Capítulo 9

—Esto no sirve para nada —farfulló Maleon encrespada.

—Tiene que relajarse, cierre los ojos y respire como le enseñé. Apague su mente y déjese llevar —dijo Ivy con calma no muy lejos de ella—. Si no puede trate de pensar en algo que le tranquilice.

No, en definitiva no podía disipar su mente. Nunca se relajaba del todo, incluso dormida sus instintos estaban tan despiertos que un mínimo sonido la despertaba de un sueño que jamás era profundo.

Ivy había insistido durante los últimos meses en practicar algo llamado terapia de flotación que internet decía ayudaba con el estrés. La reina no tenía motivos para rechazar la invitación, después de todo, moriría y tratar de que sus últimos días fueran menos caóticos sonaba encantador. Además, casi nunca se negaba a una petición de la mágica unicornio. Así que, durante una hora al día, ellas iban al patio central de la casa que funcionaba como un invernadero y se metían en el agua de la piscina. Sin embargo, la terapia no tenía frutos y eso podía deberse a que no estaban completamente a oscuras, Ivy había dicho que debían estarlo, pero a ella no le agradaba la oscuridad y prefería sentir su cuerpo caliente por los rayos del sol que se filtraban por el cristal del techo.

Las palmeras, los helechos y los pequeños árboles que tenían allí cubrían un poco la luz, tal vez bastaría con ello.

Precisamente hoy, no se hallaba de humor para perder el tiempo, pero la chica de pelo rosa suplicó en que lo hicieran y luego la dejaría ir a darle un baño a sus caninos. Gruñó, sentía que cuerpo estaba sobrecargado de hiperactividad y pronto temía salirse de control, sus emociones se ligaban bastante a sus desvanecimientos y cuanto más angustiada se sintiera más cerca estaba de dar rienda suelta a su criatura. Algo muy peligroso porque... cada vez le costaba más retornar a su forma humana. Esto la ponía peor, dado que su lado animal debía emerger de vez en cuando para mantener un equilibrio.

En otras palabras, estaba jodida en ambos lados de su vida.

La humana estaba libre, pero se perdía y se volvía débil. El león estaba atrapado, anhelante de respirar tras estar viviendo bajo el agua tanto tiempo. Y el fénix prevalecía en silencio, él nunca sentía deseos por nada, si no hubiera resucitado siete veces dudaría que semejante ser viviera en su interior.

Alguien había plantado rosas y crisantemos, podía oler el perfume que desprendían.

No podía dejar de especular. No podía relajarse. Ni serenar su corazón.

—No puedo Ivy... en serio no lo consigo.

—Respire. —El movimiento del agua le alertó que la chica nadaba muy cerca—. Debe haber un lugar que ame, que le haga sentir a salvo y despejada ¿Puede visualizarlo?

Buscó en su mente algún punto de anclaje y no encontró nada. Ella no tenía un sitio especial, ni siquiera su propia casa la hacía sentir segura.

—Nada —murmuró entre dientes.

—Inténtelo, debe haber algo que la haga sentir bien.

Frunció el ceño, se resistió a las ganas de luchar contra el agua. Excavó exhaustivamente en su cabeza, en cada fina memoria que poseía y alrededor de todas las lagunas donde no recordaba qué había pasado. Pocas cosas tenían la capacidad de hacerla sentir bien: sus animales, el salvaje desenfreno de felicidad que demostraban, el calor y los rayos de luz solar, las manos de Gavriel en su pelo... allí estaba pensando en ese macho otra vez.

Él ocupaba sus pensamientos la mayor parte del tiempo.

Sin embargo, él le temía y la consideraba una bestia. Lo cual era una gran verdad. Un agujero vaciaba su pecho al rememorar sus palabras: "¡No lo entiendes... tú me aterras!

No se lamentaba de sus actos, pero le dolía que él hubiera visto algo tan grotesco como un león a punto de arrancarle el brazo a una persona. Ojalá fuera posible borrar aquello de la memoria del humano, solo para que no lo torturara. Ya le había arruinado suficientemente la vida como para sumarle otra desgracia a su testimonio.

Fue entonces que cedió al deseo, permitiendo a su psiquis traer de regreso el beso que le había dado. Después de todo, los secretos que deambulaban en sus pensamientos no podían ser robados y nadie jamás lo sabría. Sus hombros se aflojaron y su cuello se dejó sostener por las aguas, completamente sumergida en el recuerdo de un arrebato de ambición.

