recibimiento, oye!
—Buenos días, soy Elise Wesley y me acaban de transferir a tercero. De nuevo —murmuro lo último y observo como teclea mi nombre.
—Plano —me da una hoja con todos los datos y lugares de la escuela, la tomo con torpeza—. Clase —señala un punto con el número ocho y sé que esa es la clase en la que debería de encontrarme en estos momentos.
—Gracias —no hace amago de responder por lo que me voy directo a buscar el salón, no sin antes echarle un último vistazo y confirmar que definitivamente le hace falta algo de diversión y carisma o un buen tratamiento del cuidado de la piel para embellecer su aura.
No me es difícil encontrar el salón, hay un enorme número ocho pegado en la puerta por lo que entro despavorida.
Al primero que observo es a mi hermano. Así que tenemos clases juntos, ¿eh?
Me mira sorprendido y murmuro un idiota que capta al segundo y sonríe burlón.
—Señorita —la voz del profesor me hace girar la cabeza en su dirección y a la vez percatarme de que tengo todos los ojos puestos encima—. Llega tarde. Espere afuera a que la atienda al terminar la clase —me quedo sin palabras.
¿Qué? ¿Tanto esfuerzo para nada?
Asiento avergonzada, doy un traspié y cierro la puerta con lentitud, asesinando a Ray y al viejo en mi cabeza, de manera lenta y dolorosa.
Tomo asiento en la banca que hay afuera del aula y miro hacia el frente sin mucho interés. Me pongo en pie cuando observo varias fotos del equipo de básquetbol, sabía que Ray era bueno en el deporte, pero no qué tanto. Había trofeos con el primer lugar, fotos suyas cargando el balón y demás objetos representativos del equipo adornando una vidriera en el centro del pasillo. Con razón llamaba a papá luego de cada juego, él era realmente estupendo.
Una punzada me pincha el corazón, he sido demasiado descuidada, no he prestado atención de verdad al exterior, me he quedado siempre en la burbuja de la perfección, sin considerar que probablemente era mi hermano, al que de verdad le estaba yendo bien.
Sigo caminando por el pasillo aún con el remordimiento en mente, avanzo unos cuantos pasos más adelante y sonrío cuando localizo los cuadros de honor.
Antes, con Diane, ocupábamos siempre alguno de esos puestos en nuestra escuela en Georgetown.
El tercer lugar es un chico, Thomas McDowell, el segundo una chica y cuando continúo con la inspección, me colapso.
De nuevo él.
Acaricio la tablilla con su nombre con la punta de mis dedos.
Lance McKeen, no suena mal.
Miro una vez más su fotografía y delineo su contorno en mi mente. Vaya que es realmente, muy, bastante... atractivo.
—¿Sorprendida?
Una voz tranquila detrás de mí me hace dar un saltito del susto, siento a mi corazón latir acelerado. Me han atrapado.
¿Quieren que me dé un infarto?
Cuando reparo en qué hay alguien detrás mío vuelvo a congelarme.
Oh no, que no sea... por favor. Que no sea quien creo que es.
Lance me analiza tranquilo, con los labios apretados, como si estuviera reteniendo... una carcajada.
¡Por Dios, que tonta!
—Ahora sabes cómo me llamo —menciona señalando la placa, esta vez sí parece reconocerme. Probablemente del café —. Pero yo no sé tu nombre. ¿Cómo te llamas?
—Me asustaste —es lo primero que alcanzo a decir en reproche por el susto. Y encima se burla, sonríe sereno y esta vez no puedo pasar por alto los hoyuelos que se forman en su mejilla izquierda.
Su fotografía lo hace ver serio y malote, en realidad es bastante mono.
Esta vez me dedico a observarlo atenta.
Creo que le he juzgado mal dos veces consecutivas.
Bueno, ya sabes lo que dicen; la tercera es la vencida.
—Lo siento —se disculpa, mirándome con fijeza y curiosidad.
De nuevo, qué vergüenza.
