Capítulo 28
Alexander solo pudo dormir unas cuantas horas antes de que el amanecer le obligara a levantarse de la cama, no acostumbraba a dormir hasta tarde, pero estaba realmente cansado, bien podría intentarlo si con eso ganaba más tiempo con la mujer que continuaba durmiendo en la cama, sin embargo su mente no le dejaba tranquilo. La confesión de Gala se quedó grabada a fuego y seguía enojado con la situación.
Pero se tuvo que guardar los gruñidos hasta que estuviera fuera del alcance de Gala. Deslizándose de tal forma que ella no notara su ausencia en el cálido cobijo de la cama grande, Alexander dio un rodeo y abrió las grandes puertas del armario, Gala había diferenciado el espacio separando su ropa de la suya en dos montones bien ordenados y distribuidos. Para cualquier persona debería ser una obviedad, algo sin importancia, pero Alexander encontraba satisfacción en las pequeñas e insignificantes cosas como esta, dividir una cama y un armario era un asunto más íntimo de lo que parecía.
Abrazando el calor que subió por su cuerpo cuando imaginó sus cuerpos entrelazados en la cama, Alexander tomó un par de pantalones cargo color oliva oscuro y comenzó a cambiarse la ropa de dormir que llevaba puesta. Una camiseta de lana blanca y una sudadera negra reemplazaron a la camiseta gris, que todavía contenía el olor a sal y mujer, la huella de un dolor emocional que Gala se había permitido descargar.
Tal vez Alexander era la única persona que la había visto así.
Terminando de anudar los cordones de sus botas de trabajo marrones, luego dobló la ropa de dormir y como no encontró ningún cesto donde dejarla, la puso al costado del armario. En completo silencio fue al baño, cepilló sus dientes y se lavó la cara con agua fría, notó que su melena había crecido hasta alcanzar los hombros, pronto debería recortarla.
La melena era símbolo de madurez y orgullo para un león, pero Alexander no pretendía llevarla más lejos del punto manejable, los estilos largos e impresionantes se los dejaba para el Alfa y sus compañeros de coalición. Con su higiene básica arreglada, bajó al primer piso de la casa dispuesto a preparar el desayuno.
No había canción en su mente esta vez, solo las imágenes que Gala había puesto ahí cuando le contó la historia de su gemela. El gruñido le salió entre dientes apretados, no lo podía creer, no quería..., ¿qué clase de cambiante se atrevía a hacerle daño a una joven? Sin importar que fuese adolescente, a esa edad seguía siendo una cachorra, una pequeña a la que debían cuidar y proteger. Pero la semilla de la perversión podía crecer en cualquier terreno, pensó, recordando las historias que Patrick, Marshall y Byron le contaron una noche en la que se quedaron hasta tarde en el salón comedor.
Cada uno tenía cicatrices de una vida difícil, y eso demostraba que la mejor opción para los cambiantes era mantenerse unido en clanes, coaliciones y otro tipo de asociaciones. Los solitarios y las familias estaban desprotegidos y bajo amenaza constante de los Cazadores que siempre rondaban sin ser vistos. Alexander no tardó en sentirse identificado con los dos leones y el tigre, pero no sumó su historia.
El punto importante -y del que no podía olvidarse-, era que las personas malas podían aparecer en cualquier parte. Eso no lo hacía sentirse menos enojado de lo que estaba, ¿cómo nadie pudo darse cuenta de lo que pasaba? Las personas abusadas siempre daban señales, por más que fueran pequeñas, gritaban a su manera, un cambiante podía darse cuenta de las cosas con los sentidos. Alexander quería gritarles a todos y a cada uno de los que convivierom con Shila y no fueron capaces de darse cuenta de lo que le hacían.
-Mierda -masculló al ver que había roto el huevo en su mano.
Por fortuna el contenido quedó en la sartén, así que pasó los siguientes minutos quitando cada pequeño pedazo de cáscara hasta que no vio nada más que la clara transparente y el naranja profundo de la yema, necesitaba atención, habilidad y disciplina para tomar los pedazos sin arrastrar el contenido del huevo, así que, en cierta forma, el incidente sirvió para contener su temple. Los huevos eran una de las pocas cosas que no se podían producir de manera sintética, pero las regularizaciones sobre las granjas de huevos se volvieron tan estrictas que comenzaron a producir mejores huevos cuando las condiciones de las gallinas alcanzaron el estándar de vida digna.
