Capítulo 3



-No me moveré de aquí.

Alexander en modo depredador era una cosa de respeto, su orgullo, algo frágil. Los leones eran más de demostración y pavoneo, pero su protección era real, meterse con uno de ellos era garantía de terminar sin cuello. Sin embargo, Gala no quería esa protección, no quería estar en esa cabaña.

No pidió esto. Su furia hervía en su corazón, extendiéndose como el bravo oleaje del océano. Desde la cama que alguna vez usó, miró al oso que debía ser el Gran Nanuk del clan. Poco había cambiado, Nilak seguía siendo el mismo bastado arrogante e impetuoso, parecido a Alex.

Y el león... Parecía querer calcinarlo con la mirada.

-Afuera -gruñó-. Ahora.

Ambos hombres escucharon.

-Pero...

-¡Ahora!

No importaba que tuviera al Gran Nanuk en frente, Gala necesitaba espacio. Más que eso, sentía el impulso ácido de huir, pero si lo que decía Nilak era cierto... Los osos polares no dejaban ir a los suyos.

-Ven conmigo -Nilak le dijo a Alex, su tono era apenas conciliador-. Es seguro.

Alexander era una cosa intensa cuando funcionaba bajo sus instintos, no tenía el poder de un Alfa, pero vaya que sabía como marcar su presencia. Su cuerpo mismo llevaba los músculos suficientes para hacer mucho daño, la valentía, llama ardiente en un corazón de cocinero.

-Toquenla y les arrancaré la piel.

La risa de Nilak llenó la cabaña, fuerte, vibrante. Alexander emitió un gruñido peligroso que hizo su pecho temblar. La osa de Gala se deslizó bajo la piel, atendiendo a uno solo de los sonidos puramente masculinos. No necesitaba eso.

-Haré que Aisha te traiga ropa.

Nilak le sonrió, un par de líneas dibujándose en las comisuras de sus labios. Gala mantuvo una postura seria mientras el oso se llevaba a Alexander a regañadientes. Cuando estuvo sola, dejó salir el aire pesado y frío que había estado conteniendo desde que vio a Nilak. No esperaba volver a verlo, tampoco regresar al territorio.

-Malditos osos.

Ella llevaba una buena vida en la coalición, por fin había encontrado su sitio seguro y ahora su pasado volvía para arrastrarla justo al sitio de donde salió. Si no fuera por Alexander, ella estaría en la casa matriz revisando a los cachorros.

Juntando las rodillas con el pecho, las rodeó con los brazos, descansó su mejilla. Una de sus promesas era jamás volver al clan, y ahí estaba de nuevo. Su osa se revolvió el pelaje, sintiendo un olor ajeno sobre su piel.

Se dio cuenta de que todavía llevaba la camiseta gris de Alex.

No estuvo sola por mucho tiempo, cuando las nubes en el cielo casi no se podían distinguir, alguien golpeó la puerta.

-¿Puedo pasar?

Esa voz anudó sus entrañas, Gala tragó algo molesto en su garganta y trató de parecer firme al responder:

-Sí.

Puede que estuviera enfadada hasta el hueso con este clan, pero no olvidaba los años en los que creció aquí. Aisha, una de las tres tías de Nilak, entró a la cabaña con una pila ordenada de ropa. A diferencia de su sobrino, ella sí presentaba rasgos del paso de los años, lineas en los bordes de los ojos, la piel del rostro un poco caído. Pero la dulzura en los ojos azules era la misma de siempre.

Ese rasgo era común dentro del acerbo genético de Nilak, su madre Nika y su tía menor Euvien tenían tonalidades de azul más intensas, mientras que Uvna había sacado la tonalidad recesiva, expresando un chocolate profundo.

Aisha, la tía que sucedía a Euvien en edad, tenía la emoción del reencuentro a flor de piel, los labios le temblaban, alegría pura ondeando en sus ojos azules.

Aún se teñía el largo cabello liso de color blanco.

-Sialuk...

Gala suspiró.

-Llámame Gala por favor.

Impedir que la llamaran por el nombre del clan era la máxima expresión de rechazo hacia el mismo, sabía que dolía, porque cada oso amaba al clan con toda su vida, sin embargo Gala no iba a ocultar su descontento ni su forma de pensar, tomó una decisión diez años atrás, y la mantendría.

