VII. Ex novia

En realidad tenía mucha curiosidad por saber qué habían hablado mi madre y Mael porque llevo una semana sin verlo y todos los días desde entonces me ha mandado rosas o todo tipo de flores. Hasta curiosidad me da saber cómo se llama cada una. Todas han venido con una nota, parece algo muy romántico, lo cual debo admitir que me gusta, pero no viniendo de él. Estamos en sábado y mi madre me ha pedido vestirme elegante porque saldremos, no me quiso decir a donde por lo cual opte por un vestido negro, los hombros quedan descubiertos y la parte de arriba pegada lo contrario a lo de abajo, suelto y me queda arriba de la rodilla. Tomo las notas que me ha dejado y parece que es un rompecabezas ¿Un poema? ¿Una carta? ¿Una declaración? Borro estos pensamientos de mi cabeza y decido mejor salir de mi habitación ya.

Llevo un moño muy elegante elaborado en un salón de belleza. Bajo las escaleras mientras me aseguro de llevar todo en mi bolsa negra de mano y me miro el tobillo, el cual me dejó de doler hasta hace unos dos días. No me quiero imaginar cómo se sentirán las personas que de verdad se doblan el tobillo o se dañan alguna otra parte de su cuerpo. Voy toda de negro, hasta mis zapatos y a no ser por mi maquillaje, cualquiera diría que voy a un velorio. Al llegar a la entrada de la casa veo a mi madre con un vestido rosa muy elegante y a mi padre de traje lo que me hace sorprenderme porque no suelo verlos así.

―¿A dónde vamos? ―Les digo mientras los miro de pie a cabeza, mi madre toma su cartera de una mesita que hay cerca de una de las paredes y mi padre solo la mira― ¿Por qué vamos tan elegantes?

―Súbete al carro, te explicaremos cuando vayamos de camino ―Menciona mi padre.

―Está bien ¿No olvidan nada? ―Mi madre se queda en seco pensando.

―Si, olvido el regalo ―Sale corriendo como puede con sus tacones y se mete en la cocina, luego sale con una caja algo pequeña, me pregunto qué será. Al menos ya se que vamos a un cumpleaños o eso creo, puede ser una boda― Ahora si, ya estamos listos, vamos a llegar tarde, caminen.

Nos obliga a los dos a salir de casa mientras nos reímos de su actitud. Nos subimos al carro y es ahí en donde empiezo a atacar en preguntas mientras marchamos sobre la carretera. Son las siete de la noche. Mis padres nunca salen a esta hora.

Tiene que ser muy importante para que lo hagan.

―Ahora sí ¿A qué se debe que ustedes salgan a esta hora? ―Les digo para no presionar con las mismas preguntas.

―Vamos a un cumpleaños ―Dice Roberto.

―El cumpleaños de... ―Se detiene la señora Ruth. La miro desde el asiento de atrás, revisa su cartera y me pasa una tarjeta.

Enciendo la lámpara de mi teléfono. Es una tarjeta muy elegante de una sola hoja en donde dice que el cumpleañero es ¿Mael Stoll? Abro los ojos y me sonrojo. Me arregle tanto para nada. Recuesto mi cabeza en el asiento, tengo ganas de gritar del enfado y ni siquiera sé por qué estoy enojada. Tener que verlo otra vez, al menos podré enfrentarlo y decirle que deje de enviarme flores. Le devuelvo la invitación a mi madre y no digo palabra, solo miro la carretera, los autos y los edificios. Tengo que prepararme mentalmente para lo que voy a enfrentarme ahorita. Hoy si cargo mis auriculares por lo cual los saco y me los pongo, no se si el viaje será corto o largo pero necesito distraerme. Pongo el reproductor de música a sonar y mi tranquilidad vuelve.

Esta misma desaparece cuando llegamos a una casa grande, de dos plantas pero muy amplia. Siento que la ansiedad recorre cada parte de mi cuerpo. Una de mis primeras impresiones es que parece que fuera casa de una reina o que viven con una gran familia por el montón de puertas que hay. El lugar es muy elegante tiene cuadros colgados en las paredes las cuales están pintadas de blanco o color crema. Me sorprende que Mael hubiera vivido, quizás algún día aquí. Me imagino a un niño dulce y amoroso, no entiendo porque crecemos tan rápido. Suspiro y mis padres lo notan así que me miran asustados. Yo decido ignorarlos.

