Capítulo 26
Los sacaron a empujones del sótano, Gavriel dio una última mirada a Daraan, Tanith e Ivy que continuarían encerrados en aquel habitáculo oscuro. Hailey provisionó un codazo a uno de los guardias que quería apartar a Lily de ella, pero antes de que el soldado le devolviera el golpe, Z intervino en un parpadeo dándole un puñetazo en el estómago al hombre. El vampiro le enseñó los colmillos y gruñó sonoramente en la cara del otro guardia que se les acercaba para amedrentarlos.
—¡Ya basta! —exclamó una voz masculina.
Los tres soldados se enderezaron y adoptaron la posición de una estatua. A unos metros de ellos se encontraba Kalon, el líder de los vampiros y padre de Zachary. Hubo una intensa conversación padre e hijo que dio lugar entre las frías miradas de ambos machos. Con expresión agotada, el miembro del Consejo suspiró cansado... verdaderamente parecía exhausto y roto.
—No vuelvan a tocar a los niños ni a la hembra humana —dijo amenazante el líder de los vampiros. Negó con la cabeza con desaprobación—. Imagínense que fueran sus familias. No les gustaría que los trataran de esa manera.
—Sí, señor —respondieron los tres soldados al mismo tiempo.
—Vamos... —dijo Kalon. Su expresión se endureció por la tristeza—. Solandis espera. Los acompañaré el resto del camino.
El vampiro empezó a caminar, lo siguieron con dubitación hasta llegar al vestíbulo y quedaron en shock al ver que la cúpula había sido cubierta por pintura negra y papeles para impedir que los rayos del sol entraran e hirieran a los vampiros.
¿Qué hora sería?
Al empezar a subir las escaleras fue muy evidente que al tipo del Consejo le interesaba ver más de cerca a sus "nietos". Disimuladamente disminuía el paso o fingía mirar a un punto en la nada mientras estudiaba los rostros infantiles, también solía dar breves vistazos a Zachary con suma desilusión. Conforme se acercaban al primer piso fue más visible que Kalon no quería continuar dirigiéndolos, al llegar a este se detuvo por completo y los demás así lo hicieron.
—Esperaba que te arrepintieras —murmuró el líder de los Tenebris—. Pensé que regresarías... que lo harías por mí.
El concejal se encorvó hacía adelante llevándose las manos al rostro para cubrir sus ojos, tomó una profunda bocanada de aire fresco como si hubiera estado aguantando la respiración todo este tiempo; Gavriel observó a Z y vio su endurecida expresión pelear por no fluctuar frente a la imagen de su padre. La diferencia entre su rostro ahora y el que había tenido antes al hablar de su madre estaba a años luz de distancia, el dolor que la situación dibuja entre los dos era desgarrador. ¿Cómo podían seguir con esto entonces?
—Yo también creí lo mismo de ti, pero veo que ambos nos equivocamos —respondió Zachary—. Tú siempre has sido un cobarde, dejaste a tus hijos sufrir. Yo no voy a ser como tú.
El silencio se prolongó durante unos segundos, los guardias se movieron incómodos sin saber si podían o no, decirle al individuo del Consejo que la hora de avanzar había llegado.
—Si tú eres mi abuelo ¿Por qué quieres lastimarnos? Eres desagradable.
Todos se sorprendieron por la interrupción de Lily. Kalon saltó hacía atrás y giró para verla con una refulgente conmoción.
—¡Lily! —dijeron Gavriel y Hailey a la vez, su madre la pegó a ella preocupada de cómo pidieran responder los vampiros.
—Quiero entenderlo, yo no he llorado, aunque estoy asustada y tú quieres llorar solo al mirarnos. ¿Por qué pareces miserable si vas a herirnos? ¿Por qué parece que esto te duele?
El padre de Zachary se agachó para quedar a la altura de la niña. Con voz quebrada dijo:
—Porque es mi hijo... ustedes son muy parecidos a él. Yo no parezco miserable, soy un miserable y temo lo que pueda pasarles, pero estos son los sacrificios que un líder debe hacer.
