Capitulo 2: Ermitaño del bosque
El canto de los pájaros resonaba por todo el lugar. Para Izuku, era sumamente relajante estar un sábado por la mañana en ese entorno. Al despertar, fue recibido casi de inmediato con la radiante sonrisa de su madre y un desayuno al estilo estadounidense. Cuando terminó de comer, el recuerdo de lo ocurrido ayer, especialmente de Amadeus, volvió a su mente.
—¿Por qué me trajiste a verlo? Me da miedo, y se supone que el villano soy yo —dijo el villano. Izuku aún lo traía en la botella, la cual llevaba colgando con un lazo de su pantalón.
—Empiezo a creer que no eres un villano. Ni siquiera pareces entender qué significa ser villano —Izuku seguía un sendero bien definido. Le resultaba extraño que aquel hombre hubiera hecho ese sendero tan grande cuando aún no había construido una casa. ¿Acaso quería que él no se perdiera? Aunque eso implicaba que se puso a hacer ese camino en plena noche—. Sabes, para mí, el hombre se parecía a un escritor ruso. Creo que se llamaba Dostoyevski.
—No sé de quién me hablas, pero puedo asegurarte que ese tipo tiene más pelo que yo. Estoy seguro de que el sol se reflejaba en su frente como en un vocho.
—¿Qué es un vocho? —preguntó Izuku—. Tienes una obsesión muy extraña con los calvos. Esta mañana no dejabas de gritar "calvo" cada vez que veías uno.
—Debes estar bromeando. ¿En serio no sabes qué es un vocho?
Después de caminar casi una hora y recibir una larga explicación sobre qué era un vocho, Izuku llegó a la supuesta construcción. A simple vista, la casa estaba casi completa, aunque para su gusto, estaba lista para que cualquiera viviera allí adentro. La casa tenía un aspecto nórdico, similar a las casas de una película sobre dragones que había visto a los once años. A su alrededor había escudos con muchos símbolos diferentes, además de tótems que se asemejaban a dichos dragones.
—Ya era hora de que llegaras. Bienvenidos a mi hogar —dijo Amadeus. El hombre estaba recargado en la entrada de la puerta con un vaso de cristal en la mano. Desde esa distancia, Izuku podía ver un leve sonrojo en la cara del hombre.
—¿Está ebrio? —preguntó el chico.
—No del todo, Izuku —el hombre se acercó al muchacho poco a poco y estiró el brazo—. Vodka, el hidromiel de los rusos y simplemente una belleza de licor. ¿Quieres un poco?
—No, pero muchas gracias por la oferta.
—Lástima. No pensaba delatarte con tu mamá —dijo antes de acabarse de un trago su bebida—. Estoy bastante feliz. No pensé que el plan fuese a salir tan bien... al menos no a la primera.
—¿Plan? Dijiste que iba a ayudar con tu casa —reclamó el muchacho.
—¿Crees que esa belleza necesita más construcción? —dijo Amadeus señalando su hogar. Izuku la miró con mayor detenimiento. La casa era de tres pisos y estaba hecha casi por completo de madera. Hubiera entendido que algo estaba mal con solo verla ¡incluso tenía luz! Izuku estaba asustado. No confiaba del todo en ese hombre, y ahora le acababa de poner una preocupación enorme en sus hombros.
El plan es sencillo —siguió Amadeus e instintivamente volteó solo para encontrarse que ya estaba solo—. ¡Eso fue rápido! ¿Adónde vas, muchacho?
De la nada, Amadeus escuchó las ramas crujir, acompañado de un grito claramente de Izuku. El hombre no pudo contenerse y soltó una carcajada —Eso fue incluso más rápido —el hombre caminó de donde venía el ruido—. Dejé esa trampa solo por humor, de hecho, puse varias en todo el bosque, pero no creía que fueras a caer en la más predecible de todas... ¿Me vas a dejar explicarte el plan?
Al girar alrededor de uno de los árboles, se encontró con Izuku boca arriba y visiblemente nervioso.
—Supongo que no me queda de otra —dijo Izuku.
—En absoluto, tu deuda te seguirá hasta que la cumplas —dijo Amadeus. De la nada, el hombre sacó una botella de vodka y volvió a llenar su vaso—. Puedes decir que no y te lo cuento ahora, o puedes decir que sí y te lo cuento en mi sofá.
Izuku suspiró y luego asintió. El hombre jaló la cuerda, y Izuku cayó al suelo. Después de eso, entraron juntos en la casa. Aunque por fuera parecía antigua y mística, por dentro era muy diferente. Al cruzar la puerta, el chico se encontró con una estantería enorme repleta de libros, tanto nuevos como viejos. La librería estaba flanqueada por dos pasillos: uno que llevaba a una escalera y otro que conducía a la cocina. El hogar estaba iluminado por una tenue luz amarilla.
—Veo que trajiste a tu... curioso amigo. Puedes dejarlo en la mesita, y tú puedes sentarte en uno de los sillones, excepto el café claro, ese es solo mío —dijo Amadeus, antes de desaparecer en la cocina. El chico siguió sus instrucciones, mientras el villano echaba un buen vistazo al lugar.
—Oye, ¿y las pantallas enormes? ¿Dónde están las preciosas joyas que los millonarios compran? —preguntó el villano a Izuku, quien solo se encogió de hombros—. Se supone que los ricos tienen cosas de enorme valor.
