Capítulo 32
Alexander había olvidado la última vez que pensó en eso, y ciertamente, la reacción confundida de Gala era de esperarse. Durante años él solo se concentró en vivir de la mejor forma posible, desde niño entendió el lado cruel del mundo y aunque fue uno de los afortunados en caer en las manos de un dueño amable, supo desde el principio que su vida no sería sencilla.
Y no lo fue. Pero hubo un bache temporal en el que llegó a ser un adolescente casi normal, restringido, si, pero la correa era algo que casi no se sentía si hacía las cosas bien.
Pronto, por costumbre o supervivencia, fue sepultando los recuerdos de su verdadera familia, demasiado distraído en una vida que era buena y decente solo si acataba las órdenes de su dueño y se comportaba como lo que era; no un niño cambiante adoptado, sino una mascota trofeo de un hombre adinerado.
Y tras dos años de haberse resistido a la idea... Eso pasó a estar bien.
-¿Qué? ¿Cómo?
Alexander vio la pantalla pequeña sobre el panel de comunicaciones integrado en el vehículo, faltaba poco más de diez minutos para llegar a destino. Esta no era la forma en que había planeado alguna vez decirle, pero una cosa llevó a la otra y ahora aquí estaba.
-Tengo fragmentos borrosos -respondió-. Una enorme sala llena con mesas y sillas de colores, de un local de comida supongo. Creo que yo estaba esperando a mis padres que fueron a pedir comida. Entonces un niño llegó y creo que dijo algo sobre esperar en el sector de videojuegos.
-¿Fuiste con él?
-Oye, tenía ocho años.
Sí, sabía lo que Gala estaba pensando y era lo mismo que todas las personas que conocían la historia, exactamente dos, sus ayudantes de cocina.
-¿Entonces no obedecías la regla general de no hablar con extraños?
-Tenía ocho años.
El otro niño tal vez era dos años mayor en ese entonces y se veía normal, como cualquier otro niño en un sitio de comidas, que le había dicho que sus padres iban a almorzar con los suyos, que al igual que los de Alexander estaban haciendo la fila para elegir la comida y ellos podían esperarlos haciendo algo más divertido que sentarse en esa mesa de colores.
Fue algo lógico, no es como si lo hubiera razonado más de dos veces. Pero, si se daba un poco de auto crítica... Alexander siempre fue confiado, o al menos tenía la intuición de que así había sido mientras crecía, un cachorro de león confiado, seguro y protegido. Luego comprendió que ese era un rasgo buscado por los traficantes de niños, y Alexander cabía perfecto dentro de los parámetros.
-¿Qué pasó después? -Gala preguntó tras un silencio tenso en el que ella parecía lanzar mil maldiciones en su mente.
Alexander se rascó la parte trasera de la cabeza.
-En un simulador de carreras me inyectaron un sedante.
Lo último que había visto fue a ese niño al que apenas recordaba el color de cabello y ojos, o tal vez imaginaba que eran oscuros. «Buen trabajo» alguien le había dicho, y le entregó un paquete con galletas de chocolate y maní que el niño devoró con desesperación, como si fuera lo primero que comía en días.
Vendido por algunas galletas...
-Desperté en un recinto junto a otros nueve niños cambiantes, todos de diferentes tipos.
Asustado, inseguro y preguntándose dónde estaban sus padres y por qué estaba ahí. Alexander se convirtió en uno más del montón de niños cuyo destino era incierto pero seguro y cruel. Luego, entendió que el niño solo había sido la carnada para atraerlo a los secuestradores.
Ahora, el último recuerdo que alcanzaba a tocar era el haber volteado hacia la fila de personas que esperaban hacer sus pedidos, sus padres estaban ahí, de espaldas, tan confiados en que nada le pasaría a su hijo estando en un sitio rodeado de gente. Ambos de espaldas, ya no tenía imágenes de sus rostros, sus ojos, sus nombres..., solo sabía que había sacado el cabello rubio de su madre, su padre lo tenía negro. Tal vez los ojos azules eran de él.
Los había olvidado, ¿ellos también?
Suprimiendo ese pensamiento que no venía a su mente desde hace años, Alexander giró su vista hacia Gala. Oh, ella tenía esa expresión, que parecía querer romper cada cosa que se le cruzara en frente, solo que jamás lo hacía. Sus ojos eran dos pozos negros y profundos, y entonces volvió a pensar en la conversación que tuvo con Asiavik y Yala, seguía sin creer que Gala tuviera la naturaleza de un Alfa, era demasiado contenida, un mar interminable de serenidad controlada.