—No es cierto. Una rey se sacrifica así mismo. No importan las heridas porque su sacrificio de hoy será su fuerza cuando el sol salga nuevamente. Tú tienes miedo y nadie dará nada por ti porque nunca diste nada por ellos. No quiero que seas mi abuelo —contestó con severidad la niña de siete años.
Gavriel se ahogó con su saliva, su sobrina prácticamente había dejado a Kalon sin palabras y mostraba un temple valeroso. Podía imaginarla siendo una reina en el futuro. Se sintió orgulloso de ella y por lo que observó, Z también porque no dejaba de contemplarla con admiración. Por otro lado, la madre de la niña y los guardias estaban pálidos como papel luego de semejante acusación. Luke se limitó a tomar la mano de su hermana mientras miraba todo con el acostumbrado asombro infantil.
—¡Oh, vaya dulzura atrevida! ¡Me recuerda tanto a ti, Zachary!
Padre e hijo se tensaron de golpe como cuando se tira de una soga, un agarrotamiento se fijó a su estructura por la malicia de aquella vocecilla femenina que se confundía fácilmente con jovialidad. Libre de zapatos y vistiendo un traje blanco, hizo presencia Solandis con su señorial ilustre, ella parecía sonreír todo el tiempo como si tuviera la boca cocida y por mucho que la miraras no te dabas cuenta de cuándo parpadeaba, las iris miel de sus ojos extremadamente grandes te ponía frenético.
La vampiresa caminó de puntillas sobre la alfombra roja del pasillo del primer piso y la increíble rapidez de su paso volvió imposible verla hasta que estuvo a una palma del rostro de su nieto, ella levantó la mano para tocarle la regordeta mejilla, pero inmediatamente Hailey tiró de Luke hacía atrás para evitarlo.
Z se había paralizado, no reaccionaba más que para respirar por necesidad biológica, su madre le aterraba claramente y al parecer a Kalon también porque se pegó a la pared con la columna recta totalmente enajenado a la situación.
Solandis sonrió aún más ampliamente, de un segundo a otro le dio una bofetada tan potente a la humana que esta cayó hacía atrás y lloró cubriéndose el rostro con las manos.
—Nunca me vuelvas a negar nada, hembra patética —advirtió calmada.
Gavriel se precipitó hacía su hermana para levantarla, pero antes se tornó a la mujer lleno de ira y listo para mandarla al diablo.
—¡Hija de...
Los guardias lo cogieron, le dieron un puñetazo en el estómago y acabó doblándose sobre su vientre. Z apenas si tocó el hombro de Hailey que fue arrastrado hacía atrás por su padre que le rodeó el cuello con el brazo mientras rogaba que se calmara. Los niños gritaron asustados cuando vieron a su "abuela" acercarse a ellos y trataron de salir corriendo, pero ella logró alcanzarlos. Los tomó a ambos de la cintura para abrazarlos, pero lo hizo demasiado fuerte haciendo que los dos se quejaran por el dolor.
—Ah, olvidé que son medio humanos —se disculpó la vampira, pero los pequeños siguieron tratando de zafarse de su agarré. Lily le dio un manotazo en la cara—. Dicen que a los hijos desobedientes deben quebrárseles los dedos, podemos intentarlo. Así aprenderán qué tan malo es golpear a los mayores.
—¡No toques a mis hijos, maldita perra! —gritó Hailey saliendo disparada hacía ellos, pero uno de los soldados le jaló del cabello y la tiró hacía él.
Solandis se giró para contemplar a los tres adultos.
—¡Me encantan las reuniones familiares! La familia siempre debe estar unida y cuidarse entre sí, pero a veces la mala conducta debe castigarse. Tu comportamiento ha avergonzado a tu madre, Zachary. Es hora de darte una lección y luego podremos regresar a casa... —Miró a los niños en sus brazos—. Sin basura de la que encargarnos.
La aterradora hembra se dio la vuelta y empezó a caminar, los guardias los arrastraron tras ella rumbo a la biblioteca. En cuanto la puerta se cerró a sus espaldas, Gavriel supo de no saldrían ilesos de allí.
Este era el castigo de Z.
