Capítulo 39




Alexander intentó apartar la preocupación que asolaba a su compañera como una daga invisible escociendo la carne, pero sabía que era una tarea imposible, pues mientras Gala parecía ser la encarnación de la serenidad, por dentro la tormenta giraba en remolinos. Y el vínculo filtraba gran parte de esa tormenta. Sus propias emociones entremezcladas, tan compenetrados el uno en el otro que separarse no era una opción, como si lo quisieran... Ninguno lo querría, ninguno daría un paso atrás.

Durante el almuerzo no tocaron el tema, tampoco sobre la ferviente necesidad que los consumía, o del muro invisible que seguía apartándolos. Quizá eso era lo que más les inquietaba, si ambos eran compañeros, si ambos sentían el tirón de emparejamiento, ¿por qué no sucedía?

Alex sabía que no era algo que pudiera forzarse, pero si ambos se reconocían mutuamente como compañeros solía ser más rápido y sencillo, con los demás, aquellos que solamente se vinculaban, costaba un buen tiempo y hasta cabía la posibilidad de que jamás se reconocieran como compañeros.

No había duda de que ellos lo eran.

Pero algo los mantenía en este limbo, no era que le disgustara el vínculo, era algo hermoso y feroz y demandante, una fuerza en sí mismo que lo hacía sentir pleno, pero como cualquiera, quería más, mucho más. Seguía creyendo que tenía que ver con aquellas grietas negras, que no habían dejado de crecer desde el núcleo del vínculo, en lo profundo de la llama azul glacial que era la energía vital de Gala.

El vínculo les dejaba ver la energía vital que corría por dentro, pero Alexander no podía ver la suya, su energía no podía ser la oscuridad agrietando el núcleo, porque tenía un sabor amargo y poderoso, la sensación de peligro lacerante que hacía a su león mostrar los dientes y erizar el pelaje. Definitivamente no era suya, ¿sería la de Gala? Si fuera así no explicaría la hermosa llama azul glacial.

Él no le dijo sus inquietudes en el almuerzo, y a pesar de que no le agradaba la idea de que volviera a perderse toda la tarde, la dejó ir. Aunque su beso fue dulce y su abrazo una marca de calor suave, Gala dejó a Alexander con un sabor amargo en la boca, la sensación de vacío en el pecho.

-¿Estás ocupado?

Alexander levantó la cabeza y se sacudió los pensamientos ante esa voz masculina, con un profundo tono cálido. De pie junto a su mesa, estaba un hombre joven, podía fácilmente ser comparado en tamaños con un cambiante león pero este hombre tenía una fuerza mucho más imponente, la piel dorada, el cabello oscuro rapado en un costado con líneas que formaban algún patrón simbólico y ojos ligeramente afilados, caídos en los bordes.

-No, ya he cumplido con mis deberes.

Las fosas nasales del hombre se expandieron, estaba reconociendo las señales. Por su parte, Alexander no encontró signos de que estuviera acoplado o vinculado.

-Me ha enviado Sakari -dijo el hombre, con un movimiento de hombros se acomodó la camiseta de algodón negra-. Te quiere ver en el taller de artesanías. Debo llevarte ahí.

El león amasó las garras, inquieto.

-No planeo hacer ningún movimiento -agregó con un tono plano, luego se cruzó de brazos y desvió la mirada a un punto más lejano-. Tu compañera me arrancaría la garganta si lo hiciera, y todavía tengo planes a futuro.

Riendo por lo bajo, Alexander no pudo sentirse cómodo con esto. Pero si llegaba a ser acorralado por este hombre, de seguro no sería en medio de la sala comedor de la Guarida, donde todavía quedaban más de veinte personas. Si los osos guardaban un poco de sentido común, jamás permitirían que dañasen a la pareja vincular de uno de los suyos, porque eso significaba que el otro también resultara herido.

Este hombre, con la complexión robusta de un soldado adiestrado, lo tomaría de imprevisto, con la guardia baja y en un sitio alejado. Alexander sintió una vieja sensación corriendo en su sangre, y el instinto que lo mantuvo con vida durante tanto tiempo cuando fue un peleador se asomó para calentar su cuerpo.

-De acuerdo.

Jamás había peleado con un oso polar, pero siempre había una primera vez para todo.

Esperaba que esta no fuera la ocasión donde tuviera que hacerlo...

-Soy Tikaani -comentó mientras caminaban lado a lado atravesando el amplio salón hasta un extremo-. Soldado.

Alexander no estuvo seguro si era su oficio en el clan o el significado de su nombre.

-Alexander -se presentó.