Con un corazón hecho por tormentas...
-Estás enojada.
Ella gruñó por lo bajo.
-No, no contigo. Si yo fuera tu madre te habría tomado de la mano para que no tuvieras oportunidad de escaparte.
Hubo posesión abierta en sus palabras y eso se sintió bien, era una declaración disfrazada.
-No los culpo, ya no.
Fue un momento de descuido que los traficantes aprovecharon sin dudarlo, Alexander no los odiaba por eso. Todos cometen errores, algunos cuestan más caro que otros y por eso habrán sufrido mucho. Los cambiantes leones son muy apegados a sus cachorros, protectores por naturaleza, perder a uno es un peso doloroso que no desaparece nunca.
A veces se preguntaba si podría encontrarlos, pero tampoco recordaba muchas cosas de su pasado -incluido su nombre y apellido real-, debido a que sus arranques de rebeldía en el recinto obligaron a sus secuestradores a inyectarle una dosis tras otra de drogas. Eso se suspendió cuando apareció su dueño y lo compró, pero dejó secuelas, lagunas en su memoria. Ya no estaba seguro de quién había sido antes de eso.
-¿Quién te compró?
Alexander se distrajo viendo a los vecinos volando cometas de colores que se elevaban con el viento.
-Un hombre con dinero.
Gala bufó, girando para ingresar al camino hacia el garaje de la casa.
-Eso es obvio, ¿quién fue?
-¿Importa? Ya está muerto, no puedes matarlo.
Gala frunció el ceño, oh... ¿Podía ella ser tan adorable? Aún con cara de asesinar.
-¿Cómo sabes que...?
-Uh, tienes esa mirada... Patrick hace lo mismo cuando quiere ir de cacería. ¿Recuerdas ese día que Ian regresó todo golpeado?
Gala gruñó, confirmando mientras detenía el motor.
-Tuvo esa expresión todo el maldito día.
Cuando ella giró medio cuerpo, Alexander se encontró con aquello que ella llamaba su oscuridad, presente en sus ojos negros y que gritaba algo que no podía escuchar aunque quisiera, él esperaba que lo abrazara y le dijera la clase de cosas tontas para hacerlo sentir mejor, tal vez menos triste, solo que no era necesario porque no era así como se sentía desde hace un buen tiempo. Gala no lo abrazó, pero su poder gritó por él en silencio, aterrador, oscuro y posesivo. Mientras la miraba a los ojos sin sentirse intimidado por la crudeza animal que allí habitaba, Alexander entendió que Gala estaba enojada por lo que había vivido.
Él también lo estuvo, cuando fue un adolescente y su casi perfecta y tranquila existencia dio un vuelco y terminó en manos de un promotor de peleas clandestinas. Había tenido mucho odio en su interior que retorcía su mente y alimentaba a su león, pero a diferencia de Gala que usó su odio para alejarse de todo lo que le había hecho daño, Alexander lo utilizó como una herramienta para sobrevivir durante esos años oscuros en donde un mal movimiento podía acabar con su vida.
Y él quería vivir, porque sabía que más allá del odio y dolor, tendría algo bueno.
Y eso llegó con su liberación, y se multiplicó cuando Patrick lo contrató como cocinero de Gold Pride. Pero esa parte de la historia no se la diría ahora, cuando el temperamento de Gala estaba creciendo y él comenzaba a ver matices del dominio que solo un Alfa podía expresar, porque el espacio se hizo pequeño y su león estaba desesperado por huir pero a la vez necesitaba calmarla.
Esto era complicado.
-Gala... -suspiró-. Estoy bien, ¿entiendes? Perfectamente bien, trabajo de lo que amo, tengo muchos amigos, una hermosa compañera... -sonrió, llevando una mano hacia el rostro de Gala para acariciar su mejilla-. No me afectó, en realidad..., soy lo que soy ahora gracias a eso.
¿Dónde habría estado ahora si ese niño no hubiera aparecido para llevárselo? Su vida sería completamente diferente, un cambiante león como cualquier otro, tal vez ni siquiera habría desarrollado su amor por la cocina. De solo pensarlo quería gruñir. Las experiencias del pasado lo convirtieron en esto, y estaba en paz.