Hailey bramó por el dolor del metal caliente en su piel, le quemaba la carne y la abandonaba al rojo vivo. Este era el auge del sufrimiento que una persona podía soportar. Solandis la estaba marcando con hierro caliente en la espalda. Zachary sentía la agonía de la hembra que amaba en su propio cuerpo. A él le sangraban los dedos de los arañazos que daba en la madera del piso en un intento por librarse del peso de los soldados que lo retenían.
Rugía. Gritaba. Peleaba. Lloraba de rabia hacía su progenitora y de congoja por la madre de sus hijos.
—¡Déjala, por favor! —gritó Gavriel a unos pasos de distancia, se hallaba boca abajo igual que él mientras un soldado lo obligaba a quedarse quieto.
Kalon sostenía a Luke y Lily en un rincón, todos veían horrorizados los actos infames de la vampiresa. Incluso los guardias tenían el corazón en la garganta viendo a su líder torturando a una humana inocente sin piedad.
—¿No hacen esto los bigeneri a los que te uniste, hijo mio? ¿No se marcan en la piel de su pareja como unos salvajes? —inquirió su madre limpiándose la frente perlada en sudor—. Esto ocurre cuando desobedeces a mamá.
Ella soltó la barra de hierro caliente con una Z en un extremo, esa maldita había marcado su inicial para siempre sobre Hailey. Él nunca podría ser perdonado por ello. Esto era su culpa. En su propio pecho sangraba la letra H en honor a esa "hembra humana" como decía Solandis, poco le importaba el dolor que sentía o el ardor por la sal que le habían colocado en la herida para que nunca más cicatrizara. Deseaba salvarla. Su corazón explotaba por la minusvalía que padecía al no tener la posibilidad de siquiera alcanzarla. Temía que muriera desangrada o que la loca que lo engendró quisiera escribir más letras sobre ella.
—Te lo ruego... te lo pido desde el fondo de mi alma... haré cualquier cosa, pero déjala irse. Haré todo lo que pidas, lo que quieras... solo hiéreme a mí. Castígame a mí... por favor, mamá.
La líder de los Tenebris ladeó la cabeza, sus cabellos castaños ondearon sobre su hombro hasta caer de lado y sus astutos ojos se movieron de un lado a otro de la estancia.
—¿Sabes, Zachary? Cuando Hera nos propuso erradicar a la bestia inmunda hace un año... en lo único que pensé fue en ti. Mis hijos. Tus hermanos. Ellos murieron hace muchos siglos de forma espantosa. —Ella dirigió su mirada a Kalon con odio—. Por culpa de tu padre. Te crie para ser mío, busqué darte todo lo que quisieras, tenía planeado un brillante futuro donde te erigiría como nueva cabeza de nuestra raza e incluso te permití explorar el mundo... pero tú decidiste acostarte con una humana y peor aún concebir en ella a dos híbridos con sangre real desperdiciada. Me asquea imaginar que esos malnacidos son parte de mi familia... de ti.
—Son mis hijos. Los amo. Igual que tú amaste a los tuyos y daría todo por ellos —contestó él con intensidad.
Su respuesta irritó a su madre, lo supo por la manera en que movió los hombros en círculos como si estuviera padeciendo una contractura.
—Igual que yo amé a los míos... —repitió ella en un susurro. Rió sin gracia y empezó a dar vueltas por la habitación—. No, tú no sabes sobre amor y sacrificio. Eres como tu padre, te crie como él... para que fueras un pusilánime... para que no fueras como yo. Tus hermanos lo eran y murieron todos. Cada uno de ellos se fue. —La locura expandió aún más su sonrisa desquiciada—¡Todo porque tu padre tuvo miedo de arriesgarse por su propia sangre!
—¡Él no es como yo! —exclamó Kalon rojo luego de resistir las lágrimas—¡No lo es, Solandis!
Un tic extraño en su mano hizo que la vampiresa crujiera los dedos tan solo al cerrarlos, en un parpadeo estaba delante de su esposo con una alegría maquiavélica en las facciones de su hermoso rostro; lentamente sacó un arma oculta en su traje y acarició con ella la mandíbula del macho con el que estaba casada.
—¡Es como tú! Abandonó a sus hijos en cuanto se lo pedí... no peleó por ellos. Igual que tú.
