Capítulo 27
Gavriel descendió por las escaleras como una bala perdida, cualquiera que se interpusiera en su camino terminaría seriamente herido y de más estaba decir que no le convenía. Los guardias lo estaban arrastrando de regreso al sótano, incluso ellos comprendieron que no convenía hacerlo enfadar más de lo que estaba.
El plan ya no servía...
—Sirviente, espera un segundo —hablaron desde el tercer pasillo.
Siguió bajando por los escalones como si la cosa no fuera con él, pero uno de los soldados lo cogió del cuello de la camisa y lo jaló hacia atrás para obligarlo a encarar a Roshan, el rey de los Laetus que venía en su dirección. El hombre por sí mismo, le interesó olímpicamente un pepino, solo era otro desgraciado que se metió en la casa para amedrentar a sus residentes. Lo que te dejaba sin aliento al verlo se debía a que en su mano llevaba un correa y que al final de esta, una humillada Aislinn adoptaba la posición de un perro gateando sobre sus manos y rodillas; cuando se retrasaba el elfo la golpeaba con una fusta para caballo.
La ninfa portaba un corset blanco y una gran falda interior —de esas antiguas que se ponía sobre la ropa íntima—, color rosado. Ella cabeceaba de lado a lado, la oscuridad bajo sus ojos indicaba lo cansada que estaba mientras que sus labios mostraban estar resecos y partidos por la deshidratación; sospechaba que tampoco había comido porque ninguno de ellos lo hizo desde que esta pesadilla dio inicio hacia dos días.
Este era el castigo de Aislinn: perder su dignidad, su honor y su orgullo al ser degradada.
Él apretó los puños para resistir el impulso natural de matar a ese hombre a puñetazos, le costaba comprender como estas personas del Consejo gobernaban a miles de individuos con mano tan dura y tenían el descaro de juzgar a Maleon.
La necesidad de un cambio brillaba con fabulosas luces de neón.
—Los Berkshire te necesitan, siervo.
Ya sabía quiénes eran, los padres de Zachary, pero no quería verlos o seguir las órdenes del sádico que trataba a la ninfa de forma inhumana.
—¿Quién? —mintió.
—Los líderes de los Tenebris —contestó el elfo.
—¿Quién? —Fingió confusión.
Roshan chasqueó la lengua indignado.
—¡Solandis y Kalon!
—Oooooh... ¿Quién?
Le dio un azote con la fusta en la cara, literalmente vio estrellas de colores y el pinchazo de ardor se extendió por la mitad de su rostro. Sus dientes superiores e inferiores chocaron al reprimir un grito, un quejido, un gemido o cualquier cosa que rebelara su dolor.
—Humano ignorante e insolente —repudió el concejal.
—Insolente, sí. Ignorante, no. Obviamente sé quiénes son, imbécil. Llevan haciendo mi vida una mierda las últimas 48 horas y eso no se olvida fácil.
La cólera inscrita en la expresión de Roshan le encantó, Aislinn lo miró como si estuviera demente y él le sonrió petulante. El elfo respiró profundamente con una pausa de unos cuarenta segundos, lo cual era un tiempo angustioso y exasperante para retrucar un insulto.
—Te esperan en la tercera habitación del segundo piso. —Se sostuvo el mentón igual que si considerara dar o no una estocada verbal. Sonrió fatuo enseñando su blanca dentadura—. Esta noche apostaré por la bestia ¿Tú por quién?
Un golpe helado corrió sobre la piel del humano, seguido por una explosión de calor. No sabía dónde poner su furia. Ese bastardo sabía que algo gordo pasaría, la verdad tuvo deseos de patearlo escaleras abajo cuando paso justo a un lado de él y lo habría hecho sino fuera por la pobre mujer tratando de seguirle el ritmo.
Aquí se acababa el límite moral: "Peleas para vivir o morir, Gavriel. Sobrevive hoy y llora después. No puedes hacer nada por esos homicidas, ya eligieron su tumba cuando se convirtieron en desertores".
Fueron las palabras de la mujer más loca que conocía y de la que estaba perdidamente enamorado, por fin las había asimilado desde sus más primitivos cimientos. Estos homicidas y verdugos de mala calaña escogieron el infierno, si se presentaba la oportunidad no duraría en darles una mano para llegar antes allí.
Pensamientos sobre perdón o justicia no aplicaban a ellos porque no eran humanos sino monstruos.