Tikaani le hizo un ademán respetuoso al detenerse, luego se agachó y deslizó los dedos sobre una sección del suelo revelando la cubierta de un panel digital. Tras activarlo, introdujo unos códigos y otra sección rectangular del suelo se deslizó hacia atrás, exponiendo una entrada con escaleras de metal.

Alexander relajó el puño que inconscientemente había apretado a un costado del cuerpo. Tikaani no dijo nada al respecto, Alex solo respiró profundo de forma discreta y contó hasta diez mientras seguía al hombre hacia la profundidad de un pasillo bien iluminado. Plantas de interior cubrían las paredes pintadas de azul claro, el pasillo tenía una ligera inclinación que lo hacía parecer inestable.

O tal vez, era él quien se sentía inestable.

Tikaani no volvió a hablar y el pasillo se le hizo interminable, la inclinación se transformó en ascendente y pronunciada conforme se acercaban a una entrada de la que provenían sonidos familiares. El taller de artesanía debía estar conectado con la guarida y oculto en alguna parte en el exterior. La presión en el pecho de Alexander disminuyó al subir, la suavidad de la alfombra con intrincados diseños que tapizaba el suelo en colores rojos y dorados amortiguó sus pasos. Tikaani se le adelantó y fue hacia una de las tantas mesas de trabajo llenas de papeles, recipientes, tijeras, botellas de pegamentos, pinturas y demás herramientas.

El aire estaba un poco viciado, y abundante con olores a maderas, plantas, pegamento, resinas y barnices. Además de las esencias de los artesanos, quienes eran en su mayoría jóvenes y adolescentes. Los adultos solo debían estar como supervisión, pensó, mientras echaba un vistazo general a los alrededores. La construcción del taller era igual, una cúpula de paneles triangulares de vidrio unidos con barras de acero, la diferencia era que estaba cubierto con algo que dejaba entrar la luz pero no permitía ver el exterior.

Era como entrar a un enorme invernadero.

-Te traje lo que pediste -escuchó a Tikaani hablar, y fue hacia él.

Lo encontró en el extremo más alejado del taller, donde Sakari tenía la mesa llena con aves de papel de múltiples colores. En cuanto lo vio, la mujer anciana dejó la que tenía en proceso y se puso de pie, rodeó la mesa y abrió los brazos. A Alexander se le encogió el corazón, sus grandes y expresivos ojos marrones estaban vidriosos de emoción. Fue hacia ella, hacia sus brazos. Y se sintió tan... Familiar, correcto. Alexander no sabía si tenía una abuela viva, pero Sakari se sentía como tal.

Mientras la pequeña mujer suspiraba contenta, Alexander encontró la mirada oscura de Tikaani y halló en esos ojos un profundo respeto. Se sintió mal por haber dudado desde un principio.

-Cachorro -Sakari lo saludó, sosteniendo su rostro con esas manos llenas con las líneas de edad y sabiduría.

Él le sonrió.

-Hola, nana.

-Ven, siéntate. Ya puedes irte Tikaani.

El otro hombre besó los cabellos grises de Sakari y se despidió de Alexander con un ademán.

-¿Quería verme?

-Quería comprobar si los rumores eran ciertos.

Una sonrisa grande, ojos repletos de brillos.

-Es verdad, nos hemos vinculado.

-No suenas como si fueras a explotar de júbilo -Sakari estrechó su mirada, y por un momento Alexander sintió como si ella estuviera viendo hasta el hueso más profundo en su interior-. ¿Qué sucede?

Alexander dudó en responder, pues era un asunto privado y lo incomodaba como una espina en su costado. Pero, por otro lado, Sakari era la persona más vieja que había conocido y estaba emparejada, su experiencia sería valiosa y si Gala decía que las grietas negras eran normales, entonces la mujer frente a él podría darle una explicación mejor.

-Hay algo que todavía no termino de entender, ¿usted podría ayudarme?

-Por supuesto.

Sakari volvió a tomar la delicada ave de papel entre sus dedos.

-La energía de Gala es una luz glacial que me rodea, pero cuando intento ir más profundo veo grietas negras en el núcleo, cada vez más y más grandes, con una sensación de peligro.

La mirada de Sakari fue tranquila cuando lo buscó.

-¿Intentaste ir más profundo?

Sí, solo una vez. Pero apenas llegó a una de las grietas de inmediato fue expulsado por una violenta ola de energía, como un grito rabioso dentro de su propia mente. Lo dejó aturdido por unos segundos. Afortunadamente, lo había hecho mientras estaba en el baño, frente al espejo. Y Gala no le había dicho nada, lo que le dijo que probablemente tampoco lo había sentido.