Zachary se esforzó por girar el cuello y tener la oportunidad de que su madre lo viera, con los tendones estirados e inflexibles dada la posición gritó alto:
—¡Tú me extorsionaste para dejarlos! ¡Prometiste que nunca los lastimarías si regresaba a casa! ¡Me encerraste en un calabozo durante dos putos años! ¡¿Cómo tienes la cara de decir que los abandoné?! ¡¿Cuantos mestizos de nuestra raza has matado, tú arpía?! ¡Traté de salvarlos de ti!
Ella perdió el control, jaló de la ropa a Lily para apartarla de su hermano y retrocedió llevándosela a tirones a las cortinas cerradas. Todos se enfriaron, detrás de esas cortinas la luz del sol estaba en su apogeo y la vampiresa estaba tan desquiciada que imaginaron lo peor.
—¡Desobediente! Eres un niño desobediente, mentiroso y malcriado. Tú me obligaste a encerrarte... traté por todos los medios de que recapacitaras, que te olvidaras de la humana... luché por salvarte de esto. Sin embargo, elegiste una y otra vez el camino equivocado. —La niña le mordió la mano y aun así no la soltó—. Me di cuenta de que fallé como madre, pero no volveré a equivocarme... no voy a permitir que mi bebé termine como tú o tus hermanos.
Tanto Zachary como su padre se paralizaron al verla acariciar su vientre mimosamente con el cañón de la pistola. No porque estuvieran sorprendidos de que estuviera en cinta, sino porque no olía como lo haría una embarazada. Ellos podrían oler el cambio en su esencia. En otras palabras... estaba volviéndose loca. La criatura en su interior era una creación de su mente delirante.
—Solandis... —murmuró Kalon asustado.
Lágrimas empezaron a emerger de la vampiresa cuya sonrisa no se borraba.
—Hera matará a la bestia y así ya no habrá quién intervenga. Me haré de sus Colonias. Recuperaré las tierras que me quitó, las riquezas que le pertenecen las exprimiré y por cada uno de los mestizos bastardos, por todos esos sirvientes que arrebató de mi casa... haré míos al doble. Todo volverá a como era en épocas pasadas donde el poder nos pertenecía. Entonces un día mi hijo tomará el lugar de líder que le corresponde y por fin conseguiré estar en paz porque al menos uno de ellos... uno de mis bebés estará a salvo.
Apuntó a Zachary directo a la cabeza, esa bala estaba destinada a volarle los sesos y por muy inmortal que fuera eso lo mataría. Los vampiros no eran como otras criaturas mitológicas, no sobreviviría a algo así. Él apretó los dientes sin apartar sus ojos de ella. Los sollozos de los niños y Hailey, la respiración agitada de Gavriel y el sonido de Kalon al dar un paso en dirección a su esposa fueron los únicos sonidos que se oyeron antes de que todo colapsara.
—Te amo demasiado como para matarte... pero debes ser castigado.
Solandis giró la cabeza por sobre su hombro hacía las cortinas —detrás de esta el sol del mediodía irradiaba con mayor fuerza—, y luego miró a Lily de nuevo. Con un movimiento difícil de ver apartó las cortinas lo suficiente como para dejar entrar un gran reflejo de luz, empujó a su nieta bajo ella y se ocultó al borde de las sombras para no quemarse viva. Los otros presentes sensibles a los rayos UV velozmente retrocedieron, los guardias se pegaron a las paredes oscuras con Gavriel y Z a rastras mientras que Kalon se escabulló a una esquina con Luke por delante.
—¡¿Qué estás haciendo?! —Zachary no lo comprendía.
—Interesante, la bastarda es de los mestizos que soportan la luz del sol... pensé que ardería —balbuceó Solandis, lo consideró y entonces dirigió su mirada a la pistola—. Mamá necesita perdonarte, pero para eso debe borrar lo que hiciste... mamá se encargará de todo.
