Capitulo 3: El Inicio de un vikingo

Aviso: Lo que va a suceder en este episodio es invención mía en un 90% pero también hay partes que intentan asimilarse a la religión vikinga de los dioses nórdicos, de antemano le pido disculpas a aquellos que estén bien profundizados en esta hermosa mitología.

Actualidad

El corcho salió volando y de la botella emergió esa deliciosa espuma que otorga el vino una vez que se abre. Amadeus sirvió tres copas mientras los dos peliverdes aplaudían el momento. El hombre tomó asiento y apuntó su copa hacia Izuku.

—Gracias a ti, tengo fe en un futuro, Izuku. Un futuro donde la religión vikinga sea un pilar importante para las personas, o al menos una parte relevante. Que el padre de todo te acompañe y difunda contigo nuestro esfuerzo —dijo con solemnidad.

—Se lo agradezco, maestro. Me encargaré de que nuestra cultura no se pierda —el chico iba a agarrar su copa cuando un clic resonó en su cabeza—. No puedo tomar vino, maestro.

—Eso no fue lo que dijiste la otra vez —dijo Amadeus. Inko dejó de tomar para mirar efusivamente a su hijo, el maestro no pudo contenerse y rió—. Es hermoso ver estas reacciones. Solo será esta vez, señorita, dele la oportunidad de tomar tan exquisita bebida.

—Si me lo puede asegurar entonces... lo permitiré. Ya hablaré con él en casa —Al escucharla, Izuku se congeló, a excepción de su brazo que ya dirigía la copa hacia sus labios. Era como ver una estatua.

—Bueno, ahora que los tengo reunidos en mi hogar, madre e hijo, quisiera hablarles sobre la segunda parte de mi plan: llevar a Izuku a un viaje.

—¿Un viaje? —preguntó la Midoriya mayor—. ¿No es excesivo para una graduación?

—Lo sería en casos comunes.

—Pero no es un caso común —dijo el villano a media conversación—. Es el inicio de un guerrero.

Amadeus chasqueó los dedos y apuntó al hombre. Desde el inicio hasta ese momento habían cambiado muchas cosas, una de ellas es que Izuku finalmente sacó al villano de la botella, pero este ya nunca se separó del chico y es por esa razón que ahora, en un tamaño reducido, estaba sobre el hombro de su amigo.

—Me sorprende que lo hayas entendido a la primera, mi viscoso y calvo amigo —respondió Amadeus con una sonrisa amplia.

—Aquí el calvo eres tú, yo no lo soy.

—No lo eras antes de perder el control —insistió Izuku.

—Oye, solo necesito que tú sigas haciendo esa fórmula tuya. ¿Acaso no dijiste que podría ayudarme a tener control sobre mi quirk?

—Eso dije, pero no tengo los recursos para completar lo último de la fórmula. Espero que U.A tenga algún sector a cargo de ese tipo de cosas.

Tan pronto como Izuku dejó de hablar, su celular sonó, avisando de una alarma. El chico tomó la mochila a sus pies y sacó una jeringa ya preparada con un suero de color morado. El villano se posó sobre la mano libre del chico y Izuku inyectó al ser. Tenían que hacer eso durante un tiempo más debido al fallo del chico. La idea era que la primera inyección fuera la última para que el villano pudiera volver a una vida común, pero al poco tiempo empezaron a ocurrir efectos secundarios como el derretimiento de su amigo, algo que podría llevarlo a la muerte.

—Solo tienes que resistir un poco más —dijo Izuku.

—Espero no nos equivoquemos... hermano. Amadeus, perdón por interrumpirte.

—No veo el problema. Como les decía, tengo planeado un viaje con Izuku y, si lo desean, podrían ir ustedes de igual forma. El objetivo es graduarlo en tierra sagrada.

—¿Dónde está la tierra sagrada de la que hablas, señor Amadeus? —preguntó Inko.

—Eso es obvio —Amadeus finalmente acabó su copa y se recargó— Está en Estados Unidos.

