XIX. Solo soy un ser humano

Parece que ahora los roles han cambiado. Mael se fue en su carro con Luis. Yo me fui con Mel y Joel. Los demás iban en otro vehículo. No me ha dirigido la palabra desde lo que pasó en el bar. Es una pena porque por primera vez quiero conversar con él. Cuando mis pies tocan la arena me siento libre y a pesar de que hace frío, estoy feliz. Mel me toma de la mano y me jala hasta el mar. Nuestros pies tocan el agua y las dos reímos.

―Que genial, lo único malo es que está helada el agua ―Digo mientras corremos.

—Para mi está bien, súper relajante ―Esto último lo dice con mucho drama.

—Es cierto —Contesto y sonreímos.

Entonces escuchamos que los chicos nos llaman. Salimos y nos vamos a sentar en unas bancas alrededor de donde han hecho una fogata. Mel y yo estamos juntas. A la par de ella su amorcito, le sigue Antonio con Melissa y por último quedan Luis, Leo y Mael quien me quedan de frente. Por el otro lado no tengo a nadie. Los chicos empiezan a contar historias de terror para asustar a Melissa y a Mel.

—Dicen que una vez vinieron a tirar el cuerpo de una mujer, muy bonita al mar. Desde entonces se escuchan los lamento de ella aquí —Todos miramos a Luis mientras lo cuenta.

—Escuchen, ahí está, es su voz —Dice Leo señalando en el aire mientras mira a todos lados. Yo me pongo a reír pero los demás se han metido tanto en el papel que lo miran con atención— ¡Ah! —Grita de la nada y hace que Joel, Melissa, Mel y Antonio den un brinco del susto. Los demás nos reímos a carcajadas.

—No puedo creer que se hayan asustado —Les digo.

—Hasta yo, que sé que esa historia es mentira, caí en la trampa —Seguimos riéndonos mientras Melissa se toca el pecho del susto y Mel reacciona mostrando sus dientes.

—Yo iré a caminar con Mel —Pronuncia Joel— Sus sustos me la van a matar antes de que seamos novios.

—Uuuuh —Gritan y otros silban. Va en serio este muchacho. Ellos se alejan de nosotros con felicidad reflejada en su rostro.

—Que pareja sigue —Dice Luis— Kariam y Mael, creo que deben hablar, pueden tomar el otro lado —Me parece una excelente idea, pero quiero una reacción de él que me dé la aprobación. Mael me mira muy serio ¿Qué habrá hablado con su amigo? Está más distante.

—Mmm —Es lo único que logro decir.

En realidad me estoy muriendo del frío y la fogata me está calentando mucho, pero también necesito hablar con él. Por lo cual decido levantarme y camino a dónde está. Abre sus ojos de sorpresa y se levanta. Como ando descalza trato de caminar con cuidado para no pararme en las piedras u objetos que trae el mar. Yo voy del lado del agua y Mael va a la par mía. Empiezo a mojarme los pies y corro a veces para que no me alcance la marea. Es ahí en donde él saca una media sonrisa.

—Sonreíste —Le digo señalándolo— Lo hiciste, no es parte de mi imaginación.

—¿Por qué no lo haría? —Dice tranquilo.

—Has estado serio o será que solo es conmigo —Le digo y me pongo, ahora quieta a su lado mientras caminamos sin rumbo.

—Te estoy dando tú espacio —Responde.

—¿Mi espacio? —Levanto una ceja y luego la bajo.

—Tengo que dejar que pienses las cosas bien. No te voy a obligar a nada y tampoco te voy a insistir —Guau, me sorprende su forma de pensar.

—Ah —Solo eso logro decir— Hablemos de nosotros —Pronuncio para hacer un giro extremo de tema.

—Bien, qué quieres hablar —Me mira.

—Hagamos preguntas. Primero yo y después tú y seguimos así sucesivamente.

—Me parece.

—¿Qué más te gusta hacer además de trabajar? —Lo miro curiosamente y pongo mis manos en la espalda.

—Me gusta escribir poemas —Mira la arena— Visitar lugares que estén rodeados de naturaleza, como este —Vuelve a sacar una media risita— Y me gustan los libros.

—¿Cuál es tu libro favorito?