Ella pegó el cañón del arma a la cabeza de la niña y Lily lloró paralizada con las rodillas temblorosas. La líder de los vampiros se preparó para jalar el gatillo. Zachary no lo pensó y tampoco comprendió cómo consiguió zafarse de sus captores, su mente se centraba en salvar a su hija... se introdujo en aquel insignificante rastro de luz y tomó a Lily un latido antes de que el disparo saliera. El golpe del sol fue inmenso sobre su cuerpo, le quemó la espalda y la parte posterior de la cabeza, los hombros y parte de los brazos. La cara le ardió. Sus retinas no se liberaron del ataque de los rayos. Las ampollas reventaron su piel de adentro hacia afuera, la primera capa de carne se abría y los músculos quedaban expuestos a la incineración. Un vampiro tardaba de cinco a siete minutos en volverse ceniza, pero unos vanos ocho segundos podían dejar graves quemaduras de tercer grado que no se regenerarían hasta varios días después.
Ciego. Adolorido. Marcado. Sufriendo.
Z saltó a un lado, lo más cerca que pudo de la oscuridad. Los espasmos lo hicieron retorcerse, se desmayaba y regresaba a un mundo lucido lleno dolor, no podía abrir los brazos para soltar a su pequeña por la rigidez de su cuerpo. De igual forma no quería hacerlo. Reunió toda la voluntad que le quedaba únicamente para articular unas simples palabras:
—Li... Lily...
—Papá —susurró ella llorando.
No sonaba herida y se alivió rotundamente.
—¡No! —exclamó Solandis sollozando.
Oyó mucho ajetreo, gritos y pisadas. Alguien lo tocó, el aroma y la suavidad de esas manos le dijo que era la hembra que amaba.
—¡Zachary! ¡Dios mío, despierta! ¡Abre los ojos! —rogó Hailey muy cerca.
Él deseó poder tomarle la mano, el llanto de Lily se intensificó y la sintió salir de la protección de su abrazo.
—No lo toquen... Oh, mi hijo. No tú, mi hijo... apártense de él, malditos humanos.
Hailey se alejó. Odió no sentir su tacto en él. El perfume de su madre y padre estaba encima suyo, lagrimas le salpicaron el rostro quemado. Gruñó sonoramente cuando los sintió tocarlo, no los quería aquí fingiendo estar preocupados por su condición. No después de todo lo que habían hecho.
—¡Zachary, resiste te ayudaremos! ¡Vamos hijo! —exclamó Kalon.
—¿Por qué? ¿Por qué hiciste eso? Casi te matas por... ¡Podrías haber muerto si te quedabas más tiempo en el sol! —gritó su madre angustiada con la voz quebrada y llorando desalmada.
—No... no... no soy... él... —dijo tratado de mover la cabeza—. De... deja... los ir.
Escuchó el grito de Solandis, nunca la había visto llorar hasta ese día. Ni siquiera una vez.
—¡Llévenselos de nuevo con los otros! —ordenó su padre con autoridad.
Z entró en pánico cuando los aromas de su familia se esfumaron, trató de ponerse de pie y el dolor no lo dejó moverse más de un centímetro.
—¡No me dejes, Zachary! —pidió su madre—. Lo siento, no te vayas. Por favor, quédate conmigo.
La puerta se abrió nuevamente, un olor picante hizo que arrugara la nariz. Un dragón había entrado a la habitación, la suavidad de sus pasos le indicó que se trataba de una hembra y no tenía que ser muy inteligente para descifrar quién podría ser.
—¡Oh, vaya calamidad! —dramatizó la reina de los dragones—¡Pobre criatura!
—¡Hera, ayúdanos! —lloró Solandis.
—Por supuesto, llevémoslo a una habitación para que esté más cómodo. Uno de ustedes puede quedarse con él para cuidarle, pero el otro... oh, válgame. Que inoportuna soy.
—¿El otro qué? —cuestionó Kalon nervioso.
—Debe venir conmigo en unas horas, el espectáculo principal se dará luego de comer y necesito de su Poder conmigo. ¿Alguna vez han visto a dos fénix enfrentarse?
Luego Z perdió la conciencia.
—¡¿Qué podemos hacer?! —gritó Gavriel al borde de un ataque psicótico—¡Masacraron a Tanith y Zachary está completamente quemado! ¡Marcaron a Hailey con hierro! ¡Estuvieron por matar a Lily de un disparo a la cabeza!