Aun así, intento no cohibirme y le sostengo la mirada. Niego, restándole importancia y decido presentarme del mismo modo en que lo ha hecho él.
—Soy Elise.
Me sonríe.
Oh Dios mío. Tremenda sonrisa la del muchacho.
Céntrate Elise.
Señalo detrás de mí aún embobada y miro el cuadro con su foto. Si así serio luce guapo, sonriendo es una combinación entre guapo, sexy y acreedor del pecado.
—Solo estaba viendo.
—Claro —se aclara la voz y alza una ceja.
Habla Elise, por Dios.
¿Por qué cada vez que le ves te quedas muda?
No. Más. Chicos.
No. Más. Chicos. Recuerda el plan.
Relamo mis labios.
¡A la mierda el plan!
—Cuadro de honor, ¿eh? ¿Quién se lo hubiera imagina...
La pregunta se queda revoloteando por mi cabeza al tiempo que Ray interrumpe el extraño encuentro, interrumpiéndome.
Vas acumulando puntos en tu contra hermanito.
Ray le mira echando chispas de sus ojos, es extraño lo que sucede. Ambos parecen estar a punto de saltar hacia el otro, por lo que interrumpo los pensamientos asesinos que tengan. No entiendo nada.
—¿Todavía no puedo pasar?
Inquiero hacia mi hermano, en búsqueda de su atención.
Él niega aún en silencio y sin mirarme.
—Aún no, quien te manda a llegar tarde —cuando se gira, suaviza sus gestos.
Achico mis ojos en su dirección. Si será idiota.
—Cállate —espeto y el muy cínico se ríe de mí, olvidando el hecho de que hace no más de unos cuantos segundos asesinaba al chico frente nuestro con sus miraditas de hermano sobre protector—. ¿Entonces por qué saliste?
—Me aburría ahí dentro —se encoge de hombros y bufo mirando a sus espaldas. Lance ya se ha desaparecido por el pasillo. Estupendo.
—¿De qué hablaban ustedes dos?
Inquiere nuevamente tenso y señala con su cabeza hacia donde el chico se ha desaparecido.
—De... nada.
Ray asintió con la mirada perdida.
—Elise, ten cuidado con Lance, ¿quieres?
—¿Por qué? ¿Quién es?
—Solo... no es de fiar. Dejémoslo en eso.
Fruncí el ceño, eso no me respondía mucho, sin embargo, asentí y volví a tomar asiento.
—Y si es posible, no te acerques a él.
Ray parece querer decir algo más, pero se da la vuelta con una mano en la nuca y desaparece por la misma dirección por la que se ha ido Lance antes.
Me quedo extrañada con toda la situación.
Es verdad que cuando conocí a Lance me atemoricé por su estado de ebriedad y... más que nada por los recuerdos de Jess en ese estado. Pero el chico no me había hecho absolutamente nada y ahora que finalmente habíamos entablado una breve conversación me había parecido hasta simpático.
Atribuí el enfado de Ray a celos de hermano sobre protector, aunque, aun así, algo no parecía cuadrar. Ya luego lo averiguaría.
Alzo la vista y observo a Lance frente a mí, me mira, pero esta vez agacha la cabeza y vuelve a retomar el camino hacia el aula.
Sus moretones de días me habían sorprendido un poco, no parecía alguien peligroso, ni mucho menos alguien que se metiese en peleas.
Un breve pensamiento me hizo cambiar de opinión, y si...
¿Y si había sido Ray?
Y si realmente él lo había hecho, la pregunta sería ¿Por qué?
Cuando me encuentro fuera del radar de ambos, mi mente logra aclararse tan solo un poco. Jamás desconfiaría de Ray, en realidad a Lance no lo conocía de nada, tal vez mi hermano tuviera razón. Tenía que comenzar a sopesar realmente la idea de que no todos los chicos, aunque parezcan de fiar, lo son.
Aunque también debía dejar de ser paranoica, no por uno, la llevaban todos.
Los hombres eran un dolor de cabeza, fin de la discusión.
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