Capítulo 21
Tosió asqueada por el exceso de perfume que se había puesto, pero necesitaba camuflar su aroma natural a enfermedad porque de lo contrario su gente la descubriría. Sonara cobarde o no, aun no tenía fuerzas para confesarles que pronto moriría de verdad y que no habría una reencarnación que la trajera de vuelta. Su plan era escribir cartas —de hecho, ya las había confeccionado—, luego tras su fallecimiento hacer que fueran entregadas a los líderes de cada colonia de híbridos que se hallaba desperdigada por el mundo. En esas cartas se disculpaba por guardar el secreto, pero también confesaba haberlos amado a todos ellos y su deseo porque confiaran en que Daraan les cuidaría siempre.
Maleon contempló su reflejo en el espejo del tocador, las ojeras eran muy pronunciadas por los malos hábitos de no dormir y sus mejillas se hundían profundamente debido a su terrible alimentación; sus hombros descubiertos se encontraban tan huesudos que le hizo doloroso verse así que se cambiaría de atuendo para la fiesta.
Abrieron la puerta del cuarto, ella no se volteó a ver quién era y le resultó difícil identificar el aroma por todo el maldito perfume que traía encima. Había estado evitando a todos tras haber regresado de la reunión en el parque, ordenó a las ninfas impedir que cualquiera se acercara... incluso a Gavriel. Después de la nochecita que vivieron necesitaba un tiempo para sí misma porque prácticamente no podía respirar.
Alguien se tiró en su cama y notó que era Daraan al verlo reflejado en el espejo, lo ignoró mientras trataba de camuflar sus demacrado rostro con maquillaje.
—¿Ya te aburriste de estar de malas? —cuestionó aplicándose una crema hidratante en la cara.
—Sí —contestó él, cansado.
Raro, realmente raro.
—Ivy me dijo que estuviste limpiando el sótano ¿En serio lo hiciste? Esa cosa es inmensa.
—Sí, necesitaba despejarme y no tienes idea de cuantas arañas me picaron.
Volvieron a quedarse callados, ella no iba a obligarlo a contarle qué le pasaba. Lo conocía desde hacía siglos y era un macho orgullosamente terco. En su lugar, prosiguió a ponerse pre-corrector y corrector antes de la base.
—Maleon —habló el dragón.
—¿Sí?
—Huelen el coco de tu perfume hasta la Antártida.
—Lo sé, pero prefiero que nuestra gente piense que tengo mucho perfume a que huelan mi enfermedad.
Pasó un segundo.
—Maleon.
—¿Sí?
—Estoy por entrar en época de celo.
No la inquietó, eso era algo común en seres como ellos. Además, él no tenía problemas para encontrar una compañía adecuada que quisiera pasar su tiempo haciendo cosas interesantes bajo las sábanas.
—Y eso es malo porque... —comenzó ella.
Él tardó en responder.
—Quiero a LJ.
Impresionada, se giró a mirarlo sin acabar de ponerse la base. Increíble, el jodido Cupido estaba empecinado con joderlos o tal vez era otra cosa.
—¿Es el vínculo? —preguntó ella. Daraan asintió.
—Lo sé desde que la trajimos, quise hacerme el imbécil al principio, pero al descubrir su aroma real... siento que me enviaron en un cohete al espacio sideral y me regresaron de una patada en el culo con el nombre de Luce Jaslene Darcy.
Sí, Cupido y la piojosa Vestal eran unos bastardos.
—Oh, vaya mierda. Y ella está interesada en el jodido elfo —comentó molesta—. Lo sospeché en el Motel 6, pero creí que alucinaba. Mendiga Vestal ridícula, si existieras te patearía el trasero a ti y tu vínculo maldito.
—Exacto, estoy muy jodido. La perdí antes de siquiera saberlo, aunque tal vez sea mejor... no soy un macho de valía como para emparejarme.
La reina alzó una ceja e hizo una mueca de disgusto.
—¿Sigues con esa mierda ridícula? —Negó decepcionada—. Nadie va a amarte si no te amas tú mismo, cariño.
Daraan rió por la ocurrente frase autoreflexiva.
—Mira quién habla, la que estuvo evitando a su humano porque tiene miedo. Maldita sea, no tienes idea de lo celoso que estoy de ti. —El rey se sentó en la cama—. Lo tienes aquí contigo y tienes la posibilidad de pasar con él tus últimas horas ¿Pero en cambio haces una fiesta?
La leona volvió a encarar el espejo para fingir que la mirada del dragón de oro no la ponía mal, su mente estaba sobrecargada de Gavriel y le urgía sacarlo de sus pensamientos principales para tener su propio espacio. Añoraba tener la oportunidad de volver a pensar en ella misma después de los últimos días exprimiendo su cerebro al límite en el estrés originado por los demás.
—Sí, soy una idiota ¿Y qué? Me voy a morir, más vale hacerlo como una reina del drama.
—Oye, no bromees con eso —castigó él aproximándose.
—Siempre bromeamos sobre ello ¿Por qué es diferente?