Maleon sonrió demasiado mareada como para pensar, la habitación le daba vueltas y había luces arcoíris por todos lados. A ella le encantaba el arcoíris. Los colores de la primavera se dibujaban en ellos con un sombreado ilustre de vida que simbolizaba una promesa de salvación y devoción. Alzó la mano para tocar esos lindos colores que la llamaban para jugar, su cuerpo hervía como si la lava corriera por su torrente sanguíneo directamente al auge de erupción de su corazón; el humano decía que tenía fiebre. Fi-e-bre. Fie-bre. ¿Cómo se dividía aquella palabra? No recordaba las reglas gramaticales ¿O eran ortográficas?
En fin, le gustaba esa agrupación de sílabas porque sonaba bonita.
—¿Jefa? ¿Me escuchas?
—¿Cómo puedo atrapar ese arcoíris? —se quejó—¡Dame ese arcoíris!
Él le tocó la frente, ella rió por el tacto suave y juguetonamente estiró su brazo para atraerlo a su cuerpo caliente, pero el movimiento fue tan repentino que se le revolvió el estómago; giró sobre su vientre para vomitar en el cesto de basura.
Gavriel le sostuvo el cabello para que no se ensuciara con el alimento poco digerido que le salía por la boca, el esfuerzo la retuvo en un rincón catatónico de su mente y continuó en la misma posición hasta que un hormigueo molestó sus extremidades alertándole que estaban dormidas. La reina se entristeció, de esta manera ya no podía ver el arcoíris sino el asqueroso contenido líquido que su sistema digestivo no había conseguido pues eso: digerir.
Oyó un suspiro.
—Maleon, estas delirando por la fiebre y yo... todos... Dios mío, necesitaba tu ayuda porque estoy desesperado. —Silencio—. No es posible atrapar un arcoíris.
—Malus. Tu es valde masculum malum. Te mihi non vultis mihi dare arcus eiusmodi redditur.
—Jefa. Amor de mi vida. Reina demente. No tengo la más mínima idea de lo que dijiste, recuerda que no sé latín.
¿No sabía latín? Vaya tonto. Un segundo, ella tampoco se acordaba qué era el latín o por qué sabía hablarlo.
—Dije: Malo. Eres un macho muy malo. No quieres darme mi arcoíris —dijo con obviedad.
—Oh, entiendo. Pues si soy muy malo.
—Eso dije. Tonto.
Lo escuchó reír, tenía una risa contagiosa que le acariciaba el oído y le resultaba hermosa como la palabra fiebre o el sonido del latín. Quiso mirarlo, más su esqueleto parecía haber decidido morir de esa forma porque se negó a obedecer las directrices de su cerebro.
Fue allí donde la mente de Maleon dio un fuerte tirón, jadeó de la impresión y algo se fue... algo que amaba demasiado, se le llenaron los ojos de lágrimas por razones desconocidas. Una absoluta desorientación la golpeo. Sintió que le tocaban el cabello con mimo, se puso tensa y demandó a cada estructura de su cuerpo, desde sus huesos a sus tendones que la ayudaran a voltear el rostro; la hembra se acomodó incómodamente sobre la almohada para que ésta le sirviera de soporte.
—¿Quién diablos eres? ¿Por qué demonios me tocas? —preguntó al desconocido.
Vestal Santísima, la leona ahogó al ver la muerte dibujada en el rostro masculino. Trataría de ser lo más afable que pudiera con él, ya que no reunía el coraje para echarlo con amenazas e insultos. No quería seguir viendo ese tipo de expresión. Era un macho humano muy atractivo, ella nunca se había visto interesada en su especie más debía admitir que le encantaba su porte alto y no excesivamente grande, la piel morena entonaba con sus ojos marrones, su boca estaba ligeramente sonrosada como una cereza que a una hembra le fascinaría morder cuando fuera posible hacerlo, su mandíbula tenía una forma más bien cuadrada y tenía un tierno mentón partido. Las runas élficas en su rostro se traducían como "juguete" ¿Qué querría decir eso para él?
Entonces el shock la embistió al ver las lágrimas deslizarse de los preciosos ojos del humano en dirección al suelo. Enmudeció, se enderezó de un salto en el colchón, con sus propios ojos anegados de lágrimas y su corazón dolorido como si tuviera clavos atravesándole el pecho. Respirando agitadamente se aferró el esternón y abrió la boca para hablarle.