-Algo me expulsó cuando lo hice, ¿eso es normal?

-Cuando la otra parte de la pareja es un Alfa, sí, lo es.

-¿Por qué sucede?

-Las grietas oscuras no son más que los instintos inconscientes, la parte más profunda que ella no controla. La expulsión se debe a que ella no te reconoce a ese nivel, pero pronto lo hará.

Esa respuesta hizo que el león diera vueltas, frustrado, ¿qué otra cosa necesitaba Gala para que lo aceptara? Le estaba dando todo.

-Ella iniciará la segunda parte -Sakari agregó.

Y Alexander despegó la mirada de un ave color rojo.

-Sellará el vínculo cuando se entregue completamente.

Parpadeó.

-¿Cómo? -Preguntó con el ceño fruncido-. Ella me ha dicho que lo ha intentado.

-No puede forzarlo.

-Lo sé.

-Pero deben confiar el uno en el otro, sin restricciones ni barreras. Tú eres un león que la defenderá a muerte, ella es una osa polar Alfa que te mantendrá alejado del peligro. Los entiendo mejor que nadie, nos sucedió lo mismo a Kaskae y a mí.

Le costó procesar lo último, hizo un nuevo análisis sobre Sakari pero no encontró en ella señales de que fuera un Alfa.

-Es él.

-Sí.

-¿Por qué lo oculta?

-No lo hace, solo lo mantiene bajo control. Kaskae inició el emparejamiento cuando comprendió que necesitaba confiar en que debía dejarme cuidar de mi misma. Y lo acepté sin dudar, porque era mi compañero y lo amaba y haría cualquier cosa por él, excepto cambiar lo que soy.

-Usted fue soldado -Alexander concluyó.

-Durante mis mejores décadas, la protección excesiva de Kaskae lo llevó al límite pero aprendió de eso, así como Sialuk lo hará.

El respeto que sentía por esta mujer se grabó en piedra.

-¿Cómo se sintió?

Sakari se concentró en los pliegues restantes para terminar la forma del ave de papel.

-Como un rayo atravesando mi columna vertebral, un millar de imágenes cayendo en cascada y la más hermosa sensación de amor que jamás experimenté.

Con los ojos humedecidos, Alexander desvió la mirada.

-¿Cómo debo aceptar si ella lo inicia?

Los ojos de Sakari tenían un matiz diferente en el brillo.

-Iras por ella sin dudas en tu mente o corazón, cuando sientas el llamado, solo iras.

Alexander le sonrió, sintiéndose seguro con lo que había en su cabeza y el brillante futuro que le esperaba junto al amor de su vida. Confiado, se entregó a las lecciones de Sakari para hacer las aves de papel, pero tras un montón de intentos que solo lo frustraron, ella le dio una tarea diferente, hilar las aves con aguja e hilo para hacer tiras largas.

-A Kaskae le encantan -mencionó ella, con la alegría pintada en el rostro-. Las estoy haciendo para él, ataré las tiras a las ramas de los árboles y luego tendremos un hermoso día de campo.

-¿Cuánto tiempo llevan juntos?

-Este año cumplimos cincuenta, me llevó a Moscú para navegar en el río Moscova y cenar en uno de sus parques.

-Se oye como el mejor lugar del mundo.

Sakari abrió sus ojos.

-Oh, lo es. Sialuk y tú deberían conocerlo una vez, es más, deberían...

Sakari perdió la voz tan repentinamente que Alexander pensó que su audición tenía un defecto, pero luego sintió el sutil cambio alrededor de ella, luego ella sacó las garras negras atravesando a varias aves de papel en el proceso.

-¿Está bien?

Inmóvil, ella no respondió, un segundo después sus ojos fueron devorados por el negro.

-¿Sakari?

-Kaskae -murmuró entre dientes-. Alguien lo está atacando.

El león de Alexander saltó al frente.

-¿Dónde está él?

-Visitando a su hermano en Halifax. Él dice..., algo sobre una inyección, tratan de sedarlo.

Alexander cerró la conexión al mismo tiempo que la rodeaba con un brazo. No iban a sedarlo, iban a romper su vinculo.

-Escuche, todo...

El grito de Sakari lo rompió, no fue agudo ni grande, solo algo corto y rasposo y lleno de la angustia más grande cuando ella se llevó las manos a la cabeza.

«No, no, no, no, por favor, no»

-Sakari...

-Kaskae..., natuk.

Y entonces, la anciana colapsó.

Pero no fue solo ella, la escalofriante escena que paralizó a todos en el taller, se repitió una y otra y otra vez, en vecindarios, bares, tiendas, parques, en restaurantes, talleres, escuelas y centros de salud. Cientos de cambiantes osos polares que se derrumbaron al instante en que sintieron la explosión que trató de llevarse sus vínculos.