―Pasen por aquí ―Nos dice una empleada de la casa mientras camina y nos lleva al jardín en donde está todo adornado delicadamente, un poco romántico. Es algo que no debería sorprenderme.

En las paredes hay faroles blancos y forman un techo con luces navideñas haciendo un pico en lo alto lo que ilumina el lugar. Hay mesas altas con velas encendidas, parece que le van a pedir matrimonio a alguien y no un cumpleaños. Además hay varias mesas para los invitados. Empiezo a examinar todo el lugar y las personas que están aquí, los cuales me miran. Mis padres ya no están conmigo, están hablando con los padres de Mael. No pierden el tiempo.

Me preocupa que me puedan dejar en vergüenza ¿Quiénes estarán en esta fiesta? ¿Amigos cercanos? ¿Familia? ¿Personal de la empresa? Siento pena por estar en esta situación. Sigo observando y decido caminar hacia mis padres para no parecer una loca solitaria pero antes de llegar dos chicos me detienen. Uno es muy parecido a Mael en rostro pero en estatura es un poco más bajo (no mucho) y el otro usa lentes, se ponen frente a mi mientras me sonríen.

―Mucho gusto, soy el hermano de Mael ―Dice el chico gemelo― Me llamo Antonio ―Me da la mano, la recibo cortésmente. Observo al segundo chico.

―Yo soy el mejor amigo ―Me ofrece la mano y sigo el mismo procedimiento que con el anterior, luego le suelto la mano― Yo soy Luis.

―Mucho gusto ―Logro pronunciar al final, creo que notan la confusión en mi rostro porque rápidamente Luis empieza a explicarme la situación.

―Mael nos ha pedido que cuando hubieras llegado te llevaramos con él ―¿Ah? ¿Está loco?

―¿Por qué? ―Digo mientras los observo a los dos.

―No lo sabemos ―Responde Antonio― Mira, mi hermano puede ser confuso por ratos ―Eso es, esa es la palabra que he estado buscando para definir a Mael, es confuso―, pero siempre tiene un buen argumento para serlo.

―Y... ¿A dónde está? ―Digo al fin.

―No se encuentra muy lejos. El mar está cerca de aquí.

―Oh ¿Él está ahí? ―Los dos afirman moviendo la cabeza― ¿Y cómo debo confiar en ustedes?

―Parece que te conoce bien ―Dice el gemelo― Síguenos.

Los dos pasan a un lado de mi y yo los sigo, entramos a la casa. Me llevan a la cocina en donde hay un ramo de rosas rojas con otra tarjeta. Me las entregan e inmediatamente leo lo que dice ese papel. Pongo los ojos en blanco y respiro profundo, luego suelto el aire y hasta los empleados que están ahí dentro me miran asustados. Es bueno que acabe con esto de una sola vez.

―Llévenme con él ―Cargo las rosas, salimos de la casa, entro al auto y en unos tres minutos estamos frente al mar. Me bajo y tomo las rosas.

―Puedes dejarlas ―Me dice Luis, ambos se bajan también.

―No, las ocuparé ―Comparten una mirada y luego se hacen a un lado.

Me llevan a donde está él, dejándome en unas gradas que dividen el cemento de la arena. Ni siquiera pregunto a donde, porque es el único tipo de traje parado entre la arena y el mar. Cuando llego a la arena me quito los tacones porque se hunden y no me dejan caminar, los tomo con la mano libre y avanzo. A medida que me voy acercando a él voy viendo sus facciones y como está fascinado mirando el mar. Me detengo muchos pasos antes de llegar a él para contemplarlo, tiene mucho por decir pero debo admitir que tengo miedo. Sigo el paso y cuando estoy a la par, Mael se gira y me mira. Ahora estamos frente a frente, mientras los nervios me están ganando y hacen que olvide todo lo que le iba a decir. Mael lo nota pero no me hace sentir incómoda. Sonríe y parece una sonrisa de verdad, sincera y honesta.

