Capítulo 10
Alexander volvió a hundir el hacha sobre un leño, partiéndolo a la mitad con un sonido fuerte que le hacía vibrar el cuerpo. Jamás habría pensado que tendría que hacer esto, él vivía cómodamente con la calefacción eléctrica de la Casa Matriz, no necesitaba recoger leña y siempre estaba bajo el calor de su cocina cuando hacía frío.
Oh..., extrañaba su cocina. El calor de los hornos y el ambiente perfumado por un sinfín de olores que abrían el estómago de cualquiera.
Él podía tener un corazón salvaje, pero el exterior seguía siendo civilizado. Bueno, al menos en parte. No era muy racional cuando estaba cerca de Gala, nunca se había preguntado por qué reaccionaba de esa manera, al principio supuso que se trataba de una cruda necesidad atrayente, una picazón debajo de la piel que nunca podía eliminar.
Ahora... Iba un punto más allá. Aún con todos los secretos y engaños, no podía apartarse de ella, tampoco dejar de mirar la manera en que destrozaba sus leños.
Por primera vez se preguntó por qué, de todas las mujeres que lo rodearon, el tirón apuntaba a ella. No tendría respuesta muy pronto.
De lo que sí estaba seguro, era que Gala tenía una tendencia a guardar rencor, lo sabía por la tensión de sus labios, la rigidez de su mandíbula y la fuerza descomunal con la que partía la madera. Cada hachazo sonaba hasta chocar contra el yunque, el movimiento poderoso era estremecedor y bello al mismo tiempo.
Pero lo que más le parecía hipnótico, era el fuego en sus ojos marrones, tanto fuego... Alexander conocía esa expresión, demasiado similar para ignorarla, Gala tenía la rabia más profunda que podría haber visto jamás.
Se parecía tanto a su versión del pasado...
-Ponte la campera térmica -ordenó con la respiración agitada, Gala apoyó la cabeza del hacha en la tierra, se sacudió de un movimiento los mechones ondulados de cabello castaño-. La temperatura va a bajar.
Alexander elevó su mirada a l cielo blanco, sentía el sudor en la frente, pero no temblaba. Eso no era normal.
-No tengo frío.
Inclinando la cabeza hacia un costado al escucharlo, Gala tiró el hacha al suelo y se acercó para ponerle una mano en la frente, sin importar las gotas salinas que caían, su toque resultó áspero, un par de dedos en el aire, gruñó al estrechar su mirada.
-Tienes una reacción térmica. -Volvió a gruñir-. Siéntate.
Una orden con ese tono tan demandante no estaba destinada a ser ignorada, Alex no iba a arriesgarse. Quitando las astillas acumuladas del yunque por la tala, se sentó, Gala le acercó la campera térmica y se la cruzó a la espalda.
Reacción térmica.
Sabía lo suficiente de medicina como para entender que eso era algo malo, pero no como para preocuparse en exceso.
-¿Cuanto tiempo tendré esto?
Resistirse a hacer contacto visual era imposible...
Ella le secó el sudor del rostro y le puso el gorro de lana a pesar de su protesta, la melena rubia volvió al escondite. El león mostró los dientes.
-El período de adaptación climática puede variar, pero generalmente tarda un par de días.
Alex frunció el ceño, la idea de convertirse en un lastre inútil era lo peor que necesitaba en este momento. Pero no podía ir contra su propia biología, aun cuando esta le pusiera trabas en el camino, seguía siendo un león cuyo pelaje estaba mejor en climas tropicales, semi-desérticos y desérticos.
Este ambiente en el que se encontraba, húmedo y a la vez frío, no le favorecía para nada, su capacidad de regular su temperatura corporal sufriría altibajos hasta acostumbrarse. Era una completa mierda, y ella lo sabía, y lo estaba cuidando a pesar de eso.
Podría estar llena de odio, pero Gala continuaba siendo una enfermera compasiva.
Las preguntas le picaron la lengua, Alexander quería saber más de ella, de la vida que tuvo en este clan y porqué la había dejado para viajar tan lejos y quedarse en Gold Pride. Una persona tomaba esa decisión solo por dos motivos: para empezar una nueva vida, y para huir de algo.