Sakari fue la primera, pero no la única.

Y esto, solo era la más fría y cruel declaración de guerra conocida hasta el momento.

──────⊱◈◈◈⊰──────

Gala estaba en la cúpula de Nilak cuando lo vio derrumbarse junto a la gran mesa redonda, con las manos apretando su cabeza y las largas garras negras entre sus cabellos negros.

Antes de poder escurrirse en la casa de Eria, Nilak le solicitó de manera urgente una reunión para que le informara sobre lo que había encontrado.

-Nilak, ¿qué ocurre?

Él solo gruñó de dolor retorciéndose en el suelo, Gala llegó hasta él, se arrodilló y puso dos dedos en el pulso. Demasiado alto, su temperatura iba en aumento.

-Nilak -llamó, tomando su rostro para forzarlo a enfocarse en ella.

-Tres... Trescientos -escupió de forma tensa, estaba rígido pero a la vez temblaba como una hoja-. Se han ido.

Gala se encontró con la más profunda desolación en la oscuridad de sus ojos.

-¿Muertos?

-No... No lo sé... Se f-fueron al m-mismo tiempo.

La osa polar de Gala montó la fría oscuridad con ella.

-Es un ataque directo -gruñó.

-¿Q-qué?

-Múltiples vínculos de sangre desapareciendo al mismo tiempo solo se podría hacer al atacar a todos los miembros del clan con la droga.

Y era exactamente lo que estaba ocurriendo, no necesitaba mucho para explicar la ira que sentía, la necesidad que se arrastraba por su sangre y el grito que imploraba salir y luchar, acabar hasta el último maldito infeliz que estaba haciendo esto. La ira estaba siendo alimentada del otro lado, más cruda y caliente de lo que habría esperado sentir de Alexander.

La orden esta vez fue más fuerte, comprobar su seguridad.

-Llama a los demás -dijo Nilak en un hilo de voz.

El vínculo ardió con una llamarada de vida, poder y violenta cólera. Un león diciéndole que estaba a cargo de la situación.

-Concéntrate -pidió mientras iba por el control remoto para bajar la pantalla digital-. Necesito una lista de todos los que no están.

Mientras Nilak hacía eso, Gala encontró terriblemente difícil la tarea de introducir los códigos para enlazar una vídeo llamada con las demás Garras Mayores, e incluso no tenía la seguridad de que estuvieran cerca de un dispositivo electrónico.

-Lo tengo -Nilak murmuró.

-¿Puedes anotar los nombres? -Gala le entregó el anotador digital.

La pantalla vibró y un anuncio le hizo rechinar los dientes.

-Hay un error de conexión en la red.

-Imposible -masculló el oso.

-Algo la está bloqueando.

Nilak se levantó, desorientado, sacudió la cabeza y gruñó con fuerza, el sonido vibró a través de Gala, a través del cristal y el acero.

-¿Qué demonios está pasando?

Le dio el anotador con la lista hecha, todavía temblando le quitó el control remoto e intentó reactivar la llamada pero el anuncio de respuesta fue el mismo.

-Debajo de la mesa -dijo, apuntando hacia el extremo más alejado-. Hay un botón de reinicio.

Gala fue, pero entonces. El enlace se restableció por sí mismo, pero ninguna de las Garras Mayores se oyó.

-Hola, Gran Nanuk de Icy Souls.

La voz masculina y grave no se asemejaba a ninguna que haya escuchado antes. Mirando hacia Nilak, intentó dar un paso pero él le dio una orden silenciosa con la mirada oscura.

-¿Quien eres? -Gruñó Nilak.

Gotas de sudor caían desde su frente.

Obtuvo una risa profunda y peligrosa.

-Mi gente me llama el Gran Nanuk del Norte, un placer conocerte.

-¿Qué quieres?

-He enviado a mis soldados a buscar a los tuyos, actualmente los tengo capturados como prisioneros. ¿Los quieres? Reúnete conmigo en la dirección que te estoy enviando, entonces, hablaremos.

-Haz lo correcto Nilak -intervino otra voz, femenina, agrietada y afligida.

El corazón de Gala dio un vuelco en su pecho, pero cuando alcanzó a ponerse frente a la pantalla la vídeo llamada se terminó.

El silencio se adueñó de la cúpula.

-Ella...

-Shila.

Gala tembló al decir su nombre, el dolor bailó alrededor de la rabia asesina y cuando se cruzó con los ojos azules de Nilak, ella tuvo en orden todo lo que debía hacer. Tomaría las riendas, el control, iba a solucionar las cosas.