Lo curioso era, que por más que la humanidad estuviese luchando por reducir la contaminación y los daños ambientales, en el fondo seguían siendo crueles, ambiciosos y traicioneros, llenos de mentiras, engaños y codicia.
«No todos» pensó, partiendo otro huevo, recordar a Tanya y todo lo que la mujer hacía por los cambiantes de la coalición le hacía creer que la balanza estaba inclinada hacia el bien, al menos un poco. No podía cambiar el pasado, y si pudiera, lo haría. Sin embargo pensar en eso le hizo creer que Gala no sería la misma mujer que era ahora.
La vida era una suma de experiencias, y esas experiencias resultaban en la manera de pensar, sentir, de ver las cosas, por más horrible que se sintiera al imaginarlo, Gala era Gala gracias al intento de suicidio de su hermana gemela.
-Eres un desgraciado -se dijo, encendiendo el fuego en la hornilla-. No habría sufrido tanto si eso no hubiese pasado.
Pero tampoco habría salido de su clan, ni llegado a Gold Pride, ni la habría conocido...
-Deja de pensar en eso.
Debía quedarse en el presente, y preparar un buen desayuno porque sabía que ella se levantaría con hambre y sed luego de lo que pasó en la noche. Con eso en mente, Alexander puso agua en la tetera y luego la llevó al fuego, tras revolver los huevos en el aceite les agrego una pizca de sal y orégano. Luego buscó pan en una de las alacenas superiores, sacó una hogaza de la bolsa de mimbre y la cortó en doce rebanadas que dejó en una plancha para horno, las doró solo un poco.
Cuando terminó con los huevos, escuchó movimiento en el primer piso. Ella había despertado. Esparció queso cremoso en las rebanadas de pan y las envió unos minutos al horno, luego puso encima un poco de huevo revuelto y armó los sándwiches, tres para cada uno. Y cuando Gala apareció en el umbral de la entrada de la cocina, Alexander ya tenía el café preparado. Pero fingió estar demasiado concentrado en el desayuno por un tiempo más, a pesar de que su león empujaba y gruñía en su interior, como si le gritara ¡ve con ella ahora! A pesar de eso, le gustaba sentirse observado por ella.
Al verla fue como si todo volviera a tener color en su vida, Gala tenía un brillo en la mirada diferente del que había visto varias horas atrás. El cabello castaño oscuro apenas ordenado mejor de lo que Alex tenía, vestía una sudadera gris que le quedaba un poco grande, vaqueros azules y botas color marrón claro con bordes de lana. Sonriéndole, se limpió las manos con la toalla de cocina y fue hacia ella, le dio un beso profundo y necesitado que la hizo girar, Alexander presionó un poco más hasta que pronto tuvo a Gala acorralada contra el borde de la encimera.
-Buenos días -dijo, y luego la tomó por las caderas para levantarla y sentarla-. No -gruñó cuando, después de superar la sorpresa por la movida inesperada, ella quiso bajarse-. Quédate ahí.
-Gato sinvergüenza -masculló, pero se quedó en su lugar.
Con el león mostrando los dientes con gran satisfacción, Alexander le acercó un plato con el sándwich de huevo revuelto y queso derretido.
-Y café con doble azúcar -agregó, dejando la taza de porcelana verde en sus manos.
-Gracias -respondió, con una sonrisa pequeña-. Pero deberíamos desayunar en el comedor.
Alexander se le quedó mirando demasiado tiempo del necesario, las mejillas de Gala se ruborizaron, pero entonces la negrura colmó sus ojos con una presencia que todavía no alcanzaba a identificar. Lo hacía sentir deseoso de obedecer cualquier orden suya.
-Así está perfecto -respondió.
Porque había pensado en esta imagen por mucho tiempo, quedando siempre con la frustración de saber que solo sería otro momento imaginario encerrado en su mente. Ahora se había hecho real y tenía a Gala en su cocina -que no era del todo suya pero funcionaba igual-, sentada en la encimera a punto de comer su desayuno.
-Quiero que esto se repita todas las mañanas.
Gala le dio una mirada que resultó nueva para él, inquieta y desnuda, la emoción distinguible era una señal que ardía en la oscuridad de sus ojos, ella estaba considerando la opción, pero se refugió en su café. Esta mujer, quien había huido de las relaciones personales durante un año y medio, deseaba tener cosas, compartir cosas, todo aquello que las parejas se daban mutuamente, Alexander no estaba seguro si algún día admitiría que también quería despertar cada mañana junto a él.
