prólogo
Dicen que cuando un hombre sigue un sueño, es capaz de luchar, sacrificarse e incluso morir por él. No importa el precio, ni los medios, hará lo que sea necesario. Pero… ¿qué ocurre cuando algo, o más bien alguien, entra en su vida y brilla con más fuerza que su propio sueño? En ese momento, ¿qué decisión tomarías?
.
.
.
.
.
El día era cálido, con un aire vibrante y lleno de expectación.
Los miembros de la Banda del Halcón observaban una feroz competencia de lucha. En la arena, Basuso, el guerrero invicto, blandía su enorme hacha con una brutalidad imparable, derribando sin piedad a sus oponentes.
Los s
oldados lo miraban con una mezcla de admiración y temor.
Judeau: —No hay duda, es un guerrero increíble.
Comentó el rubio con entusiasmo.
Corkus: —Bah, yo podría derrotarlo sin problemas.
Dijo con tono despreocupado.
Ricket, el más joven del grupo, lo miró con curiosidad y preguntó:
Ricket: —Entonces, ¿por qué no entraste a la pelea?
Corkus se tensó por un instante y, sin saber qué responder, solo bufó:
Corkus: —Tch, simplemente no quería robarle el protagonismo.
Entre los miembros de la Banda del Halcón, una mujer de piel morena observaba con atención. Casca dirigió la mirada hacia su líder y preguntó con curiosidad:
Casca: —Griffith, ¿qué hacemos exactamente aquí?
Griffith, manteniendo su habitual calma, respondió con indiferencia:
Griffith: —Solo estamos viendo si encontramos algo interesante.
En la arena, Basuso, triunfante tras su última victoria, alzó la voz con arrogancia:
—¿Quién se atreve a enfrentarse a mí?
El silencio cayó sobre el lugar por un momento, hasta que una voz firme rompió la tensión:
Guts: —Yo pelearé.
La dueña de esas palabras era una joven de cabello negro. A pesar de su apariencia, su cuerpo musculoso dejaba en claro que era una guerrera formidable. En su espalda, una enorme espada descansaba, lista para el combate.
Los soldados que rodeaban la arena quedaron atónitos al ver a una mujer preparándose para luchar.
Algunos rieron por lo bajo, intercambiando comentarios en voz baja.
Soldado 1: —Ja, una mujer como guerrera… No sé si es un chiste o un acto de valentía.
Soldado 2: —¿Acaso no sabe que el campo de batalla es cosa de hombres?
Soldado 3: —Aunque, oye… no está nada mal. ¿Te imaginas cómo sería en la cama? Ese cuerpo suyo es una obra de arte.
Las murmuraciones continuaron, pero la joven no les prestó atención.
Basuso la observó con una sonrisa oculta tras su casco. Con tono burlón, dijo:
—Je, no sé si eres increíblemente valiente o simplemente una tonta… Pero dime, ¿qué te parece si en lugar de pelear te conviertes en mi mujer?
Sus ojos recorrieron su figura con descaro, sonriendo con confianza.
Desde las gradas, los miembros de la Banda del Halcón observaban con curiosidad a la guerrera que se preparaba para el combate.
Corkus: —Vaya, hay que admitir que tiene agallas… Aunque para mi gusto, es demasiado musculosa.
Judeau: —Mira eso, otra mujer soldado. Parece que ya no eres la única, Casca.
Casca observó a la desconocida con sorpresa. No esperaba encontrar a otra mujer que también empuñara un arma en el campo de batalla.
Por otro lado, Griffith mantuvo la mirada fija en la escena, con un brillo de interés en los ojos, como si su instinto le dijera que ese enfrentamiento merecía toda su atención.
Mientras tanto, en la arena, Guts fijó su mirada en Basuso y, con una sonrisa desafiante, dijo:
Guts: —¿Qué pasa? ¿Acaso temes que una mujer te derrote?
Las palabras encendieron la ira de Basuso, quien apretó los dientes y gruñó:
Basuso: —¡Grr… Maldita perra, ahora verás!
Basuso arremetió contra Guts, pero esta bloqueó el hacha con su imponente espada.
Ambos se enfrascaron en un feroz combate.