Gala tembló, una emoción cruda y desconocida en su mirada.
-Eres tan fuerte..., quisiera hacer lo mismo que tú, poder dejar todo atrás.
Alexander nunca sintió tantas ganas de dar un salto en el tiempo y espacio solo para evitar aquello que convirtió a esta valiente mujer en una criatura temerosa e insegura de su propio poder. Ella debería levantar la vista con orgullo.
-Lo harás, confía en mí.
Gala sonrió, pero la oscuridad de sus ojos seguía proyectando una necesidad de envolverlo. Era como mirar el abismo, y por más loco que sonara, Alexander quería saltar de una vez. Pero sabía que no era tan simple como empujar y formar el vínculo, ninguno de los dos había tenido algo así antes, estaban en un punto muerto, pero lo querían y él estaba ansioso por hallar la manera de formarlo. Lo quería ahora mismo, quería que explotara dentro de su cuerpo y lo tomara todo de una sola vez mientras besaba a Gala como si ese fuera su último beso, lo quería tanto que dolía para respirar... O tal vez era la necesidad de oxígeno.
Nada cambió en ellos cuando abrieron los ojos, solo que esta vez, tenían una promesa abierta en ambas direcciones. No había marcha atrás, no estaban unidos por un vínculo pero el tirón les impedía separarse.
Imán y metal. Destinados a pertenecerse. El emparejamiento sería violento pero lo mejor de su vida.
-Hay cosas por hacer -ella dijo en un suspiro que alcanzó a tocar su piel-. Muchas cosas.
Desabrochándose el cinturón de seguridad, Gala bajó del vehículo y Alexander la siguió. Una brisa fuerte y fría lo golpeó duro, rayos, odiaba tanto el frío..., y a juzgar por las nubes grises y azules que se aproximaban..., esta racha de buen clima se terminaría pronto.
Bien, el clima sería más sencillo de tolerar aquí.
Cuando entró a la casa, Alexander se dirigió a las escaleras, Gala le comentó que hablaría con Tanya sobre los pacientes en coma y volvió a ordenarle que debía transformarse. Fue así que mientras subía escalón por escalón, Alexander se quitó la ropa, lento, primero la sudadera negra, luego el suéter gris, después la camisa blanca. Resistió la tentación de voltear para ver la expresión de Gala, continuó subiendo. En la habitación, dejó las prendas sobre la cama y se sacó las zapatillas de montaña, los calcetines grises, vio pasar a Gala y rodear la cama grande mientras se desabrochaba los botones del pantalón.
No sabía por qué, pero necesitaba que Gala lo mirase, no lo hizo, en su lugar tomó su anotador digital del cajón de la mesita de noche. La integridad era una cosa difícil con ella. Resignado, Alexander se arrodilló en el suelo y llamó a su león.
El cambio llegó a él con una fuerza dolorosa que le hizo gritar y arquear la espalda, tensando cada músculo antes de que la transformación los destrozara y reubicara, en menos de un minuto estuvo en cuatro patas, sus garras casi arañando el suelo, respirando agitado como si fuera un león viejo y gordo.
Solo entonces, Gala se acercó, pasó una de sus manos por su frente y Alexander empujó contra ella. Tener sus manos explorando su melena rubia era la perdición final.
-Tan suave y cálido -Gala murmuró, lo estaba abrazando ahora, su mejilla hundida en la melena-. Un hermoso león dorado.
Alexander gruñó bajo, estirando y retrayendo las garras.
-Es bueno que no puedas presumir de eso ahora.
Él intentó alcanzarla con los dientes, pero no pudo, entre risas Gala le esquivó y se puso de pie. Yendo hasta el ventanal del balcón, lo deslizó.
-Ve, todavía hay sol para una siesta.
Él entrecerró los ojos, al parecer Gala tenía una percepción bastante estereotipada de los leones, y aunque por supuesto la idea de echarse a dormir bajo el sol era algo que no descartaría, estaba demasiado emocionado como para tomarla ahora mismo. Caminando tan orgulloso como solo lo haría un león, llegó hasta el ventanal, pasó su mejilla por la pierna de Gala y luego todo su flanco. «Eres mía también» quiso creer que ella lo había entendido, que comprendía lo que aceptó, porque uno no podía decirle compañero a cualquier persona, debía sentir el impulso, la necesidad de solo estar con una persona entre millones. Gala debía entender que cuando dijo eso en el todo terreno, selló su destino por el resto de su vida.
