Capitulo 32
—Gavriel puedo olerte. Vete —dijo seca.
Él salió al balcón con los brazos cruzados y el ceño fruncido, miró fijamente a su prometida sentada en la baranda con las piernas desnudas con cicatrices de cara al vacío. Llevaba una preciosa bata ligera que bailaba con el viento. Se la veía mucho más vital que hacía semanas atrás: había adquirido peso, su piel poseía un tono más dorado que pálido y su mente focalizaba una perspicaz picardía.
Todo iba muy bien desde el incidente del Consejo hacía casi un mes, las reparaciones en la casa avanzaban rápidamente, incluso con las nuevas implementaciones que propuso en la estructura, solo algunas cositas tecnologías como: televisión, internet, persianas automáticas que se cerraban minutos antes del amanecer, un sistema de seguridad del siglo XXI y más.
Además de eso, los otros miembros del Consejo de Antiguos, que presumían no haber formado parte del plan de Hera, habían pedido disculpas y ofrecido tierras de los involucrados para saldar deudas.
Maleon las destinó a nuevas colonias de híbridos.
Por su lado, los Vigilantes estaban superando el recuerdo amargo de haber sido parte de los actos infames cometidos por el hipnotismo. Aunque Ragnar y Tanith —que no había recuperado sus serpientes—, actuaban muy distantes el uno del otro. Al totalmente comprensible en base al traumático momento que los dos habían vivido. Por otra parte, Try y Saraf querían convertirlo en un Vigilante, por lo que lo entrenaban intensamente hasta hacer llorar sus músculos de cansancio.
Hailey había tomado la iniciativa de asistir a un grupo de adicciones y la relación de Z con sus hijos progresaba a pasos lentos, pero afables. A él le alegraba que su amigo no tuviera repercusiones por las ofensas de sus padres que por el momento seguían desaparecidos. Su hermana había decidido quedarse en la mansión con todos ellos y eso le quitaba un peso de encima.
Luego estaba Simba... que continuaba mordisqueando personas que le desagradaban de vez en cuando, aún en su tan inesperada apariencia humana. A la reina le había fascinado que su bebé se convirtiera en un adorable "guerrero" como ella le decía y lo llevaba a todas partes con Tohma. De ese hibrido, solo podía decir que por alguna razón no le agradaba al hermano de su pareja. Cada vez que esté le decía "cuñado" sonaba como si le dijera "muérete". Eso más su personalidad tosca e introvertida no ayudaba a socializar demasiado con los demás. Incluyendo el hecho de que era la sombra de Maleon, donde se encontrara la mujer, el macho estaba a dos pasos de distancia y mantenía a cualquier espécimen masculino lejos de ella. También solía ponerle los pelos de punta a Aislinn que se ponía inflexiblemente nerviosa cuando el hermano de la reina se presentaba con su aterrador rostro de facciones duras.
Bueno, cuando hablabas de esa ninfa rígida tenías que incuestionablemente mencionar a Cassian... y pues él había comenzado a salir con Darcy. Se los veía felices y enamorados. Admitía que por mucho que ese tipo no le transmitiera confianza, cuidaba muy bien de su amiga y asistía con ella a las visitas con su doctora para tratar la leucemia que padecía.
Entonces, al final de todo, se hallaba su relación con la hembra más loca y salvaje de la galaxia conocida. Habían pasado mucho tiempo juntos, debido a su nueva naturaleza "vampira" la noche se convirtió en día y sus conversaciones más descabelladas se daban cuando despertaba al caer el sol. Allí reían, discutían sobre idioteces o planeaban su boda... no había querido presionarla luego haber pasado tan poco del incidente.
La había incursionado en el mundo televisivo y cinematográfico. Ver una película con ella era algo interesante: le daban risa las películas de miedo, las de acción la enfadaban porque decía que no eran realistas, las de comedia le fascinaban, las de amor la ponían "cariñosa" y las de animales... generaban problemas como el que tenía ahora.
Tras haber visto "La razón de estar contigo" había acabado llorando desalmada por una hora porque le recordó al canino que Hera mató de un disparo.
Gavriel se le acercó por detrás y le rodeó la cintura con los brazos mientras apoyaba la barbilla en tu hombro.
—Yo sé que no quieres que me vaya.
—No puedes leer mi mente, vampiro. Eres un bebé aún.
—Puedo leer tus labios.
—¿Ah, sí?
—Sí, en este momento dicen: "Eres un idiota muy lindo".
La hizo reír.
—Tienes mucha suerte, Cor Meum. Has adivinado —suspiró. Él recorrió con los dedos los tatuajes que ella se había hecho en la clavícula, las iniciales de las criaturas mitológicas que murieron en el ataque. Seis marcas en runas antiguas—. Esa película me puso muy triste, pensé en mi dulce canino y luego en quienes murieron... en lo que todos pasaron cuando estaba en esa cama. Siento haberte hablado así.