-¿Dormiste bien? -Gala preguntó.
El eco de lo que compartieron en la noche rondó por su mente al tiempo que daba una mordida a su sándwich.
-Perfectamente.
-Sigo con sueño -agregó ella-. Es como si no hubiera dormido en semanas.
Su león interior se sacudió.
-Así se siente cuando lloras, a veces viene acompañado con un ligero dolor de cabeza, pero es normal.
Alexander se movió para quedar apoyado de espaldas contra el borde de la encimera, Gala estaba ahora a su altura.
-¿También es normal sentirse avergonzado?
Alexander gruñó.
-Realmente te has cerrado a las emociones -masculló.
-Crecí entrenando para ser el soldado más fuerte, es parte de lo que soy.
Alexander sacudió la cabeza.
-Sigo en desacuerdo con eso. No tienes que ser firme, fuerte y sensata todo el tiempo, eres mujer antes, puedes ser sensible, puedes desbordarte, puedes gritar y llorar y eso no te hará ser menos de lo que eres.
Alexander sintió su mirada levantar los vellos de su nuca, ocultos por su melena rubia. Él quería que abrazara cada parte de su identidad, todo lo que ella era, porque solo así comenzaría a ser verdaderamente libre. Un sonido agudo sobre la encimera le dijo que había puesto la taza de porcelana a un costado, lo mismo ocurrió con el plato del sándwich, Gala puso una mano en el hombro de Alexander y tiró de él, él se giró y quedaron frente a frente, de igual a igual. Ojos brillantes y llenos de la negrura que lo mantenía fascinado se encontraron con él, anclado en un contacto visual que gritaba muchas cosas, todas ellas fuera de su alcance.
-Eres tan intuitivo... -dijo, en tono suave.
Sus manos sostuvieron su rostro, Alexander se inclinó contra ellas siguiendo sus movimientos, cerrando los ojos, dejando besos sobre la piel a su alcance.
-Todo este tiempo -continuó-. Pensé que estabas tras de mí solo porque era difícil de atrapar.
Alexander abrió los ojos, encontrándose con la sinceridad abierta de Gala.
-Al principio fue así, pero luego vi la forma en que curabas mis heridas, mis dolores de cabeza, mis fiebres..., esa manera de cuidar iba más allá de la dinámica paciente enfermera. -Alexander solo presionaba y presionaba, encontrando pequeñas fracturas en la resistencia de la mujer-. Luego cuando pasó lo de Nolan y el maldito me disparó... Comencé a ver que tal vez yo tenía un trato especial entre los demás, tal vez podría haber algo real entre nosotros. Por eso continué, a pesar de todo.
Gala bajó la mirada.
-Lamento no haberme dado cuenta antes, de haberlo hecho no te habría lastimado tanto y ahora estaríamos en Gold Pride y nada de esto habría pasado, y...
-Shhh... Basta. -Alexander volvió a rodear un lado de su cuello con una mano, a acariciar con el pulgar esos labios-. No te mortifiques pensando en como habrías hecho las cosas, créeme lo he estado haciendo desde que desperté y solo he logrado hundirme más en algo que no está en mi control.
Gala sonrió, pequeña y frágil, Alexander sentía el deseo profundo de morder algo hasta romperlo para descargar su frustración, ¿por cuánto tiempo había reprimido sus emociones? Se preguntó, pero dejó la duda de lado y luego en un movimiento inesperado ella abrió las piernas y las cerró rodeando a Alexander, tomó el sándwich y le dio de comer. Manso como si fuera un gato doméstico, Alexander comió lo que ella le ofreció en un silencio cómplice en donde compartieron una mirada que decía todo lo que las palabras no podían.
-Eres mío -soltó de pronto, su voz temblorosa como si estuviera luchando contra las palabras-. Mío.
Él no podía imaginar cuánto le había costado atreverse a decir eso, para una mujer que estuvo diez años creyendo que por su pasado no tendría oportunidad de conocer el afecto y los cuidados que una pareja ofrecía, era sumamente difícil dar el salto de confianza necesario, olvidar el temor de arruinar y perderlo todo otra vez.
Gala había perdido demasiadas cosas.
