06 | E L I S E
La reacción de mi madre al encontrar todo el desastre que estaba hecha la casa era definitivamente de decepción y de furia. Al parecer Ray no tenía previsto que ella se enterase de sus planes, pero luego de que papá le llamará cuando se dio cuenta de que mi hermano había montado una fiesta y no me había ido a recoger al aeropuerto, no tuvo más remedio que dejar el trabajo y atender a sus hijos.
Cuando me miró toda empapada, me mandó a bañar y se quedó a solas con Ray, quien intentaba explicar sin muchas ganas cómo es que había condones y colillas de porros en las mesillas.
Decidí que lo mejor era escaparme antes de que también quisiera agarrárselas conmigo de alguna forma y tomé una ducha rápida en lo que arreglaban las cosas los del servicio.
Mi madre me esperaba más calmada afuera del baño y me guió hasta mi habitación, sin preguntar si tenía hambre o no, me dejó ahí encerrada.
Al menos se preocupó por darme techo.
Cuando escuché unos pasos dar zancadas pesadas afuera de mi habitación, abrí la puerta con la esperanza de que mamá me hubiese enviado un emparedado como mínimo, pero contrario a ello me topé con Ray, quien me miró al verme asomada y después se giró hacia su habitación con desgané.
Estaba a punto de cerrar la puerta una vez más cuando se volvió de nuevo en mi dirección y me miró por unos cortos segundos, sin verme realmente. Parecía que se estaba sopesando realmente lo que fuera que me iba a decir, le esperé, pues no se me hizo prudente cerrarle la puerta en las narices. Le conocía y no parecía estarla pasando muy bien.
Seguro que por lo del regaño de mamá y también el de papá, la fiesta arruinada... Lo que fuera que tuviera le obligó a acercarse y murmurar algo inteligible.
Después de unos instantes comprendí lo que me decía entre dientes.
Me quedé pasmada ante su petición.
—¿Puedo quedarme hoy contigo?
Desorientada, miré su habitación, la cual se encontraba frente a la mía, volví la vista a Ray quien me miraba híper serio. Le miré confundida, pero de igual forma me hice a un lado dejándolo pasar, no comprendía mucho lo que le sucedía.
Mi hermano cruzó la habitación en dos largos pasos y se tiró sobre el sofá al costado de una estantería vacía al lado de mi cama, se acostó y se cubrió los ojos con el antebrazo apenas se dejó caer.
—Perdón por no haber ido antes a recogerte, Elise.
Se disculpó con voz entrecortada.
Intenté agudizar el oído.
Esto no me gustaba para nada.
—No te preocupes, ya pasó —le disculpé tomando asiento en mi cama, observándolo aún en la oscuridad, alerta.
No había que ser genios para adivinar que no estaba en su mejor estado de ánimo y odiaba cuando se decaía de aquella forma. Ray no era mucho de los que se deprimían, mucho menos por cualquier tontería.
Noté como luego de un rato en silencio me dio la espalda, creí que había caído rendido del sueño, pero entonces sus omoplatos comenzaron a encogerse y su respiración a entrecortarse. No tardó mucho cuando sus bajos sollozos llegaron a inundar el silencio de la habitación.
Se me partió el corazón.
—¿Ray?
No obtuve respuesta.
—¿Qué pasa?
Lo mismo.
Continuó sin responder, por lo que decidí darle su espacio, sin saber muy bien como reaccionar.
Otras veces había visto a mi hermano llorar, pero había sido por cosas de niños, por juegos perdidos o por fastidios de mi parte. Pero esto era mucho más serio que eso, Ray ya no era un niño y para mí aún resultaba difícil comprenderlo.
Antes de salir de la habitación le cubrí con una manta y él se escondió de mi escrutinio. Tenía demasiada hambre, por lo que prepararme algo rápido de comer le daría algo de tiempo para pasarla a solas.
No creo que la discusión con mamá le haya afectado a tal punto, desde que me fue a buscar ya estaba serio, demasiado serio como para ser él. Algo realmente le afectó fuera de nuestro círculo familiar y descubriré el qué, después de todo, es lo que los hermanos mayores hacen y ahora que estoy acá es hora de comprometerme con el papel.
Reconocí a varias personas recogiendo al pasar por en medio del desastre, mamá ya no se encontraba cerca, por lo que me encaminé sin estorbarles de su trabajo hasta la cocina y por suerte me encontré con las sobras de una ensalada fría en buenas condiciones en el refrigerador, Milen jamás dejaría que mi hermano o madre se intoxicaran, por lo que le di el visto bueno.
—¿Elise?
Me giré al escucharla. Como quien es descubierta en medio de un delito. En este caso, yo me encontraba asaltando su comida.
—¡Hola, Milen!
Sonreí al verla frente a mí, no había cambiado en nada. Era la misma mujer bajita, menuda y de ojos expresivos que tanto había esperado a ver.
