Capítulo 22

¿Tenías una mansión con un salón real que envidarían los reyes de hace cien años?

Al demonio, los híbridos celebraban en los terrenos verdes cercados por los árboles.

¿Eras capaz de comprar máquinas de humo, reflectores y las mayores atracciones?

Pues bien por ti, porque los híbridos habían decorado sus alrededores con lámparas de papel, fogatas y tiendas improvisadas con telas llamativas. Para ellos que eran tan viejos como el mediodía les bastaba con el fuego, la luna y las estrellas que pendían por fuera de su alcance como un sueño de cuento de hadas.

¿Creías que las criaturas mitológicas vestirían trajes victorianos?

Entonces la decepción te golpearía duro. Las mujeres llevaban vestidos comunes que les permitían bailar libremente mientras que los hombres se limitaban a estar lo más presentables posibles con camisas lisas y pantalones oscuros. Por otro lado, las ninfas se llevaban todas las miradas. Todas ellas estaban ataviadas con vestidos helénicos, el pelo suelto y sandalias planas con tiras hasta las pantorrillas. Gavriel no pudo evitar admirar tanta belleza femenina junta. Las mujeres eran preciosas, esbeltas y con cierto aire mágico.

El mundo de estas criaturas era uno visceral e irreal. Sin embargo, todo en él estaba impregnado de belleza.

Hacía casi una hora que lo habían invitado a bailar alrededor de la fogata junto a todos, lo miraban de vez en cuando y le sonreían dándole una especie bienvenida. Al comienzo de la noche enseguida se sintió cómodo, cuando creyó que le faltaba su mejor amiga, Darcy apareció en medio de las ninfas adornada como una de ellas, pero en tonalidades plateadas y se movía libre como un ave en libertad mientras alegre tanto por la bebida como por la euforia danzaba con Cassian.

Le habían explicado que las ninfas celebraban cada luna nueva en tributo a la Vestal del Novilunio, una diosa que supuestamente brindó magia a las criaturas mitológicas. En estas noches especiales todas las mujeres sin amor le pedían bendición para encontrar el vínculo con el ser indicado. Tradicionalmente una dama del lago, antiguas hadas poderosas que nacieron en los inicios de la magia, sería quién dirigiría las danzas y a falta de esta, Aislinn ocupaba ese lugar con la apariencia de una divinidad dorada con sus prendas color oro y su cabello rubio platino. La exreina sí que era una proeza para el arte del baile, lástima del planeta tierra o por lo menos por parte de los humanos que se perdían semejante habilidad.

Ella y él habían trabajado juntos esa tarde preparándolo todo, tenía que admitir que muchas de sus propuestas como la comida o la música de este siglo mezclada con la medieval no asemejaron gustarle a la ninfa, pero en este momento se la veía bastante feliz con Katy Perry acompañándola con su voz.

Todo era risa, baile y cortejo.

Las solteras movían sus caderas sinuosamente. No reparaban en nadie, les daba igual si las miraban. Estaban disfrutando de su sensualidad juntas, entre ellas, y no se avergonzaban ante el público. Muchos acabarían embobados ante su coqueta desinhibición y tenía que admitir que él lo estaba.

Aquellos emparejados, quienes compartían ese cósmico vinculo, bailaban junto a ellas. Cogían a sus parejas en brazos, entrelazando piernas, caderas con caderas... gritaban a carcajadas divertidos y achispados por el licor.

Los niños habían regresado a sus camas hacía mucho para dejar tiempo a los adultos.

Gavriel se apartó de la fogata y el baile, estaba agotado hasta el infinito. Ya fuera por su mala condición física de sus últimos meses o por la simplicidad de que esas criaturas sobrenaturales se hallaban lejos de su resistencia humana (lo que era probable), necesitaba un respiro para que sus pies descansaran. Se dirigió directamente hacía la tienda de telas rojas de los Vigilantes que por razones desconocidas —a excepción de Ivy que saltaba vivaz con Aislinn—, no participaban del baile.

