XXXII. Ser mi novio no te da ningún derecho
Después de dos tragos empiezo a ver alucinaciones, cuando creo ver a Mael a eso de las once. Yo me emborracho con diez o quince tragos de vodka pero no con dos. Me froto los ojos con las manos y vuelvo a mirar, no hay nadie. Saco mi teléfono, no hay ni un mensaje, ni una llamada. Suspiro y agarro mi tercer trago de una mesa que hay dentro de la casa a mi derecha. Mel está con su chico afuera, he decidido respetar su privacidad por un momento.
Todo marcha bien y dejo de ver alucinaciones hasta que un chico de espalda amplia y de la misma estatura de mi chico se acerca a mí y me sonríe.
―Nena, baila conmigo ―Me jala poniendo una mano en mi cintura y me pega a él.
―¿Qué haces? ―Arrugo la frente y me suelto de su agarre.
―No te hagas la de rogar nena, ven conmigo ―Ahora me toma de la muñeca. Cuando intento soltarme me aprieta.
La música del lugar es muy fuerte por eso resulta imposible gritar.
―¡Déjame! ¿Qué quieres? ―Le digo más enojada.
―A ti, estabas muy sola y creí que querías compañía ―Sus ojos me penetran.
―Solo quiero estar sola, imbécil.
Ignora mi comentario y empieza a jalarme para que camine. No puedo hacer nada, tiene mucha fuerza y mi muñeca me duele. Ni siquiera Mael cuando está enojado me agarra así, sabiendo que tiene mucho potencial para hacerlo. Me empiezo a preocupar, no sé para dónde me lleva, hasta que veo un puño pasando por su cara mientras se voltea a mi y me suelta.
―¡No la toques imbécil! ―Es Mael, otra vez peleando.
Le pega en la otra mejilla. Está rojo y hecho una furia. Él chico tambalea un poco y yo me hago para atrás. Entonces se repone y le pega a Mael en la cara. Este no se deja y empieza a atacarlo con los puños, hasta que cae al suelo. A los lados se escuchan gritos sobre "sepárenlos" o "es demasiado, hagan algo" Yo no puedo hacer nada, estoy inmóvil otra vez. Lo va a matar si sigue así, entonces veo a alguien pasando entre las personas, que lo toma por la espalda y lo rodea con los brazos para levantarlo rápidamente, luchando con la fuerza de Mael pero al final lo logra controlar. Es Joel. Cuando está en sus brazos intenta forcejear pero no lo suelta entonces empieza a hablar.
―Maldito, a ella no la tocas ―Lo señala con un dedo― Es mi novia y si te vuelvo a ver poniendo un dedo sobre ella o alguna otra mujer sin su permiso, esto será poco con lo que recibirás.
Yo sigo inmóvil ¿Cómo llegó aquí? Entonces lo que creí alucinación, no lo era. Me está mintiendo, me dijo que estaba trabajando ¿Qué está pasando en realidad? Necesito que me lo explique. El chico está en el suelo queriendo levantarse sacando sangre por la nariz, mientras que Mael, a puras penas y tiene un rasguño en la mejilla. Odio tanto que pelee y lo sabe, odio que lo hagan, por lo menos no frente a mí.
Salgo de mi estado de shock cuando el hombre de anchos hombros se levanta y me da una mirada muy fuerte para luego pasar a mi lado y salir al jardín. Debería irme yo también. Camino y paso pegándole a Mael a quien Joel ya ha soltado, me da igual. Antes de salir veo a Mel, ella no tiene culpa alguna en esto y no quiero llenarla con mis tonterías así que le dedico una mirada tranquila o eso trato y paso de largo hasta llegar a afuera.
Sinceramente no quiero saber de nadie, en unas horas todo ha cambiado y no se que pensar o decir. Para mí mala suerte Mael me está siguiendo y lo noto cuando llego al estacionamiento. Me toma del brazo y me intenta jalar, pero yo sin voltearme me quito de su enganche y sigo caminando.
—Kariam por favor —Me vuelve a agarrar, pero ahora los dos brazos, me detengo— Hablemos —Me suelto y me giro para verlo.
—¿Qué me vas a decir ahora? —Mi mirada hacia él es fuerte y lo sé porque estoy muy enojada.
—Kariam.
—¿Qué Kariam que? Dime qué está pasando en realidad, es tu única oportunidad —Se queda en silencio, pero no baja la mirada— Por favor di algo —Estoy alterada.
—Ese tipo estaba queriendo llevarse a mi novia ¿Qué querías que hiciera? —Habla con seguridad.
—Cualquier cosa menos golpearlo.
—No puedo, tenía que dejarle claras las cosas.
—¿Qué cosas Mael? —Empiezo a subir el tono de voz— ¡Si en unas horas me has mentido! dijiste que estabas trabajando y estabas en esta fiesta ¿Qué excusa me vas a poner a esto?
