Capítulo 18




Alexander gruñó después de que la puerta fue cerrada apartando a Gala con mucho más que una barrera física. Su león le mostró los dientes a la puerta, al borde del respaldar del sillón al que se aferraba, al fuego que ardía frente a él, a todo y a Alexander, pues estaba completamente frustrado con lo que había pasado.

Había metido la pata hasta el fondo, quería golpear cosas o salir para rugir al mundo su frustración, ambas opciones no eran posibles y eso le hizo enojarse más, ¡qué gran idiota había sido! Si se hubiera controlado mejor..., apretó los dientes, no tenía idea de cómo iba a salir de esta y si Gala volvería a permitirle acercarse.

-Estúpido, jodidamente estúpido.

Alexander no encontraba otro calificativo mejor.

Con sus músculos tensos y el corazón latiendo pesado por su enojo, la sangre demasiado espesa y caliente, llevó una mano al cuello y tocó la cresta abultada de la piel, girando fue al baño encendiendo la luz para mirarse al espejo. El rasguño era una cresta rosada sobresaliente con algunos puntos rojos de donde había salido sangre en una proporción demasiado pequeña como para ser una verdadera preocupación, se liberaría de ella en un día y medio.

No entendía a Gala, no podía lograr predecir su comportamiento, en un segundo ella abrazaba sus emociones como cualquier cambiante normal y al siguiente se convertía en la mujer aislada, práctica y mortalmente seria que era siempre. No entendía su reacción ante un pequeño rasguño, esta clase de cosas eran algo habitual entre parejas cambiantes, jugar con las garras era algo rudo pero también era una señal de que les gustaba tanto como para soltar las riendas de su lado animal. Gala no le había lastimado en absoluto.

«No volverá a suceder» el león le rugió a las palabras dichas con una seguridad que dolía, ella estaba decidida a alejarlo. Gruñó. Entonces, mientras se pasaba un poco de agua fría para aliviar la minúscula inflamación del rasguño, Alexander recordó la primera advertencia que Gala le había dado respecto a sí misma y sus intenciones.

«Puedo causar un daño tan catastrófico que no lo puedes imaginar, así que deposita tus intenciones, esfuerzos y tiempo en otra mujer de la coalición»

Eso había sido tres meses después de su llegada a Gold Pride, cuando Gala había comenzado a aparecer en sus sueños tres veces en menos de siete días y Alexander vivía constantemente con una presión dentro del pecho que solo se aliviaba cuando la veía. Su "flechazo" como lo llamaban sus compañeros de coalición, no empezó de manera inmediata cuando la vio, más bien, fue una curiosidad creciente que se transformó en un tirón de necesidad poco después.

Gala Duvall arribó a la coalición cuando apenas eran veinte, Alexander había sido de los primeros miembros, casi un fundador junto a Patrick, Marshall y los tigres, en el principio se alojaron en un territorio ubicado en una reserva de bosques estatal que el Alfa compró con unos ahorros y una contribución de par de viejos socios de negocios, sin embargo poco después fueron expulsados por un clan mayor de lobos. Luego de eso Patrick recurrió al fondo de emergencia que constituía en la bonificación monetaria que la ACC les otorgaba a los nuevos clanes y asociaciones registradas en su base de datos.

El actual territorio donde vivían alguna vez fue una reserva privada en la que funcionó un hotel, todavía no habían podido averiguar que sucedió con el dueño del hotel y las tierras que fueron cedidas al control de la ACC.

Pero Alexander había visto llegar a Gala en un día de sol ardiente de verano, esa tarde todos los felinos quedaron con las barrigas llenas de su estofado de albóndigas, y entonces la mayoría decidió salir al aire libre, algunos para merodear por el territorio, otros para echarse en algún lugar lleno de sombre y dormir una siesta.

Un merecido tiempo de descanso le había sentado perfecto al cocinero de la coalición, pero al salir de la sala comedor vio algo extraño y peculiar. No supo por qué razón se había mantenido lejos de su rango de visión al moverse y cubrirse por la pared de entrada al pasillo que conducía a los dormitorios, frente a cualquier desconocido en su territorio habría avanzado al frente, esconderse no era algo propio de él.