Si se arrepentía o daba marcha atrás, lo rompería de una forma que no tendría arreglo.
Pero no encontró eso en los ojos de Gala cuando se miraron. Una vez en el balcón, Alexander dio un par de vueltas, mirando el brillo del lago con un sol que apenas calentaba el cuerpo y pronto sería tapado por las nubes. Había un bote cruzando el lago a la distancia, los ruidos de los niños vecinos. Alexander estaba inquieto del mismo modo que su león, usualmente no rugía, eso se lo dejaba al Alfa de Gold Pride y sus compañeros de coalición, pero ahora...
Estas tierras eran nuevas, estos olores desconocidos, e incluso el viento era distinto aquí, azotando la cola, Alexander elevó la cabeza al cielo y dejó el sonido salir, una y otra y otra vez. Ninguno de los vecinos había escuchado algo similar, nunca, y por eso no tardó en tener visitantes que aparecieron de entre los árboles.
Bien, el vecindario era más abierto de lo que imaginaba. Alexander ignoró las miradas y los murmullos, la única mirada que quería era la de Gala. Pero ella estaba ocupada ahora, su atención centrada en la pantalla del anotador digital.
Recordó que hay cosas más importantes sucediendo en este momento, cosas que no deberían suceder. Él más que nadie lo sabía, fue una víctima del tráfico de cambiantes. Si podía hacer algo para evitar que otros cambiantes terminaran en el mismo destino, lo haría.
Por ahora debía esperar, su compañera estaba trabajando.
──────⊱◈◈◈⊰──────
Gala no podía concentrarse teniendo a Alexander transformado en el balcón, él era absolutamente hermoso de pies a cabeza. Su cerebro se había perdido en el momento en que se desnudó y su calor era una fuerza difícil de ignorar.
Al mirar a ese cambiante, tan fuerte y dócil a la vez, Gala no podía creer que hubiese pasado parte de su niñez y adolescencia como esclavo, y con todo eso, estaba más cuerdo que ella. Alexander jamás terminaría de sorprenderla, y por dentro sospechaba que no le había dicho todo.
Su osa gruñó, alejado de su familia hasta el punto de no recordarla... Eso debió ser duro, ¿qué cosas le habían hecho? ¿Qué cosas había visto? Gala se sentía impotente, su oscuridad era un grito fuerte e intenso y buscaba protegerlo, cuando Tanya apareció en la pantalla del anotador digital, Gala tardó en quitar la mirada del león.
-¡Gala! -Tanya saludó.
Gala sonrió para ella, la doctora de Gold Pride se veía radiante como siempre, sus ojos oscuros brillantes y su cabello rizado contenido en una coleta un poco suelta. Entre Halifax y Idaho había tres horas de diferencia, así que ella debía estar finalizando sus labores básicas en la enfermería.
-Hola, Tanya -respondió-. ¿Cómo te encuentras?
La mujer humana se acomodó un rizo suelto detrás de la oreja y en el movimiento Gala pudo ver su anillo de matrimonio. Había sido su forma de reclamar a Patrick al estilo humano, una ceremonia casi legal, pero a pesar de no tener los papeles en regla según las leyes humanas, todos los demás reconocían el simbolismo de los anillos. Patrick y Tanya estaban casados, con o sin papeles.
Y Gala estaba feliz por ellos, porque pasaron por muchas cosas para llegar a ese punto.
-Completamente bien, pero eso es lo de menos, ahora tenemos que ponernos al día. -Se acercó un poco a la pantalla y le dio una mirada suspicaz-. Porque no creo lo que dijo Patrick sobre un viaje de vacaciones, tú no tomas vacaciones, Alex tampoco.
Tanya no era una mujer a la que se la podía engañar, aunque fuera por una buena causa.
-Yo... -Suspiró-. Hay mucho que decir.
-Si te sientes más cómoda hazme un resumen.
De reojo Gala vio al león echarse en el balcón.
-Soy una osa polar.
Tanya abrió sus ojos, no se esperaba tal confesión de su parte.
-Wow, Gala, me has dejado..., ¡no lo puedo creer! Nunca estuve cerca de un cambiante así. -Sus ojos brillaron-. Es... ¡Maravilloso!
