Capítulo 34




Alexander tenía algo en mente, había pasado la noche entera planeando todos los detalles. A medida que encontró más piezas de la vida de Gala en el clan Icy Souls, él pudo agregar más y más trazos al plan, y para eso había conseguido más ayuda de la que habría esperado.

Aunque ninguno pudiese asistir, la gente cercana a Gala estuvo encantada en ayudar, Aidal preparó la comida especial, celosamente supervisado por Alexander, quería que los sabores estuvieran perfectos, cada cosa en armonía, el jefe de cocina le reclamó que se estaba convirtiendo en un maniático del control y Alex había contraatacado con que todo esto era para Sialuk.

Porque merecía esto y más de lo que podía darle.

Sakari y su compañero se encargaron de conseguir los arreglos decorativos, y para eso acudieron al taller de arte y manualidades, la anciana le había besado en la frente cuando al terminar de recoger los platos en el salón en el que almorzaban los adultos mayores él le pidió su ayuda. Le dio curiosidad saber su parte de la historia, como había ayudado a Gala cuando ella perdió el control. Pero dejó eso para otra ocasión, ahora tenía muchas cosas que arreglar.

Recurrió a las amigas de Gala para obtener opiniones en cuanto a como debía vestirse, qué ropa debía darle a ella y como hacer para que se la pusiera sin echar a perder la sorpresa. Daku se ofreció, y pasó la mitad de la tarde buscando ropa que no le quedara holgada, su hermana, Iris se propuso para distraer a Gala y así darle más tiempo para la planificación de la noche. Eria se encargó de armar las luces y el sistema de sonido además de preparar la mesa y los bancos.

Faltando pocas horas para el atardecer, solo le faltaba una cosa más importante que todo lo demás.

El baile.

Alexander tenía con que defenderse en la pista de baile, pero eso era en celebraciones normales o en bares y lugares públicos. Nada de eso servía en esta ocasión especial. Estaba nervioso, intrigado y emocionado con eso. Bien, podían culparlo de romántico empedernido pero estos detalles, estos simbolismos, eran irresistibles. Y cuando terminó su investigación inicial quedó fascinado por completo.

La danza del nudo infinito era un baile típico y compartido entre los cuatro clanes blancos, un tipo de baile cuya función podía ser de cortejo o reafirmación de lazos entre las parejas. Un cambiante soltero o soltera solo debía pedir el acompañamiento de una pareja si pensaba establecer una relación seria y a largo plazo, y quien aceptaba el baile debía estar consciente de la decisión. Los jóvenes y adultos tenían mucho en que pensar antes de poder hacer la solicitud en una reunión o celebración privada o pública.

Yala tenía razón cuando dijo que aquellos quienes bailaban la danza del nudo infinito terminaban juntos, y Alexander se quedó con una nota al pie escrita en los documentos digitales.

«En la mayoría de los casos, la conexión tanto con la música, el movimiento, los sentidos y el lazo afectivo entre pares hace que el deseo los lleve a unirse de una manera profunda e íntima. Si bailas bien, no querrá separarse»

Alexander quería estar a la altura, cumplir con todas sus espectativas. Sin embargo, había un problema, el cumpleaños de Gala era mañana y solo tenía unas cuantas horas disponibles para aprender y practicar todo lo posible. Por esa razón estaba ahora frente a la escotilla de uno de los salones de baile, con el estómago apretado y las manos sudando, había disimulado su inquietud e incluso les sugirió practicar en la superficie, pero Yala le dijo que para aprender bien el baile debía estar familiarizado con la escena.

—¿Estás bien? —Yala preguntó, con medio cuerpo bajo tierra, las manos en las agarraderas de la escalera y la mirada fija en él.

Alexander tragó saliva. Esto era un desafío, y él era hábil en superar los desafíos, en la cocina o fuera de ella. «Hazlo por Gala» se dijo al llenar sus pulmones con el aire frío de la tarde.

—Sí, solo un poco nervioso.

Yala sonrió.

—Estarás bien, vamos, hay mucho que hacer.

Esta vez, fue Alexander el encargado de bajar la escotilla, quedó en la oscuridad. Un escalofrío subió por la espalda y el instinto de escapar arañaba sus entrañas con una fuerza brutal, jadeó, tragó saliva una y otra y otra vez, las náuseas se lo comerían vivo si no se obligaba a mantener el control.