—Y las tengo —dijo Amadeus. Dejó dos tazas en la mesa y tomó asiento—. Pero lo que tú consideras valioso para mí son objetos mundanos. Mis tesoros son los libros, el conocimiento y mi ser. Esa es la diferencia entre tú y yo, ser extraño de baba. Pero eso es historia para otro momento. Verás, Izuku, la razón por la que estás aquí es que... me generas cierta curiosidad.
El hombre tomó una vasija y sacó cuatro cubitos de azúcar, dos para su café y dos para el peliverde, luego se los entregó al muchacho, quien los tomó mientras agradecía.
—Te habría dejado morir si no hubiera visto en ti la fuerza de tu carácter —dijo Amadeus. Izuku lo miró confundido, y el hombre se levantó para caminar por la sala, ahora con café en mano en vez de vodka—. Cuando tomaste la decisión de acabar con todo, no titubeaste. ¡Tú no te diste cuenta! Pero yo sí, y por eso pensé que sería un desperdicio dejar que acabaras de esa manera —el hombre volvió a sentarse y mostró la palma de su mano al chico—. ¿Qué fue lo que te llevó a esa decisión? Cuéntame.
La mirada del muchacho se nubló, pero aún así compartió lo sucedido, sin revelar detalles sobre la identidad del héroe. Amadeus parecía genuinamente interesado en su historia, lo que animó al chico a relatar sus emociones tras la experiencia, así como su pasado. Pasaron unos minutos en silencio después de que Izuku terminara de hablar.
—Estos... quirks parecen ser muy importantes para la gente. Nunca he comprendido su obsesión por ellos. Te diré algo: abandoné a un viejo amigo por esa razón. Quería los dones más poderosos cuando ya era bastante fuerte —el hombre bajó la cabeza y se dirigió hacia una de las ventanas—. ¿Ese héroe era tu modelo a seguir?
—Sí, en parte lo sigue siendo —respondió Izuku—. Usted habla como si estuviera ajeno a todo esto, como si su quirk no fuera relevante para usted. ¿Cómo lo hace?
—La verdad es que no tengo lo que llaman quirk.
Las palabras sorprendieron a Izuku, quien respondió incrédulo: —Pero la velocidad con la que se movió ese día... Incluso con entrenamiento, ningún quirkless podría alcanzarla. Yo he caminado desde esa distancia hasta mi hogar, y siempre he tardado dos horas en llegar de mi escuela a mi casa. Tú llegaste en menos de una hora. Debes de estar mintiendo.
—Es porque he entrenado, Izuku. No solo mi cuerpo, sino también mi fe —Amadeus mostró sus brazos, que hasta ahora habían estado cubiertos por su camisa de manga larga. En sus antebrazos, se destacaban dos prominentes tatuajes, cada uno con diferentes runas—. La fe en mis dioses me otorga su gracia, Izuku. Aquello que llaman quirk, para ellos eran sus habilidades. Habilidades que entrenaban hasta convertirse en los maestros de los maestros.
—Aunque pudieras tener razón, carezco de la fe y la fuerza que usted posee —dijo Izuku, su voz reflejaba la desesperanza que lo invadía, lo que impulsó a Amadeus a acercarse y levantarlo del sofá con compasión.
—Precisamente por eso estás aquí, muchacho —respondió Amadeus, adoptando una postura firme—. Has logrado convencerme. Tú eres lo que necesito. Te propongo un método para convertirte en un héroe, pero al mismo tiempo te ofrezco una senda espiritual.
La propuesta dejó a Izuku atónito. Aquel hombre depositaba fe en él cuando nadie más lo había hecho, estaba dispuesto a ayudarlo en su momento de mayor desesperación, cuando Izuku ya había abandonado toda esperanza de alcanzar su sueño —¿Por qué haría usted algo así?
—Porque soy uno de los últimos vikingos que quedan, muchacho —explicó Amadeus. Luego, con paso firme, se dirigió hacia la librería y extrajo de un libro antiguo lo que parecía una simple tela. Al sacudirla, esta comenzó a tomar la forma de una bandera—. Mi religión está al borde de la extinción, Izuku. Necesitamos nuevos discípulos, pero no me refiero a aquellos que simplemente quieran aprender a blandir nuestras armas y adoptar nuestra vestimenta, fingiendo ser dioses nórdicos. ¡No! Buscamos personas que abracen nuestras costumbres, nuestras canciones y nuestras leyendas. He recorrido kilómetros tras kilómetros, días, meses y años en búsqueda de ellos. En todo este tiempo, solo he encontrado a dos personas capaces, y tú eres la segunda.
>>Es por eso que te ofrezco algo a cambio: acepta mi religión y yo te conferiré el poder para proteger a los justos, para realizar el cambio que tanto anhelas y demostrar de una vez por todas que la voluntad y el carácter son más poderosos que un quirk sin entrenamiento. ¿Apoyarás mi propuesta, Izuku Midoriya?
Izuku experimentó nuevamente la sensación de estar verdaderamente vivo, una sensación que había sido arrebatada cuando aquel doctor le dio la devastadora noticia. Este sentimiento le proporcionó el impulso final que necesitaba. —Lo haré, Amadeus. Seguiré tus enseñanzas y también tu guía.
—Entonces, bienvenido al clan Lodbrok—, dijo Amadeus mientras desplegaba completamente la bandera, revelando un nuevo símbolo. —Para comenzar, te otorgo nuestra brújula, aquella que te guiará en tu camino. Te entrego a Vegvísir.
Con esto, el destino de Izuku Midoriya quedó sellado.
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