Ahora era Gala la que estaba sin palabras, siempre quedaba así cuando estaba frente al inacabable entusiasmo de Tanya. Ella era una humana como pocas, más unida a los cambiantes que a su propia raza, fue ese entusiasmo y energía los que le valieron el respeto y afecto de todos los miembros de Gold Pride.
-Sí... -Suspiró-. Lamento no haber podido decirlo antes, tenía problemas.
Había pensado que alguno de ellos la vendería a los Cazadores por la exorbitante cifra de diez o quince millones de euros. Si Patrick fuera despiadado a ese nivel, habría resuelto todos sus problemas económicos de un solo golpe y la coalición tendría un futuro acomodado y próspero. Sin embargo, el Alfa de Gold Pride prefería sacrificarse él mismo antes de enviar a uno de los suyos a tal destino.
Patrick Mcgraw no traicionaba a su gente, hubo un tiempo en el que fue un delincuente cibernético pero siempre le dijo que estudiaba bien a sus clientes, si los mercados cambiantes y laboratorios clandestinos estaban involucrados y el trabajo implicaba beneficiarlos, él se borraba del mapa sin dudarlo.
-Me gustaría hablar contigo de tantas cosas..., sin embargo, ahora necesito tu ayuda.
Tanya la miró, confiada, decidida y dispuesta.
-¿De qué se trata?
-Te estoy enviando imágenes de resonancia y escaneos cerebrales a través de correo cifrado.
Tanya asintió, su atención en otra parte de la pantalla mientras movía sus dedos. Gala vio una expresión diferente a la de Vashty, era sorpresa absoluta pero mezclada con curiosidad y una potente necesidad de saber. A Tanya le gustaban los desafíos médicos, el ejemplo viviente era su pareja vincular que gracias a su determinación obstinada y la tendencia a no dejar nada sin resolver, ahora era parte de un experimento médico que estaba prolongando su vida contra todos los pronósticos.
-¿Y todos los pacientes se encuentran en coma?
Gala asintió con un gesto.
-Esta actividad cerebral no es normal.
-No lo es. Lo que ves en las imágenes es la actividad cerebral del lado cambiante.
Tanya abrió los ojos.
-No puede ser, debes estar bromeando.
-¿Alguna vez bromeo?
La mujer humana se mordió el labio, no podía despegar la mirada de las imágenes e incluso las tocaba con los dedos.
-Increíble -murmuró-. La primera evidencia física de la mente animal de un cambiante.
Gala comprendía su asombro, según la mayoría de sus compañeros de coalición Tanya Rivers era más cambiante que humana. Demasiado fascinada con la raza como para querer regresar entre los humanos. Y eso la había convertido en la mejor profesional que conocía, porque entendía a los cambiantes como ningún otro medico humano que se inclinara por esa especialidad.
-No podemos compartir esto con nadie más -Gala advirtió, a pesar de la leve decepción en los ojos de Tanya-. Es información de Icy Souls y los pacientes no dieron el consentimiento, lo sabes.
-Sí..., aquí veo que la razón del coma en ellos son los rompimientos vinculares.
Gala confirmó.
-En circunstancias anormales.
-¿A qué te refieres?
-Tenemos a dos que han despertado y dieron testimonio de que sus vínculos no fueron cortados de manera natural; algo los tira desde adentro, los quema y luego un pulso de energía los hace desaparecer. Después de eso entran en estado de shock y se desmayan, cayendo al coma.
Tanya se llevó una mano al pecho, su mirada compasiva.
-¿Y crees que lo de las imágenes se relaciona con eso?
-Sí, lo único que se me viene a la mente es que los rompimientos anormales forzaron a sus lados animales a manifestarse de esa forma, más que nunca, están buscando sus vínculos porque creen que sus parejas no están muertas.
Tanya sondeó con esos grandes ojos marrones, siguiendo su línea palabra por palabra.
-Si los vínculos no se rompieron por muerte, crees que algo más lo hizo. -Se detuvo, su mirada pensativa-. ¿Descartaron las infidelidades?
-La forma en que los han perdido ha creado un patrón, una oleada de infidelidades es imposible en el comportamiento de los osos polares.