―Estas muy bella ―Menciona y me pone un mechón de cabello que estaba en el rostro detrás de la oreja― Luego se agacha y toma mis tacones y los carga él. ¿QUÉ QUERRÁ? ME VA MATAR DE LOS NERVIOS― ¿Estás en estado de shock? ―Pregunta mientras pasa su mano frente a mí para que reaccione, estoy perdida por ti. Lamentablemente perdida― Oye, reacciona.

La brisa mueve mi vestido un poco.

―Hola ―Digo en voz baja. Me doy cuenta de lo estúpida que me estoy viendo y giro hacia el mar para reaccionar por fin― Dime... ―Las palabras tiemblan en mis labios― ¿Por qué haz querido que viniera? ―Él sigue estando como antes, no se mueve, solo sonríe.

―¿Por qué no tendría que citar a mi futura esposa?

―¿Qué? ―Digo y lo miro otra vez quedando de frente― ¿Qué te pasa? ¿Estás bien? No digas eso, tú dijiste que no querías nada sentimental.

―Si se lo que dije y te estoy molestando, pero por hoy quiero que finjas que así será.

―¿Por qué? ―Mi tono de voz ha aumentado y mi enojo ha revivido.

―Mira, antes que digas cualquier cosa quiero que me escuches ―Respira profundo y luego sigue― Mi ex novia ha regresado al país, estaba en Estados Unidos y mis padres han decidido que si no ven señales amorosas de ti hacia mi, me van a casar con ella y yo no quiero.

―Ahora si quieres que sea yo, cuando la otra madrugada me trataste mal, además ¿Por qué no te quieres casar con ella? ―Digo orgullosa.

―Esas son cosas que a ti no te incumben y lamento lo del otro día —Admite sus errores solo cuando le conviene.

―Ocupaste la misma frase cuando te dije lo de la vicepresidencia de tu empresa ―Él me mira ahora enfadado y creo que trata de calmar sus emociones. Si quiere jugar, con gusto me uno al plan― Bien, si no me dices no haré nada de eso, al final a mi no me interesa casarme, ni el matrimonio, ni nada de lo que tenga que ser amoroso. Al igual que a ti.

―Esta bien ―Se rinde ¡Si!― Ella y yo fuimos novios por tres años pero luego de que su madre falleció yo no podía cubrir su dolor, así que cambio y sin que termináramos me fue infiel dos veces ―Así que por eso es la actitud de él― Cuando le pedí explicaciones mostrándole las fotos que me mandaron con ambos, ella solo dijo que era cierto, que al día siguiente se iría del país para vivir con su padre y terminar sus estudios en otro lugar ¿Estás a gusto? ―Me dice poniendo los ojos en blanco.

El señor trajes está enojado.

―No ―Él me mira sorprendido, parece que es algo que en realidad le duele― ¿A qué edad te paso esto?

―Que sea la primera y última pregunta.

―Uhh ya veo que no te gusta que te pregunten cosas.

―Cállate ―Menciona enfadado y yo tengo ganas de decirle de todo por intentar callarme― Tenía 20 años.

―Primero no me calles que no soy tu amiga y segundo lamento mucho que todo esto te haya pasado ―Él mueve su cuerpo y mira el mar― Haré lo que me pidas solo por esta noche ―Le digo para calmarlo, se le nota tenso.

―Bien, gracias ―Observo las rosas y tomo la nota escrita a mano y la guardo en mi bolsa del vestido.

―Dime ―Solo pronuncio eso y él me mira sin mover su cuerpo― ¿Por qué me has mandado flores todos los días? ―Pronuncio de buena forma, lo que me sorprende porque esperaba enojarme y regañarlo.

―¿Por qué? No te gustan ―Contesta en tono serio. Todo se lo toma mal.

―No es eso, es que me parece extraño ―Mael mira el mar nuevamente, parece que es una conversación entre nosotros tres― Dijiste que no querías nada serio y haces esto, me confundes.

―No tengo a quien mandarle flores. Además, siempre pienso que la naturaleza trae paz y felicidad a las personas por lo cual cuando las vi, decidí hacerte ese detalle ―¿Solo por paz y felicidad? Es la primera vez desde que salí de casa que sonrío. Él me mira nuevamente y levanta una ceja― ¿De que te ríes?

―No es nada Mael.