Hera le quitó el collar.
Si Maleon lo intentaba podría transformarse, pero no le quedaba energía para ello y su mente delirante se convertía en una jaula invisible.
Su Poder se había agotado. Dormido. Esfumado. Se tornaba una sombra de su gloria.
El león agonizaba y el fénix extraviaba el misticismo que lo entonaba como un ser especial.
Morían. Olvidaban. Morían. Lloraban. Morían. Sufrían para morir de nuevo.
Dos días. ¿Su predicción sería cierta? ¿Se apagaría su vida como lo hacía la llama de una vela o sería víctima de otra de las atracciones de la dragona?
La vestían con delicadas prendas de seda y joyas, aprovechaban su vulnerabilidad para usarla como una muñeca a la que podías manipular a tu gusto.
Esta era la preparación para su castigo.
—Cuidaras de mi hijo hasta que regresemos tarde en la noche, debes darle agua cada media hora. Su hidratación es fundamental. Verifica que tome los analgésicos y ni se te ocurra dejar que salga de la cama —amenazó Solandis apuntándolo con sus largas uñas.
—No lo haré —contestó Gavriel.
—Más te vale no pasarte de listo, humano. En tu especie confunden naturalmente la valentía con la idiotez. Recurriría a las ninfas, pero su intelecto no les permitiría recordar más de una orden.
—No lo haré —repitió neutral.
Esta mujer le daba escalofríos. Había bastos tipos de maldad, Hera la padecía de nacimiento y la alimentó con los años al borde de una inminente detonación; en la imaginación de Gavriel, esa dragona se presentaba con un vestido rojo sangre, de pie, en medio de un paisaje que ardía en llamas, lleno de huesos y calaveras; y con su elegante acento se aseguraba de que él nunca olvidara lo que hacía con sus seres queridos o sus propios errores. La insistente retahíla le hacía morderse los labios para evitar ir hasta el armario en que los Vigilantes guardaban sus armas y hacerse de una calibre 40 para regalarle una bala al Consejo de Antiguos.
Sin embargo, esta vampiresa poseía una crueldad aún más peligrosa porque brotaba de ataques psicóticos que iban in crescendo. No podía imaginarla de absolutamente ninguna manera más que de la imagen que tenía delante, ya que con algo tan impredecible tratar de adelantarte a los hechos sería una pérdida de tiempo.
Además, había estado muerto de preocupación por Zachary, así que hacerle de niñera le aliviaba bastante. También tendría algo bueno que contarle a los niños y a Hailey al volver al sótano.
Solandis alisó su traje de Primark a cuadros y se giró hacía la cama, donde el inerte cuerpo malherido del joven vampiro reposaba boca abajo completamente vendado, para susurrar unas palabras cariñosas. Kalon, el esposo de la mujer, se abstuvo de la demostración de afecto y permaneció inmutable esperando en la puerta a su compañera de vida.
—Será mejor que seas inteligente, humano. Hay guardias en la puerta y entraran con el mínimo sonido sospechoso —dijo ella. Cuando pasó junto a él paró un instante—. Te arrancaré la piel si algo le pasa. Buenas noches.
¿Acaso no fue ella la que orilló al chico a ese estado? Esa advertencia se oía hipócrita.
Gavriel se guardó el comentario. La vampiresa tomó el brazo que su marido le ofrecía y se marcharon a quién sabía dónde, al cerrarse la puerta a su espalda se apresuró hacía Z.
—Viejo ¿Estas despierto?
—No tienes motivos para decirme viejo —dijo el vampiro sin levantar la cabeza—. Lo creas o no soy seis años mayor que tú.
—¿Te puedo decir que te ves asquerosamente mal o suena insensible de mi parte?
—Púdrete ¿Quieres?
Sonrió contentó de oírlo, no mentía al decir que su aspecto era malo. Prácticamente no había milímetro de su piel que estuviera libre de vendajes, con ampollas o enrojecida a causa de las quemaduras, inclusive tenía los ojos cubiertos con algodón y gazas. El cabello grasiento por el sudor que emanaba de sus poros humedecía también en consecuencia las sábanas y la almohada de seda azul.
Le gustaba esa particularidad de las habitaciones: en cada una, todo se administraba estéticamente en una gama de colores específicas. En este caso había tanto azul en las paredes que te asqueaba las retinas, de tener más mobiliario sería pura elegancia y estilo Georgiano.