En la naturaleza, sus contrapartes salvajes fueron solitarios y polígamos, pero los cambiantes de ese tipo se iban al extremo opuesto, profundamente influenciados por su humanidad. Una vez que formaban el vínculo era una relación cerrada y si no estaba destinada a terminar en el emparejamiento, terminaba con ambos envejeciendo juntos.
Los osos polares no jugaban en ese aspecto.
-Posible secuestro de cambiantes y rompimiento forzado de los vínculos mediante un agente externo. Eso es diferente a todo lo que he investigado sobre las metodologías y fines de los Cazadores. ¿Por qué ir contra los vínculos? En todo caso eso es perjudicial para ellos.
-Lo sé, lo mismo me pregunté yo pero no puedo resolverlo, ¿tienes alguna idea diferente?
-El agente puede ser un nuevo tipo de droga. -Tanya apretó los labios-. Esto me preocupa, Gall, que algo tan hermoso y seguro como los vínculos puedan ser arrebatados de esa forma.
Gala formó un puño, su oscuridad se deslizaba contra ella, como un vicio contenido en una jaula de acero. Lo más parecido que tuvo a un vínculo fue el que compartió con su gemela, pero el tipo de amor que recibió de eso era diferente al de una pareja real. Además tenía puntas y bordes de protección y poder enfermizo, si eran de ella o de Shila, no tenía idea. Pero comprendía el miedo subyacente detrás de esto, significaba que los vínculos ya no estaban aislados y seguros, al igual como las transformaciones, los humanos estaban empezando a manipular los vínculos a su voluntad.
¿A qué nivel de alcance? ¿Sucedía lo mismo con las parejas emparejadas? Hasta el momento todos los pacientes en coma tenían vínculos sin sellar. Lo que no excluía que en algún momento un emparejado cayera en la misma situación.
Eso sería el verdadero pánico. Ya nadie estaría seguro, y esos lazos emocionales tan profundos... Correrían peligro.
-No deberíamos alarmarnos -Gala respondió, luego de tomar aire y aclararse la voz-. Hay que mantener la calma.
-Sí, tienes razón, si es una droga como cualquier otra, hay que destruirla.
Gala asintió, ella sabía un poco sobre las drogas destinadas a la población de cambiantes, algunas eran para recreación, otras intensificaban sus cualidades, un bajo número eran tan adictivas como peligrosas, el resto eran aquellas destinadas a la manipulación y control de los cambiantes. La creación del Amonium fue el inicio para la nueva oleada de esclavitud cambiante y sus derivados salían de todas partes sin importar cuantos laboratorios se desmantelaran o cuanto tiempo la policía cambiante rastreara a los grupos criminales.
Tenía sentido que se tratara de un compuesto químico, pero seguía sin comprender su verdadera función más allá de dejar cambiantes emocionalmente quebrados.
-¿Puedes investigar sobre eso? Teniendo un nombre y sus efectos podemos empezar a atar puntas, rastrear a los proveedores y con eso ubicar los grupos de Cazadores en esta área. Tal vez no podamos recuperar a todos los desaparecidos, pero podremos eliminar el problema de raíz.
-Claro, me pondré en contacto con Eleine, ella y sus lobos estarán interesados en esto.
La oscuridad susurró en ella, fue un instinto punzante que presionaba en su interior. Ella no debía compartir información de sus vulnerables con desconocidos. No es que odiara al clan Moon Fighters del que la amiga de Tanya formaba parte -trabajando como investigadora a sueldo-, pero su Alfa había secuestrado a Patrick y lo tuvo encerrado durante casi un año y medio, apartado de sus hijos y su mujer. Patrick le había dicho que la captura era legítima porque había cometido un par de errores que amenazaron a ese clan. Como fuera, Gala no confiaba en ellos.
De hecho, no confiaba ni en su propia sombra, «pero sí en Alexander» de reojo lo vio dormir, poderoso y confiado, ella había caído en la idea de que era el encantador hijo de una pareja felizmente emparejada, con uno o dos hermanos más, una mascota tal vez, que había sentido la necesidad de unirse a un clan y por suerte cayó en Gold Pride.
Pero la realidad era distinta y el cuento solo una idea falsa que Alexander supo camuflar muy bien, demasiado, tanto como ella.
-Secreto de confidencialidad -advirtió-. Trata de ser lo más objetiva posible, sin nombres ni referencia al tipo de cambiantes.