―¿Cómo que nada si te estoy viendo reír? ―Lo observo y la aumento ahora riéndome a carcajadas pequeñas― Así que te doy risa ¿Soy payaso o que? ―Sigo con las carcajadas, no lo puedo evitar.

Él pone los tacones en la arena y me empieza hacer cosquillas en el estómago. De un momento a otro los dos parecemos locos, enamorados y felices. Él ríe y no sabe que eso me da paz, de una manera que no puede ser explicada pero así es; hasta que mis pies tocan el agua del mar y salto por lo helada que está, haciéndome a un lado mientras se me caen las rosas y estas entran al agua, muy a la orilla. Mael sigue haciéndome cosquillas hasta que le grito.

―¡Las rosas! Se van ―Él me mira asustado y luego ve mis pies descalzos mientras estamos muy juntos, casi abrazados podría decir. Se separa de mí y se empieza a quitar los zapatos y luego los calcetines― ¿Qué haces? ―Le pregunto.

―Voy por tus rosas ―Me dice. Las mejillas me empiezan a arder. Se dobla el pantalón hasta arriba de las rodillas y empieza a caminar. Al tocar el agua se da cuenta de lo helada que está porque da un salto.

―Deja eso ahí, después me compras otras ―Le grito.

―No ―Me responde. Decido dejarlo.

Sigue caminando y como no están muy lejos las toma rápidamente. Agradezco el haberme guardado la tarjeta en el bolsillo. Cuando regresa tiene mojados los pies hasta arriba de los tobillos y al igual que a mi, se nos han llenado de arena. Sonríe y me las entrega.

―Muy caballeroso de su parte Señor Stoll ―Digo en tono elegante. Ahora los dos estamos felices.

―Es un gusto mi bella doncella ―MI BELLA DONCELLA. Las mejillas me arden y el cuerpo entero también, parezco una adolescente. Él se da cuenta de lo que ha dicho pero no lo retira.

―Aaa.. Deberíamos... Irnos ―Digo nerviosa― No te has mojado mucho ¿Verdad? ―Menciono mientras se pone frente a mi. Seguro debe saber como me pone y por eso me tienta más.

Sin dudarlo tanto me toma el rostro con las manos y me besa. Mis ojos se abren ante ese acto y luego los cierro. Profundizamos el beso mientras mi corazón trabaja al mil. Empiezo a disfrutar, me dejo llevar. El beso pasa de ser cariñoso a ser con deseo. Mi cuerpo me pide más y me pregunto si será correcto hacer esto, me da igual y me concentro en lo que está pasando. Mael pone su mano en mi espalda y yo pongo mi mano libre sobre sus hombros alrededor de su cuello queriéndole decir que haga lo que quiera conmigo, pero que tenga cuidado. Quiero respirar un poco así que separo mis labios de los de él y nos miramos a los ojos. Estamos perdidos en la locura, que lamentable es esto. Todo nuestro momento se rompe cuando le empieza a sonar el teléfono, se lo saca del pantalón sin perder el contacto visual y sin soltar su mano de mi espalda, la cual mueve a mi cintura.

―Si ―Contesta― Ya vamos para allá ―Creo que nos buscan― Ella está conmigo, ya llegaremos, diles que tengan paciencia ―Dice y parece tan perdido en mi, estoy volviendo a la realidad. Se que esto no es bueno.

Cuelga y me da un piquito en los labios. Luego me suelta y va por mis zapatos. Los carga con una manos y con la otra sin pedirme permiso me toma de la mano, entrelazando nuestros dedos. Nota que me avergüenzo pero aun así no me explica nada, no se si hace esto por lo de su ex o porque de verdad está sintiendo algo por mi.

No me parece justo que actúe así. Igual si sería por su ex, debería hacerlo cuando estemos en su casa, no aquí. Así que mi segundo argumento creo que es válido, solo que no sabe cómo explicar sus sentimientos o eso quiero pensar. Al llegar a la parte sin arena me pongo los tacones y él sus calcetines y luego los zapatos. Nos subimos a otro auto diferente del que me trajeron. Supongo que es de él.

Mael conduce, vamos sin pronunciar palabra. Tengo mucho por pensar de ahora en adelante. Me llevo otra sorpresa cuando él me toma de la mano mientras sigue conduciendo, yo lo dejo pero en ese momento no puedo despegarme de su rostro esperando alguna reacción. Decido romper el hielo.