—Me alegra que estés vivo —murmuró Gavriel con un nudo en la garganta.
—Vamos, no hagas esto. Si lloras por mí espera a que pueda verte, cariño.
Rieron los dos, pero Z jadeó por el dolor que ese solo movimiento automático de su organismo le generó.
—¿Quieres agua?
—No, Solandis me ha dado tanto líquido como para hacer estallar mi vejiga quince veces por minuto.
Gavriel se sentó en una silla junto a la cama que racionalmente teorizaba había usado la líder de los Tenebris.
—Odio a tu madre con toda mi alma para que lo sepas.
—No te culpo por ello. Se volvió loca, antes era mala... pero ahora es un demonio con necesidad de un terapeuta. —El chico suspiró—. Cree que está embarazada y no es así. Mi padre está en shock, no sabe lidiar con ella sin miedo a que lo apuñale cuando la pierda de vista. Ninguno va a abandonar al otro por mucho que se hieran y se dañen hasta la muerte.
—Jamás vi una relación más tóxica que la de tus padres.
—Ellos dieron definición a esa palabra. —Entonces dejándose de bromas, el vampiro se puso serio—¿Lily está bien?
—Sí, aunque se ha negado a hablar del tema y no saber de ti la está matando. Podrá respirar cuando le diga que tu trasero sigue ileso.
—Gracias al cielo.
—Gracias a ti por salvarla.
—Oye, eso me ofende, es mi hija. Daría mi vida por ella.
Él sonrió.
—Lo siento, es verdad.
—¿Y cuál es el plan C?
—¿Plan C?
—Ya sabes: Tanith era el A, yo era el B y si fuiste a la primaria sabes que sigue la C ¿Cómo vamos a salir de aquí?
Gavriel agachó la cabeza, jugando con sus manos en un intento de calmarse. Él y Daraan habían hablado después del escenario de esa mañana con la anormal familia de Zachary, la conclusión a la que el dragón llegó le hacía hervir la sangre. Rendición. El rey ya no contaba con cartas ni planes ni mucho menos esperanza real. Agregándole el hecho de que Hera estaba al tanto del pasaje secreto por las jodidas cámaras ocultas en la habitación de Maleon, el pesimismo empezaba a encarnársete en la piel.
—No hay planes, Daraan dijo que lo mejor que podemos hacer es obedecer. Que el problema del Consejo es con ellos y no con nosotros... no quiere que arriesguemos la posibilidad de salir vivos de aquí por ponernos en peligro con planes ridículos. Piensa que si hay una mínima probabilidad de que tu madre deje ir a los niños y a Hailey tenemos que aprovecharla... él se rindió.
—Diablos, ya no hay nada que hacer ¿Eso me estás diciendo?
—Eso es lo que él y los demás piensan. Si por mi fuera intentaría cualquier cosa, yo no puedo garantizar la seguridad de mi familia basándome en suposiciones y tampoco puedo quedarme quieto cuando a Maleon la están matando delante de mí.
Z tardó un tiempo en hablar de nuevo.
—Pienso que tal vez exista la posibilidad de que mi madre los deje ir, es la única que tiene algo contra ustedes y he hablado con ella. Logré manipularla un poco para que aceptara liberarlos a cambio de tenerme, pero es como dijiste: no podemos basarnos en suposiciones porque no es precisamente alguien con un razonamiento predecible. Menos aún con la crisis que está atravesando.
—¿Y qué haríamos? Tú estás recluido en esta cama, Tanith perdió sus serpientes y esta terriblemente herida, Ivy es tan vulnerable como yo y Daraan está encadenado a una pared. Hera puso guardias en la salida del pasaje así que estamos atados de manos.
—No te mentiré, no tengo idea.
Un disparo enunció un desconocido silencio paralizante que fue cortado por el eco de una voz al estilo promocionador, pero las paredes ahogaban demasiado el sonido como para entender que decía.
—¿Qué demonios fue eso? —preguntó el humano sin aliento.
—Acércate a la puerta, tal vez puedas escuchar mejor. No la abras o seguridad te molera a golpes —recomendó el chupasangre con dureza.
Se levantó de su asiento y caminó sigilosamente hacía la entrada de la habitación, colocó el oído contra la madera gruesa tratando de escuchar algo. La persona que hablaba era un hombre con un tono ronco y potente que alcanzaba enormes dimensiones.