—Tengo muchos, pero —Se detiene para pensar— Orgullo y prejuicio de Jane Austen.

—Un clásico —Le respondo. Creo que es el único libro que he tolerado en mi vida.

—¿Ya lo has leído? —Pregunta y me mira.

—Si.

—Pensé que no te gustaba leer.

—Solo ese libro me gusta —Sonrío y él estira su brazo para acomodar un cabello detrás de mí oreja.

—Es muy bueno la verdad, sobre todo el romanticismo irónico que se manejan —Quita su brazo. Que decepción, esperé una caricia suya. Afirmo moviendo la cabeza— Ahora yo —Vuelve a fijar su mirada en el arena— ¿Que no te gusta hacer o comer o vivir? —Interesante pregunta.

—No me gustan los libros pero tampoco los odio —Miro la arena también para pensar— No tolero el café, lo que te dijeron es cierto —Sonrío y él también— No me gusta el rosado y soy mucho de escuchar música cuando tengo ataques de ansiedad —No lo dejo opinar al respecto y hago la siguiente pregunta— ¿Cómo a qué edad empezaste a escribir poemas?

—Creo que desde niño, ya sabes cuándo te dejan tareas en el colegio —Pega sus ojos a los míos— Pero hice consciencia de ello después de que Katherine me dejó. Luego de un tiempo lo tomé como pasatiempo —Me confiesa.

—Interesante ¿Puedo un día leerlos?

—¿Quisieras leerlos? —Está sorprendido por lo que pregunte.

—Si, claro. O sea no me gustan los libros pero me parece interesante la forma en la que escribes —Le tiro.

—Bien, un día te los enseñaré —Nos detenemos y él se pone enfrente de mí. Como a dos o tres pasos de distancia.

—Ahora dime tú, qué cosas no te gustan o se te complican para vivir.

—Mmm, me tocaba a mí preguntar.

—Lo haces después —Le muestro mis dientes y parece que se convence.

—No me gusta el ruido excesivo cuando estoy escribiendo o trabajando —Se queda en silencio, supongo que pensando— No sé qué más la verdad —Sonríe.

—Tocará analizarte —Sacamos ambos una pequeña carcajada.

—Voy yo —Mira el mar— Mmm... ¿Por qué tienes ataques de ansiedad y desde qué edad? —Suspiro antes de contestar.

—No lo sé, eso puede variar según el problema y lo tengo creo que desde los quince años —Ambos nos miramos.

—¿Qué síntomas tienes?

—Resulta frustrante si te lo explico. Prefiero no hablar de eso. Si un día me vez teniendo uno solo abrázame y ya.

—El día que te encontré llorando ¿Era un ataque de ansiedad? —Se me viene a la mente el sueño de esa madrugada.

—Ese día tuve una pesadilla otra vez y cuando desperté estaba muy mal, pero si no hubiera sido por tu consuelo, probablemente si hubiera tenido un ataque.

—De verdad lamento que te pase eso.

—No es nada, ya estoy acostumbrada —Trato de animarlo, aunque en realidad eso es lo peor que me pueda suceder— Ahora yo —Le digo un poco más animada— Me contaron que haces ejercicio para poder dormir ¿Hay alguna razón específica para tener insomnio? —Él agacha la cabeza, luego vuelve a mirarme.

—No. Solo me da, es difícil porque ya intenté muchos métodos. No me gusta tomar medicina, ni té antes de dormirme, es mal acostumbrar al cuerpo y depender de eso, por eso busco lo natural. Trato de hacer ejercicio aunque me sienta muy cansado, para poder dormir aunque sea una o dos horas y me mantengo ocupado para que mi mente y mi cuerpo estén agotados al final del día.

—Que gran plan.

—Hago más pero que tedioso explicarlo.

—Sería bueno escucharlo. Otro día si te parece bien —Le digo y afirma con su cabeza.

—Voy yo ¿Crees que alguna vez te puedas volver a enamorar? —¿No es la misma que yo le había hecho? No puedo evitar mi reacción y abro la boca en forma de círculo ante la pregunta.

—No se —Me detengo para tratar de leer su expresión pero no encuentro más que un "contéstame con la verdad"— Muchas veces pienso que si no encuentro a alguien antes de los treinta me rendiré y mejor viviré sola. Es que soy un poco exigente como persona y la mayoría de las veces ahuyento a los chicos.