Por la forma en que ella reaccionó al regresar a su antiguo hogar, Alex intuía que se trataba de lo segundo. Pero, ¿de qué había huido?
Sin embargo, Gala no parecía dispuesta a decirle nada más que las cosas que debía hacer para superar de la mejor manera sus reacciones térmicas. Que en realidad eran bastante simples, estar siempre abrigado para mantener el calor corporal -eso significaba que su melena continuaría oculta con ese gorro por tiempo indeterminado-, y comer para complementar el gasto calórico.
-¿Qué pasa si me transformo?
Gala volvió a medirle la temperatura, no entendía como podía hacerlo solo con sus manos, sin necesidad de otro instrumento. No rechazaría el contacto de esas manos tan delicadas con él, las que antes fueron implacables con esos leños.
Gala era peligro.
El peligro más seductor con el que podría encontrarse en estos bosques.
-Durarás un par de horas hasta que tu temperatura baje lo suficiente como para que ya no puedas estar de pie.
Rayos, eso no se oía bien. Gala se agachó para quedar a su nivel, su mirada iba del negro al marrón en un vaivén suave, como si del otro lado, fuera el animal quien daba vueltas. Lo podía sentir, realmente estaba cerca, haciendo que el tirón hacia ella fuera doloroso.
-No puedo pasar mucho tiempo sin transformarme.
Rodando esos ojos intensos, Gala subió el cierre de su campera hasta arriba luego de murmurar que necesitaría bufandas y guantes. La naturaleza de este lugar era más quieta y peligrosa que en sus tierras, pero de alguna forma, parecía que ella encajaba perfectamente aquí. Cuando compartieron una mirada, la más larga desde que se conocieron, Alexander volvió a ver a la enfermera que curaba músculos tensos, raspones, resfriados y cualquier cosa que estuviera al alcance de sus manos.
Gala Duvall podía tener un montón de coraje adentro, furia ácida en sus ojos, pero en el fondo seguía siendo una sanadora de corazón.
Y Alex quería que se aferrara a eso, porque sabía de primera mano que el enojo solo envenenaba el alma, como una gota de tinta negra en un vaso de agua, la negrura solo se expandía, mayor cantidad de gotas, más oscura se convertía el agua.
-Por eso es que tenemos que regresar a las tierras del sur.
Un suspiro bajo, ella rompió el contacto cuando escuchó un sonido a la distancia, verla en posición de alerta le erizó la piel. El león empujó hacia una dirección oculta en sus palabras.
-¿Te habrías quedado si no me hubiesen atrapado contigo?
Tal vez ella estaría reconsiderando, tal vez quería regresar a lo que una vez fue, y él solo estaba como equipaje pesado.
Su pensamiento fue acribillado por un gruñido que venía de la parte salvaje, oscura y poderosa dentro de ella, sus ojos volvieron al negro, Gala volteó su mirada hacia él. La compulsión creció fuerte en su interior, agarrando con fuerza su estómago, la tenaza lo tenía al vilo, pero sabía que si se movía siquiera un centímetro para tocarla, podría ser su última movida. Cuando Gala lo derribó al suelo esa tarde..., no mintió, estaba preparada para matar.
Pero no lo hizo. ¿Fue por arrepentimiento o por la distracción de sus captores?
-Yo pertenezco a Gold Pride.
Palabras ásperas, tan decididas que raspaban contra la piel, como el fuego de sus ojos, una mirada paralizante. El pulso de Alexander se disparó y ella volvió a medir los signos con sus manos.
-Controla tus acciones -la réplica le dijo que sabía que se había excitado, el calor se desplazó a las mejillas de Alex-. No estamos teniendo nada. -Gala volvió a mirar el bosque-. Viene Ukal.
Alexander no podía oír nada, solo las ramas de los árboles al chocar unas con otras, el silbido casi sordo del viento, hasta que las figuras rompieron en el paisaje a lo lejos. Ukal tenía un rostro de muerte y miedo, pero su voz al hablarles fue controlada y tranquila.
-Notable trabajo Sialuk. -Ukal se acercó a las pilas de leños cortados, dio un gesto de apreciación y luego volteó hacia la fila de jóvenes que se detuvieron, guardando distancia-. Cada uno llevará dos leños a las guaridas de las montañas.