—Perdóname —Me giro para emprender camino otra vez, pero no me deja. Toma mi mano izquierda con las de él— Por favor déjame explicarte las cosas.
—¿Qué cosas? —Se vuelve a quedar en silencio— Búscame cuando quieras de verdad hablar de todo lo que está pasando.
Me suelto y camino hacia la calle dejándolo solo. Tengo que dejarle claras las cosas. No va a jugar conmigo. Saco mi teléfono, lo mejor será pedir un taxi. Ahora ya no hay Mel, ni Lorena, ni novio que puedan ayudarme. Entonces unas palabras resuenan en mi mente "si estás mal puedes avisarme" Saco la tarjeta que Abdel me entrego y marco su número. En el primer timbre me contesta.
—Buenas noches —Suena animado.
—Hola —Dudo en qué decir—, eh, soy Kariam.
—Hola Kariam ¿Todo bien? —Cambia a un tono de preocupación.
—Si, solo quería saber si no estás ocupado.
—No ¿A dónde estás? —Me lanza.
—En realidad no sé dónde estoy, te mandaré mi ubicación en tiempo real.
—Súper, entonces esperaré tu mensaje y llego por ti al instante.
Cuelga y le envío mi ubicación. Quince minutos después está un carro rojo enfrente de mí esperando a que me suba con la ventana abajo del lado del conductor y del de acompañante. Entro y le sonrío.
—¿A dónde vamos señorita?
—No se, quizás —Me quedó pensando— Llévame a donde tú quieras.
—¿Vamos a mi casa? —Suelta.
—Mmm bien —No creo que sea una buena idea pero tampoco quiero regresar a mi hogar.
Emprendemos un camino lleno de silencio. Recuesto la cabeza en el asiento y cierro los ojos, pero no puedo dormir por todo lo que ha pasado hoy. Tengo que hacerme la fuerte, no quiero ser débil ante mi contrincante, en este caso Mael. Puede ser mi novio, pero ni él ni yo nos conocemos al cien aún.
Llegamos a una casa con paredes de color blanco. De una sola planta. Lo primero que veo al entrar son macetas con plantas verdes. Una a cada lado de la puerta. Es un solo espacio con la sala y la cocina, al lado izquierdo no hay comedor, pero sí un gran salón. El suelo es de madera y el lugar tiene un techo muy alto ¿Como cambiarán los focos? Río para mí misma ante este pensamiento. Seguramente con escaleras.
—¿Quieres algo de tomar? —Me pregunta mientras él cierra la puerta
—No sabía que vivías cerca del mar.
—Siempre quise vivir aquí ¿Quieres ir a caminar por la arena?
—Si, me gustaría —Le respondo y camino a una puerta de vidrio al otro extremo que deja ver todo afuera. Él la abre con una llave que saca de su short negro.
Doy un paso, pero me recuerdo que debo quitarme las botas, así que regreso. Él sonríe al comprender lo que debo hacer. Me saco los grandes zapatos del pie, ya que por ser de ciper no me cuesta mucho y después me quito unas punteras negras para meterlas en las botas y así no perderlas. Él anda con chanclas así que solo se las quita y las deja a un lado en donde pongo mis zapatos también. Agradezco que mi falda no sea tan corta sino ya habría pasado mucha pena. Dejo mis cosas en uno de los sofás blancos y toco la arena, primero yo y después Abdel.
Caminamos en silencio por unos cinco minutos. Hay luna llena y un cielo estrellado. La marea está tranquila y la arena suave.
—¿Por qué me llamaste? —Dice para romper el hielo. Lo miro. No sé si contarle— ¿Es por Mael? —Afirmo moviendo la cabeza, parece que me quede muda— Entiendo si no me quieres contar, solo sé paciente. Ya verás que todo se solucionará —Vuelvo a mover la cabeza arriba y abajo y me muerdo el labio de abajo con los dientes.
—¿Hablamos de otra cosa? —Le tiro con la poca voz que me queda.
—¿De qué quieres hablar? —Me pregunta mientras seguimos caminando.
—De ti —En ese momento nuestros ojos se encuentran—, es que no puedo hablar de mi porque estoy hecha un lío, entonces mejor de ti —Le sonrío poniendo mis manos en mi cara.
—Pero yo soy problemas también ¿Segura que quieres escucharme?
—No creo que tú seas un problema —Le contesto con mejor ánimo y le sonrío. En sus ojos se nota un brillo inigualable, nunca antes se lo había visto.
—Mmm, iniciemos por mi infancia.
—¡Si! —Le digo entusiasmada y él por fin levanta las comisuras de los labios para mostrar los dientes.