Había tenido amantes, pero jamás les había permitido tocarle la boca porque la hacía sentir sucia. Negó con la cabeza, traumas insignes del pasado le harían perder su fantasía.

Además, Gavriel no tenía nada que ver con su pasado, él tenía labios suaves y la textura de su boca no era áspera. Le habría encantado morderlo con los colmillos solo un poco, pero eso lo habría asustado y ella no quería eso. Su piel ardía al acordarse de como él había acariciado sus muslos y la curva de su espalda, el gemido que había emitido cuando lo tiró a la cama y la codicia por más en sus ojos mientras le besaba. Muchas de aquellas noches en las que se reunían, la tentación llamó a su oído y susurró que se acurrucara junto a él. Un hecho imperdonable. Su olor enloquecía al león agazapado dentro de su pecho, al olerlo soñaba con reclamarlo como suyo y rabiaba de pensar que otras hembras tocaban su cuerpo.

La bestia en su pecho era posesiva y violenta, pero nunca le haría daño. Ella se mataría antes de herirlo. Por la Vestal, estaba tan hundida en su íntima ilusión que hasta podría caer dormida de nuevo y no le importaba que se le estuvieran llenando los oídos de agua. El fénix le susurró un secreto que no fue capaz de entender, pero no le afectó porque en su mente las manos del macho que deseaba le acariciaban el cabello y descendían por su cuello para dirigirse a...

Abrió los ojos e inhaló con fuerza, alguien venía hacia ellas. Las puertas del invernadero se abrieron de golpe y se incorporó con rapidez del agua, nadando hacia la orilla mientras veía al protagonista de sus fantasías venir hacia ella terriblemente molesto y guiado por una atemorizada ninfa.

—¡Maleon!

No pintaba bien, pero nada bien. Salió de la piscina e ignoró estar empapada para acercarse a él.

—¿Qué está pasando?

Gavriel pasó de la ninfa y paró a centímetros de su cara, sus pintorescos ojos café centellaban como una tormenta oscura que la amedrentó.

—Dime ya qué mierda quieres con Lily.

Ella se congeló y apretó los dientes.

—¿Con quién estuviste hablando?

—Dímelo ya, Maleon. No voy a permitir que me uses para llegar a ella.

—No es lo que tú crees, nunca planeé obligarla...

Él abrió los ojos hasta el límite.

—¿Entonces es verdad? ¿Me usaste para llegar a mi sobrina? Querías que tomara tu lugar ¿Qué rayos te pasa por la cabeza?

Ella reprimió un gruñido.

—Primero, deja de gritarme ¡Nadie me levanta la voz y no se lo dejaré pasar ni siquiera a ti!

—Me importa un comino si te molesta, te estás metiendo con mi familia y no voy a quedarme cruzado de brazos.

—Tranquilízate, ya te dije que no planeaba obligarla a convenirse en reina.

Levantó los brazos furioso.

—¿Y qué ibas a hacer? ¿Se lo ibas a preguntar? ¡ES UNA NIÑA DE SIETE AÑOS!

—Yo era mucho más pequeña cuando me enfrenté al mundo y sé...

Iba a decirle que no haría que Lily pasará por lo mismo que ella pasó, pero Gavriel explotó sin dejarla terminar.

—¡Nos vamos! ¡Quiero que me dejes salir de tu maldito circo ahora mismo, no tenemos nada que ver contigo y tu gente!

—¡Tus sobrinos no son humanos, Gavriel, son como nosotros!

Estaba rojo de la ira y eso la acobardaba.

Mejor que nadie sabía que la ira era un analgésico ante la lógica y el sentido común.

—Eso no es verdad, son niños normales ¿Crees que no me daría cuenta si de un día para otro se convierten en criaturas sobrenaturales?

La palabra "normales" no le agradó y menos saliendo de su boca, ella y su gente eran tan normales como cualquiera. Abominaba que todas las demás especies los tacharan de fenómenos por el hecho de ser híbridos, contuvo su rabia a raya porque se convenció de que él no entendía de qué hablaba.

—Hay muchas especies, puedo olerlo en ellos. Igual que lo supe con Simba.

—Hailey es humana y eso es algo que yo sé.

—¿Y el padre de los niños?

La duda lo hizo vacilar, pero la furia era más fuerte.

—Ese maldito es una pedazo de mierda que la abandonó cuando las cosas se pusieron difíciles y no hay nada de mágico en él.

Maleon negó con la cabeza, escuchó a Ivy salir del agua y aproximarse.