―¿Qué pasa? ―Pronuncio segura pero por dentro estoy nerviosa.

―Nada ¿Por qué?

―Es que... ―Miro nuestras manos y mejor me quedo callada para que él continúe la conversación minutos después.

―Por cierto gracias.

―¿Por qué? ―Digo sin dejar de mirarlo.

―Por lo que harás por mí hoy ―Vuelvo a tierra y giro mi rostro hacia la ventana.

―Aaa... de nada, con esto pago la deuda que tenía.

―Es cierto ―Menciona y el silencio se vuelve a apoderar de la situación. Siento tensión en mis hombros y agradezco haber llegado a esa casa minutos después― Vamos a mi cuarto, debemos quitarnos la arena ―Dice mientras salimos del auto y camina hacia mi.

―Está bien ―Es lo único que logró contestar. Me vuelve a tomar de la mano y aunque sé que debería acostumbrarme esta noche a eso, no logro hacerlo.

Entramos a la casa y vemos varias personas las cuales seguramente Mael conoce pero decide ignorarlos mientras nos miran. Subimos las gradas que nos llevan a la segunda planta. Veo un pasillo amplio que nos lleva a muchas habitaciones, entramos al tercer cuarto. Al cerrar la puerta me doy cuenta que estamos solos otra vez. Me suelta la mano y se mete a una puerta, luego sale de ahí, me mira y me ordena que entre.

―Para que te laves los pies ―Me dice. Yo le hago caso, entro y lo primero que me sorprende es ver lo amplio que es. Tiene una silla dentro y me pide que me siente ¿Qué piensa hacer?

La silla está frente a la ducha, me siento y él toma la regadera y me empieza a lavar los pies. Me sorprende que haga algo así, me siento avergonzada así que intentó tomarla para hacerlo yo pero no me lo permite, me mira con unos ojos dominantes que debo admitir me dejan inmóvil. Tiene un talle serio y a la vez lindo que me gusta. Estas bello chico de traje, me digo a mi misma. Luego extiende una toalla pequeña en el suelo en la que pone mis pies delicadamente y toma mis tacones para limpiarlos en el lava manos. El silencio es increíble y todo lo que hace también. Luego regresa con otra toalla y me empieza a secar los pies.

―Déjame hacerlo ―Le pido, a la vez que tomo la toalla, se la quitó de las manos. No protesta y me deja, pero al momento de ponerme los zapatos no. Parece que se ha quedado mudo porque no dice nada― Gracias ―Le digo mientras me levanto y sonrío.

―No te preocupes ―Nos quedamos en silencio unos minutos mientras nos miramos a los ojos― Si quieres baja, yo llegaré luego.

―¿No... ―Me tiembla la voz y no entiendo porque tengo la necesidad de quedarme― necesitas ayuda?

―Tranquila ―Me acaricia el brazo con su mano― Llegaré luego ―Menciona.

Me giro, tomo mis cosas de la cama y las rosas, luego salgo de la habitación y siento una liberación de aire increíble. Sospecho que todo mi cuerpo deja de funcionar cuando estoy con él. Bajo las gradas y entro en el jardín para buscar a mis padres, lastimosamente la persona que veo pronto es a la señora Stoll y ella a mí.

―Hola querida ―Me dice y se acerca a darme un beso en la mejilla― Has llegado a tiempo ¿Y esas rosas? ―Me mira sorprendida.

―Su hijo me las ha dado ―Me cuesta explicar la situación, mi mente sigue en esa habitación y en el mar― Son muy bellas ¿verdad? ―Ella afirma moviendo el rostro.

―Si quieres puedo pedir que las pongan en un florero y cuando te vayas te las puedes llevar.

―Me parece bien.

―Entonces las llevaré ―Me las pide con las manos y yo se las doy, espero no note que están mojadas, aunque en el camino desapareció un poco el agua que habían almacenado. Se da la vuelta y desaparece entre las personas.