En ese momento su pensamiento racional no estaba rindiendo al cien por ciento, pero su curiosidad no tardó en aparecer y le ancló en su sitio mientras veía a la pequeña mujer detenerse a mitad de la sala común y explorar con sus expresivos ojos marrones, llevaba un pañuelo en la cabeza anudado en la parte trasera formando así un triángulo negro que adornaba las suaves ondas castañas de su cabello, un chaleco de mezclilla azul claro con zonas de desgarros en los hombros, debajo una sencilla camiseta blanca, pantalones vaqueros de color negro y botas de montaña finalizaban un conjunto simple de vestimenta, pero que a su vez le dieron un aire de peligro y confiada seguridad.

Tanta era la intriga y el aura de poder que emanaba de ese pequeño cuerpo femenino, que Alexander dudó en ir y darle la bienvenida con un saludo amistoso y un abrazo, como lo había hecho con los últimos miembros que llegaron antes que ella. Fue la primera vez que dudó en hacer eso, sus manos sudaron, su corazón latió con fuerza y se sintió como un diminuto grano de arena perdido en el desierto. Gala desapareció de su vista cuando subió las escaleras en caracol hacia la segunda planta de la Casa Matriz, dejándolo con el fuego de la curiosidad ardiendo en él.

Su momento de timidez no duró mucho cuando se dio cuenta de ello, Alexander esperó un poco regresando a la cocina, pero no podía dejar de pensar en lo que había visto. Horas después y tras enterarse por parte de uno de los tigres, Byron, que la enfermería de la coalición ya contaba con personal capacitado, no tardó mucho en salir de ahí y darle al nuevo miembro de la coalición su merecida bienvenida. Cuando Gala le recibió en la entrada, lo hizo con una suave sonrisa y al verla a los ojos sintió la profunda necesidad de convertirse en su amigo, aunque el león, mucho más cuidadoso se quedó paralizado. Había notado "algo" en Gala que era peligroso pero a la vez intrigante.

Solo ahora Alexander comprendió que lo que había sentido su león en ese momento era el peligro de estar frente a un depredador mucho más grande que él.

Pero Gala no le haría daño, Alex sabía con cada célula de su cuerpo que la enfermera no era capaz de infligir heridas injustificadas, ser violenta no era parte de su conducta. Y el rasguño en el cuello no era la prueba para creer en sus palabras, había recibido heridas peores, las últimas dos fueron de balas en el hombro y en la pierna, cortesía de un maldito tigre traidor.

Todavía podía sentir las quemaduras del plomo, su carne desgarrada.

Mirándose a los ojos en el espejo, Alexander se encontró con un hombre desesperado, sus pupilas estaban dilatadas, tenía los ojos dorados y las puntas de sus colmillos asomando a través de sus labios, la cruda necesidad de salir de ahí para buscar a Gala, solo porque ella debía estar a su lado.

El tirón empujó con fuerza hacia adelante, arrancando un gruñido de lo profundo de su garganta que sonó mucho más fuerte debido al poco espacio del baño.

-No nos pertenece -murmuró-. Ella no le pertenece a nadie.

A menos que lo decidiera, y Alexander estaba seguro de que tenía la capacidad para entregarse, de sentir, el beso que le quemó hasta los huesos era la mejor prueba que tenía de que Gala tenía el corazón de un cambiante con el mismo fuego intenso de Alexander, si ardía por él o por alguien más... Lo averiguaría pronto.

Por el momento, estaban en un punto de quiebre, todavía no quería renunciar a esto. Por primera vez en un largo año se había acercado lo suficiente para probar sus labios, y era malditamente difícil retroceder después de eso. Pero lo haría si Gala volvía a decirle que no, por ella haría cualquier cosa.

Regresando del baño, Alexander rodeó la cama para tomar el delgado y transparente anotador digital guardado debajo de la almohada. Todavía estaba oxidado con la tecnología, pero sabía lo suficiente como para establecer vídeo llamadas, Joey le había estado enseñando los últimos meses con una paciencia envidiable a manejar estos anotadores. Fue así que, viendo que no tenía nada más importante que hacer, Alexander se sentó en el sillón con el anotador en sus manos.

Encendió el aparato, un zumbido apareció en la pantalla iluminándose de forma tenue, luego resaltó en negro el emblema del clan Icy Souls, una garra de oso con un copo de nieve blanco en el centro de la almohadilla principal. Un segundo después el panel de aplicaciones dio un destello en la pantalla, Alexander presionó el icono del llamador de larga distancia y se dispuso a introducir las coordenadas para establecer el enlace con el anotador digital que se usaba en la cocina.