Icy Souls estaba en un punto vulnerable, y Gala no quería hacer más grande el problema, ¿Por qué? ¿Acaso le importaban?
-Entendido, iré con cuidado.
-Bien.
Gala encontró la mirada de Tanya, profundizó un poco más y halló algo diferente que no había notado al principio.
-¿Cómo están las cosas allá?
-Todo en orden.
-Excepto...
Tanya suspiró.
-Marshall.
No quería oírlo...
-¿Qué tiene?
-Fallo cardíaco leve -Tanya hizo una mueca triste-. Su nivel de colesterol no disminuye y creo que ha dejado de seguir la dieta.
Lo último ya lo sabía, Marshall tenía un problema muy serio con la comida, peligrosos niveles de colesterol y sodio en sangre, además de un tamaño de corazón más grande de lo normal para un cambiante. Había sobrevivido a un ataque cardíaco dos meses antes de la boda de Patrick.
El Alfa de Gold Pride decía que el problema que su lugarteniente tenía con la comida podía deberse a que casi lo mataron de hambre cuando era niño, pero Gala no estaba tan segura que esa fuera la única razón. Marshall comía hasta no poder más y a Alexander le dejó de parecer divertido cuando lo vio aumentar de peso.
Todos bromeaban con que el cocinero los quería ver grandes y gordos, pero Alex no era tonto, lo único que quería era verlos bien alimentados, estaba tan preocupado por el comportamiento de Marshall que comenzó a cerrar bajo llave la bodega de almacenamiento y llevarla consigo en todo momento.
Solo Gala había podido meterle un poco de razón al mejor amigo del Alfa diciéndole que como lugarteniente de Gold Pride, lo necesitaban vivo.
Pero ahora que no estaba para mantenerlo bajo control, es posible que haya recaído. Marshall necesitaba ayuda y tal vez ni siquiera Gala podía proporcionársela.
-Trata de llevarlo por la línea correcta -le dijo-. Volveré en una semana y hablaré con él.
-De acuerdo. -El teléfono de Tanya sonó-. Tengo que irme.
-Bien, adiós, cuidate. Déjale mi saludo a Patrick y a los demás.
Tanya sonrió.
-Por supuesto -le envió un beso, y antes de cortar la comunicación agregó-. Gala, cuida a Alexander.
No supo si fue una advertencia, pero sonó como una, con la habitual impronta amable de Tanya. Alexander era uno de sus leones favoritos, después de Patrick.
-Lo haré, adiós.
Tras finalizar la vídeo llamada, Gala apagó el anotador digital y lo dejó sobre la cama, giró la cabeza hacia el balcón donde Alexander se había quedado dormido con la cabeza apoyada en sus enormes patas delanteras. Estaba segura que Tanya no se refería a su salud y seguridad cuando le pidió que lo cuidara, el tipo de cuidados que había exigido hacia el cocinero eran de otros tipos, desvinculados por completo con el dolor físico, las enfermedades y heridas.
Era más emocional, un cuidado del corazón, ¿Cómo hacerlo cuando eso era todo lo que había evitado en la mitad de su vida? Ella no tenía referencias, no había manual que seguir, estaba en la oscuridad, pero incluso en ese lugar deseaba el brillo de un león dorado. Su corazón se apretó, bajando de la cama Gala fue hacia el ventanal, se fijó en la temperatura.
El atardecer estaba en su último punto y el brillo del sol había dejado de tener la intensidad suficiente para calentar, pronto la temperatura caería. El tiempo de Alexander en el exterior había terminado.
-Alex... -Gala llamó, arrodillándose frente a él-. Alex...
Él movió la cabeza, abrió la boca en un largo bostezo que mostró sus largos colmillos y su lengua áspera. Un par de ojos dorados la encontraron. Resopló.
-Es tarde, tienes que ir adentro.
Alexander rodó de espaldas.
-No te estoy preguntando. Adentro.
El león gruñó, volvió a rodar y se puso de pie, se estiró en un movimiento felino que la cautivó. Alexander era hermoso, una luz que parecía querer abrazar su oscuridad cada vez que la miraba, y aunque Gala quería tocar su luz, tenía tanto miedo de arruinarlo, de equivocarse y lastimarlo...
Pero su osa polar empujó hacia él.
No había otra opción.
Ya no podía dar marcha atrás.
Alexander estaba demasiado metido bajo su piel como para dejarlo ir...
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