Se quedó pasmada en su lugar con los labios aplanados en una fina línea, no dijo más y avanzó hasta donde me encontraba para apretujarme entre sus brazos, en un abrazo que casi me hace dejar caer el recipiente de vidrio de mis manos.
—¿Qué estás haciendo? —inquirió luego de dejarme ir.
Miró la ensalada y negó de un lado a otro quitándome la vasija de las manos. Todo su rostro simpático se había contraído en una mueca de horror.
—Deja eso. No estarás pensando en comértelo.
Me miró con una ceja alzada y negué frenéticamente.
—La verdad es que...
Ni siquiera me dejó terminar cuando ya se había dado la media vuelta en busca de sus armas. Ella era una ninja de la cocina, era rápida, eficiente y una excelente cocinera. Nada se le quemaba, ojalá pudiera decir lo mismo de mis habilidades culinarias.
La abuela decía que si por mi fuera sobreviviría a base de sopas instantáneas y aunque no me agradaba admitirlo, tenía razón.
—Te prepararé unas tortitas de huevo. ¿Qué te parece?
No esperó contestación, tampoco es que fuera a negarle su comida. Milen era como una abuelita joven, todo, cualquier cosa que preparará, por más simple que fuera, le quedaba como a los dioses. Y por ello mamá la adoraba.
—Tú abuela debe de cocinarte riquísimo en casa, no puedo dejar que comas las sobras de antier.
Me riñó. O intentó hacerlo, sus regaños nunca sonaban a regaños realmente.
—No te preocupes, nadie se va a enterar, además es muy tarde. Déjame comerlo.
A pesar de todo, insistí un poco.
—No —sentenció mirándome de reojo y guardé silencio de inmediato—. Te prepararé algo.
Suspiré en derrota y me dejé caer en el asiento de la barra a sus espaldas. La verdad era que la adoraba muchísimo.
Miré el barril de cerveza frente a mí e hice a un lado la basura de la barra, Ray realmente había dejado un reverendo desastre.
—¿Mamá se fue a dormir? —pregunté luego de unos minutos.
—Sí, mañana debe levantarse temprano.
Si por ella fuera, mamá dormiría en su misma oficina. Casi no salía de ella, según lo que me contaba Ray al teléfono.
Sabía que las cosas estaban tensas y entre nosotras mucho más. Yo había decidido quedarme con papá y desde entonces cada saludo de su parte era seco y cortante. Creí que la separación sería entre mi padre y ella, pero la línea cruzó hasta el punto de involucrarme.
—¿Cómo estuvo el vuelo?
Me enderecé al escuchar la voz de Milen.
—Cómodo —me encogí de hombros, me había dormido casi todo el camino, por lo que no tenía mucho que contar—. No estuvo mal.
Me puse de pie nuevamente y me acomodé a su lado, dejando caer mi peso contra el lavaplatos.
—Qué bueno —sonrió cálida —¿Y tú padre y abuela cómo están?
—Bien, se resistieron un poco a la idea de enviarme de vuelta, pero al final se rindieron. La abuela sigue extrañándote mucho, las llamadas para ella nunca son cosa suficiente.
—Ahora veo por qué me habla todos los días.
—Trata de dejarle colgada un día.
—¡Y vivir el purgatorio después! No, niña.
Reí contagiándole.
—Tienes razón, es muy pesada cuando la ignoras.
—Seguro que ya la echas de menos.
—Bastante —admití, pensando automáticamente en lo que estaría haciendo a esas horas—. Seguramente ahora se encuentra viendo una novela.
—¿Has visto la hora que es?
Miré la hora en el gran reloj con forma de limón y me sorprendí de lo tarde que ya era.
—¿Qué haces aún despierta? ¡Son las 2 de la mañana!
—Ayudaba a Fred y los chicos a terminar de recoger la estancia.
Me arrepentí de inmediato en aceptar que me cocinará algo, sin embargo, para ese punto ya se encontraba sirviéndome las tortitas en un plato y mi estómago al ver la cena gruñó en respuesta. Estaba muerta de hambre.
—Lamento el desastre. Acabando les ayudo con él —aseguré atascándome inmediatamente el tenedor a la boca. Apresurándome en devorar mi cena para cumplir con mi palabra.
—Ya casi terminan —mintió comenzando a recoger los utensilios que había utilizado.
Dudé un momento y finalmente pregunté lo que llevaba rondando mi cabeza desde que había bajado.
—¿Sabes qué fue lo que le ocurrió a Ray?
Dejó de lado la jabonera y se giró a verme confundida. Si a alguien quería Milen más que a mí o a la abuela, ese era Ray.
—No, ¿por qué preguntas?
—Bueno, no fue a recogerme al aeropuerto, tuvo que contactarlo papá para que fuera por mí a la parada de autobús de la esquina —resultó que mi sentido de la orientación aún me medio funcionaba, estaba casi llegando a casa cuando papá me había localizado—. Pero estaba muy serio. Sin contar que está dormido en mi habitación ahora mismo, pero no me dijo por qué, teniendo su propia habitación delante.