—"Damas y caballeros, está noche tendremos un espectáculo nunca visto... ¡La Gran Bestia, nuestra híbrida favorita contra un aterrador grifo de poderosas mandíbulas, la letal anfisbena y el inminente dragón dorado, el Rey de los Mestizos! ¡¿Serán capaces de permanecer al límite de sus asientos ronda a ronda?! ¡Rueguen a sus dioses que así sea porque mis queridos concejales al final de esta noche tendremos una gran sorpresa para ustedes!".
Retrocedió con el alma hecha un ovillo en el pecho. Recordó a Maleon atada a su cama, completamente desnuda, con vendas ensangrentadas y el cabello arremolinado tapándole la cara. La noche donde le habló de cómo la convirtieron en la asesina de sus hermanos, él había quedado horrorizado al encontrarse con los ojos llenos de terror y de lágrimas de aquella leona.
Iban a hacerla pelear en su lamentable estado, cuando ella no tenía la fuerza para mantenerse erguida ni levantar los brazos o girar la cabeza...
No había necesidad de terminar la frase. No había palabras adecuadas para describir el horror de las posibles consecuencias del juego de Hera.
—Gavriel ¿Qué pasa?
Estaba convencido de que la iba a perder. Todos habían decidido que el amor de su vida se iba a morir, incluso ella misma y... ¿Solo tenía que aceptarlo?
—¡Hey! ¿Gavriel? ¡Amigo, reacciona porque me estas asustando!
Imaginó otras cosas, consecuencias relacionadas con los Vigilantes, los híbridos y todo por lo que ella había peleado para ganar la libertad de su gente. Ay, el horror de todas esas muertes, todos esos cadáveres que habría al fin de la noche o cuando la muerte de la reina dejara indefensos a los híbridos... había demasiados cuerpos para que él pudiera llevar la cuenta. Una a una, vio las caras de aquellos que habían sido asesinados por el Consejo de Antiguos.
—¡Gavriel! ¡Maldita sea respon...
Un rugido emergió en el silencio de su desesperación y cayó de rodillas.
La mantícora. El león. El fénix. Ella estaba peleando y probablemente sería la última vez que lo hiciera.
Mientras aquellos sonidos salvajes seguían azotándolo, él sintió que una espesa hiedra de culpa comenzaba a apoderarse nuevamente de su cuerpo: todas las cosas que nunca le preguntó, todas las cosas buenas que no había logrado hacer a su lado, todo el sacrificio que había tratado de poner para entender su mundo, pero que no había sido suficiente... y ahora había una nueva capa de hojas. Dejarla morir mientras miraba. Siempre se quedaba paralizado, congelado y simplemente observaba demasiado abrumado para actuar.
Gavriel oyó entonces el último aliento angustioso de su padre. El crujido de la puerta mientras su madre los abandonaba. Y la rabia de Hailey cuando quería ayudarla.
Y luego oyó la voz de Maleon, lo peor de todo: "Duerme conmigo, Cor Meum".
Las últimas palabras que le dijo plenamente consciente, entonces recordó a Daraan:
"¡Corre ya, no sirves de nada aquí!"
"... no sirves de nada".
"... de nada".
Se repetían en su cerebro como un disco rayado y se tapó las orejas con las palmas, pero eso no sirvió de nada. Con un gemido, se apretó el cráneo con las manos con tanta fuerza que sus brazos temblaron.
—Van a matarla —espetó con la boca seca—. Ellos van a matarla.
—Oh, mierda —jadeó Zachary desde la cama.
Un grito femenino infundado en ira le atravesó como un rayo el pecho, pero contrario a lo que había esperado fue como si lo despertara. Tomándolo desprevenido mientras arrancaba las capas de hojas que lo asfixiaban y lo hacía ver la verdad, ella estaba peleando sola allá abajo. Con su cuerpo destruido a punto de volverse ceniza. Seguía demostrando que nunca sería nuevamente una víctima, que nunca la derrumbarían y que por sobre todo... que lo sacrificaría todo de sí por las cosas que la mantenían en esta tierra.
"No me justifica, necesito cambiar... para proteger esto".
Llevó una mano a su pecho, depositándola sobre su corazón.
Maleon lo necesitaba, su familia y los Vigilantes.
—Necesito cambiar para proteger esto —susurró.
—¿De qué hablas? —cuestionó el vampiro—¿Gavriel?