Alexander no sabía de donde había venido eso, tan repentino, la posesión de sus palabras escarvó hasta la parte más profunda de su alma para anidar ahí. Los ojos de Gala se habían vuelto negros otra vez, feroces y salvajes, un huracán de emoción queriéndose estrellar contra él.
-Sí -respondió, consciente del lugar donde elegía estar, porque no había otra mujer para él, solo ella-. Lo soy.
Sin embargo, no sé atrevió a sugerir que ella era suya, algo se lo impidió, un pulso instintivo que le decía que era ella quien debía aceptar esa parte, entregarse. El conocimiento lo dejó inquieto, ¿por qué de pronto había aparecido ese miedo de reclamarla? Ella no era un Alfa.
No lo era... Pero tenía sus dudas.
-Hoy tienes que transformarte -ordenó, Gala tomó otro sándwich-. Ya ha pasado demasiado tiempo desde la última vez, la abstinencia puede hacerte daño.
Alexander entre cerró la mirada sobre ella, su león dando vueltas, envolviéndose en la protección de una osa polar.
-Prometo hacerlo por la tarde, pero en una hora tengo que estar en la cocina de la guarida.
Gala lo acercó más con las piernas, como si no quisiera dejarlo ir.
-Conquistarás más estómagos el día de hoy.
Él gruñó bajo.
-El único al que quiero conquistar es el tuyo.
El rubor volvió a aparecer en sus mejillas, sus labios entre abiertos eran una invitación silenciosa. Alexander apenas los tocó, un poco, lento y suave. Gala dejó las manos sobre los hombros de él, y luego movió su rostro hacia un costado, succionó sobre su cuello con una fuerza para la que Alexander no estaba preparado, sus garras salieron y no estaba seguro si la superficie de la encimera quedaría ilesa después de eso, su estómago se apretó y apretó hasta que ella lo liberó unos segundos después, besando la zona con suavidad.
-Eso dejará una marca -dijo él, su voz salió áspera.
-Esa es la intención -Gala besó la línea de su mandíbula-. Lo siento, yo..., quise hacerlo porque...
-Huh... Eres un poquito posesiva.
Alexander retrocedió, le regaló media sonrisa mientras tocaba con los dedos la marca que le había dejado en el cuello, ella la dejó en una zona comúnmente visible pero que a la vez era ocultada por su melena. Gruñó.
-Tendré que usar el gorro de lana para que se vea.
-Esa es la idea. -Gala sonrió-. Ya estamos a mano en ese asunto.
Intrigado, Alexander levantó una ceja.
-En cada oportunidad que tienes, tú marcas tu olor en mí.
-Pensé que no te darías cuenta de eso.
-¿Bromeas? Eres la criatura menos sutil del planeta.
-Termina tu desayuno antes de que quiera morderte también.
──────⊱◈◈◈⊰──────
El área del comedor de la Guarida estaba inusualmente vacía cuando subió, pasadas las tres de la tarde, Alexander había almorzado con Gala, Aidal, su hermano menor Kovai y sus abuelos, en el recinto al que había ido el día anterior.
Luego de eso, se separaron, ella le había comentado sobre un par de tareas en la enfermería y que lo encontraría por la tarde. Así que, él no podía salir de la guarida.
-¿Te quedarás aquí? -Preguntó Kovai desde la recepción de la cocina.
Alexander volteó hacia el oso luego de terminar un barrido panorámico con la mirada.
-Sí, tengo que esperar a Gala aquí.
-Huh, te quedarás solo.
Alexander se encogió de hombros, el turno de Kovai terminaba en media hora y había dicho durante el almuerzo que iría a Halifax a recoger unas cosas a un almacén.
-Estoy acostumbrado, la cocina suele estar vacía a menos que el hambre obligue a las personas a hacer una parada.
Pero en Gold Pride, cuando el salón comedor se encontraba vacío, Alexander no se quedaba encerrado a esperar, solía recorrer el territorio o dormir bajo el sol. Aquí no podía hacer tal cosa.
-Bien, ten un buen sábado -dijo, saliendo de la recepción.
-Igualmente.
Ahora estaba completamente solo. Incómodo Alexander dio un rodeo y se dirigió hacia el otro extremo de la guarida, pronto encontró a un pequeño que le resultó familiar. El niño iba persiguiendo una pelota rosada que rodaba desde el túnel de conexión central con pasos un poco lentos y torpes que delataban su falta de coordinación, pero estaba determinado en alcanzarla.