Diez años no cambiaba nada.

-Estás sana.

Aisha se acercó despacio, ella podía sentir a la inestable osa de Gala empujar contra la piel, era bueno que mantuviera la distancia. Dejando la ropa a un costado de la cama Aisha se quedó de pie.

-Nana Sakari quiere verte.

Una sonrisa suave, que se vuelve amarga cuando Gala la observa.

-Me iré de aquí lo antes posible.

La tristeza era profunda, el corazón de Gala se apretó.

-¿Por qué?

-Ya sabes la historia, vete, por favor.

Asintiendo, Aisha se retiró no sin antes decirle que estaba feliz de verla con vida. Eso solo hizo recrudecer sus sentimientos y alimentar la decisión de volver a poner distancia, estos osos debían aprender a no obligar a la gente a quedarse en donde no querían, por más que sus intenciones fueran "buenas"

Respirando más allá del nudo en su garganta, Gala revisó la ropa. La osa gruñó cuando se quitó la camiseta de Alexander, se sintió como quitarse un blindaje de encima, sentir eso era incorrecto.

Un conjunto de ropa interior blanca se ajustó dolorosamente bien, Aisha conocía sus medidas aún cuando ya no era la misma joven desde hace diez años. Una remera de tirantes, un suéter de lana gris le recordó las noches frente al fuego observando a Nika tejer. Cada prenda traía pequeños trocitos de recuerdos, hasta la vieja chaqueta de cuero sintético color beige, la primera que compró en un mercado de Halifax.

Ajustados jeans azules calzaron perfecto. Y las botas con el interior revestido de lana... Se sintieron tan suaves... Abrigada, su alma aturdida por las emociones, se acercó a la puerta sosteniendo la camiseta gris. La cerradura aún se abría con su código personal.

Intensos ojos azules le escanearon de pies a cabeza, Alexander luchaba por no dejar escapar ni un solo temblor, pero Gala sabía que tenía frío. El león soportaba climas fríos, pero los alrededores de Halifax eran helados a un nivel superior.

-Tan bien como siempre.

El fuego de Alexander quería quemar las palabras de Nilak. Gruñendo bajo, Gala cerró la puerta tras de sí y se colocó solo un paso cerca del león.

-Quiero ropa para Alex.

Nilak enarcó una ceja oscura, Gala estrechó su mirada sobre el oso de más alto rango en el clan.

-Haré que le traigan abrigo.

-Y no quiero verte, no ahora.

Nunca. Sin embargo, su osa estaba malditamente tranquila en su presencia y eso era confuso. No olvidaba lo que sucedió, pero tampoco podía dar un rechazo definitivo, los lazos familiares se habían anclado a su alma por demasiado tiempo. Era como pedirle que abandonara Gold Pride.

Oh... Extrañaba tanto a sus leones...

No era justo que el único al que ella quería lejos fuera el mismo que movía sus nudillos contra la cara externa de su mano. El contacto, una caricia áspera, demasiado personal, era algo valioso en momentos donde podía estallar en cualquier segundo.

-Siempre serás mi Natuk -comentó, su declaración, no había perdido significado con el tiempo.

«Siempre te odiaré por eso»

No supo por qué, pero en un arranque de ira que solo se podía sentir en su interior, Gala levantó la cabeza haciendo su postura fuerte, tomando la mano áspera de Alexander, mano de cocinero, de león salvajemente atrevido, miró a los ojos cristalinos de Nilak.

-Aléjate, Elan, no quiero verte.

Dos pozos negros cruzaron a Alexander. El león permaneció en su lugar, inmóvil, pero tan fuerte y peligroso que se veía tentado a pelear por ella, estaba siguiendo un juego desconocido, pero Gala agradecía el apoyo. Los ojos del oso bajaron a la unión significativa entre ambos, y luego dejó de usar la pared de la cabaña para sostener su cuerpo enorme, enderezando su figura, movió los hombros para relajarse, una seria inclinación y bajó por los escalones de la ladera.

Las cabañas estaban asentadas contra la ladera de la montaña y se conectaban mediante escalones de tierra y piedras que descendía en forma de zig zag hasta el valle, donde más cabañas se esparcían entre los bosques y colinas hacia la Guarida.