Las miradas de decepción y culpa eliminaron cualquier rastro de curiosidad que antes hubiera existido en los rostros de los jóvenes, el rango de edades probablemente no excedía los veintidós años. Ninguno de ellos hizo contacto visual con Ukal, tampoco protestó por la orden, a pesar de que sus ojos gritaban injusticia, uno a uno se acercaron a las pilas de leños para tomar un par, saludar a ambos con un gesto y dirigirse hacia alejarse.
Solo cuando el último de los jóvenes hubo quedado lo suficientemente lejos del rango auditivo, Ukal habló:
-Tal vez eso les haga aprender a medir su fuerza con los humanos.
-¿Hicieron algo malo? -Alexander preguntó.
Ojos negros se fijaron en él. Esa mirada era imposible de leer.
-Un disturbio en un bar de Halifax, lastimaron a cuatro humanos ebrios que se lo merecían por tocar sin permiso a una osa polar. -Ukal se cruzó de brazos, una sombra divagó en sus ojos-. Costillas y extremidades rotas, más una cuenta por destrozos.
Se oía como un increíble desastre.
-Pero si actuaron en defensa, ¿por qué los castigas?
Fue Gala quien respondió:
-La fuerza es importante para un oso, y una responsabilidad a cuidar cuando se está con cambiantes y humanos más pequeños.
-Enseñamos a nuestros jóvenes a manejar su fuerza y temperamento para evitar que lastimen innecesariamente a otros. Las tareas livianas hacen que reconsideren como deberían comportarse ante cosas más frágiles.
-¿Los humanos están graves? -Gala preguntó.
Ukal le dio un vistazo breve.
-Todos estables, sus huesos rotos los dejarán incapacitados por un tiempo. -Ukal gruñó-. Deberían haberles dado un par de golpes y dejarlos inconscientes, los moretones sanan mejor que los huesos.
La oscuridad volvió a susurrar dentro de Gala cuando su réplica cayó con la dureza del hacha:
-Es demasiado poco, quien toca a una mujer sin su permiso debería perder sus manos.
-No podemos regir sobre las leyes humanas -su respuesta fue tranquila a pesar de la crudeza en la voz de Gala-. Lo que está en nuestro alcance son los nuestros, tienen que aprender a usar su fuerza de una manera controlada.
Gala miró a Ukal un breve momento, luego regresó a Alexander, al ver que todavía estaba en duda, agregó:
-La fuerza para un oso polar es equivalente a la melena de un león.
Abrió los ojos, viendo el significado.
-Ya veo...
La mujer le extendió una mano para ayudar a levantarlo del yunque, sin embargo, una vez que estuvo de pie no lo soltó. Su mano enrojecida por el aire frío entró con un calor calmo, la sensación abrigadora, el pulso de Alex volvió a trepar al Everest, fue abrazado por una onda de calor sin siquiera estar rodeado por un cuerpo alrededor del suyo.
-Buen trabajo -Ukal se acomodó el cuello de su campera de abrigo marrón oscuro-. Haz elegido una presa con una fuerza de voluntad que supera sus debilidades. -Un rápido vistazo a Alexander, tuvo a su león moviéndose al frente, luego la mujer de ojos duros continuó-. Cuida bien de él, Sialuk.
Con un gesto, Ukal siguió el camino de sus jóvenes hasta perderse de la vista.
-Da un poco de miedo -Alex murmuró-. ¿Todos los osos polares son así?
Tan serios, mortales y sabios a la vez...
-Dame tu otra mano -dijo Gala, evadiendo la pregunta.
-¿Para qué?
Un siseo le hizo obedecer. Gala lo cubrió con sus palmas, y se quedó así en silencio, su mirada vigilante en este bosque, ¿habría corrido por estas tierras en el pasado? Poder haberla visto correr en su forma animal debió ser lo mejor del mundo.
Alexander quería eso.
-Transferencia de calor -respondió tiempo después-. No quiero que pierdas los dedos por congelamiento.
En su distracción, Alexander se rindió al deseo de admirarla de cerca, los bucles ondulados de su cabello castaño oscuro, la línea angular de su mandíbula, la tensa piel que abrazaba su cuerpo con firmeza, un tono cremoso con el rastro del sol. Gala era una droga para sus sentidos, pero solo mirarla ya no era suficiente.