-Recupera tu cordura y baja -ordenó.

Tras guardar el anotador digital con la lista de nombres en uno de los bolsillos ocultos de su chaqueta verde oscura, Gala fue por las escaleras de dos en dos, el comedor de la Guarida estaba hecho un caos de murmullos, gritos y gruñidos, varios miembros del clan estaban siendo atendidos por enfermeros, en medio del estruendo, Gala giró y encontró abierta la apertura del pasillo de conexión del taller de artesanía, una camilla fue empujada desde la rampa por cuatro enfermeros.

Reconoció al paciente en la camilla.

-Sakari...

Detrás, apareció Alexander.

Del otro lado, apareció Vashty y un equipo médico siguiendo sus pasos, la jefa de enfermería comenzó a gritar ordenes mientras revisaba a Sakari.

-Alex.

Se encontraron en un abrazo, el caos alrededor no era comparable con el tumulto de emociones compartidas.

-¿Qué le pasó? -Preguntó, aterrada por la idea de que...

Pero la mirada afligida y desesperada de Alexander confirmó el diagnóstico, luego fue envuelta en furia, el color dorado reemplazó al azul. Y Gala sintió la dolorosa punzada clavarse como un puñal en su corazón. «Sakari...»

-Ella estará bien -dijo él en medio de un gruñido que vibró a través de la piel, Alexander se hundió en el cuello de Gala, respirando su olor para poder calmarse-. No podrán romper su vínculo.

Gala tragó saliva, en su mente los zarcillos de luz dorada se aferraron a la oscuridad como si fueran garras.

-No, no lo harán.

Gala se apartó, consciente de que habían cosas que hacer, asuntos que arreglar. De reojo divisó a Malik y Massak en la entrada. Tomando a Alex de la mano, fueron hasta ellos.

-Sialuk, ¿qué está pasando?

Echando llamas por los ojos, Malik la miró, a su lado, Massak se detuvo y miraba la escena totalmente confundido.

-Estamos bajo ataque -informó, luego sacó el anotador digital del bolsillo y lo empujó en el pecho de Malik-. Envía soldados a buscar a estos cambiantes, todos los que puedan.

Malik comenzó a leer los nombres de la lista, sus ojos color avellana tiñéndose de dolor y enojo.

-¿Por qué?

-Son rehenes.

El avellana se perdió en el negro.

-¿De quién?

-Eso no importa, tienen que liberarlos para que reciban asistencia médica cuanto antes.

Viendo que estaban estáticos, Gala gruñó.

-¡Muévanse! ¡Sus compañeros se mueren!

Como resorte, ambos hombres desaparecieron.

Nilak bajó segundos después, perdido, como nunca antes.

-¿Qué haremos nosotros? -Alexander preguntó.

-Te quedarás aquí, yo debo ir con Nilak

Alexander cerró una mano firme sobre su brazo y la hizo girar de un solo movimiento, la ferocidad de sus ojos dorados escaló y escaló a través del sonido animal que emitió.

-Iré contigo.

La oscuridad de Gala arañó en ese momento, porque llevarlo hacia el peligro no era algo debatible, Alexander era suyo y debía protegerlo con su vida, no exponerlo. Eso nunca. Pero negar sus habilidades... Lo rompería. Temblando por dentro al imaginarlo herido de alguna forma, Gala acarició su mejilla.

-De acuerdo, pero te mantendrás alejado. Solo cuando te necesite, vendrás, es lo máximo que puedo ceder sin enloquecer, ¿puedes con eso?

Su respuesta fue un beso que consumió su oxígeno en una quemadura de calor abrasador, Gala gimió, la necesidad le llevó a apretarse contra él.

-Iré por ti -susurró después, luego ambos giraron para encontrarse con Nilak.

-¿Qué harás? -Gala preguntó, todavía agitada por el beso y la crudeza de las sensaciones.

Nilak se veía como el hombre que estaba listo para morir.

-No tengo otra opción -respondió-. Voy a pelear, los traeré de regreso a casa.

-Iré contigo.

-No, Sialuk. Tú lugar está aquí -hizo un movimiento hacia Alexander-. Él te necesita más que cualquier otra persona en el mundo.

-Iremos ambos -Alex habló, Gala entrelazó sus dedos.

-¿Se arriesgarán por desconocidos, por el que los alejó de su hogar y los mantuvo secuestrados?

-Sí. No podemos perder más tiempo -Gala le hizo un gesto a Nilak-. Andando.

Ella sabía que no estaba preparada para ver a su gemela viva, pero tal y como lo había dicho Nilak, no había otra opción.

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