Supongo que por algún lado del jardín debe estar mi madre. La encuentro al fondo del lugar. Solo quiero que esta noche acabe, por favor. Camino hacia esa mesa. Noto que mis padres están hablando y sonriendo, se me hace muy tierno. Están felices, será mejor no molestarlos con mis tonterías. A medida que me voy acercando veo que parte de la familia Stoll está ahí y los reconozco por el gemelo y el mejor amigo de Mael. No quiero enfrentarlos, no ahora, pero si deseo sentarme y dejar de ser el centro de atención con las miradas de las personas sobre mí. Hago lo planificado y una vez en el lugar todos me miran esperando algo. Además de los ya mencionados anteriormente, hay dos adultos mayores observándome, hombres para ser exactos.

―Buenas noches ―Digo y sonrío, mientras los miro.

―Buenas noches ―Menciona uno de los señores.

―¿Usted es la novia de Mael? ―Me pregunta el otro señor.

―Aaa... ―Me recuerdo del favor que me pidió, respiro profundo y contesto― Así es, mucho gusto, me llamo Kariam Beckett ―Les ofrezco una mano, a pesar de que estamos un poco lejos. Los dos señores se miran y luego sonríen, se levantan y se pelean por darme la mano primero, a mi me causa gracia.

―Yo se la daré primero.

―No viejo testarudo, yo lo haré.

―Señores cálmense por favor ―Les digo y camino hacia donde están ambos, hasta estar frente a ellos y les doy la mano. Primero a un señor de cabello ya muy canoso y alto, luego a otro que parece que apenas le salen los cabellos canosos y lleva bigote.

―Mi nombre es Emanuel Stoll y soy el abuelo paterno ―Dice emocionado el señor de canas.

―Y yo soy ―Habla el otro hombre, mientras se señala a sí mismo― el abuelo materno, me llamó Mariano Bardott ―Me vuelve a tender la mano y se la doy con gusto, pero sé sin duda alguna, que mis mejillas arden.

―Mucho gusto ―Deseo que ese muchachito regrese lo más pronto posible a mi lado, maldita sea.

―El gusto es nuestro, siéntate aquí ―Dice Mariano mientras me ofrece su silla, quedando en medio de ellos.

Sin querer empiezo a escuchar las historias de cuando Mael era un niño. Siento que cada vez me acerco un poco más a la razón por la que él es así.

―Cuando él tenía ocho años me pidió que lo llevara a quitarse el cabello. Tres días atrás se lo habían quitado pero dijo que no le gustó, que lo quería estilo militar y era un niño, entonces ese día me lo lleve afuera al parque. Luego a que se lo cortaran con el permiso de sus padres y al verse en el espejo me lo agradeció muy feliz, parecía que algo cargaba en sus hombros. Después me dijo que se acababa de recordar que en el colegio le habían pedido llevar una rosa. No le quise preguntar el por qué, ya que cada vez que lo iba a traer me hablaba de la misma niña de cabello castaño claro ―Se detiene para tomar un poco de agua― Al día siguiente cuando regresó de la escuela fue a buscarme y tiró la rosa al suelo diciendo que yo había elegido mal. Me puse a reír pero él a llorar, mi reacciones cambiaron y le pregunté qué le pasaba, me dijo que la niña que le gustaba lo rechazó porque ya andaba con otro niño quien tenía el mismo corte de cabello. Fue su primer rechazo amoroso.

―Eso es increíble, nuestro muchacho ha crecido ―Dice Mariano― Porque ahora hasta a su novia tenemos aquí ―Los dos se ponen a reír y yo disimulo. Nerviosa sonrío también.

―¿Qué hacen? ―Los dos abuelos miran detrás de mí, reconozco esa voz, es Mael. Se levantan y yo pongo los ojos en los presentes en esa mesa, el gemelo solo me observa quizás espera una reacción por mi parte. Quito la mirada y decido regresar a mi lugar.

Me levanto pero Mael me detiene, me toma de la mano y me hala hacia él. Los abuelos se sorprenden ante ese acto y sonríen. Yo me quedo a su lado, pero nos obligan a separarnos cuando los hombres lo abrazan para felicitarlo por su cumpleaños. No me recordaba de ese dato y parece que lo he estado ignorando en todo lo que lleva de la noche.

―Te dejaremos con tu amada, es muy linda por cierto.