Z se había marchado con Luke y Lily hacia bastante rumbo a la mansión que podía verse desde la colina a una distancia cercana.

Try lo saludó con una sonrisa demoníaca realmente alegre y directamente le tendió un vaso con un líquido color dorado.

—Mi abuela mueve las caderas mejor que tú. —El tipo rió muy fuerte—. Ten y conoce la bebida de los dioses, humano.

—¿Y esto qué es? —inquirió desconfiado centrándose en Saraf que no llevaba ni decoración ni vestidos, de hecho, ni siquiera portaba su usual estilo libre y en cambio, traía una cazadora con pantalones de cuero. Denotaba tristeza, aburrimiento y mal humor.

—Es hidromiel, está hecha de agua y miel —le dijo la alta y rapada mujer—. Es una de las bebidas alcohólicas más antigua que se conoce y fue muy popular en la mayoría de las culturas de casi todo el mundo.

—Sí —soltó su mellizo. Entonces lo miró con malicia—. Vamos, será divertido.

—¿Sabes que pareces un loco cuando lo dices así?

—Eh, sí. Ese es el punto.

—Quiere escribirte la cara o hacerte una broma pesada mientras duermes, es como un adolescente de doce años en una pijamada —contestó Ragnar dando un largo trago—. Te va a fastidiar como a Daraan.

El grifo iba de rojo de pies a cabeza, con la camisa arremangada hasta los codos y se había quitado los adornos de la barba. Try le dio un golpe en el hombro a su compañero por delatarlo.

—¿Es fuerte? —inquirió el humano.

—Es como vino... y sí. —Asintió Tanith divertida, sentada junto al hombre de aspecto pirata, relucía un vestido caribeño blanco con flores de un morado más oscuro que su piel y todas sus serpientes habían sido ocultadas bajo un pañuelo en su cabeza—. Se te sube a la cabeza muy rápido si eres tan mala como yo con el alcohol.

—¿Qué le hiciste a Daraan? —dijo un escéptico Gavriel dejándose arrastrar hacia la complicidad con el hermano anfisbena.

Todos rodaron los ojos hasta la parte de atrás de la tienda y él los siguió con la mirada, recostado contra una hielera estaba el supremo rey de los híbridos absolutamente desmayado con la cara dibujada con marcador: un mostacho, unos lentes, ojos sobre los párpados cerrados y una gran cantidad de palabras de doble sentido en todos los espacios vacíos.

—Ay, Dios. Los va a matar —exclamó tratando de no reírse—¿Se emborrachó tan rápido?

—Le dolía el corazón y se ahogó en hidromiel como están haciendo estos pobres diablos. Esto pasa con un vínculo no correspondido, humano. Los infelices sufren de amor platónico y no van a bailar en una fiesta porque esa personita que les interesa no está aquí —se mofó Try mirando de reojo a su hermana—. Y otros cobardes simplemente le temen a la mierda del vínculo.

Fue el turno de la medusa y de Ragnar de tensarse.

—Tienes el tacto de un cardo ¿Sabías? —comentó Saraf.

El saco de testosterona subió los hombros y bebió todo un vaso en un único trago.

—Solo digo la verdad. Por favor, solo mírense todos ustedes... dan pena. Embobados como cachorros "enamorados". Juro por mi vida que esto no me sucederá a mí —dijo el mellizo burlándose de ellos.

Todos lo miraron exasperados. Gavriel tomó un sorbo de hidromiel, tenían razón era fuerte.

—Cuando te pase no dirás lo mismo —advirtió el grifo.

—Hay que hacer un acuerdo tácito —empezó Tanith con sus pupilas alargadas brillando.

—Si te pasa, haremos una fila para darte una patada en el culo —finalizó Saraf enseñándole los colmillos en una sonrisa forzada.

—Okey, interesante información... eh, ojalá resuelvan sus líos amorosos y ojalá me aparten un espacio en la fila para darle una patada a Try —bromeó Gavriel haciéndolos reír.