Los tres se emocionaron tanto que ni siquiera pudieron dormir esa noche. Con Izuku graduado tanto de la escuela como de su entrenamiento, para ninguno implicaba un gran problema el viajar. Por esa razón, aceptaron casi al instante. No se dieron cuenta de que tardaron menos en llegar a su destino, ni tampoco tomaron importancia a que ya había una carroza de un hermoso color negro esperándolos. La razón: tenían sueño.

—Maestro.

—Dime, Izuku —el hombre miraba la espalda del muchacho mientras leía un libro que recién había comprado en el aeropuerto, era un buen libro; "Hábitos atómicos".

—Agradezco que no nos haya cobrado nada por salvarme y también por el viaje gratis, pero según lo que yo sé, esto no se parece en nada a Estados Unidos.

—Lo sé —dijo Amadeus mientras pasaba la página.

—Entonces, ¿dónde estamos? —preguntó ahora Inko.

El hombre dejó su libro y se acercó a los dos peliverdes para abrazarlos —Bienvenidos a tierra sagrada... bienvenidos a Suecia.

Las coloridas casas y los extensos prados fueron lo primero que les dio la bienvenida. El aire olía diferente, los colores eran más hermosos, incluso las personas parecían más felices que en su Japón. Aquel nuevo entorno les encantaba enormemente y Amadeus aprovechó al máximo esto contándoles historias de Suecia.

—Esto es increíble, Amadeus. ¿Pero cómo hiciste para traernos? No tenemos pasaportes para estar aquí —dijo Inko.

—Es una buena pregunta y yo tengo una respuesta: tengo mucho dinero. Anda, no se preocupen por eso y mejor disfruten.

Amadeus los iba guiando con cada paso y en una de esas llegaron a un bar. El lugar tenía un aspecto nuevo, como si acabaran de abrirlo. Fuera del lugar, un hombre muy fornido sostenía una jarra de cerveza. Una vez el hombre alzó la cabeza, su expresión seria cambió a una de completo júbilo.

—Debo de estar alucinando, ¡el maldito Lodbrok vuelve a Suecia!

—Es un gusto verte también, Dimitri —Amadeus se acercó al hombre recibiendo un gran abrazo—. ¿Dónde están los demás?

—Berget está adentro rascándose las pelotas, Agda y Allis están en México y Adolf está en el templo. Ya sabes cómo se pone los sábados —Dimitri miró por el hombro de Amadeus, encontrándose con los dos Midoriyas y la extraña baba según él—. Esos son nuevos. ¿Cuándo me los vas a presentar? ¿O es que tengo que esperar otros dos años como con tu discípulo?

—De hecho, el muchacho es mi nuevo discípulo —el rostro de Dimitri cambió de color, para después dar un grito de felicidad. Instintivamente, tomó por la cabeza a Amadeus y lo empujó para abrirse paso.

—Ya era hora, finalmente hay buenas noticias por aquí. Soy Dimitri Ivanov. ¿Ustedes son?

—Me llamo Izuku —el muchacho respondió estrechando la mano del hombre—. Izuku Midoriya, y ella es mi madre, Inko Midoriya.

—Caray, es raro que Amadeus traiga a toda la familia. Bienvenidos a Suecia y tengo una pregunta: ¿Esa cosa está viva?

—¡Esa cosa tiene nombre! —respondió el villano (denme un nombre que no se me ocurre ninguno).

Dimitri estalló en carcajadas —Una disculpa, hombre. Me encantaría conocer tu nombre en ese caso.

Antes de que pudiera presentarse, un hombre salió rodando de la taberna. Aquel hombre, que claramente estaba ebrio, hizo una seña al lugar que se abarrotó de carcajadas al instante —Y soy el dueño, jódanse bebedores.

—La mercancía no se toma, Berget —dijo Dimitri—. Mira quién está con nosotros.

—Vaya, Amadeus la rata vuelve con nosotros. ¡Alabado sea Odín! —el hombre sacó una petaca y siguió tomando. Mientras saboreaba, señaló al grupo—. Me los vas a presentar ¿o tengo que investigar?