—Me lo imaginé, pero en este tiempo que estuviste sola saliste con alguien, te acostaste con otros hombres.

—No —Se que no se lo va a creer pero es cierto— No lo hice aunque te parezca mentira.

—¿Quién fue tu primera vez? —Lanza con interés.

—Fue el chico de hace tres años.

—¿Qué? ¿En serio? —Esta sorprendido.

—Si, solo que luego vinieron las peleas, los problemas. Lo que me provocó que hasta cierto punto sintiera asco por los hombres hasta hace poco que intenté salir con alguien, pero su poca empatía con los demás me hizo cortar con el plan.

—Estoy... —Se queda ahí, sin decir nada— El hombre que te tenga debe valorarte mucho —Suelta— Eres muy hermosa y tu mente rompe las expectativas —No se que le impactó tanto, pero esas palabras no las esperaba.

—Tranquilo, solo soy un ser humano —Le digo.

—Eres un buen ser humano —Da un paso hacia mi— Y pensar que yo te pude tener en mis brazos y solo te lastime —Se queda ahí, no sigue avanzando. Su voz se vuelve baja.

—Oye, ya... me siento avergonzada de lo que estás hablando.

—¿Por qué?

—No se, simplemente no estoy acostumbrada de que alguien sepa esa información de mi y que le sorprenda tanto.

—Es cierto, perdóname —Baja la cabeza. Parece que por fin entendió lo que le quiero dar a entender— Me gustas mucho Kariam —Suelta de la nada.

—Mael...

—Déjame explicarte las cosas —Nuestros ojos se encuentran. Él se empieza a mover nervioso— Katherine le saco la verdad de lo nuestro a Luis cuando se emborrachó. Cuando llego a casa empezó a contarme todo eso y yo no tenía ánimos de hablar ni con ella, ni contigo. Todo lo que estaba pasando me tenía cansado. Cuando te fuiste quise ir a detener pero ella me pidió que me quedara con la excusa de "a la visita no se le atiende así" Hice lo que me pidió y pasó lo que tú ya sabes. Por un momento creí que mi lugar era ella, pero cuando sucedió todo entendí que ya no somos el uno para el otro. Además de que te pensaba por todo. Pensaba en tu piel, en las rosas, en tus labios, tú forma de hacerme recapacitar por mis enojos, tus miedos, tus lágrimas, tus ojos llenos de furia —Se toca la nuca— Me sentía confundido.

—Y ahí fue en donde te diste cuenta que me necesitabas —Le digo en voz baja, pero lo suficientemente alta para que él me escuche.

—Si, así fue.

—Ya hablaste con Katherine.

—Si, le expliqué que no quiero nada con ella y que por favor deje de insistir.

—¿Qué respondió?

—Nada —Me es sincero y no entiendo el porque, pero me sonrojo.

—Bueno —Me muevo hacia el mar y lo observo.

—Kariam, déjame conocerte.

—Ya vamos a ver —Le respondo sin mirarlo. Se supone que eso es lo que he estado tratando de hacer.

Ella no se va a rendir, es su oportunidad de conseguirlo y no sé si esté dispuesta a unirme a esta batalla. Trataré de pensar que no me está mintiendo, trataré de creer que todo va a marchar bien, le voy a dar otra oportunidad, pero solo como amigos o eso creo. Nos quedamos apreciando el mar en silencio por unos minutos. Hasta que él rompe el hielo.

—Me recuerdo que quedamos a medias la última vez que estuvimos cerca del mar —Yo lo miro y levanto una ceja— Te estabas riendo y las flores se cayeron —Abro los ojos y sonrío.

—Es cierto —Digo mientras recuerdo su risa. Su felicidad de ese momento.

—Deseo continuar con la discusión —Y sin dejarme decir algo más empieza a hacerme cosquillas en el estómago.

Río a carcajadas y salgo corriendo, pero él me alcanza, luego entro al mar y le empiezo a tirar agua con mis manos, lo que se convierte en una guerra, terminando empapados y con miles de sonrisas. Él es muy contagioso. Podría aprender a vivir a su lado, y esta noche y él, son lo mejor que me ha pasado. 

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Para mí también son lo mejor que me han pasado.

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