—No te preocupes, hay un espacio libre después de mi —contestó la medusa colocándose de pie a su lado.

El hombre anfisbena se cruzó de brazos presumido.

—Yo solo tengo un único amor en esta vida.

—¿Cuál? —indagó el humano—¿Sacarte granos de la espalda?

Try volvió a reír y los demás también.

—¡Ja! ¡No, mi único amor ha sido y siempre será mi cabra!

El humano alzó las cejas sorprendido. Este individuo era alguien intrigante que lo dejaba muy confundido cada vez que hablaba, desde su rara personalidad tosca e imponente hasta sus comentarios sobre ese mamífero por el que tenía una extraña predilección. Le agradaba.

—¿Me contaras algún día de ella? —Lo dijo sinceramente, sin ápice de humor y con una sonrisa real que dejó al tipo impresionado.

Saraf los observó atenta por la respuesta de su hermano.

—Yo siempre estoy dispuesto a hablar de ella con quien lo merezca, pero no esta noche. La estas pasando bien y no quiero arruinar el humor de la velada. —Le dio unas palmadas demoledoras en la espalda que hicieron gritar su raquis.

Bien, el momento de preguntar lo que más le interesaba había llegado.

—¿Y Maleon?

La había visto al principio de la noche, jugando con Luke y Lily o con los demás niños que encendían linternas de papel con sus padres, luego de comenzar el baile se había esfumado como la sirenita que se convertía en espuma de mar. Al principio creyó que solo se ocultaba de él un rato, pero ya empezaba a preocuparse bastante... aunque los Vigilantes estaban tranquilos y si ellos lo estaban él debería estarlo también ¿No?

—Su majestad empezó a divagar diciendo palabras sin sentido y a delirar, se recuperó unos minutos después... pero se enfadó consigo misma y se fue a lanzar maldiciones a los árboles. Si sigues derecho hacia allá, la encontrarás. —Saraf apuntó hacia un pequeño bosque—. Sigue el insoportable olor a Coco.

La miró extrañado, pero no agregó más. Era el momento. Iba a probarle a la leona que realmente la amaba y que sería muerto la única forma en que lo alejaría de ella. Se despidió con un ademán para emprender camino hacia el sitio que le habían señalado.

—Suerte y felicidades, Gavriel —habló Ragnar a su espalda.

Él sonrió. Ese grifo sabía exactamente sus intenciones.

—Maldición ¿Por qué siempre eres tú el que se entera de todo? —recriminó Try a su amigo.

Gavriel buscó a la reina con los ojos entrecerrados, tratando de encontrarla entre la negrura de los árboles, captó un vistazo de tela roja escabulléndose y la siguió, adentrarse mucho más del borde de ese bosque y cruzando unos matorrales que los ocultaban por completo. Él aceleró el paso y comenzó a trotar detrás de ella ¿Por qué se iba?

Cuando cruzó los matorrales, se encontró en una planicie oculta por árboles, en cuyo centro había unas piedras enormes que obviamente alguien había llevado allí hace tiempo.

No encontró rastro de la mujer.

—¿Maleon? —preguntó alzando la voz.

—Maldita sea...

La voz venía de su espalda. Cuando se giró la halló acostada en una de las rocas con el antebrazo sobre los ojos, la leona se volteó para mirarlo y él casi colapsó. La melena siempre salvaje con sus múltiples colores del atardecer caía libre. Llevaba un vestido largo que se abría por la parte inferior para dejar entrever unas espléndidas y esbeltas piernas con cicatrices. Era de color rojo, con claras alusiones griegas, sin mangas y de hombros descubiertos, anudado con una cinta de seda dorada bajo los pechos que realzaba el busto de manera generosa. El vestido era una reverencia verídica a la feminidad, pues marcaba el cuerpo de mujer a la perfección.

Todo en Maleon era perfección, a pesar de ese feo collar metálico.