-Ponte la camisa o te congelarás hasta el pelaje.

Rompiendo el agarre, se alejó y dio un par de vueltas por el estrecho espacio entre la puerta y la caída. Pero por sobre todo, Gala quería dejar de tener tanta piel expuesta para ella, le incomodaba. Aunque, no dejó pasar la flexión de músculos cuando Alex obedeció y se cubrió el amplio pecho, la tela gris un abrazo contra su piel de su dueño.

El león no comentó nada sobre el incidente, mortalmente serio pero con una mirada amable sobre ella, se cruzó de brazos.

-Creo que me debes una historia y un par de explicaciones.

Rodando los ojos, Gala ignoró el poder hipnótico de sus ojos, observó aquellos bosques que no había visto en diez años. Halifax apenas se veía como un borrón plateado encendiéndose lentamente a medida que la noche descendía.

-Cuando logremos salir de aquí -mintió, otra de sus promesas era no decirle nada a nadie.

-Patrick nos buscará, de eso estoy seguro.

Luces electrónicas se encendieron de forma automática, el anuncio de la noche y la llegada de la oscuridad, cada una de las cabañas tenía una, estaban programadas desde la Guarida para prender y apagar a un horario determinado.

Pasos lentos se oyeron desde abajo, Gala aguzó la mirada y vio a una pequeña anciana con un bolso de tela blanco. Fue imposible no ir a ayudarla, por más que quisiera correr en sentido contrario.

-Nana Sakari, déjeme ayudarle.

La anciana mujer le sonrió tan amplio y duro que su estómago se hizo diminuto, sus movimientos eran más lentos que la última vez que le vio, deteniendo a los soldados de Nilak para ayudarle a escapar. Tragando un sabor amargo, le sonrió de vuelta. Cuando los ojos marrones de la mujer anciana se detuvieron en la sorprendida figura de Alex, esa sonrisa se hizo incluso más amplia.

-Oh... Este debe ser el chico que cazabas cuando te encontraron.

Las mejillas de Alex enrojecieron.

-No estaba cazándolo Nana Sakari.

-Es lo que ella dice -agregó Alex, se acercó con prisa, le tomó una mano y juntos le ayudaron a subir los escalones-. Me quitó el aire de los pulmones cuando me derribó al suelo.

Una risa cascada por la vejez, menguó las ganas de golpear al león. Nana Sakari le entregó la bolsa aún con una risa en los ojos.

-¿Elan te envió? -Preguntó con tono indignado.

-No querida, intercepté a Malik y lo envié a dormir. Quería verte en persona cuanto antes.

Ahora, Nana Sakari rodeó a Alexander mientras él la seguía en sus pasos y se ponía un suéter de lana negro.

-Mira qué delgado está... -Alexander gruñó bajo-. Irrespetuoso además... -Alex bajó la mirada al tiempo que murmuraba una disculpa-. ¿Y por qué el pelo tan largo?

-Es un león, Nana.

Los ojos de la osa mayor se abrieron con la sorpresa de quien no ha visto un animal como ese en toda su vida. Y era real, Halifax era dominada por osos polares, los permisos para otros cambiantes eran limitados y aquellos que los conseguían debían pasar pruebas rigurosas para demostrar que sus intenciones en el territorio eran aceptables y buenas.

-¿Los leones son así de delgados?

Alex bufó, por poco se le escapa una risa al ver la mezcla entre fastidio, desesperación y ternura en su rostro.

-Ah, no importa, algunos días en Icy Souls y te pondrás en forma.

Dándole una palmadita en una mejilla, Nana Sakari se acercó a Gala, tomó su rostro entre sus manos desgastadas, había en sus ojos de osa tanto afecto que ella olvidó el enojo que cultivó dentro de su corazón. La sensación no duró por mucho, ese cultivo echó raíces demasiado profundas.

-Nana Sakari..., no nos quedaremos en...

-Oh... ¿Qué es esto?

Entre sus dedos, la anciana tomó el dije de metal que colgaba de un hilo negro, el recuerdo de sus leones, tan lejos, quemó por dentro.

-Es mi dije.

Nana Sakari lo estudió por un largo tiempo, tal vez tratando de averiguar a qué clan pertenecía.