Cuando ella capturó su interés, Alexander apartó la mirada y preguntó:
-¿Ahora qué haremos?
Ojos marrones se estrecharon sobre él, pero sus palabras fueron más amables, casi con pena.
-Pierdes energía al mantener tu calor, debes comer. Regresaremos a la Guarida Mayor, luego pensaremos en algo.
• • •
El flujo del clan alcanzaba su mayor punto cuando volvieron a la gran sala comedor de la Guarida, ignoraron la curiosidad y el hecho de que la figura del nuevo desconocido era algo que desencajaba completamente en ese lugar.
Cuando Gala le pidió que se quedara sentado en una mesa libre, esta vez, el león se quedó en su lugar, pero no dejó de mirarla, podía sentir esos ojos azules, marcar su espalda. Ignorando la sensación de seguridad que eso le produjo de manera repentina, esperó en la zona de recepción junto a un trío de grandes osos que la saludaron de una forma enérgica.
El ayudante estaba atareado con múltiples pedidos para entregar, así que solo le saludó con un gesto simple y una mirada amable.
-Sialuk, ¿dos platos de sopa de camarones?
Tras intentar corresponder el saludo efusivo de otra osa, Gala giró hacia Kovai, asintiendo. El ayudante de cocina le pidió cinco minutos de espera mientras enviaba la información a través de un anotador. Nervios pinchaban por dentro. Se sintió extraña, recordó al viejo Atsuke dándole galletas de chocolate cuando nadie lo veía, enviándole panecillos rellenos cuando no se sentía buen, o agregando más queso rallado del que correspondía en sus raciones de pastas.
Cada oso cuidaba de los demás a su manera, tejiendo una red de conexiones emocionales tan intrincada como la espesura de sus pelajes. Para algunos, la comida significaba aumentar de peso y fuerza, para otros era sobre cuidado y cariño hacia los demás.
La mejor manera de llegar a un oso polar era por el estómago.
Inevitablemente su mirada volvió Alexander, recordó las veces que le dejaba bollos rellenos en el salón comedor de la Casa Matriz, las barras de chocolate y maní sobre la almohada de su cama, el envío de su almuerzo o cena con uno de sus ayudantes cuando ella se saltaba alguna de esas comidas... Aún cuando Gala le aseguraba que no tenía ningún derecho de protección hacia ella... Alexander continuaba cuidándola.
Una sensación de abrigo en su pecho, y se obligó a regresar al presente, por fortuna, el león estaba distraído analizando el entorno con su mirada aguda, por lo que no capturó su desliz.
-Ya está tu ración, Sialuk.
Kovai le dio una sonrisa cálida que se afianzó con un brillo alegre en la mirada cuando deslizó hacia ella la bandeja con los platos de metal con comida y los cubiertos, luego de un guiño suspicaz, añadió una cesta de pan con un cuchillo para cortarlo y un recipiente de plástico color negro, del que percibió algo diferente. El olor de la carne cocida, el queso y el tocino, le indicó que el ayudante sabía que Alexander necesitaba calorías.
Un latigazo de recuerdo golpeó con fuerza, Kovai terminó cumpliendo su promesa de aprender la fisiología y el metabolismo de los tipos de cambiante. "-Si sé todo sobre los demás, entonces podré ayudarlos cuando me encuentre con ellos algún día, ¿sabes algo Sialuk? Me encantaría ver de cerca a un felino grande." el desbloqueo del recuerdo le hizo temblar el labio, ni siquiera sabía que este joven de rizos oscuros y carácter noble, siendo apenas un adolescente de quince años, le había dicho eso.
Gala pensó que había olvidado... Pero ahora, aquí, todo volvía con más fuerza, las puertas de su vida anterior se abrían de golpe antes de que pudiera mover los seguros para bloquearlas. Sentía una fuerza comprimir su pecho cuando una mujer diez años mayor que ella le dijo que se encontraba aliviada de verla de regreso.
"-Sialuk ya está en casa."
Esa mujer le había enseñado control motriz cuando apenas era una osezna se diez meses.