No salió ningún sonido. No tenía fuerzas.
Demonios, todo daba vueltas y se encontró cayendo hacia atrás sobre las almohadas, Maleon se limpió las mejillas húmedas con manos temblorosas e intentó calmar ese infierno. Cuando finalmente recuperó el aliento, frunció el ceño. Su corazón estaba saltando dentro de su caja torácica, estaba revoloteando más que latiendo, y un mareo, ocasionado, sin duda por sus erráticos espasmos hacía girar su cabeza en un estrecho círculo. No apartó su mirada del macho en ningún momento, no le tenía miedo solo no podía dejar de verle, y menos aun cuando lloraba.
—Dios, realmente olvidé que tú... podías olvidarme —dijo él con voz estrangulada. Sonrió forzadamente mientras borraba las marcas de sus lágrimas avergonzado—. Yo soy Gavriel. Estoy cuidando de ti porque estas enferma.
Con pesadez, ella se encargó de barrer el área con una fugaz mirada e inhaló los aromas que se entretejían en el aire. No sintió nada, ni siquiera su propio olor. Algo iba mal. Además, no recordaba haberse enfermado en ningún momento y tenía heridas causadas por ataques.
—Yo no estoy enferma —gruñó involuntariamente.
—Sí, lo estas. Te envenenaron hace un año durante una cena y por un giro de acontecimientos terminamos aquí. La persona que te envenenó está torturándote.
—Diablos, no recuerdo eso.
—Lo hicieron con sangre de dragón de Komodo ¿Sabes sobre sus consecuencias?
Asintió. Obviamente conocía los riesgos de aquello.
—¿Quién soy para ti? No estas llorando por nada.
Tal vez, así sabría la razón de sus mismas lágrimas.
—Soy un hombre que te ama eso es todo. Estoy aterrado por ti.
Oh, ya lo entendía. Esto era incómodo. Si el macho humano no estaba engañándola —cosa que dudaba—, eso explicaría muchas cosas tanto de la opresión en su pecho como del estado físico de su cuerpo. Meditó un segundo, sus memorias terminaban alrededor de 1965 luego de ir con Daraan a partir narices de aristocráticos con híbridos como esclavos. Maldición, el humano seguía mirándola como si esperara que dijera algo y la ponía irritable, no estaba acostumbrada a los nervios. Era una hembra más bárbara que enamorada. Nunca le había permitido a ninguno de sus amantes decirle palabras de amor porque se oían falsas al atravesar su canal auditivo. Mas aún luego de la tragedia de Dante.
¿Con este macho? Sentía que su corazón palpitaba más rápido.
Ella se aclaró la garganta. Aunque era alguien llena de irascibilidad buscó las palabras correctas para levantarle el ánimo.
—Escucha si un paciente tiene la energía para estar cabreado, va a superarlo. Así que estoy bien... ya no te preocupes por mí. —El humano la miró como si le tomara el pelo. Mierda—. Oye, hablo en serio. Una vez me atropelló un camión, después de haber estado fuera de servicio durante veinticuatro horas seguidas y habiendo asustado de muerte a todo el mundo, desenchufé la vía intravenosa, me vestí, y me largué. ¿Ves? Mala yerba nunca muere.
Él pareció entender su exasperado intento por ser agradable y le sonrió.
—Sin decir ni una palabra a ninguno, imagino.
—¡Ja! Parece que me conoces bien —exclamó Maleon feliz.
—No tienes idea de cuanto, Jefa.
Nuevamente le estalló el corazón. Maldición. Otra vez silencio intenso con miraditas melosas y emotivas. ¿Tendrían alguna relación? Notó el anillo en su dedo, era una alianza humana. Si tenía dudas se esfumaron todas, estaban casados o comprometidos. Eso explicaba la sensación de desazón que sentía y si lo había olvidado seguramente él se sentía herido.
¡Por la Vestal del Novilunio!
