Capítulo 15
Tantos recuerdos agridulces vinieron a ella en cuestión de segundos, mientras veía el baile desarrollarse, firmemente rodeada por Alexander, los momentos en donde ella bailó y rió, donde osos gentiles pidieron su mano para bailar una pieza, con un poco de temor al rechazo, con una sonrisa enorme cuando ella los aceptaba..., cruzaron su mente en un remolino.
De joven había brillado con la música que amó desde el momento en que bajó por primera vez a uno de estos salones, cuando tenía dieciséis. Habían cien distribuidos por toda la isla, y servían como punto de encuentro, zonas de distracción y disfrute, también para reuniones privadas y celebraciones, o simplemente para pasar el rato.
Y la música... Podías respirarla, sentir como cada nota te erizaba la piel al escucharla, y justamente era eso lo que sentía en esta melodía que guardaba un significado especial tanto como el estilo de baile que ejecutaban las parejas. Porque la danza del nudo infinito se bailaba solo con aquel que sería tu otra mitad de forma definitiva, eso en eventos oficiales del clan, ahora en un ámbito informal se podía practicar y divertirse al hacerlo.
Tal y como lo estaban haciendo Yala y Aiyena.
-Quiero aprender a bailar así.
Las palabras susurradas al oído, el aire cálido contra su piel, y una sensación electrificante levantó cada minúsculo vello en la parte trasera de su cuello, como si cada uno se parara a saludarlo. De pronto los bailarines ya no eran el centro de la escena, la música no tenía sentido cuando un escalofrío bailó sobre su cuerpo, y todo volvía a derrumbarse dentro de ella, volviendo a recordarle que frente a este hombre no tenía defensa alguna, por más esfuerzos que hiciera en construir muros de alguna forma siempre los destruía.
En su mente divagó la tentadora imagen de él y ella tomados de las manos, sus cuerpos tan cerca el uno del otro que parecían uno solo, sus miradas chocando con la fuerza demoledora de la intensidad con la que sentían, cada uno perdido en el otro, mientras la música sonaba de fondo, armonía completa y dulces notas coloreando el ambiente, donde solo ellos eran el centro del universo...
Luego otro recuerdo cruzó su mente con la fuerza de un trueno, envuelto en una voz dulce y una mirada alegre repleta de asombro, un par de ojos oscuros, maravillados de emoción brillaron junto a su sonrisa, ella le había dicho lo mismo, cuando apenas era una cachorra de trece años, le había pedido que le enseñara a bailar así.
"-Quiero ser igual que tú Sialuk."
El aliento se le quedó atascado en el pecho y su mirada se empañó, pero Alexander apretó su cuerpo, apoyó su mejilla en el borde de la cabeza de Gala y se quedó quieto, observando. Los recuerdos volvieron al baúl y el intenso calor se expandió desde su núcleo primario para tomar posesión de cada parte de su cuerpo, el dolor no fue tan fuerte, no cuando tenía a un león como apoyo sin que lo supiera.
Gala no había recordado a su hermana de otra forma diferente a la última vez que la vio, cuando su preocupación se rompió y todos los lazos que la mantenían unida al clan se hicieron trizas con un dolor insoportable, ese día Gala se convirtió en la furiosa oscuridad, hambrienta de venganza.
Pensar en eso hacía que esa parte dentro de ella se moviera con violencia, pero Alexander le sostuvo, más fuerte, más cerca, sus ojos azules distraídos en el baile, y la oscuridad se durmió.
-No creo que te agrade -respondió, casi hilando una palabra tras otra-. Es un poco complicado.
Su risa fue corta, el sonido intenso y familiar, Alexander era un hombre que reía con demasiada frecuencia, era luz deseando su oscuridad con tanta fuerza... Pero la oscuridad no se dejaba tocar, al menos eso había pensado hasta ahora.
-Siempre puedo aprender.
La profundidad rica de su voz levantó su piel.
Él tenía sus manos entrelazadas y descansando en su vientre, las de Gala caían a los costados, un hormigueo se instaló en sus dedos, la necesidad de tocarlo en cada uno de ellos. Los bailarines pasaron a la última fase, adelante Yala dio un pequeño chillido cuando Aiyena pareció pisarle un pie por accidente, la mujer rubia le frunció el ceño y la otra echó a reír tratando de tirar de ella para terminar el baile.
Quien diría que en la superficie todo se fragmentaría en el dolor por perder a Siku... Pero aquí, con música y risas, era como estar en una burbuja aislada de todo y de todos.