—¡Alex, ven! —Aiyena lo llamó.

Las risas de las mujeres se escuchaban un poco lejanas, habían entrado al salón y él ni siquiera podía bajar de la escalera. Suspirando el aire espeso, Alex se aferró al hierro de las agarraderas, un temblor estremeció su cuerpo y le hizo cerrar los ojos, apretar los dientes. ¿Por qué se sentía así si ya había estado en este lugar? La respuesta vino sin prisa, esa ocasión Gala había estado con él, la música y el baile fueron las distracciones que alejaron estas respuestas físicas de su cuerpo, por eso no había tenido problemas en estar bajo tierra, en un sitio que era lo más parecido a la celda en la que estuvo encerrado por dos años.

Ahora Gala no estaba con él, no había música y lo único que rompía el silencio era la conversación lejana entre Yala y Aiyena. Con la mandíbula tan apretada que dolía, Alexander miró hacia arriba, con solo estirar el brazo podría abrir la escotilla, empujarla y respirar de nuevo en la superficie, pero si subía entonces ya no volvería a bajar y perdería tiempo.

Debía enfrentar esto.

Concentrándose en lo hermosa que se veía Gala mientras dormía, Alexander recuperó el control de sus extremidades y comenzó a bajar, peldaño por peldaño, buscó cada recuerdo de ella para reemplazar a esos que despertaban la ansiedad y el temor. Más rápido de lo que habría imaginado, estaba en el piso de la entrada.

Respiró, soltó el aire.

«No eres un cobarde»

Estaba cortejando a una osa polar, una osa Alfa. Con el corazón acelerado, Alexander atravesó la entrada, las dos mujeres interrumpieron la conversación para girar hacia él y mirarlo con detenimiento. Se sentía incómodo, pero ninguna de las dos dijo nada al respecto, él sabía que ellas se dieron cuenta de su estado.

Y agradecía su falta de preguntas.

—Estarás bien —Yala repitió, regalándole una sonrisa dulce—. Ven. —Tomó su mano y lo llevó al centro del salón.

Alexander elevó la mirada al techo de la cúpula de la caverna, Eria cumplió con sus especificaciones al pie de la letra, pues había colgado hilera tras hilera de luces, las estructuras que cubrían los bombillos se asemejaban a esquirlas de hielo y estaban pintados de color celeste, las hileras tenían diferentes tamaños y medidas y colgaban en ubicación gradual —de mayor a menor—, siguiendo un círculo en lo más alto de la cúpula. De este anillo se desprendían otras hileras de luces que cubrían el resto del techo.

Se vería fantástico por la noche...

Un pensamiento tocó su mente, llenándolo de una inseguridad aplastante que atrapó su garganta en un puño de hierro, ¿sería capaz de mantener a raya su miedo o se delataría en el momento en que estuviera a solas aquí con Gala?

—Tierra llamando a Alex —Yala tocó su hombro con un ligero golpe para reclamar su atención—. Te necesito aquí.

—Oh, sí, lo siento —dijo, enterrando ese pensamiento para después, ahora debía tener el enfoque en esto.

Porque más allá de que sus entrañas estuvieran revueltas, su pecho apretado y su león diera vueltas buscando una salida, Alexander quería darle esto a Gala, él sabía que ella ya no había vuelto a celebrar su cumpleaños desde el falso suicidio de su gemela. Comprender hasta qué punto se había aislado a sí misma fue como una patada en los bajos, la existencia de Gala solo había sido pura supervivencia, sin lazos ni vínculos ni relaciones con otras personas.

—Sabiendo lo observador que eres, supongo que habrás investigado sobre este baile, ¿no?

Alexander confirmó con un gesto. Aunque Yala tenía una sonrisa amable en el rostro su mirada tenía cierto nivel de nerviosismo.

—Sialuk estará muy enojada cuando te huela.

Alexander le miró, con el ceño fruncido.

—¿Por qué?

—Este baile es muy íntimo, muy cercano —respondió Aiyena mientras deslizaba los dedos por un anotador digital pequeño—. Los olores se mezclan con facilidad.