En una situación así uno estaría esperado... algo. No un gracias, pero algún reconocimiento de parte de su pareja o.... llanamente algo. Demonios, ella era una hija de puta malhumorada, ¿Debería besarlo? No, eso era una excusa por quería comerle la boca. Aun así... ¿nada? ¿Después de haberla cuidado y de que lo maldijera?
—¿Gracias por todo? —pronunció con inseguridad.
Él se río.
—Lo dijiste como si fuera una pregunta.
—Ya sé, pero en este momento mi mente está en un punto de mi vida donde el romance es un recuerdo muy amargo.
—¿Por qué?
Si era su esposo debería saberlo, a ella no le gustaba hablar de ello, pero se dijo así misma que si había elegido a ese macho era porque confiaba en él y debía presionarse un poco para ser más abierta. También sospechaba de quién podría estar detrás de su enfermedad.
—Hace mucho tiempo, un macho de la aristocracia se enamoró de mí. Fuimos amigos muy poco porque me enteré de que estaba casado con una de las integrantes del Consejo de Antiguos. Pasó mucho enviándome cartas que me harté de rechazar y visitándome en secreto... pero un día me cansé y le dije que se lo diría a su esposa. Él siguió buscándome, por lo que lo hice... se suicidó una semana después. Su última carta fue una expresando cuanto amaba a su hija y a mí. Es difícil pensar en que alguien me ame después de eso.
Lo observó, estaba conmocionado y tuvo miedo de haber dicho algo mal.
—El esposo de Hera —murmuró él.
Ella asintió.
—Se llamaba Dante.
La puerta se abrió con lentitud, la delgada figura blanquecina de la reina de los dragones avanzó hasta la cama a paso veloz y apartó a Gavriel de un empujón violento que lo estampó contra un escritorio. Maleon rugió, pero Hera le cogió el cuello y lo exprimió como si fuera una uva a la que sacar vino. La leona intentó escapar de aquel agarre, sus fuerzas no la dejaron ni levantar los brazos para quitársela de encima.
—¡Di su nombre de nuevo y te juro que te arranco la cabeza, arpía del infierno!
El humano estrelló la jarra de cristal en la cabeza de la dragona y está ni se inmutó aun cuando un torrente de sangre estropeó su pulcro e incoloro aspecto de novia eterna.
—Ha... hazlo... —animó ella enseñándole los colmillos a nada de ponerse azul por la falta de oxígeno.
Sin embargo, su voz provocó que la soltara. Maleon cayó como peso muerto en la cama, con sus pulmones batallando por expandirse y dirigió su mirada hacia su némesis que le sonreía con el puro deseo de satisfacer la necesidad fisiológica que tenía por la muerte. Uno de sus Vigilantes había entrado —se alivió de que Try se vistiera y viera igual que hace medio siglo—, y aplastaba Gavriel contra la pared. Odió que él saliera lastimado, gruñó en advertencia al hermano anfisbena sin obtener respuesta.
—¡Oh, casi pierdo los estribos! Sería una lástima haberlo arruinado todo tan rápido, aún quedan muchos eventos a los que debes asistir. No te imaginas la lista de actividades que hemos confeccionado para ti todos los del Consejo. Esta noche le tocará al líder de los lobos y está muy ansioso. Que suerte que tengamos una cámara oculta, de lo contrario lo habrían estropeado con su plan estúpido ayer en la noche —comentó la hembra divertida.
—¡Mierda! —bramó el humano.
—Sí, aunque lo disfrutamos mucho. Ver una batalla entre una medusa y un grifo es magnífico. También encontramos su pasadizo en el exterior y esta custodiado las 24 horas, es una maravilla de maravillas.
La híbrida se enfureció.
—Eres una perra malvada, Hera.
—Y tu una zorra que mató a mi esposo.
—¿Qué demonios querías? ¿Qué fuera su amante? ¿Qué lo ayudará a serte infiel? No fue mi culpa.
La sonrisa de la dragona desapareció.
—Claro que lo fue, él se enamoró de ti. El único ser que yo amé. Mi vínculo eterno. Se enamoró de una sucia mestiza que para colmo es una paria para las verdaderas criaturas mitológicas.
—Te voy a matar, lo juro —prometió Maleon.
—No puedes, yo lo juré desde hace mucho tiempo y creo que te he ganado... bestia.
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