Y esa burbuja estaba a punto de romperse.
-¿Deberíamos decirles?
Alexander no había dejado pasar ese detalle, y a pesar de que se encontraba bastante entretenido con los movimientos de los bailarines, Gala sentía un tipo de tensión diferente en él. La misma que su osa advirtió cuando bajó después de él al suelo de la entrada del salón.
Tal vez era tensión por lo desconocido, pero el animal estaba seguro de que era algo más, y estaba vinculado con la tierra, pues solo aparecía cuando debía bajar, en la superficie era el cocinero fastidiosamente irresistible.
-Después de que termine el baile.
Las parejas dieron la última vuelta en un círculo, los últimos acordes y un sonido sostenido acompañó el suave deslizamiento hacia atrás de todos los miembros de las parejas, la separación definitiva, después de sumergirse en el otro volvían a tomar su independencia. Cuando la música se detuvo, dieron una reverencia formal y surgieron los aplausos y felicitaciones. Suka les dijo que estaba muy orgulloso por el progreso y regañó a Aiyena por haber errado el paso en una parte del baile.
Lejos de sentirse ofendida, Aiyena tiró hacia atrás la larga trenza de cabello castaño y culpó a Yala de continuar siendo lenta.
-Todo el mundo sabe que tienes dos pies izquierdos -Yala replicó, apoyando su antebrazo en el hombro de Aiyena para usarla de soporte-. Pobre de aquel que te saque a bailar algún día.
Aiyena enrojeció y luego rodeó a Yala para levantar su cuerpo en el aire y hacerlo girar, arrancando la fuerte risa de la otra mujer. Los demás se dispersaron, algunos yendo a descansar a los sillones, otros a la barra para preparar algo de beber.
Suka les hizo un gesto, Gala puso sus manos sobre las de Alexander, y tentada a dejarlas ahí, tiró de ellas para que desarmara la unión que protegía su cuerpo y le liberara. Con un gruñido vibrando hasta provocarle el temblor de su corazón, Alexander se apartó no sin antes volver a impregnar su olor sobre ella con un movimiento felino recorriendo su cabello con la mejilla, el ronroneo salió más fuerte esta vez.
-Deberías enseñarle -mencionó Suka cuando llegaron hasta su encuentro, una amable sonrisa tironeaba de sus labios delgados, un poco agrietados en los bordes-. Me gustaría volver a verte bailar.
-¿Ella es buena? -Preguntó Alexander.
-¿Buena? -Cuestionó Yala con un tono incrédulo, acercándose hasta quedar a la par de Gala-. No hay nadie en todo el clan que baile como Sialuk.
Una trémula sonrisa y luego Gala respondió:
-No exageres.
Yala dejó salir una risa y luego fijó sus ojos verdes en Alex.
-Que su modestia no te engañe, Sialuk solía practicar este baile dos horas por día.
-Es un estilo muy popular entre las mujeres -comentó Eska, todavía sentado en su cajón-. Se dice que las parejas que lo bailan quedan unidas para toda la vida.
-Por eso tienes tantas ganas de bailarlo, ¿eh? -Bromeó su gemelo, Taliri empujó su hombro con un puño.
Eska enrojeció.
-Sialuk es una excelente bailarina -agregó Suka, con un deje de orgullo en su mirada oscura.
Después de todo, fue Suka quien le enseñó, Gala había amado cada clase, cada baile.
De reojo Gala vio la sonrisa perfilar los labios de Alexander, y ese brillo depredador en sus ojos que aparecía cada vez que conocía o escuchaba algo relacionado con ella, le hizo sentir cosas, la clase de cosas que ella había prometido no volver a sentir.
-Muero por verte bailar, Sialuk.
Gala contuvo el aliento por la forma en que arrastró su nombre, el sonido pronunciado con deleite y orgullo, y luego le dejó un beso tierno en su cabeza, seguido por un gruñido bajo reclamando el espacio alrededor de ella, nadie en Icy Souls entendería lo que significaba eso, pero ella había vivido en Gold Pride durante dos años, y lo sabía.
"-Un león marca territorio como ningún otro cambiante, si empieza a dejarte cosas y a tocarte con los labios y las mejillas, considerate reclamada."
Eso le había dicho Patrick cuando Gala fue a pedirle una explicación por el comportamiento de Alexander, esa mañana había encontrado la enfermería plagada por la esencia del hombre pero no estaba por ninguna parte y luego encontró un ramillete de flores de lavanda en su almohada.