Se había puesto rímel y sombra oscura, también se había delineado con kohl negro. Gavriel sonrió y pensó que toda la escena parecía la ofrenda a alguna deidad o la aparición de una. La miró de arriba abajo hipnotizado, pero cuando se centró en sus iris de infiernos, tembló de emoción, de anticipación ante lo que podría suceder entre ellos.

—No voy a mentir, no esperaba ese saludo —dijo nervioso.

Ella frunció el ceño.

—Estoy de muy mal humor.

—No me digas —contestó sarcásticamente—¿Por qué?

—Ya no puedo oler ni oír como antes. No te sentí llegar hasta que hablaste. Además... —Un gruñido se le escapó de los labios femeninos—. Hoy todos querían hablar contigo, por lo visto.

La reina saltó de la piedra con su vestido volando tras su grácil caída y se acercó a él, pero no lo suficiente.

—Sí, para eso son las fiestas. Socializas con todo mundo, en el mejor de los casos la pasas bien haciendo idioteces o el peor de los casos encuentras un extintor y te enfrentas a todos en una guerra a base de anhídrido carbónico. Ese el chiste.

Otro gruñido. Verdaderamente estaba enojada y no sabía por qué, lo apuñalaba con sus preciosos ojos en el corazón. Entendía que en parte se debía a la impotencia de su deterioro, pero el resto... ¿A qué se debía?

—Y las ninfas —murmuró ella entre dientes.

—Sí, con ellas también —contestó él achicando los ojos. Ya presentía por donde iba el asunto y no le gustaba precisamente cuando se veía tan furiosa.

—Has bailado con ellas y te has reído con ellas mientras buscan pareja. ­—Caminó en círculos a su alrededor. Ahora entendía las palabras de Saraf, el perfume de la leona olía a Coco.

—Ay, no inventes ¿Maleon, estas celosa? ¿Por eso te has ido?

—Fue agradable que eso fuera lo primero que vi al regresar de mis malditos delirios. Me he ido para darles intimidad. Parece que la necesitabas. Dime, Gavriel, ¿alguna de ellas te gusta? Si yo no hubiera estado aquí, ¿habrías seguido el juego si ellas hubieran querido algo más que bailar contigo?

Gavriel sintió cómo si alguien le echara un cubo de agua helada por encima. Esto estaba mal. Maleon no pensaba claramente y era pura impulsividad en este momento. Dudaba de si esta sería la mejor situación para hacer su movimiento, pero el Consejo llegaba mañana y después de eso Hailey regresaría... entonces deberían marchar.

—No me lo puedo creer... Claro. —Exhaló cansado—. Obvio, en cuanto te dieras la vuelta hasta le iba a proponer matrimonio a Aislinn.

Ella levantó la barbilla desafiándolo. Los ojos le brillaban por las lágrimas que contenía y la rabia se dejaba ver en ellos.

—Dímelo, Gavriel. Y no juegues conmigo, yo... —Negó de repente y su cabello le cubrió el rostro. Retrocedió varios pasos hacia atrás—¡¿Qué demonios estoy haciendo?! ¡Yo soy una jodida loca, pero no soy una condenada maniática de los celos! ¡Esto del vínculo es una mierda!

—Maleon, tranquilízate.

Trató de cogerle el brazo y ella se subió de nuevo a la roca.

—No lo entiendo y tú tampoco lo entenderás nunca porque eres humano. —Sus palabras le dolieron. Le laceraron el alma—. Estoy cansada de todo esto y de estar tan... celosa de ellas ¿Es por eso? ¿Me molesta que ellas tengan más oportunidades contigo y que puedan ofrecerte más de lo que yo lo haré nunca? Incluso si no estuviera enferma, cualquier hembra sería mejor destino para ti. Las demás no tienen las manos manchadas con sangre, no son infértiles, no tienen un matrimonio por conveniencia, no están malditamente mal de la cabeza... no son bestias que desean marcarte como suyo.