—Mañana trataré de sacarle algo —dijo después de un momento, reflexionando la situación.
Si a ella le parecía raro, a mi mucho más. Ya había comenzado a creer que en realidad no conocía a mi hermano.
Acepté y continué cenando.
Esperaba que Milen pudiera convencerlo de hablar, estaba segura de que lo lograría ya que conmigo aquello sería imposible y lo entendía. Había cosas que no me contaba. Y también había cosas que yo no le contaba a él. En realidad, bastantes cosas eran las que yo me guardaba.
▫️▫️▫️▫️
Como las clases para mí iniciaban hasta el lunes de acuerdo al plan del director, decido que no puedo perder el tiempo sola en casa mientras paso un semestre repetido de nuevo, por lo que guardo un par de cosas en un bolso que mamá me haría tirar a la basura por el bien de su reputación y decido deambular cerca de casa agradeciendo internamente el hecho de que hubiese salido temprano con Fred hacia su trabajo.
No han pasado más de diez minutos cuando coincido en la esquina lateral de una calle con Rosings, la cafetería a la que solía ir con la abuela. De pronto una idea se me viene a la cabeza y decido que es el momento exacto para hacer algo de provecho.
Aún no he juntado el dinero suficiente que necesito para cuando entre a la universidad, por lo que eso me da agallas y decido cruzar por la puerta de uno de mis antiguos lugares favoritos.
Una chica castaña bastante simpática me saluda con una sonrisa y me acerco a ella. Es la única persona dentro que atiende este lugar, perfecto.
—Hola —saludo y continúa mirándome con simpatía, lo cual hace que me agrade al instante—. Me gustaría saber si están contratando —voy directa al grano y la chica me mira con duda por un momento, para luego asentir emocionada.
—¡Claro! ¿Tienes experiencia?
—Ya he trabajado antes, pero en un restaurante —me encojo de hombros y recorre su vista hasta la caja, corriendo a por un formulario.
—Perfecto, mira, sólo hay que llenar estos papeles pero es por mero requisito —asiento, al tiempo que la campanilla de la puerta vuelve a sonar—. Pero no te preocupes, si has trabajado en un restaurante antes, segurísimo obtendrás el puesto sobre cualquier otro candidato.
Alienta, aliviando mi tensión.
Me dedico a llenar las hojas y ella espera paciente mientras me indica de vez en cuando qué es lo que debo poner en ciertos espacios.
Cuando termino, siento la presencia de alguien a mi lado, me giro y me sorprendo al ver a quién tengo enfrente, todo amoratado y sangrando, por un momento me asusto, es él. El de anoche.
Parece que no me reconoce, mucho mejor.
—Ya está todo completo —corto la conexión que me ha mantenido ida en estos últimos cinco segundos y, avergonzada, asiento de nuevo—. Nosotros te llamamos —dice ella risueña y le agradezco antes de salir disparada del lugar, ya no tan segura de querer el puesto.
Regreso a casa, siendo que apenas acabo de salir a explorar los alrededores y me refugio en mi nueva habitación, pasando por alto el hecho de que un par de personas se encuentran introduciendo un nuevo colchón a la recamara de mi hermano.
Cierro la puerta a mis espaldas para brindarme privacidad y reparo en las maletas abandonadas en la esquina de mi cama, me acerco a ellas y comienzo a desdoblar mi ropa y a apilarla dentro de los cajones vacíos. No hay mucho más que hacer, por lo que la tarea por lo menos, me resulta entretenida, es un milagro que el agua no dañase mis pertenencias, pero eso me da menos trabajo y menos entretenimiento.
Cuando termino, me tiro encima de la cama y reproduzco en aleatoria la lista de música de mi celular. Todavía me queda mucho por desempacar y reacomodar, pero al menos la cama ahora se encuentra despejada de toda prenda.
Cierro los ojos cansada y dejo que unos ojos verde jade reemplacen a los chocolate que siempre se meten cada cuanto pueden a mi mente. Es ridículo que esté pensando precisamente en un chico y más en ése. Pero no puedo luchar contra lo que a mi inconsciente se ha aferrado.
Me dio un poco de miedo verlo en ese estado amoratado, mis pensamientos comienzan a dejarse llevar de nuevo sobre cómo pudo haberse hecho esos golpes y de pronto la que se golpea mentalmente soy yo.
Ni siquiera lo conozco, no me dio una muy buena primera impresión y sin embargo, esos ojos suyos a pesar de todo el distanciamiento y amenaza que pudiera emanar su persona me parecieron gentiles.
Pero qué puedo saber yo de ojos gentiles, la gente se equivoca. Lo más probable es que no lo vuelva a ver y mejor así, lo que menos necesito ahora es interesarme por otro chico. No es ese mi plan por ahora.
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