Esa fue la primera vez, el primer acercamiento y la primera declaración de cortejo del cocinero, después de eso fue como una lluvia ligera pero incesante.
Y ahora con cada toque parecía reafirmar lo que ya le había dicho, Gala debería huir o sacar las garras. Pero su corazón dictaba algo diferente a su forma de pensar, el tirón volvió a empujar, como un puño queriendo salir desde adentro hacia afuera.
-¡Oh! -Yala chilló haciendo un mohín y juntando las manos-. Ustedes son tan tiernos, ¿donde viven los leones? Quiero uno así.
El comentario le valió algunos gruñidos de los osos presentes.
-Un león no puede con tu fuerza -dijo Eska-. Un oso polar sí.
Yala rodó los ojos, cruzándose de brazos e ignorando la mirada esperanzada de Eska, su hermano le dio un codazo suave pero Eska no hizo nada más que fingir interés en otra cosa.
Viendo la oportunidad para informar sobre lo que había pasado en la superficie, Gala tomó aire, y entonces la oscuridad dentro de ella susurró cosas, si era correcto, si lo merecía, ¿por qué debía actuar como mensajera si no era parte del clan? Gala ahogó ese pensamiento, Taorana era su paciente, era una pieza importante del clan y el clan era su familia así que esto no se alejaba mucho de un procedimiento médico de rutina.
-Tengo algo que decirles -dijo, luego hizo silencio, esperando la atención-. Pasó algo con Siku y Taorana.
-¿Siku? Oh, ese tipo -Yala se quejó con un borde divertido-. Ha estado insoportable desde que Nilak le dio el permiso para su expedición, ayer se iba, ¿no es así?
Aiyena asintió en su dirección.
-No habló de otra cosa la última semana, se puso bastante fastidioso con eso -rió suave.
Pero al ver que Gala no mostraba una reacción similar, la sonrisa de la mujer rubia fue disminuyendo. Alexander rodeó su espalda con un brazo, su mano descansó en su cintura, Gala tembló por dentro y miró a los ojos marrones de Suka, quien esperaba lo que tenía que decir pero lo aguardaba con una seriedad respetuosa.
-Siku se perdió en el océano -soltó.
El rostro de Yala se hizo de piedra, varios en realidad, y el salón de baile se convirtió en solo una simple cueva inundada por un silencio de tumba. Era incomodo, y el león junto a ella lo sabía, así que acarició la curva de su cintura con un movimiento perezoso.
La osa de Gala eligió ese momento para deslizarse cerca, el pelaje inquieto bajo la piel, dio un gruñido que hizo vibrar el interior de su cabeza, era su mejor manera de decir gracias y no iba dirigido para ella.
-No, eso no..., eso no es posible -Yala sacudió la cabeza, los rizos rubios rebotaron alrededor de su cabeza-. Siku sabe navegar, se estuvo preparando durante un año estableciendo sus rutas.
Todas las miradas estaban sobre ella, y de pronto se sintió diminuta otra vez. Respiró, era diferente ahora.
-Los vínculos ya no están, Taorana lo perdió y Nilak también.
Mientras les informaba sobre el estado de salud de Taorana varios se alejaron para subir a la superficie, negando el hecho innegable, enojados por el dolor probablemente se unirían a la búsqueda del cuerpo dispuestos a sostener la esperanza de que Siku estaba vivo en tanto no vieran su cuerpo inmóvil. Otros solo se fueron a un rincón y se quedaron en grupos, murmurando cosas sobre qué harían ahora, que iba a pasar, que esto no iba a ser tomado con calma, que el clan estaba cansado de perder a su gente de una forma absurda.
-Voy a anunciarlo a los demás músicos -dijo Suka, una voz perdida en medio de unos cuantos lamentos-. La música no volverá a sonar hasta que el sol se ponga tres veces.
Y en un completo silencio penoso, las parejas abandonaron el salón de baile con los rostros apretados y las miradas dolidas.
• • •
El viento frío levantó cada vello de la piel de Alexander, su cuerpo tembló, sus pulmones se llenaron del aire fresco de la superficie, diablos, odiaba estar bajo tierra pero al menos con los osos no pasaba frío, la anciana Sakari tenía razón, bastaba con un par de osos polares para calentar cualquier habitación sin necesidad de una estufa.