El rey la abrazó por detrás, se inclinó y colocó su frente en su hombro desnudo.
—Porque no sé si la próxima vez que te vea podré pelear contigo y no quiero que sean las últimas palabras que oigas de mí.
—Ya tranquilo, bebé escupe fuego. —Le dio palmadas demasiado fuertes en la mejilla hasta que se apartó—. Mamá va a estar bien. ¿Y tú?
Daraan se encaminó a la puerta de salida con las manos en los bolsillos traseros del pantalón.
—Doy fe de ser un sobreviviente, trataron de acabarme antes y no lo lograron ¿Por qué el amor sería diferente?
—Me ha alcanzado a mí, yo que tú le temería un poco. —Se quedó quieta con la preocupación acariciándole el cuello—. Por lo que más quieras, cuídate. Sé lo que estas sintiendo y temo por ti, el vínculo nos vuelve locos.
Él abrió la puerta y no necesitaba verlo para adivinar que le sonreía como un sabelotodo.
—Tú solo preocúpate por alistarte porque en una hora empezarán a llegar los invitados, te aconsejo que cambies ese vestido porque el verde no te queda. —Amagó con irse, pero regresó—. Oh, también prepara tu mejor cara para soportar a Aislinn, tu noviecito ha ayudado a las hembras a preparar la fiesta y les propuso "actualizaciones". La ex reina de las ninfas esta por explotar y a nada de que le salga humo por las orejas.
Maleon se golpeó la frente, ya tenía mucho con la visita del Consejo de Antiguos o en otras palabras los fósiles más imbéciles del planeta tierra, como para preocuparse por el mal humor de Aislinn en una noche que se suponía era para despejarse. Un cosquilleo le hormigueó el pecho al imaginarse las "actualizaciones" que el humano podría haber propuesto. Rió divertida por las imágenes que se le ocurrieron.
—Ah, me encantas maldita sea.
Deseó que el tiempo pasara más rápido.
Hailey estaba sentada en el suelo de tierra de su celda con un amarillento cuaderno abierto sobre su regazo y una vela de cera justo a su lado. La fluorescencia de aquella cerilla no era más que una infanta flama que fluctuaba en la oscuridad y su morada consistía en la esquina alejada de una habitación rocosa. Pasaba frío, su ropa constituía en un holgado camisón antiguo.
En su nariz, el hedor a su sudor y la peste del encierro se mezclaba con el amargo aroma de la comida en descomposición. No la había tocado luego de que los otros le dijeran que los soldados podían poner cosas en ella.
Cada aspiración que hacía parecía amplificar los estremecimientos de sus manos. Pasando las páginas débiles de su cuaderno, volvió atrás en el tiempo, retrocediendo los días uno por uno hasta que ya no recordaba el sufrimiento. La nostalgia era un dolor físico.
Había sido criada en una granja donde la estricta educación y la necedad de sus abuelos habían convertido a una niña en adulta demasiado temprano. Viviendo presa de aquellas firme casa en medio de un bosquecillo había protegido a Gavriel y así misma por igual, cada noche lo había cuidado y se había esforzado por hacerlo sentir amado, los meses y años pasaron tranquila y cadenciosamente. La cocina en la que había aprendido a hacer la cena permanecía inmutable, habitaciones con muebles fabricados con maderas de pino y cabezas disecadas de las cacerías de su abuelo. Mirándote, diciéndote que la muerte era cruda. Las paredes desnudas sin cuadros ni fotografías familiares. Y así habría sido hasta que Gavriel conoció a Zachary, la noche que lo invitó a cenar... él la había mirado todo el tiempo como si fuese el más raro y bello de los misterios. Era un muchacho presumido y torpe. Sin embargo, había existido una debilidad vital en ella, en su corazón y en la manera en que se sentía mientras ese chico le sonreía.
De un día a otro, lo tenía visitándola en las noches, trepando por el tejado para meterse a su habitación y riendo por el terror de que su abuelo los descubriera. En la oscuridad de su compañía se había encontrado siendo egoísta, pensando en ella y no en su hermano.
Entonces su abuelo se enteró y casi la mató a golpes, pero fue allí que decidieron fugarse los tres. Lejos de aquel opresivo infierno. Podía recordar su primer apartamento, tan simple y pequeño, le encantaba la manera en que todo estaba a su disposición. Los trabajos de medio tiempo, ayudar a Gavriel con la escuela, las citas nocturnas con Zachary y su intento burdo de planear el futuro.
Había sido tan difícil y tan simple considerando el presente.
Luego llegó el embarazo de Lily que por poco le quito el alma, pero había estado tan feliz por ello. Zachary hablaba todo el tiempo sobre el hogar que construirían juntos. Y cuanto las amaba.
Mas felicidad. Tal vez abusó de su suerte... todo cambió cuando las llamadas empezaron. Si, esas malditas llamadas de la madre de Zachary. Hailey jamás la había conocido ni hablado con ella, pero la intimidaba por lo que producía en el hombre que amaba. Era como si él... le tuviera miedo.