Él dio un paso al frente, estiró la mano y le rozó la suya, pero la mujer lo apartó. Avistó las lágrimas en la comisura de sus ojos cerrados con fuerza. Frunció el ceño golpeado por la contrita imagen de esa leona encorvada con las rodillas contra el pecho, él deseaba tocarla y cubrirla de aquel dolor.

—Vamos, Jefa. Ven conmigo, déjame consolarte y besarte —rogó.

—Jódete, Gavriel. Te odio. Te odio... Te odio... tú me tienes miedo. —Ella golpeó la roca con la palma para alejarlo de su persona— ¡Vete y permíteme morir sola con lo último que tengo de humanidad!

¿Cómo se atrevía a insinuar algo así? ¿Cómo podía siquiera pensarlo?

—No puedes pedirme eso, Maleon. —Dio vueltas a la bendita piedra buscando que lo mirara de una buena vez antes de enloquecer—, me estoy volviendo loco. Necesito estar contigo y no sé si vaya a funcionar. No tengo modo de comprobarlo, pero correré el riesgo.

—Quiero que esto acabe...

—Entonces, confía en mí... —Tenía la garganta hecha un nudo que casi le impedía hablar—. No puede ser tan difícil...

—Basta...

—Tienes que confiar en mí... tienes que hacerlo... si no... si no confías y no aceptas este desafío, nada funcionará entre nosotros —dijo desesperado sin ninguna posibilidad de evitar que se le quebrara la voz—. Tienes que esforzarte igual que yo me esfuerzo en comprenderte.

—Ya cállate y lárgate, realmente no comprendes lo que siento. No sabes lo que es tener al león sufriendo bajo tu piel. Reclamando una libertad que no puedo darle. Deseando saltar y poseerte con ansia, besarte con cada fibra viva en mi interior, amarte hasta que me llegue la hora y... marcarte para que todos sepan que eres tan mío como yo tuya. Los bestiam somos así de salvajes. Somos así de dominantes. Intensos y temperamentales. Leales. Estando contigo podría lastimarte sin quererlo, soy peligrosa no puedo ocultártelo. No soy tan fuerte para contenerme ni cinco minutos.

—No quiero que lo seas... quiero que seas tu misma ¿Crees que yo no quiero quedarme contigo a pesar de eso? —Sus mejillas estaban rojas de la ira y la frustración—¿Crees que no quiero que me marques?

—¿Lo quieres? —preguntó ella temblorosa.

—Claro que lo quiero, Maleon... pero necesito saber hasta qué punto confías en mí. Necesito estar seguro de que no te guardaras nada que te lastime solo para ti y que podrás abrirte a mí.

—Pero lo de anoche...

—Anoche fue horrible —Aceptó él apretando los puños—, pero no me alejaras con eso. No a mí. Tú te abres mientras estas entre la espada y la pared... pero sólo lo haces en ese momento. Ayer, además, estabas fuera de tus cinco sentidos. Cuando todo eso se te pasa, luego, vuelves a desconfiar de mí. A guardarte cosas. Esta mañana has vuelto a hacerlo y me he visto como un maldito loco desesperado todo el día tratando de que me digas más de dos palabras, Maleon, y no me gusta.

—Pero a ti te da miedo mi naturaleza, mis garras y colmillos. No disfrutas conmigo. No me deseas para nada.

—Escucha, Jefa, acabo de decirte que quiero besarte. Quería comerte viva en el balcón, pero nada de eso importa. Yo quiero ser tu mejor amigo, no sólo tu amante porque estoy harto de ser solo eso. —Se puso la mano sobre la frente y exhaló con fuerza—. Quiero amar a alguien que no dude en dármelo todo, porque yo no dudaré en dártelo todo.

—Gavriel...

—Daraan me dijo que tenías muchas corazas. Es cierto. —Le señaló con el dedo ocasionando que ella se mordiera el labio inferior—. No quieres que nadie se acerque a ellas, que nadie las derrumbe, porque crees que eso te hace vulnerable. ¿Pero yo soy tu enemigo? ¡No! —gritó furioso peinándose el pelo hacia atrás—. Necesito que realmente te abras a mí. Esfuérzate. Háblame y explícamelo todo porque te juro que lo entenderé. Y hazlo no sólo porque estas al maldito límite, sino porque realmente te apetece decirlas.