-¿Te uniste a los osos del sur?

-No.

-¿Entonces? -Duda en la oscuridad de sus ojos de osa.

-Es de una coalición, se llama Gold Pride.

Decir ese nombre le hacía sentir tanto orgullo... Era su hogar, el sitio donde estaba en paz consigo misma hasta que los osos decidieron raptarla.

-Oh...

Nana Sakari soltó el dije despacio.

No supo si había decepción, Nana Sakari era gentil y amable, pero aun así abrazaba las costumbres del clan como cualquier oso, sin embargo, era mucho más flexible y comprensiva que los demás, razón por la que pudo salir de ahí en un principio.

-Y... ¿Te tratan bien?

-La adoramos -fue la sencilla respuesta de Alexander, sus ojos azules fijos en ella-. Gala es nuestra enfermera.

Orgullo en una voz que cantaba a su osa de una forma difícil de comprender. Alexander le sonrió, dulce como el chocolate con maní que recordó haber comido la última mañana en su hogar.

Una ráfaga de aire helado sacudió los arbustos que crecían en la ladera, la figura de Alex se encogió por un breve segundo fugaz. La osa vieja no dejó pasar esa movida, fue hacia el león, lo tomó de la mano y a fuerza de empujones lo acercó a Gala, luego unió sus manos sosteniéndolas con fuerza mientras los miraba a uno y otro.

-Un oso polar es como una chimenea, quedate cerca y no pasarás frío.

-Gracias por el consejo Nana.

Una mirada estrecha, el color azul danzando con alegría, se dirigió al rostro redondo y avegentado de Sakari. Para evitar que se formaran teorías equivocadas, Gala decidió poner las cosas en orden.

-No nos quedaremos mucho tiempo.

Esa sonrisa fue disminuyendo, lento, los ojos marrones buscaron otro punto de enfoque, Gala sabía que Sakari detestaba verse triste en frente de cualquier otra persona, prefería ser alegría, luz, de alguna forma se parecía al león que sostenía su mano con fuerza.

-¿Quien ha ocupado el lugar de nuestro Gran Nanuk?

Sakari intentó camuflar su dolor, sin éxito.

-Un león.

Que debía estar muy preocupado por ellos...

-¿Cómo se llama?

Componiendo media sonrisa triste, Gala respondió:

-Eso no importa, Nana. Debemos regresar a Gold Pride, Alex dirige la cocina, yo coordino la enfermería junto a la doctora a cargo, nos necesitan.

-Pero... Te necesitamos aquí.

Hubo un brillo de ojos negros en ese rostro curtido por frío y nieve, rostro de madre y abuela, de sabia consejera y apoyo incondicional. Gala recordó cuanto le gustaba escuchar sus historias, aprender sobre medicina y remedios, memorizar las tradiciones que eran la piedra angular del clan que le vio crecer.

Más allá del rencor, en lo profundo de su alma encadenada por promesas, brilló el anhelo.

Pero otra ráfaga más fuerte movió la sensación lejos, junto al frío que erizaba la piel.

-Hablaremos en la mañana -Alexander intervino, ese tono de voz cordial, melódico-. ¿Quiere que la acompañemos a su cabaña?

Riendo bajo, la amargura aplazada por un momento, Sakari murmuró:

-Extranjeros...

Alex buscó las respuestas en Gala, él no sabía que para acercarse a la guarida de una osa debía ser invitado. Pero los leones funcionaban de manera diferente, sociales por naturaleza, bastaba con darles un mínimo incentivo para tenerlos husmeando en tus asuntos.

-Te hemos extrañado tanto, Sialuk. -Un suspiro después, Gala tuvo a la anciana acariciando su mejilla-. Nos has hecho falta.

No era justo.

-Protéjanse del frío, buena noche a los dos.

Ambos vieron a Sakari bajar los escalones hasta donde alcanzaba la vista.

-Ya la quiero como abuela.

-¡Oye! -Gala lo empujó.

Bufando, Alex murmuró:

-Y ahí queda un lindo momento familiar...

-Entra a la cabaña.

Esa sonrisa adquirió un matiz diferente, un borde salvaje en sus ojos, su voz arrastraba un ronroneo que se sintió tan bien en sus oídos cuando dijo:

-A tus ordenes, Sialuk.

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