Alexander abrió los ojos, comprendiendo. Pero no tenía duda alguna de que le escucharía así como tampoco dudaba de que volvería a marcarlo con la misma intensidad.

—Podré con ella, ¿empezamos?

—Oh, Sialuk se ha sacado el premio gordo contigo.

Riendo por el comentario de Yala, Alexander flexionó los hombros. La mujer rubia se acercó a él y cuando tomó sus manos para entrelazar los dedos, el león mostró los dientes. Lejos de ofenderse por la reacción instintiva, Yala lo ubicó en el centro del salón y lo miró a los ojos.

—El truco en este baile está en el movimiento de pies —lo soltó y marcó una distancia—. Antes de iniciar, saluda a tu pareja colocando una mano donde late tu corazón y luego te inclinas —Yala hizo el gesto, Alexander lo repitió—. Comenzaremos con lo básico, sin música. Entrelaza las manos, jamás la sueltes y en todo momento tu mirada debe estar en la suya.

Yala le miró, luego y de forma lenta trazó un círculo en el aire con las manos de ambos unidas y se acercó.

—Esto se repite cuatro veces —continuó con el mismo movimiento—. Mientras giran hasta completar la vuelta.

Yala volvió al punto de inicio. Alexander fue comprendiendo los pasos, impuso la misma paciencia y atención al detalle que ponía cuando aprendía una receta nueva. Las manos unidas debían formar círculos hacia adentro para acercarse y hacia afuera para alejarse. Cuando ya lo memorizó, pasaron al intermedio.

—Subes los brazos así —dijo Yala, levantándolos—. Y luego das un paso a la izquierda, ella debe hacer lo mismo. Recuerda, la mirada siempre en sus ojos.

—Entendido.

—Extiende los brazos hacia afuera, como cuando un policía te hace un chequeo corporal y te obliga a poner las manos contra la pared.

Alexander no pudo evitar reírse.

—¿Qué? ¿Nunca te han hecho eso?

Alexander negó, con un gruñido bajo, Yala le mostró hasta donde debía extender los brazos y luego le dio un ligero golpe con la punta del pie en la pierna de Alex, comprendiendo, él dio un paso a la izquierda.

—Media vuelta, te separas, te acercas, otra media vuelta. Relaja los hombros, tus pies deben hacer todo el trabajo así que deben ser ágiles.

—Intenta no pisar los de Alex —Aiyena se burló.

Yala rodó los ojos y siguió con los movimientos.

—Ahora, hay una parte de la música que llamamos puente. Hay una más corta y otra más larga, en ambas solo una persona de la pareja se mueve —Yala ladeó la cabeza hacia un costado, derramando los rizos rubios—. Que en tu caso es Sialuk.

—¿Qué debo hacer yo?

—Solo te quedas ahí, firme, fuerte, estoico, como te salga. En el puente más largo Sialuk te soltará una mano para realizar los movimientos pero tú no debes soltarla a menos que ella lo haga para cambiar de mano, ella sabrá que hacer.

—Eso es difícil de entender.

—Es lo más clara que puedo ser sin tener que hacer esa parte.

Alexander estrechó la mirada.

—¿Por qué no?

—Porque no y punto.

Ante su frustración, recibió una risa suave.

—Después del puente más largo retomas los movimientos centrales, círculo hacia afuera para separar, círculo hacia adentro para acercar, nunca olvides el giro, y cuando escuches el último sonido prolongado te deslizas hacia atrás y la sueltas. ¿Comprendes?

—Un poco.

—Bien, trabajaremos sobre eso. Al punto de inicio otra vez.

Las horas se le fueron como un suspiro entre practicas repetitivas, ensayo y error, ensayo y error, una y otra y otra vez. Cuando Yala le dijo que había pasado de aprendiz a un bailarín menos torpe con una rapidez que le asombraba, la mujer rubia se alejó para ir hacia Aiyena. De un bolso sacó una botella con agua y se la arrojó, Alexander la atrapó en el aire y bebió.

—Ven —dijo Aiyena.

Balanceando la botella entre una mano y otra, Alexander fue hacia ella.

—No solemos utilizar música ya grabada —dijo con un tono tranquilo—. Preferimos el toque humano de los músicos. Pero dado el momento que vivimos... —su voz disminuyó así como su mirada, luego dio una breve sacudida de cabeza y regresó sus ojos marrones a Alex—. Te envié la canción a la dirección digital que me dijiste, para que puedas sincronizar los pasos con la música.