Los cuatro presentes reían nerviosamente mientras Amadeus se cubría con la mano. Dimitri fue el que se acercó a su amigo para explicarle, y fue como si el alcohol en su sistema desapareciera. Berget tomó a sus amigos por la camiseta y los jaló hacia él.

—Dime que no es una de sus bromas, par de pendejos —dijo Berget—. Pensé que ese cabrón sería el último.

—De aquí no se habla sobre ese idiota —exclamó Dimitri.

—Era el plan, pero te aseguro que ese muchacho me convenció. Izuku, acércate, no sean tímidos.

Tanto el muchacho como la madre se acercaron, y Berget al instante tomó la mano del chico, sacudiéndole de arriba para abajo como un desquiciado. El hombre iba a hacer lo mismo con Inko cuando Dimitri le dio un zape, provocando que el hombre solo le diera un buen apretón.

—Me es extraño esto, pero bienvenidos a nuestras tierras. Supongo que están aquí para la graduación del muchacho... y si es así —Berget tomó por los hombros a los dos y los juntó con Amadeus y Dimitri para luego retroceder un poco—, ¿Cuál es el plan?

—¿A qué se refiere con plan? —preguntó Izuku.

—Espera —Dimitri miró a Amadeus y este desvió la mirada—. ¿Cuánto le explicaste? Tanto la madre como el muchacho deben de saberlo.

—Lo sé, iba a hacerlo en cuanto estuviéramos todos reunidos, pero notando que faltan tres, tendremos que hacerlo ahora. Inko, tú no puedes venir con nosotros debido a que estaremos en tierra sagrada y que no practicas la religión todavía. Lamento que tenga que ser así —le explicó Amadeus.

—No se preocupe, lo entiendo —respondió Inko, quien le sonrió de una manera preciosa, y eso provocó un extraño nerviosismo en el hombre, pero se recompuso rápido—. ¿Entonces qué haré yo?

—No se preocupe, señora Inko, yo seré su guía por estas tierras —dice Dimitri, quien le ofrece su brazo como si fueran a un baile—. Vera, ya he participado en muchas iniciaciones y también en centenares de sitios. Creo que puedo llevarla a divertirse sin ningún problema por todo el mundo, pero por esta ocasión nuestro lugar es Suecia.

—Entonces, Suecia será —dijo Inko, quien ya había empezado a caminar—. ¿Hay algún restaurante cerca? Tengo mucha hambre.

Mientras los dos se alejaban, los demás los veían desde el bar con cierta felicidad. Después de todo, para la madre del muchacho era un viaje sin más, y sería mejor que para ella fuera solo eso. Berget asintió con la cabeza y les dijo que lo siguieran. Mientras más caminaban, los edificios desaparecían poco a poco hasta que lo único que quedó fue el inmenso bosque. La luz del día traspasaba por los frondosos pinos con una suavidad alucinante, y tanto Izuku como los tres que lo acompañaban solo podían sentir una cosa: felicidad.

Antes de que Izuku siguiera apreciando la naturaleza, llegaron a un campo enorme. Aunque ahora estuviera casi vacío, el muchacho sabía perfectamente que en el pasado ese lugar estuvo repleto de grandes guerreros y expertos en aquella tradición que en poco tiempo había llegado a amar.

Ahora lo único que residía en ese lugar era una antigua catedral. Estaba hecha de un bello abedul que absorbía la luz del sol de una manera espectacular. Esto era combinado con las sombras de aquel atardecer, lo cual no hacía otra cosa que enaltecerlo. De sus ventanales sobresalía una luz amarillenta que les invitaba a entrar y así fue; Amadeus fue el primero en entrar, seguido por Izuku y después Berget.

Lo primero que les recibió fueron cuatro voluminosos y gigantes candelabros que en vez de llevar velas o electricidad estaban iluminados por el fuego proveniente de montones de troncos recién cortados. Al escuchar la puerta, varias personas giraron hacia los recién llegados, sobresaltándose y arrodillándose al instante. Tanto mujeres como hombres y niños también se llevaron el brazo derecho a su pecho y bajaron la cabeza.