Fijándose en la hora actual hizo cuentas, sus ayudante debían estar preparando el desayuno o recién levantándose, el amanecer recién debía estar asomando en el territorio de la coalición. Cuatro horas de diferencia entre Halifax y Gold Pride..., si, Milo ya debía estar en la cocina, el otro león solía levantarse a las siete en punto casi como un reloj bien calibrado.

El círculo rojo que giraba de una manera monótona en la pantalla desapareció con el zumbido y se transformó en un mensaje diciendo que la conexión había sido hecha. Milo había aceptado la llamada, pero el vídeo tardaba más en cargar que el audio mientras se terminaba de establecer el enlace.

-Ya..., espera... -Un par de risas se escucharon de fondo, una de ellas, intrínsecamente femenina resaltaba con mayor fuerza-. Voy a ver quien es el idiota que se equivocó con las coordenadas.

El enlace se procesó y el rostro de Milo apareció en la pantalla, sus ojos profundos y marrones abiertos con la sorpresa que era tan grande como el rubor en sus mejillas que resaltaban de sus pómulos afilados. Completamente inmóvil un segundo, el león estrechó la mirada y se acercó más para confirmar lo que veía.

-¿Alex?

-El mismo -respondió con una sonrisa. Esperó a que Milo terminara de acomodar el anotador digital en el soporte que colgaba debajo de la alacena central unida al techo-. ¿Cómo estás amigo?

Con la pantalla a su altura, Milo gruñó una respuesta.

-Ya era hora de que llamaras, ¡no damos abasto y tú de vacaciones! -Hizo énfasis con los dedos en comillas en la última palabra.

Alexander solo pudo reír, porque sabía que a Milo le encantaba dar ordenes en la cocina, no había nadie más capacitado para manejarla en toda la coalición, excepto por él, claro.

-Alimentar a los gatos es sencillo, no exageres.

Milo se cruzó de brazos, haciendo que sus generosos músculos se apretaran contra la camisa de franela negra.

-¿Dónde estás? -Preguntó, de una sacudida intentó mover los mechones de cabello castaño oscuro que cayeron sobre su frente-. ¿Dónde está Gala?

El pecho de Alexander se apretó, pero mantuvo su sonrisa y una expresión de absoluta serenidad y control. Por dentro se desmoronaba pero nadie debía saber eso.

-Afuera, fue a dar una vuelta.

Milo levantó una de sus cejas oscuras.

-¿Bajo la lluvia?

Con eso confirmó la excelente calidad del sistema de comunicaciones del clan, y también el refinado sentido auditivo de Milo.

-A ella le gusta la lluvia -no era exactamente una mentira, pero no tenía forma de comprobarlo. La había visto muchas veces observando la lluvia por los ventanales de la Casa Matriz-. Volverá pronto, no has respondido mi pregunta.

Milo guardó unos segundos de silencio, leyendo entre líneas, pero su respuesta fue por un rumbo diferente y Alexander agradeció eso.

-Estoy bien ahora que sé un poco más sobre ustedes. Creímos que se los había tragado la tierra y casi nos pusimos a cavar para encontrarlos.

La risa de Alexander fue breve, saber que tenía personas que lo buscarían si algo le sucediera significaba más para él de lo que Milo podría imaginar. Estuvo mucho tiempo encerrado sin sentir la protección y el afecto de su familia, fueran sus dueños o los miembros de la coalición, Alexander fue privado de eso hasta casi romperse. Ahora que estaba fuera de ese horrible encierro, jamás daba por sentado el compañerismo, apoyo, ayuda y la preocupación de sus amigos, de eso se trataba la coalición y cualquier tipo de asociación cambiante.

Cuidarse los unos a los otros...

-Estamos bien -respondió, porque sabía que escucharlo era importante para Milo-. Volveremos cuando se cumplan las dos semanas.

-¿Con quién hablas, amor? -Preguntó Carol a la distancia.

Milo giró la cabeza y le sonrió a su compañera. Una punzada de envidia se disparó en el corazón de Alexander, Milo y Carol eran la única pareja acoplada de la coalición, el resto de parejas solo estaban unidas mediante vínculos sin sellar, ambos llegaron dos meses después de que Gala apareciera.