Detrás Gala cerró la escotilla y la ocultó a la vista con el arbusto, sacudiendo sus manos le miró a los ojos, y volvió a apartarse. Esta danza entre ambos lo estaba matando lentamente. Pero no podía considerarse león a si mismo si no amaba la cacería, el ideal común que todavía cabía en la mente de los demás era que la caza solo era un asunto de leonas, pero ellos también cazaban con un par de habilidades diferentes pero lo hacían.
Y el león de Alex no perdía el objetivo todavía, por más que lo superara en todo sentido. ¿Un acoplamiento entre un león y una osa polar? Era descabellado, una alucinación de un demente sin remedio, pensar en la idea de su energía rodeando su corazón como una coraza protectora le hizo ronronear. Gala levantó una ceja, el rubor se apoderó de las mejillas de Alexander y fue rápido en arrojarse un salvavidas:
-Tengo frío, ronronear ayuda a entrar en calor.
Sonaba mejor en su cabeza.
Gala se aproximó y tocó su frente, sus ojos se hicieron negros, brillantes y Alexander dejó de temblar, ¿cuando se supone que se acostumbrará a las bajas temperaturas?
-Volvamos.
Se sentía extraño caminar por un bosque desconocido, Gala lo llevó por un sendero estrecho, la exuberante vegetación a ambos lados, enormes árboles aquí y allá, todo se sentía tan..., antiguo, ancestral, ajeno, todavía no caía nieve a pesar del cielo nublado, pero era algo que podía olerse, sentirse, la inestabilidad en el aire.
Cuando el bosque se abrió en una rivera, las aguas divididas por una larga y ancha lengua de arena y piedras en el centro, Gala siguió el contorno de la orilla en sentido contrario a la corriente, pronto encontraron un puente colgante atado a los gruesos troncos de dos álamos blancos, debajo había un sendero de rocas que todavía sobresalían de la superficie del agua.
-¿Dónde vamos?
No reconocía el camino, y tampoco habían pasado por aquí cuando bajaron de la montaña.
-Este es un atajo, pisa con cuidado.
Alexander observó la primera piedra, el agua lamiendo su superficie.
-Algo me dice que terminaré mojado.
La risa baja de Gala capturó la atención del león, y cuando ella giró medio cuerpo hacia él con un equilibrio envidiable sobre la tercera roca plana del sendero, inclinó la cabeza ligeramente.
-No seas llorón.
Gruñéndole, Alexander se tambaleó en la primera roca abriendo los brazos un poco, no era su culpa que odiara el frío. Prefería el cálido beso del sol sobre su piel en vez del gélido picor en la piel por el aire helado en este momento. Más lento que Gala, llegó a la lengua de arena y suspiró aliviado, luego hizo una mueca cuando vio el otro sendero de rocas.
-¿Por qué no tomamos el puente? -Preguntó mirando hacia arriba, las maderas balanceándose con la suave brisa-. Era más seguro.
-Está cerrado hasta las crecidas del río.
Cuando Alexander le miró con un ligero ceño fruncido, Gala se encogió de hombros.
-Vamos -dijo, y tocó su brazo.
Del otro lado de la rivera Alexander miró hacia atrás un segundo, viendo el giro casi irreal de su vida, de cocinar para una centena de felinos a sobrevivir como refugiado en un clan de osos polares, ni en su más absurdo sueño lo habría imaginado. Luego, cuando Gala volvió para tirar de su brazo, la realidad de lo que había pasado en la Guarida Mayor le pegó directo.
Los osos estarían molestos por un buen tiempo.
-¿Lo conocías?
Gala frunció el ceño.
-¿A quién?
-Siku.
Hubo un silencio prolongado mientras rodeaban una colina para llegar al valle que se extendía desde la montaña de las cabañas.
-Era un aspirante a soldado menor cuando me fui -respondió, con un tono de voz bajo-. No conozco a cada miembro del clan, no de la manera en que lo hago con los miembros de Gold Pride. -Ella hizo una breve pausa y bajó la mirada-. E incluso así no llegas a conocer a las personas con las que vives.
Su reflexión iba en una dirección que Alexander entendió al instante, y fue inevitable pensar en alguien cuyas acciones dejaron una huella tan profunda y oscura que la coalición no volvió a ser la misma. Alexander tenía un par de cicatrices que por alguna razón su organismo no había logrado remover de su piel, cortesía de Nolan Storm.
Todavía no podía creer que de la nada se convirtiera en un traidor asesino, pero el maldito le había disparado dos veces para robarle los ahorros de la coalición, y aunque le compró tiempo y los cuidados con Gala, Alexander seguía molesto y dolido.