—¡Te están buscando seres muy peligrosos, no sobrevivirás un día fuera de este lugar y tienes a los niños contigo! —Se señaló la cabeza—¡Usa el cerebro, maldición!

—Creí que ya deberías de haber aprendido lo bueno que soy para resolver mierdas en mi vida en los ocho meses que me hiciste perder el tiempo.

El humano se dio la vuelta, la dejaba sin oportunidad de defenderse y eso la lastimó. Corrió tras él con los puños apretados y los nudillos completamente blancos por las fuerza que imprimía en ellos.

—¡Detente, es una orden!

—¡No soy tu sirviente, nena!

—¡Con un diablo, Gavriel ya para y escúchame!

—¡Escuché lo que tenía que oír, nos vamos y más te vale traer de nuevo a Hailey porque te juro que, aunque me lleve la vida entera, voy a contarle a todos que existen por más que me tachen de lunático!

Rugió descomedida y se interpuso en su camino, su ritmo cardiaco tocaba el techo por la adrenalina que fabricaba la discusión. Gruñó, el león en su alma estaba listo para dar un salto a la libertad y ella combatía por mantenerlo en la oscuridad.

—No dejaré que te vayas.

—Púdrete ¿Me oíste? No van a seguir manipulándome y menos tú. —Él negó y mechones de su rizado pelo saltaron. La miró tan devastado que ella sintió la sangré abandonar su rostro—. Maldición ¿Por qué tardaste tanto? Si lo único que querías era engañarme, lo hubieras hecho desde el principio y me ahorrarías el hecho de sentirme como un imbécil al haberme enamorado de ti.

Jadeó por la sorpresa, él la amaba o la había amado, pero ahora se marchaba y todo en su interior colapsaba en un derrumbe emocional. No sabía lidiar con este sentimiento de desamparo y la sensación de estarse fracturando en millares de partes que no podría juntar después. Le temblaba el cuerpo entero, quemaba su garganta y alzó las manos para tratar de tocarlo, pero Gavriel se alejó.

Fue otro golpe a su estabilidad.

—No quiero volver a verte nunca y menos cerca de mi sobrina. Trae a mi hermana y déjanos en paz. Es una amenaza, Maleon.

—Déjame explicarte, es tan complicado... yo... no te vayas. —Sus fuerzas la abandonaban—. No me dejes, yo te amo... nunca le haría daño a tu familia.

Él palideció y parpadeó varias veces, pero su expresión agria no se había marchado. La reina tenía deseos de golpear algo, de pelear y hacer trizas todo a su alrededor por lo mal que esta conversación estaba yendo.

—Eso no es amor, Maleon. Pagaste bien, pero el servicio y la farsa ya terminaron.

Eso fue horrible. Él pasó por su lado y ella levantó el brazo como una barrera para detenerlo. Gotas se escurrían de su cuerpo, pero le restó importancia.

—¡Tienes que quedarte donde pueda protegerte! —bramó. Las lágrimas se asomaron por sus ojos y le encolerizó la sensación.

—Tú estás enferma, no puedes protegerme.

Se le escapó el aire por entre los labios, él se marchó y no la miró de nuevo. Ni siquiera una mirada hacia atrás. Dios, su corazón explotaba en sus oídos, su clamor creció tanto que podría haber roto sus tímpanos.

¡Bum, bum, bum...

Maleon no pudo sostenerse, el mundo giraba y su núcleo colapsaba por las emociones. Cayó de rodillas y su espalda se arqueó hacía arriba, ansiaba morder y despedazar algo, aniquilar a la presa en su boca... su mente se le iba de entre las manos.

¡Bum, bum, bum...

Pegó la frente al suelo, estaba sudando y hundió sus largas uñas en el mármol hasta romperlas.

—¿Su majestad? —preguntó Ivy acercándose con premura.

Ya no pudo controlarlo y el león quedó en libertad.

Gavriel cerró las puertas del invernadero con fuerza, casi no podía respirar y se le dificultaba encontrar la voluntad para no darse la vuelta y ver a Maleon. Diablos, ella tenía los ojos al borde de las lágrimas cuando la dejó, si la hubiera visto llorar seguro como el infierno que no habría podido encontrar forma de abandonarla. Las emociones que le provocaba eran tan grandes e intensas que lo aturdían al punto de estremecer sus huesos, pero era mejor marcharse ahora. Sus sobrinos no eran como esos seres. Eran solo niños comunes y corrientes.

Lily era tan humana como él o cualquiera.