Una pareja de leones provenientes de familias estables y amorosas, completamente normales, que decidieron probar el estilo de vida en una asociación de cambiantes y así llegaron a God Pride, con poco más que mochilas con ropa y una necesidad de pertenecer a algo más grande que ellos. Para ellos, vivir en la coalición era la aventura de sus vidas y no se cansaban de repetirlo, de maravillarse, con lo bueno y lo malo, y lo peor.

Del otro lado de la pantalla Milo dio un paso a su derecha para dejar espacio a Carol, cuando la pequeña rubia estuvo en el rango de visión de la cámara, de inmediato la rodeó con un brazo y ella hizo lo mismo con su espalda, ambos encajaban tan bien que dolía verlos tan felices. Milo era alto y fuerte como cualquier león, Carol era pequeña y robusta, una leona con su fuerza en bruto pero cualquiera que la viera pensaría que no es nada más que una chica frágil.

-¡Alex! -La sonrisa de la rubia era hermosa y grande y llena de una cálida alegría que se trasladó a sus ojos azules, arrugando un par de lineas de expresión en sus bordes-. ¡Oh, me alegra tanto verte vivo!

-Lo mismo digo, pequeña leona.

Milo gruñó por el apodo y Carol solo se aferró con mayor fuerza, hundiendo la mejilla en el costado del león mientras le miraba.

-Que sitio tan oscuro -Carol frunció el ceño, su mirada azul abarcando todos los detalles posibles que lo rodeaban-. ¿En donde estás? Patrick nos dijo a todos que estaban de vacaciones, pero eso de ahí no se parece a una habitación o posada.

-¿Cómo es que sabes sobre habitaciones de hotel y posadas? -Inquirió su compañero, un ligero ronroneo casi inaudible.

Carol palmeó su pecho.

-Tuve una vida antes de encontrarte, chico grande. -Carol rió, luego regresó a la pantalla-. Ya enserio, dime, cuenta, cuenta, cuenta -apuró, su voz era un chillido de emoción.

Carol era como la hermana que no pudo tener, Milo era un buen amigo, pero Alexander tenía una inclinación profunda por su compañera, no es como si se la fuera a robar pero Carol lo entendía como pocos en la coalición, y desde que le dijo sobre Gala... Bien, le había apoyado dándole consejos sobre romance y cortejo desde su reserva personal. Ninguno funcionó con Gala, pero ella no se daba por vencido.

-Quiero verte feliz -le había dicho la última vez que hablaron-. Como yo lo soy con Milo.

Ahora resistirse a una charla con ella era tan difícil como su impulso de salir bajo el inclemente clima y buscar a Gala. Pero retuvo la correa de su lengua por una razón, si Patrick no les había dicho la verdad de lo que les sucedió a los demás miembros de la coalición, entonces debía estar protegiendo a Gala.

Porque el derecho de revelar su identidad era un asunto que solo le concernía a ella. Alexander mantendría la coartada.

-No puedo decirles, pero estamos bien aquí.

Inconforme con su respuesta, Carol apretó los delgados y rosados labios en una línea y luego los torció un poco hacia un costado, oh..., ella estaba enojada porque guardaba cosas lejos de su alcance, pero Alex sabía que no le duraría mucho tiempo. Porque Carol entendía las cosas, y probablemente estaba encontrando la respuesta que quería por su propia cuenta.

-¿Qué hora es allá?

Su inteligencia entró en acción.

-Las once y diez.

-Aquí ya son las siete y diez y debemos comenzar con el desayuno -intervino Milo antes de que Carol disparara otra pregunta-. Los felinos siempre tienen hambre.

-Pueden esperar un poco más -protestó ella, girando medio cuerpo, todavía en su abrazo y poniéndose en puntillas para morder la línea de su mandíbula-. Quiero saber...

Pero Milo gruñó, su cuerpo tenso con la cercanía de su compañera, sus ojos se volvieron dorados y clavó la mirada en Alex. Su respaldo fue bien aceptado con una inclinación de respeto de su parte, además, la pareja parecía querer concluir un asunto importante antes de preparar el desayuno.

-Prometo volver a llamarlos -dijo, ofreciéndoles una sonrisa.

Carol volteó de inmediato.

-Alex, espera un poco más.

Fingiendo atender otra cosa en la cabaña, Alexander desvió la mirada a la puerta, cuanto deseaba que Gala fuera quien la abriera... La necesidad de ella solo aumentaba.

-Lo siento, debo irme. No quemen mi cocina.