—No fue tu culpa, lo sabes. Si no fuera por las lágrimas de Tohma no estarías aquí y Darcy podría haber resultado herida. Debes dejar de querer cargar el mundo en tus hombros, Atlas.
Maleon se recostó hacia atrás y él la sostuvo encantado por el perfume de su piel, le gustaba el cosquilleo que su cabello le hacía en el rostro.
—Ya encontré terapeuta... —Lo dijo tensa con un ligero malhumor. Esa era una buena noticia, la había convencido de tratar sus problemas de la ira y la situación con sus hermanos—. Es una hembra mestiza que vive en la colonia, ya programé una cita con ella.
No pudo detenerse, Gavriel se puso tan feliz que la cargó en brazos hacia adentro de la habitación, a la leona se le escapó un ronroneo cuando sus manos tocaron sus muslos y le sonrió galante mientras la dejaba en la cama de sabanas pastel. La imagen de esa mujer era mística: el cabello más rojo que dorado por la luz de la lampara, los labios rojos entreabiertos como si lo esperaran y las mejillas sonrosadas por la expectativa que comprendía anticipar sus caricias, la bata abierta dejando un atrayente escote que acababa bajo sus senos y los tatuajes. Su favorito era el que tenía en el cuello: un círculo de plumas rojas alrededor de la cicatriz de una mordida. Su mordida. Su marca.
Él llevaba uno igual en su hombro, rodeando la marca que ella le dio.
—Me enorgulleces, realmente te hará bien. Prométeme que te relajaras y te esforzaras en esto por más que sea difícil.
—Cor Meum, lo prometo.
Ella cerró los ojos y mostró aprensión.
—¿Qué pasa?
Lo encaró decidida.
—Mañana... casémonos mañana, de cualquier manera. Solo hagámoslo.
Gavriel no pudo evitar morir de risa por lo tímida que sonó al decirlo.
—¡Eres fenomenal! —exclamó divertido.
—No te burles de mí, macho tonto.
—Lo siento, cielo. Es que has sido exageradamente linda. —Juntó sus frentes—. Sí, hagámoslo. Cásate conmigo o enloqueceré, por favor.
Maleon suavizó su miraba y lo alcanzó con manos ávidas para atraerlo hacia su boca por una merecida probada de sus labios. Cálida. Vibrante. Tierna. La besó hasta que una necesidad le sacudió el estómago, la borboteante energía cambió, se transformó, estalló en una lujuria de sangre que lo arrojó a una espiral de apetitos desenfrenados. Esta era una de las consecuencias de lo que era ahora, algo complejo y abrumador, pero se adaptaba lentamente.
El hambre desgarró su naturaleza civilizada y lo destrozó todo, menos sus ansias por devorar el cuello de la hembra.
—Maleon —jadeó.
—Ven por mí, Cor Meum.
Sus colmillos descendieron. La reina miró su boca y su mirada se volvió pesada. Le mostró su cuello, invitándolo sin palabras, y él se unió a su cuerpo suave y curvilíneo en sus brazos, introdujo suavemente sus colmillos en el pulso de su cuello.
Con aquellas palabras, sus colmillos descendieron de su mandíbula superior, la ansia entreabrió sus labios y la lengua salió exigiendo saborear eso que solo ella podía darle. La reina miró su boca y su mirada se volvió pesada. Le enseñó su cuello en una invitación, él bajó sobre su cuerpo y arqueó su torso para no aplastarla, acercó su boca de modo que terminó pegada a la yugular… entonces introdujo suavemente sus colmillos en el pulso de su cuello.
El gemido que salió de ella estaba lleno de amor y entrega, el sonido estremeció sus sentidos, calentándolo mientras la sangre tibia se derramaba en su boca, en la lengua, en la garganta, y era extraño, tan extraño. El Poder de la mágica mujer nutría su cuerpo. Estaba trastornado por dentro, su deseo por ella estaba fuera de control. Gruñó mientras bebía, enamorado de la fémina felina que se arqueaba contra él, jadeando.
Su sangre era fuerte y lo atravesaba haciendo girar su mundo.
Levantó la cabeza alejándose, respirando con dificultad, y solo entonces se dio cuenta de que ella estaba luchando en sus brazos. Durante un terrible momento se sintió enfermo y desorientado, hasta que se dio cuenta de lo que estaba tratando de hacer.
—Quítate esa maldita camiseta espantosa ya mismo...
Él rió apartando sus manos para proceder a sujetarlas por encima de su cabeza y regresó a su cuello aún hambriento.
—Te lo dije una vez, Jefa. Cuidado con The Police. Además, tranquila, tenemos toda la noche.
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