—¡Salve, Lodbrok! ¡Salve el legado! ¡Salve Amadeus! ¡Dichosos somos de tenerles de vuelta, gran Lodbrok! —exclamaron.

—Guardad su respeto, hermanos míos —dijo Lodbrok. El hombre tomó la misma pose que ellos y se guardó silencio por un minuto. Los otros dos siguieron sus pasos arrodillándose de igual forma—. Jefe de tribu, atended mis necesidades y guiad a mi discípulo.

Los murmullos no se hicieron esperar entre los hombres, algunos alegrándose y otros sorprendidos ante semejante noticia. Todos miraron a Izuku, notando al instante que no era de tierras sagradas, lo cual solo hizo que todos terminaran por alegrarse. El jefe, un hombre corpulento que estaba sentado en una especie de trono y que portaba una túnica como si fuera el padre de una iglesia, alzó su mano, provocando nuevamente un silencio sepulcral.

—Gran Lodbrok, bienvenido a nuestras tierras. Nos alegramos de tenerte nuevamente y esperamos fielmente tus órdenes. Pues, aunque sea jefe de tribu, tú eres nuestro maestro y rey. Atenderé complacido tus necesidades y las de tu discípulo. ¿Has terminado la preparación del nuevo hombre? ¿Conoce la carga que llevará?

Amadeus posó sus manos por detrás de la espalda y con su mano derecha presentó un bulto de papel café. Con la izquierda sostiene su derecha. El jefe de tribu se acercó a Amadeus y retiró el papel de sus manos. Una hacha con hermosos adornos dorados fue la confirmación a su duda, y el hombre tomó el arma como si fuera un bebé, elevándola por encima suyo.

—Gran dios del trueno, sé nuestro guía por este día tuyo e invita a tu padre a una audiencia —el hombre giró y los demás le miraron a los ojos—. Hermanos míos, traed la hidromiel y el sarcófago. Yo, el jefe de tribu Adolf, seré quien le dé la bienvenida a nuestro hermano Izuku Midoriya, pues ya varios dioses le han aceptado y obsequiado otro nombre.

Los primeros de cada fila abandonaron sus puestos. Dos de ellos fueron a la derecha y otros once a la izquierda. Los que primero llegaron trajeron un cofre del que sacaron tres botellas de hidromiel, un cuenco y varias plantas exóticas que solo se verían dentro de esa catedral por mucho tiempo. Ahora, los otros once hombres daban gritos de goce además de cantar en un nórdico antiguo. Cada uno tomaba con las dos manos un trozo de cuerda, de los cuales colgaba el sarcófago. Mientras Amadeus agradecía a su amigo, los otros dos hombres molían las plantas y llenaban el cuenco con el hidromiel.

—Hermanas de la diosa Freyja, grandes mujeres de nuestra religión, arreglen al discípulo del rey —Amadeus miró a Izuku y lo tomó por el hombro. El villano ahora se desplazó al hombro del hombre y los dos asintieron en dirección a Izuku. El chico sonrió y se dejó guiar por las mujeres, que gentilmente lo llevaron por donde los hombres sacaron la hidromiel.

En cuestión de unos minutos, Izuku fue llevado al frente de todos. Ahora solo llevaba una toalla sobre sus partes íntimas, mientras Adolf le esperaba con el cuenco en manos. El jefe de tribu lo acercó suavemente a sus labios, obligándolo a beber.

—Vegvisir e hidromiel te guiarán al palacio dorado donde nuestros dioses te esperarán —declaró el jefe—. Tu otro nombre se te ha otorgado, tu destino es el de un hombre fuerte e incorruptible. Te espera un viaje de cambios dignos de alguien fuerte. Serás Berserker, Berserker Izuku o Izuku el Berserker. Entra en el sarcófago y cierra los ojos.

Izuku aceptó, y lo último que escuchó en el plano terrenal fue la piedra cerniéndose sobre la piedra, cerrando el sarcófago.




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