Agradeciéndole con una sonrisa Alexander se inclinó un poco para poder fijarse en la hora del aparato que Aiyena sostenía.

—¿Quieres practicar con música?

Viendo que faltaba media hora para las siete, Alex asintió. Al terminar el décimo baile, se encontraba cansado, hambriento y con unas ganas tan grandes de ver a Gala que el león estaba molesto y enfurruñado. La hora de práctica se terminó definitivamente, debía apañárselas con lo que había aprendido el día de hoy.

—Gracias por todo —les dijo a ambas mujeres—. Han sido muy amables y pacientes.

Aiyena esbozó media sonrisa ladeada, no era una mujer de muchas palabras, a comparación de su amiga mucho más abierta al diálogo, pero con todo y diferencias, hacían un buen equipo.

—No, al contrario —Yala habló—. Haríamos cualquier cosa por Sialuk.

Por la forma en que lo dijo, la emoción en su voz, Alexander supo donde se encontraba la lealtad de Yala. No dijo nada al respecto, aunque se imaginaba lo difícil que era para ella. Yala solo quería lo mejor para Gala al igual que sus amigas, estas osas le agradaban.

—Alex —Aiyena le detuvo cerca del umbral de la entrada, Yala estaba en las escaletas—. Eres valiente al darle esto a Sialuk, a pesar de tu claustrofobia.

Levantando una ceja, Alexander respondió:

—Yo no tengo eso.

Los ojos marrones de Aiyena tenían una serenidad profunda que le dijo que no sería fácil hacerla cambiar de opinión, la mujer tenía fortaleza.

—Ajá, sí, eres pésimo para mentir.

—Gracias.

Aiyena le sonrió, luego adoptó un tono práctico y confiado en lo que había descubierto, se le vino a la mente las largas conversaciones con Tanya.

—Háblalo con ella, siempre es bueno sacar un poco de eso fuera de tu sistema.

Aiyena no le permitió responder, en su lugar movió la barbilla apuntando a las escaleras y lo siguió. Ella tiene razón, pensó, pero decirle que sentía temor cuando estaba bajo tierra solo provocaría su instinto protector, conociéndola era capaz de no dejarle bajar de nuevo a los sitios subterráneos del clan con tal de verlo bien. Pero en el fondo Alex sabía que eso solo era evadir el problema no solucionarlo.

Se lo diría, pero solo después de bailar con ella.

──────⊱◈◈◈⊰──────

Gala sentía un nudo apretando su pecho de una forma mordaz, no había podido localizar a Alexander en toda la tarde y ya estaba oscureciendo. Había tenido un día bastante ocupado y solo lo había visto un par de minutos durante el almuerzo, luego Yakone había aparecido para pedirle ayuda en la sala de comunicaciones.

Todavía no daban con el supuesto traidor, sin embargo la mujer había encontrado una línea de comunicación cifrada que no fue borrada en la base de datos del clan. Hasta el momento no tenían datos sobre el receptor y el remitente, pero Yakone le pidió su opinión. Gala tenía el presentimiento de que ese era el desliz que esperaban del traidor. Solo necesitaban trabajar sobre los datos.

Cuando terminó con Yakone, Alexander ya se había ido.

Lo peor de todo era que seguía esperando poder reunirse con Nilak, la idea le apetecía tanto como comer hojas de pino, pero era necesario.

Había decidido dejar de reprimir lo que llevaba adentro. Quería correr en la dirección contraria, pero entonces el terco león le pincharía en su orgullo llamándole cobarde y la llevaría a empujones a enfrentarse con eso. Y Alex jamás se rendía, su determinación no conocía límites y por esa razón quería que Gala se mostrase con todo lo que ella era.

Pero para lograr eso, primero debía saber como ceder el control sin que sus instintos tomaran posesión de todo alrededor. Gala no se perdonaría nunca si alguna vez doblegaba la voluntad de Alexander a su favor, convirtiéndole en nada más que un ser obediente.

No quería volver a verlo como una mascota.