Maleon trepidaba de la ira y la impotencia que la recorría.

—¡Eso no cambia nada, no soy humana! —gruñó y bajó de la piedra para encararlo—¡Soy una bestiam! ¡No podrás conmigo! ¡No somos compatibles!

—A la mierda los bestiam, bombón ... vas a tratarme cómo una persona merece, como se trata a la persona que se ama y los dos lo sabemos... el jodido problema es que eres demasiado cobarde para aceptarlo —exclamó él—. Has sido una lunática, Maleon. Desde el principio. ¿Crees que eres la única que a la que estar enamorada le jodio la cabeza? ¡Pues no y no sé si es el estúpido vinculo del que hablan todo el tiempo! ¡Desde que apareciste perdí por nocaut contra ti, con parpadear coaccionas mi cerebro y lo ocupas todo! Yo... yo no puedo respirar.

—Yo tampoco —explotó ella—¿Crees que me gusta ver cómo otras parejas se sienten tranquilas entre ellas porque tienen un contacto del que tengo que privarme por miedo? Lo odio... me has vuelto loca... tú, macho inaguantable... no puedo pensar. —La soberana se tiró del pelo y agitó las manos—. Todo eres tú. Mire donde mire, ahí estás tú, aquí dentro. —Golpeó su propio pecho con la mano hecha un puño—. Y no sé qué hacer... soy idiota y torpe. Me siento estúpida... porque me has vuelto aún más inútil. Así... yo... no puedo protegerte. Yo no tengo nada bueno que darte... estoy enferma y sé que me queda mucho menos de lo que creo... llevó muchos años peleando. Yo sé de guerra, no sé de... no sé qué es... pero tú estás ahí... estás aquí como un puñal, haciéndome sangrar a cada segundo. Y no sé cómo hacer que tú... lo mejor para ti... porque yo realmente quiero... —Realmente estaba agobiada y por fin revelaba algo más de sí misma—. Vestal mía, no puedo con esto.

—Maleon, escúchame...

—Déjalo, ya está bien de este melodrama. —Se dio media vuelta abatida y murmuró en voz alta—. Cualquier hembra sería mejor que yo. Esa es la única verdad.

Gavriel sintió que algo explotaba en su interior al oír su rendición. El castillo de naipes cayó por completo y sintió sus sueños resquebrajarse al verla marcharse rumbo a los matorrales.

—¡Cobarde... no huyas... eres una cobarde! —le gritó destruido. Corrió hacia ella y la abrazó por la espalda. Maleon lloró empujándolo—¿Quieres que me vaya con alguna de ellas? Dime ¿Sería más fácil para ti? Estoy furioso contigo en este instante por lo que dijiste... me largaré si tanto lo quieres.

La escuchó sollozar, se sintió un desgraciado.

—¿Te irías con una de ellas? —preguntó desolada y triste. Él se desesperó porque no sabía cómo hacerle ver lo que ella significaba en su vida—. Ve si eso te va a hacer feliz... hazlo. Yo solo... si prefieres a una de ellas, solo ve, Cor Meum.

Gavriel cerró los ojos y negó con la cabeza. Sus rodillas flaquearon arrastrándolo por la gravedad de la tierra al piso, la leona vino con él porque aún no la soltaba.

—Oh, Dios mío. No puedes llamarme "mi corazón" después de provocarme tanto... no me hagas esto —gimió rogándole. Lo estaba volviendo loco—. Por favor, Maleon.