—Mmm ¿Por dónde inicio? Mmm —Duda mucho— Solo vivía con mi madre, mi padre falleció cuando yo aún no había nacido, a pesar de eso ella trato de llenarme con todo su amor —Auch, deja de mirarme— Fuimos muy pobres, no teníamos a donde vivir así que nos situamos en una de las zonas marginales cerca de un hospital —Me vuelve a mirar— ¿Segura que quieres escuchar esto? —Afirmo moviendo la cabeza, suspira y sigue— Mi casa era de láminas, muchas veces nos mojábamos cuando era invierno y vi a mi madre llorar por no haber trabajo o porque no alcanzaba el dinero. Ella sudo cada gota de su cuerpo planchando ropa para la gente de dinero. La veía con sus dolores de manos por calentárselas y después llegaba a mojarlas. Me brindó educación hasta mi bachillerato en una escuela pública y después yo trabajé para poder pagarme la universidad. Lamentablemente en mi tercer año ella falleció —Me vuelve a mirar creo que para ver mi reacción.
—Lo siento mucho.
—Tranquila —Vuelve a mirar al frente—, y yo estuve a punto de parar mis estudios, pero... —Se detiene ¿Pero?— Los padres de Mael me ayudaron con el pago del funeral y luego a qué finalizara mis estudios.
—¿Por eso trabajas para ellos?
—No, me había salido una oportunidad en otro país, pero la gratitud y el amor me hicieron quedarme con ellos. Son como mi segunda familia.
—Oh —Levanto la cejas.
—Y por esa razón mi madre nunca me pudo llevar a conocer el mar, solo escuchaba las historias de mis amigos.
—¿Cuando lo conociste?
—Por Mael, él es como un hermano para mí.
—Ya veo —Me sorprende lo solidarios que pueden llegar a ser. No los veo con cara de ser así.
—No quiero que sientas pena por mí —Dice y me sonrojo. No creo sentir pena pero si es una historia triste.
—Lo que importa ahora es el presente ¿No?
—Es cierto —Sonríe.
—Creo que ya llevamos media hora caminando ¿Quieres volver? —Le digo y afirma moviendo la cabeza arriba y abajo.
La noche se empieza a poner helada. De regreso a casa pasamos hablando de las estrellas y de la hermosa luna que nos acompaña. Ahora entiendo porque Abdel es calmado y más humilde que los otros trabajadores de Mael. Es un chico con un buen corazón, por cierto ¿Tendrá novia? Es una buena pregunta para hacer ahora.
—¿Te puedo preguntar algo? —Me mira curioso— ¿Tienes novia? —Niega con la cabeza.
—¿Y qué haces en tus tiempos libres?
—Trabajar y sí me acuesto con chicas, pero hasta ahora no se me ha dado la oportunidad de enamorarme, no tengo la misma suerte que Mael —Explica y sonríe. Mis mejillas vuelven a arder ¿Suerte?
—Entiendo —Es lo único que logro responder.
—Pero si me gusta alguien —Confiesa, abro los ojos y lo miro esperando a que me cuente.
—¿Quién? —Mi voz es más animada.
—Es un secreto, tal vez un día lo sepas —Pone una mano en mi cabeza y empieza a revolver mi cabello para despeinarlo.
—¡Oye! No es fácil peinarse —Le digo furiosa mientras que él ríe a carcajadas. Me suelta y yo empiezo a acomodarme el cabello otra vez.
—Estas tonto.
—Enojona la muchacha —Me tira, lo miro una última vez y me concentro mejor en arreglar mi pelo.
Cinco minutos después estamos frente a su vivienda y antes de entrar nos paramos en las gradas de cemento mientras que él abre un chorro del que cae agua y salen rodando gotas hasta nuestros pies. Me empiezo a quitar la arena y entro, parándome en una alfombra que tiene en el suelo, ahora entiendo para que era. Entramos a esa casa tan hermosa con cortinas color café para tapar las ventanas de vidrio que dejan ver el mar. Este hombre está bien preparado. Puedo decir que sabe vivir solo.
—¿Quieres algo de tomar? —Pregunta una vez adentro los dos y con la puerta cerrada.
—Si, por favor —Le digo mientras me siento en el sofá sin su permiso.
—Ya regreso —Y se mete en la que es la cocina.
Tomo mi teléfono de mi cartera y lo primero que sale es una llamada de Mael. Deslizo mi dedo en el botón verde.
—Hola.
—¿Dónde rayos estás? —Me grita.
—¿De qué hablas?
—No has llegado a tu casa y no me contestas el teléfono ¿A dónde estás? —Se escucha molesto.
—A ti no te tiene que importar a donde estoy.
—Claro que sí porque soy tu novio.
—¡Ser mi novio no te da ningún derecho! —Me empiezo a alterar también.
—Kariam —Grita Abdel a mi lado, haciendo que de un salto del susto— ¿Quieres vino o te doy algo más fuerte?