La oscuridad dentro de ella se movió, empujando contra las paredes de su jaula, y por primera vez Gala tenía una sincronía casi perfecta. Todo lo que ella era, quería salir para destrozar a quien le hizo daño a su león, hasta podía respirar el aura de violencia sedienta que la envolvía.

Formando puños firmes a los costados de su cuerpo, Gala reaccionó cuando Nilak bajó por los escalones. La atención del líder del clan estaba en la pantalla de su delgado teléfono celular y tenía el ceño fruncido. Vestía una sencilla camisa blanca y vaqueros azules con botas de trabajo.

—Perdona por hacerte esperar —le dijo, deteniéndose a una distancia segura.

Gala llevaba el olor de Alexander sobre la piel, pero era la marca en el cuello la que Nilak había visto primero. Ahora entendía por qué no había sugerido reunirse en su cúpula, en la zona del comedor de la Guarida la capa de olores era más variada pero también tenue. Aunque la actitud de Nilak podía ser tomada como paranoica si pensaba que al compartir el mismo espacio su olor podía quedar sobre ella, Gala lo comprendía de una forma que antes no lo haría. El Gran Nanuk solo estaba protegiendo su relación con Alexander.

Además era un dominante que sabía a la perfección la forma en que se ponían los hombres cambiantes cuando reclamaban a una pareja.

El núcleo primario de Gala se tensó al recordar la forma en que fue marcada, los labios ásperos y fuertes de Alexander contra su piel.

—¿Estás bien, Sialuk?

Giró hacia Nilak, él tenía una de sus oscuras cejas levantada con intriga, sus ojos cristalinos brillaron, el cabello negro revuelto hacia el frente.

—¿Eh? Sí...

—Descuida, me notificaron que tu gato salió a pasear con Aiyena y Yala.

La osa dentro de Gala empujó con una fuerza implacable. Quería tomar el control para correr y buscar al león solo para morderlo y así lograr que se quedase quieto. Y ahí estaba el problema más inquietante; la necesidad de controlarlo, de protegerlo, era tan fuerte que asfixiaba.

—¿De qué querías hablar? —Nilak preguntó.

A Gala le costó encontrar el carril de sus pensamientos. Le era difícil sobre algo que negó toda su vida.

—¿Cómo haces para no dominar a otra persona sin querer?

Nilak le miró, completamente sorprendido. Se pasó una mano por el cabello y luego ladeó un poco la cabeza.

—No entiendo.

Gala rodó los ojos. Tomando aire, supo que era momento de hablar con la verdad.

—Dejaré de reprimirlo.

Nilak le dio una mirada profunda, el negro llenó sus ojos con el entendimiento de lo que hablaba y vio al animal asomarse, tal vez para confirmar que estaba diciendo la verdad. A medida que crecían juntos en el clan, Nilak siempre le sugirió que dejara su poder libre.

—Nada de todo lo malo que has puesto en lista pasará, eres demasiado paranoica, pero también fuerte como una piedra.

Gala nunca había cedido sobre el tema, porque cada vez que lo pensaba, conocía un nuevo rasgo perturbador en Shila haciendo que el equilibrio de poder en el vínculo gemelar se hiciera más y más delgado. El comportamiento errático le había asustado, y ella no quería actuar de esa manera, si liberar el poder significaba convertirse en eso ella no lo soportaría.

Con eso en mente, Gala intentó recuperar a su gemela, dio todo de sí misma, y nunca lo logró.

—¿Lo dices en serio? —Indagó Nilak.

—¿Alguna vez te he mentido?

Nilak rió por lo bajo, en su rostro quedó una pequeña y suave sonrisa que acentuaba sus rasgos masculinos.

—Sialuk... —empezó. Golpeó dos dedos sobre la mesa—. Nunca necesitaste asesoramiento antes, ¿Por qué ahora?

Gala se tomó un momento, giró el rostro hacia la salida, afuera la oscuridad de la noche estaba cayendo y Alexander todavía no volvía. El tirón era doloroso, la compulsión demasiado agresiva apretaba por dentro.

—Lo mantuve bloqueado.

—¿Por qué lo liberas ahora?

Gala se mordió el labio, inquieta por el contacto visual que ninguno se atrevía a romper.

—Me cansé de negar lo que soy.