—¿En serio me prefieres? ¿Te irías conmigo al infierno y de vuelta? —susurró ella—. Muchas seguramente son más compatibles contigo de lo que yo lo soy. —Cada palabra que decía en favor de cualquier otra mujer le desgarraba el corazón. La sostuvo con un brazo por la cintura mientras trataba de buscar lo que necesitaba en el bolsillo de su pantalón—. Yo solo quiero dejar de hacerte daño... y la Vestal sabe que no soportaría saber que otra te toca, pero si eso va a ser mejor para ti... lo aceptaré. A las ninfas les agradas y son hembras maravillosas, también están las hadas... no, ellas son mentirosas patológicas... tal vez las nagas, son valientes como ninguna.

—Si sigues buscándome pareja voy a gritar —dijo buscando sus delicadas manos.

—Lo siento, pero es cierto, ellas... —La reina se congeló cuando se dio cuenta—¿Qué estás haciendo?

—Ya sabes lo que hice y significa exactamente lo que piensas.

La vio contemplar el anillo de oro de su madre en el dedo anular de la mano izquierda. Ella temblaba en sus brazos por la emoción o por el espanto, ojalá fuera la primera porque él estaba muriendo por los nervios.

—¿Te casarías conmigo, Maleon? No me importa que lo sepa el mundo. Tú eres la única que debe saber cuánto te amo. —Esperó con el corazón en la boca y tras dos minutos empezó a desesperarse—. Sólo contéstame. Sea lo que sea déjame oírlo. Necesito oírlo.

—¡Suéltame! —rugió estridentemente y la soltó. Maleon con ojos desesperados, hundió su cara en su pecho y arrancó a llorar como una niña desamparada. Golpeó su pectoral rendida y abatida—. Eres un macho muy imbécil... me pones las cosas asquerosamente difícil...

Él la observó temblar sobre su pecho. La rodeó con sus brazos y la abrazó aliviado de que la discusión había acabado. Sabía que la había llevado al límite, pero la presión de las circunstancias que vivían evitaba que fuera de otro modo. Sin embargo, se dio cuenta de algo valioso para él. Creía en ella. Confiaba en sus palabras. Confiaba en ella. Y del mismo modo deseó. No. De la misma forma quería que ella confiara en él. La amaba tanto que le dolía. Como no encontró su propia voz, hundió el rostro en el hueco de su cuello y besó dulcemente su piel mientras le sobaba la espalda.

—Aun espero mi respuesta —susurró con sentimiento.

—Eso estaría mal, estaría tan mal que no tienes ni idea —contestó ella entre sollozos intentando apartarse de él—. Dije muchas idioteces, lo siento.

—Sí, lo hiciste. Pero sé que estas pasando el infierno materializado. —Gavriel se frotó los ojos—. Increíble, nuestra segunda pelea. ¿Siempre serás tan intensa?

—Es parte de mí y es malo, lo sé. La pasaras mal si me eliges, Gavriel.

—Yo juzgaré eso.

—Moriré amándote ¿Lo entiendes? —Él le secó las lágrimas que ya empezaban a arruinar su maquillaje—. Es el vínculo, si algo te pasa me iré contigo y tengo miedo de que te ocurra lo mismo a ti. Estoy tratando de expresar lo que siento en palabras claras, pero... es difícil. Yo... tengo miedo de que el vínculo de la maldita bruja que nos creó te afecte también, no puedo soportar que mueras por mi culpa. Es un sacrificio demasiado grande para lo que yo te ofrezco. Quiero salvarte antes de que sea tarde.

Entrelazaron los dedos.

—Ya es tarde, Maleon. El tiempo de huir expiró hace mucho. Tengo miedo de que me ames y tengo miedo de amarte, pero estamos lo suficientemente locos como para intentarlo.

—Sí, estamos locos.

—Y también somos dos idiotas.

—Es cierto, considerado como nos hemos comportado somos muy idiotas.

—Allí está la reina arroja estiércol de la que estoy enamorado... eso sonaba mejor en mi mente.

La leona se ahogó con una carcajada.

—¿Me amaras con todo y mal carácter?

—Yo ya te amo con todo sobre la magia y tu genio de mil demonios.

