XVI. Burbujas

Me tiro desde una esquina de la piscina hacia el agua y me sumerjo, haciendo salir burbujas de mi boca. Empiezo a mover los pies arriba y abajo, luego los brazos hasta llegar arriba y chocar con las manos en el otro extremo de la piscina. Saco la cabeza para tomar aire mientras pongo las manos afuera y me agarro para no hundirme en la piscina.

Aquí estoy otra vez, pensando en él. Veo el camino de girasoles que lleva hasta este lugar y de pronto recuerdo a Mael besándome. Aquel primer beso que me hizo estremecerme pero a la vez creí que estaba loca ¿O será que si lo esté? Quien sabe, el amor ha de ser una locura. Vuelvo a sumergirme y hago la misma rutina una y otra vez. Quizás como una media hora. Hasta que cuando llego al extremo en donde se reflejan mis recuerdos veo llegar a Mael, se agacha, me vuelvo a meter a nadar porque no quiero hablar con él. Cuando llego al otro lado ahí está nuevamente así que me hago hacia en medio flotando como puedo.

―¿Qué quieres? ―Le pregunto mientras me quito el exceso de agua en el rostro.

―Hablar contigo ―Se levanta y camina un poco para después verme como puede por el intenso sol que se refleja en mí.

―No tengo tiempo ―Contesto cortante. Sigo nadando pero esta vez doy dos vueltas sin salir a respirar. Cuando salgo él sigue ahí y está mirándome por cierto.

―Si no sales para que hablemos me meteré ―Me tiro una carcajada. Estoy agarrada a la orilla de la piscina.

―El señor Stoll de trajes y corbatas bonitas se piensa meter a la piscina sólo para hablar sobre un asunto solucionado ―La ironía es evidente.

―El asunto si es importante y además ¿Qué tiene de malo que yo me meta? ―Se vuelve a agachar enfrente de mí, nos miramos a los ojos. Es tan estresante tenerlo enfrente y no poder ni tocarlo o besarlo.

―Yo no pienso caer en tu maldito juego otra vez ―Le digo y me volteo para meterme pero él me ha agarrado del brazo, me volteo a verlo, debo admitir que furiosa― Suéltame.

―No es un maldito juego, solo somos tú y yo haciendo el amor ―Nuestros ojos no se pierden el uno del otro.

―¿Qué amor? Uno en donde llega tu ex al departamento y me ignores ¿Por qué? Vergüenza, deseo, odio. No seas idiota ―Forcejeo para soltarme, pero no puedo.

―Escúchame por favor y te explicaré las cosas.

―¿Qué explicación tiene eso? Ella simplemente te gusta ―Agacho la mirada― Aún.

Se queda analizando mi respuesta mientras me sigue observando.

―Solo admítelo, ella te sigue gustando y no querías que se enterara que nos acostamos, pero tampoco querías verme la cara porque sabías que te ibas arrepentir de esa decisión, ya que me estabas haciendo daño ―En ese instante me arrepiento de haber dicho que me hizo daño, porque cuando alguien te rompe el corazón es mejor no mencionarlo.

Con la mano libre se toca la nuca y luego el cabello, entonces me empieza a soltar y yo agarro mi brazo por dónde me estaba apretando para frotarlo y quitar su presión contra mi piel. Me alejo un poco de las orillas. Él se levanta, camina un poco y luego de un silencio empieza a hablar nuevamente.

―La primera razón por la que no te dirigí la palabra ese día fue porque... ―Es ahí en donde me mira otra vez a los ojos― Cuando la vi entrar al departamento algo me pidió estar cerca de ella.

―¿Cómo conmigo? ―Sonrío de lado― Eres un idiota, haces lo mismo con todas.

―No.

―Claro que sí, es mejor que nos alejemos, como cuando no nos conocíamos.

―No, déjame explicarte las cosas ―A medida que va hablando su tono de voz es más bajo.

―¿Y qué me vas a decir hoy? Yo no estoy para tus juegos Mael...

―¡Yo! ―Me grita para que deje de hablar y así hago― Si sentí que me gustaba, debo admitirlo ―Este hombre me sorprende― Y... ―Su voz empieza a temblar. Esa no es la voz de un dueño de una empresa muy famosa que yo he escuchado― Perdí todos mis sentidos, de verdad perdóname. Después de lo que pasó entendí que estaba buscando algo en ella que me obligara a estar a su lado pero no lo encontré. No sé qué pensaba y solo decidí ignorarte...

―¿Te acostaste con ella? ―Ahora soy yo quien lo interrumpe. Él me mira muy bien, se hace un silencio que dura unos segundos― ¿Lo hiciste o no? ―Pronuncio minutos después― Contéstame.