―Es cierto, cuídala mucho hijo ―Dice Emanuel, me vuelvo a sonrojar. Mael me mira sorprendido

―Lo haré abuelos, créanme que se el tipo de mujer y su valor que tiene en mi vida ―Suena tierno o será que es irónico. Es mejor no confiar en sus palabras. Ellos se sientan y nos dejan solos. Mael me obliga a alejarme de todos, haciéndome a una esquina del lugar.

―¿Qué te han dicho? ―Me dice y creo que es mejor no hablar de esa historia que me contaron.

―Pues nada importante ―Le aseguro y parece que se tranquiliza.

―Bien, espero puedas quedarte a mi lado toda la noche porque ya han puesto los ojos sobre ti y te quieren conocer mis amigos y familiares.

―Bueno ―Es lo único que logro responder.

Empezamos juntos a saludar a todos los invitados. Me acostumbro luego de unos minutos a ser presentada como su novia. Muchas veces me hacen sonrojar diciendo que soy muy hermosa y cada que eso pasa Mael se acerca más a mi y me observa por un buen momento. La noche transcurre normal hasta que llega la mujer de la que me había hablado Mael. Al inicio no comprendo que es ella hasta que noto como mira a este chico de camanances.

―Es un gusto volver a verte ―Dice y le ofrece la mano. Mael me toma de la cintura y me aprieta contra él.

―Igualmente ―Su semblante es serio y distante, una vez le da la mano rápidamente la retira, lo que me sorprende― Ella es mi novia ―Dirige su mirada hacia mi la chica y sonríe a medias.

―Mucho gusto, me llamo Katherine ―Con que ese es el nombre de la zorra entonces.

Música clásica suena al fondo. Muy aburrido, pero ella hace que esto se ponga interesante.

―Mucho gusto, me llamo Kariam ―A mi no me ofrece la mano, lo que me hace creer que está celosa.

―No creí que te volverías a enamorar Mael ―Dice observándolo.

―Pasan muchas cosas en la vida cuando una persona te es sincera y te entrega amor de verdad, todo lo demás no importa ―Su respuesta es irónica.

―Lo sé, espero poder hablar contigo a solas luego.

―No creo que puedas ―Le respondo sin querer―. Los invitados nos buscan juntos y tenemos muchas cosas que hacer esta noche ―Ella cruza los brazos y me analiza de cuerpo completo.

―Kariam tiene razón, además no tengo nada que hablar contigo y si en dicho caso me obligas, necesito que ella esté conmigo ―Me toma la mano y la levanta mientras la zorra no disimula el enfado en sus ojos.

Está hechando chispas.

―Qué tontería ―Dice y se va para dejarnos solos.

Ella es rubia, de mi misma estatura y lleva un vestido muy ajustado arriba de la rodilla de color rosa. Yo respiro profundo y cierro los ojos. Luego los abro y noto que Mael me observa mientras sonríe.

―¿Qué pasa?

―Nada, solo gracias ―Menciona fascinado.

―Solo quiero que esta noche acabe, tengo mucho estrés acumulado ―Me masajeo los hombros con las manos.

Se pone detrás de mí y me empieza a tocarme los hombros, haciendo círculos con sus dedos. Es tan relajante, pero lo siento tan cerca de mí. Muevo mi rostro y puedo ver el suyo a pesar de estar atrás. Se acerca más a mí y me toma el lóbulo de la oreja entre sus dientes y eso me hace soltar un pequeño gemido. Estoy entrando en placer, luego de darme cuenta de lo que acabo de hacer me pongo la mano en la boca y me separo de él. Observo a todos lados y agradezco estar lejos de los invitados. Mael sonríe y sus ojos muestran mucha perversidad.

―Eres muy hermosa ―Menciona en voz baja acercándose a mí otra vez.

―Deja de decir tonterías ―Me separo de él y salgo hacia donde están todos.

―Pero no he dicho nada malo ―Grita, yo me volteo y le señalo con mi mano que se calle.

Sigo caminando y luego de unos pasos lo noto a mi lado. Me mira, lo miro y los dos sonreímos, él se ve tan feliz, no como la vez que lo conocí, con su tono desafiante diciendo que no quiere casarse. Nos acercamos a la mesa en donde se encuentra parte de la familia, la señora y señor Stoll, los abuelos, hermano y mejor amigo de Mael están ahí, hablando junto con mis padres.

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¿Sospechan que Kath será un tropiezo en su relación?

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