El punto de colapso los alcanzó cuando Luke apareció y los médicos le dijeron que había grandes posibilidades de tener un aborto. También de que naciera con una discapacidad.
En ese momento, Zachary se marchó rechazando la idea de una responsabilidad más grande. No había tenido tiempo de llevar luto por su corazón roto. Ni tiempo para asombrarse por el repentino odio del padre de su hija. Ni tiempo para abatirse por el encarcelamiento de Gavriel.
Había sido tirada en aquella tormenta sin herramientas ni fuerzas. Ella pensó que lograría hacerle frente a todo. Sin embargo, fue su propia mente quien la traicionó y la tristeza que no podía alejar. Se había sentido tan sola. Una fracasada. Su familia había caído en un parpadeo y ni siquiera pudo esforzarse en salvarla. Durante esas horas sombrías los había sorprendido no sólo a sus hijos y su hermano, sino a sí misma. Las drogas habían aparecido sin darse cuenta, convirtiéndose en su único alivio. Y fue entonces cuando se dio cuenta, al igual que ellos, que a pesar de haberse prometido ser una mujer fuerte, en su sangre estaba presente la cobardía. La de su madre.
Pero ya era hora de parar el llanto. De hecho, en este instante con la mente despejada de toxinas. Más aún, con la rabia de una mujer a quien le robaron lo que era suyo. Sin haber sido la mejor persona, su coraje estaba encendido y había respondido a la agresión física con emociones controladas. Incluso mientras su conciencia luchaba contra la brutalidad de este mundo con criaturas aterradoras, su lado más frio había sabido con precisión qué esfuerzo y palabras eran necesarias.
Esta noche, Hera le había explicado su papel.
Después de haber estado encerrada hacía un par de días, la petición de la reina de los dragantes se oía inteligente. En cualquier batalla, aunque mínima, siempre existía una debilidad por las mujeres y las madres.
Hailey estaba dispuesta a todo por recuperar a su familia. Fuese lo que fuese. No más cobardía, ella no era como su madre.
Tendría una sola oportunidad y no le corría misericordia por las venas. Era una prueba de corazón. ¿Podría mirar los ojos del enemigo que se llevó a sus hijos y su hermano, y mantener la mente serena mientras actuaba sobre aquellos asesinos?
Los ojos de Hailey se levantaron del garabato que había hecho en las hojas amarillas y cerró el diario, lo deslizó en una fisura de la pared de roca. Su vieja pluma estaba estropeada y no estaba segura de si, después de mañana, alguna vez volvería a este terrible lugar para usarla, pero también la guardó.
Le habían dicho que la regresarían a casa, no obstante, ella ya no tenía fe en las promesas y confiaba en los hechos.
Hailey se dobló el tobillo al levantarse, el húmedo suelo de tierra estaba disparejo por doquier, y gimió de dolor al tropezar bruscamente a un lado.
—¿Esta bien, señorita Hailey?
Una voz femenina hizo aparición.
—Tenga mucho cuidado, señorita. Dígame que no se ha lastimado.
Siguió una masculina.
Sí, ellos eran los otros. Prisioneros que estaban apresados en otro pasillo distinto al de ella. No los había visto, pero escucharlos la salvaba de la locura. Ellos le aconsejaron durante su encierro. También sobre cómo tratar a Hera.
—Tranquilos, estoy bien. Fue solo un tropiezo tonto.
Un silencio.
—¿Va a hacerlo? ¿Va a ir con Hera? —preguntó una vacilante mujer.
—Sí, voy a hacerlo.
—Es muy peligroso para usted —respondió ahora el hombre—. No confíe en ella.
—Aun si me negara ¿Tengo una opción real? —contestó Hailey con severidad.
Otro silencio.
—Por favor, si llegas a ver a los reyes de los híbridos. Te ruego por la Vestal que nos dio nacimiento —rogó la desconocida mujer—, en caso de que la oportunidad se presente y todo se arregle. Dile al rey que Zielle está viva.
—¿Al rey de los híbridos? —inquirió la humana con confusión.
—Si, a él ¿Puede prometerlo, señorita Hailey? Por favor, no pedimos que se arriesgue, solo que si esta en sus manos... se lo diga —dijo el hombre.
—Está bien, pero tengo prioridades. Esos reyes se llevaron a mi familia. Mis hijos y mi hermano están primero.
Nadie habló por un rato, como si a ellos no le hubiera gustado la verdad.
—La entendemos y no la culpamos —murmuró de nuevo la mujer.
—¿De dónde lo conocen?
Ellos no respondieron. La conversación acabó.
Al tomar la vela y alzarla hacia su boca, Hailey apagó la pequeña llama con un solo soplido.
Mientras se aproximaba a su cama de paja, deseó poder rechazar esta prueba de voluntad, fuerza y valor. Pero era aquí y ahora. Por Lily y Luke. Por Gavriel. Por ella. En verdad, el tiempo avanzaba muy lento. Esperó un milagro y como no llegó nada, ofreció una breve plegaria:
Dios mío, por favor, no permitas que falle en esto.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top