Allí estaba la respuesta. Se levantó como si le hubieran pateado el trasero, avanzó determinado a la cama y cuando Z alzó la cabeza hacía él como si pudiera verlo a pesar de llevar los ojos cubiertos de gasas, supo que su amigo de toda la vida predijo sus intenciones.
—No me jodas ¿Sabes las consecuencias de ello?
—No, pero es lo que menos me importa. Tú sabes que no hay otra opción.
—Claro que sí... —El hombre estaba frenético, moviéndose tanto como le permitieran sus quemaduras—. No sabemos si lo resistirás, te dije que la mayoría muere por el dolor... no voy a matarte... Daraan tenía razón, puede que los dejen ir. Hablaré con Solandis y...
—Sabes tan bien como yo que no podemos asegurarlo, podrían matarnos en cualquier momento.
—¡No voy a convertirte, Gavriel!
—Tengo posibilidad de salir, si Maleon logra pasar esto... —dijo con la voz estrangulada. Tenía que confiar en que Hera aun tuviera piezas que jugar y que su inacabable sed de venganza la hiciera dejar a la leona vivir el tiempo suficiente. Solo un poco más —, si me llevan nuevamente a su habitación podré salir por el pasadizo y pedir ayuda.
—¿Qué me dices de los guardias? No sabes pelear, podrías tener una buena ventaja al ser un espécimen joven... pero ellos cargan siglos de experiencia con la que podrían matarte en cinco segundos.
—¡Entonces lo daré todo! ¿No lo entiendes? Voy a morir de cualquier forma si la pierdo.
Era una confesión muy fuerte. Sin embargo, nada explicaría mejor ese sentimiento que se abría camino en su pecho y empujaba sus costillas hacía arriba al pensar en verla morir.
—¡No eres como nosotros! ¡Tú eres un humano y el vínculo no te hará daño! ¡Ustedes pueden seguir adelante sin nosotros!
Gavriel se acuclilló junto al colchón para gritarle a la cara.
—¡Y una mierda! ¡Estoy harto de sus malditos prejuicios! Humano esto, humano aquello... ¡Ustedes tampoco lo saben todo sobre las dimensiones del amor o del sufrimiento que puede padecer una persona! ¡No son los únicos en el jodido mundo!
—¡No voy a ser responsable de tu muerte!
Z estaba llorando.
—¡¿No hiciste tú todo lo que pudiste para salvar a Hailey?! ¡¿No abandonaste tu casa y a tu gente para siempre?! ¡¿No te metiste con gente de mala calaña para salvar a reyes que no conocías solo para tener la oportunidad de que te ayudaran?! ¡¿A reyes que ni siquiera sabías si aceptarían?! ¡¿No saltaste al sol para proteger a una de las personas que más amas?! ¡Todo a sabiendas de que la muerte podría alcanzarte!
—Gavriel...
—¿Qué harías si estuvieras en mi lugar? ¿No lo darías todo?
Zachary dio un puñetazo a la almohada y se quedó callado un rato soltando maldiciones, los rugidos que se oían de fondo eran desconcertantes. Gavriel pensó que lo había arruinado.
—Eres un manipulador de mierda, quiero que lo sepas... —murmuró su amigo.
—Lo sé.
—Dolerá tanto que querrás estar muerto.
—Está bien.
—Nunca más podrás sentir el sol y la sed de sangre en ocasiones podría convertirte en un monstruo. Además, siendo yo tu creador tengo control absoluto sobre ti, si te dijera salta de un rascacielos tú saltarías sin dudarlo.
Tragó saliva. Sonaba terrible sobre todo el hecho de no volver a sentir el sol sobre su piel.
—Me adaptaré con el tiempo, aprenderé lo que tenga que aprender y lo superaremos juntos.
—Suena muy fácil diciéndolo así.
—¿Y cómo quieres que lo diga? ¿Llorando y gritando?
El vampiro negó frustrado.
—Te estas poniendo en peligro como un imbécil.
—Soy un imbécil y eso está bien por lo menos esta vez.
—Oh, Hailey va a patearme el trasero... maldita sea.
De golpe, Zachary se sostuvo sobre uno de sus antebrazos y lo alcanzó por el cuello del feo esmoquin de payaso que traía puesto. Antes de saber qué pasaba, Gavriel gimió del susto al ver los colmillos del vampiro alargarse el doble de su tamaño y adelantándose a sus propios pensamientos... lo mordió.
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