—Ya era hora —Nilak se echó hacia atrás en la silla—. Escucha, Sialuk...

—No —cortó—. Solo busco tu ayuda porque no quiero cometer un error, esto no es una conversación de amigos, mucho menos de socios o compañeros de clan. La forma en que te veo no ha cambiado en absoluto.

Un dolor viejo asomó en los ojos claros del hombre, pero luego lo reemplazó con la fuerza vibrante que tenía por dentro.

—Por favor, Sialuk —Nilak bufó—. Todo lo que hice fue ayudarte.

—¿Ayudarme? —Gala se cruzó de brazos—. Yo debía vengarla.

Cuando Nilak se inclinó contra la mesa luego de asegurarse de que no había nadie cerca, su voz fue un susurro apretado.

—Querías asesinarlo sin saber si era culpable, si yo no te hubiera apartado ¿cuál castigo habría caído sobre ti?

La oscuridad de Gala se hizo un grito rabioso dentro de su mente, reviviendo las sensaciones, los sonidos, el dolor...

—Lo tomaría, lo sabes bien. Tomaría el exilio, incluso la muerte.

Porque un cambiante de clan como ella, como él, conocían de honor y familia, de proteger y cuidar de los suyos. Decidió no poner en evidencia la hipocresía del hombre frente a ella, el Gran Nanuk mataría sin dudar a cualquiera que le hiciera daño a los que estaban bajo su cuidado.

El cuerpo de Nilak estaba tan rígido, la claridad de su mirada contenía una furia contenida y parte de ella se expresaba en la tensión de su mandíbula.

—No hubiera vivido conmigo mismo si permitía que eso te pasara.

Por primera vez en diez años el resentimiento no nubló su juicio. Sin embargo, seguía ahí al igual que el dolor de la herida.

—Como sea... —Gala negó—. No vale la pena hablar de eso.

«Vive el presente, natuk, vive el presente conmigo» la voz de Alexander se filtró en medio del dolor agudo que parecía perforar su corazón, disolviendo el nudo que se construía en su garganta.

—¿Me vas a ayudar o no?

Nilak le analizó, un momento demasiado largo para su gusto.

—No puedes evitar que las personas se sientan atraídas hacia ti, tu poder, tu fuerza, los hacen sentir seguros. Sean dominantes o sumisos, humanos o cambiantes, un Alfa los guiará siempre.

Gala pensó en sus compañeros de coalición en Gold Pride, todos ellos seguían y aceptaban a Patrick como su Alfa, pero si Gala les daba una orden la obedecían, algunos a regañadientes, otros al pie de la letra. En ningún momento su poder de Alfa le había sido tan difícil de controlar como cuando regresó a Icy Souls.

—Las emociones —continuó con tranquilidad—. Te hacen perder los estribos, somos seres emocionales, Sialuk. El truco está en discernir entre la lógica y la emoción.

Cuando Nilak volvió a sonreírle, supo que había dado en el clavo.

Cuando Gala fue por Imnek, estaba cegada por el dolor, la furia y la aterradora sensación de vacío al perder la conexión con su gemela. En ningún momento se detuvo a pensar, a analizarlo en detalle, buscar pruebas..., Gala solo había ido tras él, su alma y su osa gritaban de agonía. Necesitaba vengarse, necesitaba proteger a los cachorros del clan y a cualquier otra víctima que el abusador hubiera tocado.

Un Alfa debía proteger...

—Y el dominio solo es cuestión de ética. Cambiantes y humanos son seres libres en todo sentido, tanto como tú. ¿Recuerdas cuando te leí el Código del Alfa?

Gala asintió.

—Jamás debes usar el dominio en beneficio propio —agregó, citando una de las leyes principales del Código que era la piedra angular del comportamiento de cualquier cambiante Alfa—. Si cruzas esa línea dejarás de ser Alfa y te convertirás en un tirano autoritario más —sus ojos se volvieron negros, su voz dura—. Y de eso, Sialuk... El mundo ya está lleno.

Gala lo miró a los ojos, brillantes y poderosos, seguros y confiados. Más allá de lo que hubiera pasado entre ellos hace diez años, Nilak seguía siendo el mismo hombre destinado a liderar, a dar su consejo y ayuda a quienes lo necesitaran.