—Aun con todo el amor que me prometes. No me justifica, necesito cambiar... para proteger esto. —Le tocó los labios y deslizó la punta de sus dedos por su cuello hasta donde residía órgano palpitante en su pecho—. Sólo esto.

—¿Eso es un sí?

—Soy toda tuya, Gavriel. Cor Meum y te necesito —ronroneó Maleon con una sonrisa.

—¿Intentarás confiar en mí? Esto no funcionará si no nos abrimos. Solo inténtalo, te lo suplico.

—Escúchame, te estoy hablando desde dentro. —Acarició su mejilla y se inclinó para besarlo con exigencia. Mordió sus labios y él tembló ante sus caricias—. Nunca vuelvas a suplicarme de nuevo, solo háblame. Te demostraré que soy de fiar, que puedo entregarme por completo y que puedes confiar en mí. Yo ya confío en ti.

Gavriel no pudo resistir besarla con dulzura. Finalmente estaban juntos en esto. Lo sentía en su interior, como si entre ellos fluyera una energía poderosa e inquebrantable que no había fluido antes y le encantaba.

—Bésame más, querido esposo. Te he echado de menos —murmuró la reina y él la besó como si fuera a comérsela—. Maldición, me pediste ser tu esposa... estoy tan nerviosa. No estoy acostumbrada a sentirme así.

—Lo siento, Jefa. Dijiste que sí y no te puedes retractarte ahora. A mí me está por explotar el corazón de oírte llamándome "esposo".

—Mi esposo, me fascina como suena.

El cuerpo de esa leona era un bálsamo de luz, fuego y de paz para él. Introdujo sus dedos por su espesa melena —le rendiría culto a su magnífico cabello si pudiera—, y la atrajo hacia él. La besó de un modo que era pecado. No había un lugar de su boca que su lengua no acariciara.

—Entonces, reina del drama... —dijo él y ella gruñó porque se apartó—¿Quieres... quieres bailar conmigo?

Maleon miró sus cuerpos y Gavriel la imitó. La mujer prácticamente se le había subido encima mientras exploraba su boca, no rebelaba intensiones de querer moverse pronto. Su vestido era un lio por sobre sus muslos y le permitía tocar su piel directamente, el humano se concentró en acariciar una de las tantas cicatrices que deformaban su perfección para que viera que no le importaba.

—Quiero marcarte... por favor —susurró la reina con la voz ronca.

Gavriel dejó de respirar frente a aquella propuesta intrigante y desconcertante a la vez.

—¿Duele? —cuestionó.

Ella ronroneó.

—Es una mordida, dolerá un poco. Solo es una vez. Tú solo dime si aceptas. Si te aterra lo entenderé ¿Me temes, Cor Meum?

Eso lo preocupó, era raro hasta el demonio. Sin embargo, era parte de lo que ellos creían y a lo que más temía Maleon. Tenía que demostrarle que la amaba con todo lo que ella era, que confiaba tanto como para sacrificar su vida.

—Márcame, Jefa. Ámame. Enséñame. Elígeme. —La abrazó mejor.

—Me gusta todo lo que me dices cuando te pones tierno. —Acarició su nariz con la suya. Notó que las manos femeninas desataban el lazo dorado bajo su agradecido busto y tragó saliva porque se le secó la garganta.

—Y a mí me pones a mil con hablarme en latín así que imagínate.

—Bien —susurró la leona y él sintió el deseo en su sangre—, pero primero... atrápame, Amans mei .

—¿Eh?

De un salto ella se impulsó hacia arriba y salió como una bala de la espesura de aquél pequeño bosque donde se encontraban. Gavriel se mordió la lengua mientras obligaba a su trasero a moverse y a sus pies a ir tras su futura esposa con aquel esplendoroso vestido rojo, a sus espaldas seguía la fiesta, corría el hidromiel, danzaba la vida y refulgían las hogueras.

Maleon lo dejaría atraparla, lo sabía bien, pero lo haría pelear por ello.

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Amans mei: Amante mio (Latín) 

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