—¿Quién es él? O sea que estás con un hombre —Dice en mi oído. Abdel cambia la cara al ver mi reacción.
—¿Es Mael? —Pregunta yo afirmo moviendo mi cabeza.
—Ese maldito ¿Quien es Kariam? ¡Contéstame! —Me quedo paralizada, no se que hacer. De un momento a otro veo que Abdel me quita el móvil y se lo lleva a la oreja. No lo detengo, estoy agotada, demasiado.
—Ella está conmigo —Le dice primero— No estamos haciendo nada — Escúchame Mael —Le dice tranquilamente— Escúchame ¡Que me escuches! —Grita— Ella está conmigo porque no se que le hiciste, deberías actuar maduramente y no la vengas a buscar, creo que lo mejor es que los dos estén lejos un momento para pensar —Él se enoja también, se quita el teléfono de la oreja y cuelga. Se acerca y me lo entrega, yo lo recibo.
—¿Estás bien? —Pregunta. Meneo la cabeza de un lado a otro.
De la nada empiezo a llorar como bebé. Él se sienta a mi lado y me jala para que recueste la cabeza en su pecho. Debo admitir que huele bien y que me siento tranquila en estos momentos. No soy celosa comparada con él. Esas solo son excusas de los hombres para tratar de hacernos creer que estamos locas. Después de unos minutos melancólicos y llenos de tristeza, me tranquilizo y me vuelvo a sentar bien.
—Creo que es mejor que vaya —Le digo con el rostro bajo.
—Como tu desees, te puedes quedar y si no te voy a dejar —Es tan amable conmigo, lo que a mi novio le hace falta.
—Prefiero irme.
—Vamos entonces —Se levanta y empieza a caminar a la salida.
Antes, toma sus llaves de una mesita. Lo sigo con mis cosas. El camino de regreso se me hace eterno. Es muy silencioso y no quiero iniciar una conversación porque probablemente termine llorando otra vez. Cuando llegamos, en mi mala suerte veo el Mustang estacionado en la entrada de la casa y atrás se detiene Abdel. Él me mira después de ver quién está ahí.
—¿Quieres que baje contigo? —¿Quiero que lo haga? ¿Por qué tengo tanto miedo? Solo va a pasar una discusión más y ya.
—No, yo lo haré sola —Le digo mientras me quito el cinturón y abro la puerta.
—No me iré hasta que entres.
—Si ves que discutimos lo mejor es que te vayas.
—Pero...
—Por favor —Le digo sin mirarlo.
—Está bien —Contesta al fin.
Me bajo y camino hacia el portón, saco las llaves de mi cartera. Me empiezan a temblar las manos. Soy tan indefensa cuando discuto con alguien, definitivamente no es mi fuerte. Escucho la puerta del carro cerrarse con fuerza y después unos pasos. Me giro y lo tengo frente a mí. Con olor a alcohol ¿Lo escuche borracho cuando llamo? Que yo sepa no o quizás por mi estado no lo note.
—¿Qué quieres? —Lo miro a los ojos y él a mi. Es tan alto que me hace sombra.
—A ti.
—¿Qué? —Mi voz suena baja, pero segura.
—Me pediste que te besara hasta el alma y te he fallado —Se traba en algunas palabras, ha tomado pero no tanto, aún es consciente.
—¿Andas con alguien?
—Kariam por favor perdoname —Me agarra de los brazos. Intento soltarme, pero no me deja. Me aprieta fuerte.
—Mael ¿Andas con alguien? —Le repito otra vez.
—Sé que mi actitud no es la mejor...
—¡Suéltame! —Le grito y él empieza a meter más sus dedos en mi piel.
—No quiero que te alejes de mí.
—Mael suéltame —Le vuelvo a repetir y sin darme cuenta y tampoco sé cómo saqué fuerzas, pero le pego una cachetada con mi mano derecha. Es ahí en donde me deja libre y veo a Joel bajarse del lado del conductor.
Eso me tranquiliza, me giro y busco la llave para después entrar y ver por última vez en el día como el colocho se le acerca para decirle algo. Mi portón es negro completamente por lo cual al cerrar la puerta recuesto mi espalda y escucho que un carro se enciende y se va, mientras que Mael empieza a decir en voz baja, pero lo suficiente alto para que yo escuche.
—Yo la quiero, de verdad la quiero —Lo dice con ¿Lágrimas?
Está llorando, mi chico fuerte está llorando. Siento una punzada de culpabilidad, pero no me quiero dejar llevar por eso. Él se equivocó con sus actitudes y debe aprender. Corro a casa para ya no seguir escuchando, al estar adentro subo a mi cuarto para cerrar con llave y tirarme en la cama a llorar. Otra vez llorando por el mismo hombre, si me quiere no me haría esto.
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Ten en cuenta que yo también lloré, con este y los que vienen...
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