—Lo entiendo —dijo al fin, rompiendo el silencio—. Por fin lo entiendo.

Un brillo de orgullo y luego:

—Siempre supe que lo nuestro jamás hubiera funcionado.

Gala estrechó la mirada sobre el oso.

—Alexander tiene suerte de tenerte.

Cuando Nilak se despidió de ella para atender un asunto en Halifax, Gala quedó pensando en lo que le había dicho. En cierto modo había maximizado el problema durante demasiado tiempo. Tenía sentido que las emociones cobraran protagonismo en sus reacciones, mientras incursionaba en ese punto Gala separó sus experiencias y comprendió que solo las emociones negativas desencadenaban reacciones violentas, por una década Gala había desarrollado sentimientos negativos hacia Icy Souls.

Achacó todo su enojo, dolor, rabia y angustia a las personas que jamás hicieron algo para lastimarla. El clan recibió a un par de gemelas con el mismo amor y protección con el que recibirían a cualquier cachorro nacido entre ellos.

Y solo uno de ellos le arruinó la vida a Shila, llevándose a Gala en el daño colateral.

«Desearía haber pensado en eso antes. No habría hecho sufrir a tantas personas»

—Hola, Gala.

Ella se estiró contra el firme calor de Alexander, de alguna forma el gato se las había arreglado para ser escurridizo y tomarla por sorpresa. Gala levantó la mirada, giró medio cuerpo hacia él y apoyó la cabeza contra su cadera mientras que él le envolvía con un brazo alrededor de sus hombros, el agarre sobre ella era fuerte.

Incapaz de resistirse, Gala se puso de pie y envolvió su cuello con los brazos. La delgada capa de olor hizo que su osa polar empujara contra él, su corazón latió duro, ella sabía que Alexander jamás estaría con otra persona pero el instinto y el tirón de emparejamiento no conocían de lógicas, necesitaba tenerlo.

—Te fuiste por mucho tiempo.

—No soy una criatura indefensa.

Alexander llevó una mano a la parte posterior del cuello de Gala, ella se estremeció cuando sintió las puntas de sus garras en la piel. El calor los atravesó, tan puro y salvaje como sus corazones. Por supuesto, Alexander era un hombre que daría pelea si se encontraba en peligro, sin embargo saber eso no aplacaba la necesidad de protegerlo.

—Esa mirada... —Alexander casi ronroneó—. Estamos en público.

Todo su cuerpo latió.

—No me importa.

Su mirada era felina, cálida y abrasadora. Su sonrisa jugaba con ella de una forma íntima y descarada. «Gato sinvergüenza»

—No sé si sentirme asustado o encantado por esta faceta tuya.

Gala sonrió.

—Cierra la boca y bésame.

—No, primero vamos a comer.

Alexander tiró de ella hacia la zona de recepción, quien entregaba las bandejas con la cena era una mujer morena de cabello negro y ojos marrones, tan pequeña que apenas tenía medio cuerpo por encima de la barra que sobresalía de la entrada.

—Dime, ¿qué hiciste con ellas? —Preguntó luego de haber hecho su pedido.

Alexander hizo un gesto con el pulgar y el índice deslizándolos por sus labios.

—Me harán conocer sus garras si te digo.

La osa dentro de Gala mostró los dientes.

—Nadie en este clan puede tocarte excepto yo.

Su sonrisa fue lenta, amplia, atrevida, un golpe de sensación que le hizo contener el aliento. En un arrebato que le hizo perder el equilibrio y la noción de su propio espacio, Alexander tiró de ella y Gala se encontró rodeada por el calor primordial y salvaje, su pecho se convirtió en su muro de contención, firme, fuerte, cálido, el león volvió a marcarla, a dejar su olor sobre ella de manera necesitada, hambrienta.

Gala tendría que devolverle el favor, pero ese deseo incontenible no podía ser saciado en esta posición y Alexander lo sabía, el muy idiota la resguardaba de la vista pública.

Aunque había poco más de diez personas y ellos estaban alejados.

—Alex... —Gruñó.

—Shhh..., pronto lo sabrás —susurró en su oído—. Muy pronto. Ahora tengo hambre, mi león gruñe tanto como mi estómago.

—No quiero golpearte pero me lo facilitas.

—Extrañaba tus amenazas.





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