Milo echó un siseo que hizo a Carol reír y luego Alex terminó la llamada. Volvió a estar solo, vacío, lejos de casa y con un nudo amargo en la garganta, la lluvia no parecía querer terminar y el leño que Gala había echado estaba por consumirse. Tomó una bocanada profunda de aire frío, un escalofrío sacudió su cuerpo y pudo ver el vaho que escapó de su boca, dejó el anotador digital en el espacio vacío del sillón y se levantó, fue a la pila de leños, arrojó otro al fuego y se sentó frente a la chimenea, con las las piernas flexionadas cerca del cuerpo y los brazos reposando sobre las rodillas, Alexander quedó mirando hasta que encendió, hasta que el rojo y el negro transformaron la madera, enviando chispas de luz que se perdían por el escape al exterior junto al humo. Se quedó allí incluso cuando el olor a hollín me irritó la nariz, haciendo que su león se encrespara dentro de su mente, y cuando la cerradura electrónica sonó casi se convenció de que era producto de su imaginación.

Pero una serie de códigos le hizo desviar la mirada del brillo caliente del fuego, el tirón de emparejamiento fue un puño apretando sus entrañas, tan cerca y tan lejos, Gala entró y cerró de inmediato, como si al tardar demasiado algo o alguien podría colarse al interior. Ella estaba empapada, las ondas de su cabello oscurecidas por el agua y pegadas alrededor de su rostro.

Al parecer olvidó que su abrigo térmico llevaba un gorro detrás...

Alexander se puso de pie de un salto al oír un sollozo tenue, Gala estaba de espaldas a él, todo su cuerpo tenso, mojado y frío, con cautela Alex cedió al grito de necesidad en su cuerpo y se acercó, desesperado por saber qué tenía su enfermera.

-¿Gala?

-Duele -fue su respuesta, su respiración agitada-. Duele.

Verla llorar le partió en dos, su león rugió y empujó hacia ella. Alexander solo le había visto llorar una sola vez en público, cuando junto al cirujano de la coalición no pudieron salvar la vida de uno de los jóvenes adultos. La muerte de Leroy todavía pesaba sobre sus hombros. Sin embargo, algo le decía que no era esa la razón de sus lágrimas.

-¿Qué es lo que duele? -Preguntó, a través del pesado nudo en su garganta-. ¿Estás herida, Malik te hizo daño?

Le arrancaría la cabeza del cuerpo si ella decía que si. Pero Gala no habló, su mirada oscura se quedó clavada en la cerradura electrónica de la puerta, pero su consciencia se había ido. Su respiración se normalizó mientras le quitaba el abrigo mojado, sin importarle lo dejó en el suelo. Necesitaba calmarla, necesitaba darle su soporte, su contacto, Gala estaba hambrienta de sentir tanto como él.

Sin pensar en el riesgo del que ella le había advertido horas antes, Alexander pasó un brazo alrededor de sus hombros, Gala fue hacia él sin protestas ni reclamos, lágrimas fluyeron de sus ojos al cerrarlos con fuerza. Le abrazó encerrando su cuerpo, acariciando su brazo, su cabello, con movimientos lentos y suaves, apoyó la barbilla sobre su cabeza y respiró la humedad fresca mientras llamaba a su león. Lo admitiera o no, a Gala le gustaba su ronroneo y solo eso podía calmarla.

Lo hizo tiempo después, no supo cuando, pero incluso cuando ella ya no respiraba de forma superficial ni temblaba entre sus brazos, Gala se quedó con él en vez de alejarse para pedir distancia, y Alexander empujó las preguntas que insistían en salir con urgencia, su instinto protector latía tan vivo como el tirón de emparejamiento, una fuerza feroz difícil de aplacar aún teniendo a Gala con él. Quería averiguar qué rayos pasó para que esta valiente y poderosa mujer se redujera a un trémulo sollozo y un temblor esporádico, porque Gala no lloraba con facilidad, ella era control y poder, una astuta inteligencia dentro de un enorme corazón, Gala no lloraba.

Alguien le había hecho llorar y Alexander quería averiguar el nombre para ir y patearle un poco de razón en la cabeza, garras picaron las puntas de sus dedos, pero retrocedieron cuando Gala relajó los puños y se enterró más en él, no podía engañarse a sí mismo, lo que más quería conservar era esta unión física que alimentaba su esperanza de poder transformarla en algo emocional.

Con la lluvia golpeando el techo y el aullido poderoso del viento, Alexander cerró los ojos y fluyó con las sensaciones.



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