Sacudió la cabeza para alejar esos pensamientos, debía centrarse en el presente y lo que estaba pasando. Avanzó por el pasillo mientras pensaba qué hacer a continuación, exigiría que lo dejaran en el poblado más próximo y después de eso tendría que encargarse. Por supuesto que consultaría a Darcy, ella decidiría si quería quedarse o no, ya que después de todo aún tenía que declarar frente al Consejo. Pero en definitiva él iba a marcharse ese mismo día, no iba a permitir que manipularan a sus sobrinos ni a él. Estaba harto de no saber en quién creer, necesitaba moverse en un terreno que conociera y podía hacerlo fuera de allí.

Se encontraba en California, el lugar más seguro que tenía cerca de allí sería algún motel en la carretera. Tal vez si conseguía algo de dinero de esta gente podría alquilar un coche y...

—¡Gavriel!

Levantó la cabeza, vio a Daraan y Try trotando hacía él. Esperaba que estas personas le permitieran marchar en paz.

—Me voy de aquí ¿Oíste? Ya se lo dije a Maleon y ahora te lo digo a ti —dijo al dragón cuando frenó delante de él.

El tipo frunció el ceño y el piercing en su ceja acompañó el movimiento.

—Si pudiera te daría un puñetazo, pero la reina me arrancaría las pelotas si te tocara. —El rubio sostuvo su mandíbula como si considerara qué decirle a continuación. Suspiró rendido—. Me decepciona que le creas a Aislinn, ella tiene una visión de la vida que solo tendría una aristócrata perteneciente a las ninfas y déjame decirte que es limitada. Pero no perderé mí tiempo tratando de convencerte, si se lo dijiste a Maleon y no estas encadenado a la cama después de eso, me queda aceptarlo y desearte buen viaje.

—Vaya imbécil cabeza dura eres, humano —se quejó Try.

—No pedí tu opinión al respecto, así que guárdate tus comentarios —escupió Gavriel.

El gran hombre gruñó en su cara, era mucho más grande y alto que él. Daraan apartó a Try con afanoso empujón en el hombro.

—Te daré dinero para el viaje y... —El rey se volvió hacia el Vigilante—. Dame tu teléfono.

—Olvídalo.

—Try, no me hagas enfadar más. Dámelo.

A regañadientes el hombre obedeció y le tendió el dispositivo que tenía en la chaqueta.

—Este es un teléfono satelital para que me contactes cuando encuentres un lugar donde quedarte, te daré el dinero suficiente como para que resistas una semana y después de eso veremos qué hacer. No seas testarudo y acepta lo que te estoy ofreciendo, estas lidiando con seres sin humanidad así que tendrás que ser inteligente.

—Bien. Gracias. —No iba a negar que sin dinero estaba jodido—. Hablaré con Darcy, ella necesita...

Un rugido opacó sus palabras y lo próximo que se oyó fue un enorme estruendo que hizo vibrar las paredes, a continuación estalló el sonido de cristal rompiéndose y gritos femeninos.

—¡Mierda!

Daraan y Try salieron corriendo al instante, cuando pudo despabilarse de la sorpresa Gavriel también salió tras ellos; el retumbo había venido del invernadero.

Ambos hombres abrieron la puerta de golpe, el cristal del techo estaba cayéndose y mostraba un gran agujero al exterior. El cielo despejado los saludaba detrás de él. Ivy saltó sobre varios escombros hasta lanzarse encima de Daraan apenas entraron, temblaba como una hoja y lloraba desconsolada mientras intentaba desesperadamente formular palabras.

Try pasó de los tres y sacó una pistola de la cinturilla de su pantalón, se perdió entre la maleza y los pequeños árboles del sitio hasta desaparecer como una sombra.

—Ivy tienes que respirar ¿Algo entró o salió de aquí? —cuestionó el dragón alarmado.

—¿Dónde está Maleon? —exclamó Gavriel buscándola por todos lados y asimilando lo peor.

Aunque la respuesta era obvia, ninguno quería aceptarla.

—Ella no me reconoció y se asustó, salió volando.

—¡Maldita sea! —escupió Daraan. Empujó a Gavriel e Ivy a las puertas de salida con poco cuidado—¡Try cúbrete la maldita cabeza ya! ¡Está pasando, Maleon nos olvidó!

Dicho eso salió corriendo y saltó, cuando su cuerpo se elevó unos pocos centímetros del piso el dragón dorado emergió con un poderoso aleteo y destruyó el techo cuando lo atravesó.

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