Empujando con una fuerza feroz la oleada de nostalgia, Gala tomó la bandeja, tratando de aparentar una normalidad inexistente dentro de ella.
-Gracias Kovai -le sonrió.
El asistente le hizo un gesto, y luego le despidió con un suave:
-Disfruten de su almuerzo.
Con las entrañas temblando todavía por todo lo que estaba despertando en ella, Gala dio media vuelta y llegó hasta Alexander, el hombre abandonó su examen apenas la encontró de regreso, levantando un poco la nariz olfateó y entonces sus pupilas se dilataron tanto que el color azul solo era un anillo pequeño rodeándolas.
Era un enorme gato con hambre.
-Whoa... ¿Mariscos? Probé un tipo de estos en el curso de cocina. -Alexander tomó uno de los platos antes de que Gala dejara la bandeja sobre la mesa-. Huh. .., camarones..., no, no fue los que probé.
Sí, la comida para Alexander tenía un significado, así como la forma en que la miraba cuando ella estaba distraída, él pensaba que no se daba cuenta, pero un oso polar siempre iba con la guardia alta.
-Sabe bien -comentó, untando un trozo de pan en el caldo, lo llevó a su boca y cerró los ojos-. Hmm..., mejor que la carne sintética -agregó, luego sus ojos se quedaron unos segundos en el recipiente-. ¿Qué es esto?
Alexander abrió el recipiente negro, sus ojos se hicieron más grandes al ver la hamburguesa. Por ilógico que fuera, esa porción de comida chatarra era su platillo favorito.
-¿Pediste esto para mí? -murmuró.
El brillo de sus ojos removió algo dentro de Gala, algo que estuvo quieto por voluntad propia durante años. Un tiempo demasiado largo sin dejar que la ternura tocara las partes sensibles dentro de ella.
-No. Kovai lo agregó a tu ración.
Frunciendo el ceño, Alexander tomó el cuchillo de la cesta con pan y lo usó para cortar la hamburguesa en dos. Tras echarle un vistazo y conforme con las porciones casi iguales, le extendió una mitad a Gala.
-No, es tuya.
Las comisuras de sus labios delgados se elevaron en una sonrisa tan abierta y honesta como sus sentimientos hacia ella.
-Yo comparto mi comida, lo sabes.
Comida era igual a cuidados, y él cuidaba de ella, de todos en la coalición, por eso todos los felinos de Gold Pride fluían hacia Alex. Gala no podía negarse a eso aunque quisiera.
Conectando con una mirada noble que no buscaba seducir, Gala aceptó la mitad de la hamburguesa.
Este león era extraño en partes iguales, ferozmente protector pero tierno como un niño, y estaba en el ambiente más hostil para él solo porque ella no confiaba su pelaje a nadie en la coalición. Gala sintió culpa mientras lo veía comer con gusto y hambre, su estómago cerrado por la sensación. Se obligó a comer porque sabía que de no hacerlo, Alexander se preocuparía y comenzaría a preguntar otra vez.
Ella no quería abrir el baúl de su pasado, había enterrado todo eso cuando abandonó el clan, y no había mirado eso atrás desde entonces. Alexander no necesitaba saber nada. Sin embargo, mentir ahora no parecía algo sensato, en lo profundo de su alma, Gala quería dejar de fingir y luchar con su pasado.
Las viejas costumbres eran difícil de perder, a pesar de todo.
-¡Sialuk! -Malik les alcanzó desde un extremo cercano a las escaleras que iban a la cúpula del Gran Nanuk-. Nilak me envió a darles un mensaje.
El oso se detuvo para voltear medio cuerpo en la dirección de una solicitud de exploración de otro hombre a tres mesas detrás, luego de aceptar, Malik volvió sus ojos avellana a ella.
-Vayan a verlo luego de almorzar -palabras amables, Malik era el oso polar más sereno de todos, pero eso no significaba que fuera inofensivo-. El Gran Nanuk quiere hablar con ustedes.
Gala asintió, disimuló una sonrisa, mientras el puño de ira apretaba su estómago con fuerza, su pecho apretado por la emoción viciosa. Alexander vio su descenso amargo a la coraza que envolvió su corazón.
Por el bien de todos... Nilak debía cumplir con su palabra.
El león tomó su mano.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top