Cuando no has hecho algo es fácil decir que no, pero cuando lo has hecho es difícil decir que si. Así que decido tomar esta respuesta y me voy a las gradas del otro extremo en el que él está y empiezo a salir. Tomo la toalla y me la pongo alrededor del cuerpo. Camino hacia la casa otra vez y parece que me lee la mente porque sale corriendo y antes de entrar me abraza por la espalda. Me aprieta cuando intento soltarme. Esto está doliendo de verdad. Llevamos nada de conocernos y cuánto daño me ha ocasionado, a la vez de cuánto amor me ha dado.

―Perdóname ―Empieza a decir una y otra vez en mi oído, luego contra mi piel cuando recuesta su frente en mi hombro― Perdóname, perdóname, por favor perdóname.

Mis sentimientos están a punto de hacerme llorar. Tengo que contener esto, hazlo por ti. No puedes ser débil, no ahora o si no él pensara que ya ganó la batalla.

―¿Por qué... ―Mi voz se corta, cierro los ojos. Inhaló aire y luego lo dejo salir por la boca― ¿Por qué me pides perdón? A mí no me debes explicaciones de nada, tú y yo no somos algo en especifico ―Cuando yo hablo, él se vuelve débil, me vuelve a soltar, mientras salgo de su agarre.

Me volteo y observo su rostro. Está mirando hacia el suelo, aún así puedo ver la decepción y tristeza en sus ojos. Te lo has ganado querido y aunque quiero tener compasión por ti o amor, no puedo, no en estos momentos. Si piensas que ninguna chica te puede rechazar, lamento informarte que yo sí y aunque llegué a sentir y pensar miles de cosas lo hago por respeto y amor propio a mi misma. Aunque mi alma este destrozada y aunque mi cerebro no encuentre la solución a esto que siento. Se arma de valentía y me mira a los ojos. Ahora soy yo quien baja la mirada y no por miedo sino por decepción. Inmediatamente me dirijo a él nuevamente.

―Es... Parte de lealtad.

―¿Lealtad? Cuando tú te acostaste con ella.

―Es lealtad el que te tenga que pedir perdón.

―Pero yo no quiero ―Empiezo a subir el tono de voz.

―¿Por qué? Cuando yo me acosté con ella lo único que veía, era a ti ―Al menos ya lo admitió―, y quizás pienses que te estoy mintiendo porque muchos hombres han de hacer lo mismo, pero yo no soy así...

―Deja de hablar ―Me doy la vuelta y entro a la casa. Mi corazón está latiendo rápido. Sé que lo trate mal pero es la única forma de alejarlo de mí.

Camino hacia las escaleras, pero una mano me detiene cuando me agarra del brazo y me jala, retrocedo y no me caigo porque Mael me agarra muy fuerte.

―¿Entonces qué hago? ―Me pregunta con fuego en sus ojos. Ahora está enojado― Detesto no poder controlar mis sentimientos. Desearía no sentir nada por ti. Desearía jamás haberte conocido y deseo que lo nuestro se haya acabado rápido, pero no puedo. El amor no se puede negar ni ocultar.

―¿Amor? ―Arrugo la frente― Tú no sientes nada hacia las personas. Solo las de tu misma sociedad o rubro, personas de tu alcance.

―¡No! ―Grita― Estoy cansado de que me digas eso ¿Qué quieres escuchar? Te lo he explicado de muchas formas y está bien si no quieres perdonarme, es un tema que no puede ser sacado rápido de la mente. Sé que no somos nada pero quiero conocerte más, no me gusta prometer algo desde el inicio porque me aleje de la idea de creer en algo, pero lo estoy intentando, sin querer y sin pensarlo. Solo mi cuerpo empezó a actuar de forma involuntaria. Perdóname por fallarte y perdóname por tratarte de una mala forma ese día ―Mis ojos no se despegan de los suyos y de sus labios cada que pronuncia una palabra― Si quieres que... ―Su boca se empieza a trabar― que... me aleje... lo haré.

No me puedo creer que me este diciendo esto después de todo. Me vuelvo a soltar de él y retrocedo dos pasos, también nerviosa. Si no acabo con esto ahora, será nunca. No quiero tomar esta decisión pero si es por salud mental lo haré.

―Pues... ―Me fallan las palabras― Quiero que te alejes ―Digo al final y despego mis ojos de él para ver el suelo.

―Bien, solo no pienso faltar con tu hermano el domingo ―Su tono empieza a bajar― Él me cae muy bien ―Yo solo escucho― Ya no te molesto ―Su voz se vuelve un susurro― Gracias por todo ―Se da la vuelta y se va, supongo que sin despedirse de mi familia.

Corro hasta mi cuarto y me meto a la ducha. Abro la regadera y cuando cae el agua sobre mi, empiezo a llorar. Tengo miedo de que se vaya y que todo sea peor, siento miedo de que mi decisión haya sido equivocada y que después me lamente. El agua está fría pero mis lágrimas están calientes. Arden cuando ruedan por mis mejillas.

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