Cuando la pelota rodó más cerca, Alexander se agachó para tomarla, el pequeño se tiró al suelo y se sentó, observándole con un par de ojos negros. El poco y delgado cabello que tenía en la cabeza era de color cobrizo y su cara era redonda con manchas de pinturas en las mejillas, la misma pintura violeta que estaba en sus manos.
-Gat... -balbuceó-. Gat...
Gateó hasta Alexander y él le dio la pelota.
-¡Gat! -Exclamó y pinchó su rodilla con un dedo.
-Sip, gato.
-Gat.
-Gato -dijo, pausando su pronunciación.
-¡Gat!
-¡Tayuk!
El nombre resonó a través del túnel de conexión.
-Oh, así que eres tú. -Alexander se sentó en el suelo-. ¿Has vuelto a escapar?
Tayuk bajó la mirada hacia la pelota entre sus manos, la levantó y luego la arrojó. Antes de que saliera de su alcance, Alexander estiró un brazo para tomarla con la mano y dársela al niño, justo en el momento en que Yala salía del túnel de conexión, la mujer rubia llevaba un suéter delgado color rosa, vaqueros grises y botas negras, por la expresión en su mirada y el regreso del color a su piel, parecía como si su alma le regresara al cuerpo cuando vio a Tayuk.
-No sé cómo puede ir tan rápido con esas piernas tan cortas -gruñó acercándose.
-Ya... -dijo Tayuk, estirando sus brazos hacia la mujer-. Ya...
-Pequeño y manipulador. -Yala tomó al niño entre sus brazos, luego bajó la mirada a Alexander-. Gracias por entretenerlo.
Él se encogió de hombros, luego se puso de pie.
-No puede ir más lejos en este ambiente cerrado.
-Lo digo en serio, su madre me mataría si sabe que anda solo por la guarida. Huh, osas protectoras.
Alexander no pudo evitar reír al ver la expresión que hizo Yala al rodar los ojos.
-Te entiendo, las leonas son iguales.
-Gat -apuntó Tayuk.
Alexander se permitió desordenar su cabello cobrizo, era tan suave..., entonces los ojos del niño cambiaron a un azul casi gris un segundo, al siguiente volvieron al negro.
-Hum..., ¿es el cachorro de Vashty?
-Sí, ¿por qué preguntas? -Yala le dio una mirada suspicaz-. ¿Ya lo conociste antes?
-Cuando desperté el primer día, Tayuk estaba oliendo mi brazo en la cabaña, luego entró una mujer y lo alejó, después se lo llevó, pero ella no se veía como Vashty, al menos, lo que recuerdo.
Yala torció sus pequeños labios rosados en una mueca.
-Huh, entonces debió ser una de sus tías, Vashty es la mayor de tres hermanas.
-¿Malik es su hermano? Hablé con él hace unos días atrás, cuando este lindo oso escapó con su hermano.
Tayuk capturó entre su manos el dedo con el que Alexander lo apuntó.
-Gat.
-Así es, bebé, Alexander es un gato.
-León -remarcó él.
Yala volvió a rodar los ojos.
-Es lo mismo.
-Gat.
Yala rió, besó la mejilla de Tayuk.
-Malik es mayor que Vashty.
-Creo que le agrado -dijo, sonriéndole al cachorro.
Pero la atención de Yala sobre la marca que Gala dejó en su cuello no pasó desapercibida.
-Entonces -dijo ella, acomodando el peso del cachorro entre los brazos-. Lo tuyo con Sialuk va en serio.
-Sí.
Yala continuó observando la marca, su mirada preocupada y su rostro serio.
-Bien, creo que tengo que darte la charla -agregó un énfasis en las últimas dos palabras.
-¿A qué te refieres?
Yala frunció el ceño.
-¿Cuánto sabes sobre Sialuk? -Preguntó en voz baja.
-Solo lo que ella quiere que sepa, sobre su gemela y porqué abandonó este clan.
La mirada verde de Yala se suavizó sobre él.
-Supongo que eso es más de lo que cualquier hombre ha conseguido de ella -respondió, pero sonó como si hubiera pensado en voz alta-. Ven conmigo, pero primero hay que devolver este cachorro a la guardería.
-¡Ta! -Exclamó Tayuk.
Entendiendo el pedido, Alexander recogió la pelota rosada del suelo y se la dio al cachorro, con el corazón apretado y lleno de intriga, acompañó a Yala rumbo al túnel de conexión.
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