-Tienes razón -respondió luego de un largo silencio-. Jamás conoceremos del todo a los demás.
Y a pesar de eso, él quería desesperadamente conocer más de ella. Tanto que dolía.
Cuando llegaron a la cabaña quedaba poco menos de una hora de luz, Gala gruñó entre dientes un par de cosas sobre la seguridad y la idea de cambiar la contraseña de la cerradura digital para evitar osos entrometidos. Era cierto que había un olor de un intruso casi desvanecido pero Alex lo pudo reconocer, y confirmó la teoría cuando vio los regalos junto a la cocina portátil.
-Y ahora tenemos un mini refrigerador -dijo, casi cantando-. No sé a qué está conectado pero funciona, ¡y está lleno! -exclamó cuando abrió la puerta del aparato-. Podremos tener desayunos decentes.
Había además algunas cajas junto al refrigerador, con utensilios básicos de cocina y material para preparar algunas recetas de comidas sencillas. Sobre la solapa de una de las cajas había una nota de papel adherida.
-Para Sialuk y su gato cocinero, hemos de reabastecer sus víveres a diario. No intentes detener a mis ayudantes, te quiere, Aidal.
Alexander volteó hacia Gala, la encontró medio enfadada medio divertida.
-¿Supongo que no podremos cambiar la contraseña?
Gala rodó los ojos.
-Dejarán las cosas en la puerta.
Mientras Gala se ocupaba de cambiar la contraseña de la cerradura electrónica, Alexander se puso a cocinar algo rápido para la cena. Cuando tenía papas hirviendo en una olla con agua, cortó rebanadas de pan para tostar en el horno, luego echó otro leño al fuego.
-¿Qué haces? -Gala preguntó después.
-Puré con queso crema y tostados. No es la elegante y bien surtida cena que prepararía para ti, pero es mejor a dormir con el estómago vacío.
Cuando encontró su mirada, fue como sonreírle a su oscuridad, algo salvaje y retorcido y..., que afeitaran su melena si negaba que eso le volvía loco.
Sí, Alexander era un demente.
Pero un demente complacido por poder alimentar a su compañera, porque Gala lo era, aunque no se diera cuenta. Comieron en un silencio cómodo, con la luz del fuego abrazándolos en un toque cálido y la luz de las estrellas en el cielo nocturno, la vista lo maravillaba cada vez que miraba el techo de vidrio. Extrañaría esto cuando estuviera de regreso en Gold Pride.
-Estuvo delicioso -ella dijo tras haber terminado con el plato.
El león de Alexander se estiró orgulloso.
-Gracias -sonrió.
Con ese cumplido valioso sonando en su mente como si fuera una dulce canción, Alex limpió todo lo usado, por el rabillo del ojo vio a Gala arrodillarse frente a la chimenea con un objeto extraño. Una pequeña canasta cuadrada de mimbre con una vela pegada en el interior, de cada una de las cuatro esquinas salía una cuerda delgada cuyo extremo se unía a una bolsa de papel color rosado.
Era como un globo aerostático en miniatura.
-¿Para qué es eso?
-Una ofrenda -respondió, quemó un pedazo de corteza de un leño para encender luego la vela-. Ya casi son las diez.
Arrojó la corteza al fuego, y la vela levantó el globo, a la suficiente distancia como para no quemarlo y hacerlo volar.
-Ven -ordenó, sosteniendo la canasta, el globo flotando.
Como un imán, Alexander le siguió, afuera se detuvieron en el borde del camino, entonces él vio cual era la función del globo, pues en el cielo nocturno se elevaban resplandor es naranjas y amarillos, por todos lados.
-Una ofrenda de luz para el camino de Siku -Gala murmuró soltando la canasta.
Ambos la vieron volar hacia el cielo, pero Alexander notó el brillo acuoso en la mirada oscura de la mujer, sin embargo no se movió cuando sintió al animal demasiado cerca, demasiado agresivo.
-¿Alexander?
-¿Sí?
Ella tembló.
-¿Me abrazarías?
Esa voz casi a punto de quebrarse rompió cosas en él, sin dudarlo Alexander extendió sus brazos y ella vino a él, dejó una mano en su cabeza la otra en su espalda, queriendo cubrirse con su olor por siempre. Los fragmentos se volvieron a unir bajo el peso de su calor, Gala encajaba tan bien ahí, entre sus brazos...
-Todas las veces que quieras -murmuró, marcando su cabello con la mejilla.
Marcando a su osa polar.
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