La mujer desviaba y esquivaba con destreza cada ataque.
Los soldados observaban asombrados.
Basuso arremetió con fiereza, blandiendo su enorme hacha con la intención de aplastar a su oponente. Pero la guerrera lo enfrentó sin titubeos, bloqueando el golpe con su imponente espada.
—¡Tienes agallas, muchacha! —gruñó Basuso, retrocediendo un instante antes de atacar de nuevo.
Ella no respondió. Sus ojos fríos y calculadores no se apartaron de su enemigo. Esperó con paciencia. Cuando el hacha descendió con brutalidad, la guerrera giró con agilidad, esquivando el golpe y posicionándose a su lado en un abrir y cerrar de ojos.
Aprovechando la apertura, alzó su espada y la dejó caer con una fuerza demoledora. El filo cortó sin resistencia, atravesando carne y hueso en un solo movimiento certero.
La cabeza de Basuso rodó por el suelo mientras su cuerpo se desplomaba pesadamente.
Los soldados quedaron petrificados, el eco del combate aún resonando en sus mentes. La batalla había terminado.
Los miembros de la Banda del Halcón observaron el campo de batalla en completo silencio. Frente a ellos, la desconocida bajó su espada ensangrentada mientras el cuerpo sin cabeza de Basuso se desplomaba pesadamente en el suelo. Nadie esperaba que la pelea terminara tan rápido.
Judeau fue el primero en reaccionar, soltando un silbido mientras giraba su daga entre los dedos.
—Bueno… eso fue algo. Pensé que ese grandulón aguantaría más, pero ella lo partió como si fuera nada.
Rickert tenía los ojos muy abiertos, todavía incrédulo.
—¡Increíble! ¡No sabía que una mujer pudiera manejar una espada tan grande así de bien!
Casca, con los brazos cruzados, frunció ligeramente el ceño.
—No fue solo fuerza… lo hizo con precisión. Sabe cuándo moverse y cuándo atacar. No es una novata.
Pippin permaneció en silencio, observando con su expresión inmutable. Tras unos segundos, asintió levemente, en señal de aprobación.
Griffith, quien había observado toda la pelea con calma, dio un par de pasos adelante. Sus ojos se fijaron en la guerrera, y una leve sonrisa apareció en su rostro.
—Interesante…
Judeau lo miró de reojo, notando ese brillo en su mirada.
—Déjame adivinar… ¿quieres reclutarla?
Griffith entrecerró los ojos y respondió con tranquilidad.
Guts observaba las monedas que había ganado. Varias personas la miraban con asombro; nadie esperaba que una mujer pudiera derrotar a Basuzo.
Entonces, un noble se acercó con una sonrisa socarrona.
—Vaya, vaya, señorita… Debo admitir que es usted realmente impresionante.
Ella le dirigió una mirada tranquila antes de responder:
—No fue gran cosa. No era tan fuerte como aparentaba. Si eso es todo, me retiro.
El noble dio un paso adelante, intentando detenerla.
—No debería irse tan rápido. ¿Sabe? Podría ofrecerle un puesto entre mis soldados. Incluso le pagaría bien.
Ella lo miró sin cambiar su expresión.
—No, gracias. No me gusta quedarme demasiado tiempo en un solo lugar. No soy de ese tipo.
El noble se acercó aún más y, con una sonrisa confiada, apoyó una mano en el hombro de la mujer.
—Vamos, en serio. Podría pagarle una gran suma de dinero.
Pero en ese instante, ella se quedó inmóvil. Un segundo después, con un brusco manotazo, apartó la mano del hombre y exclamó con firmeza:
—¡No me toque!
El noble, sorprendido por la reacción, perdió el equilibrio y cayó de espaldas, su expresión reflejando más desconcierto que miedo.
Guts, al darse cuenta de la escena, respiró hondo, recuperando la compostura.
—Ya le dije que no me interesa.
Sin decir más, se dio la vuelta y se marchó, dejando tras de sí las miradas atónitas y confusas de quienes habían presenciado el momento.
La guerrera siguió su camino sin prestar más atención a lo ocurrido. Mientras avanzaba, echó un vistazo a la bolsa de monedas que había conseguido y pensó:
—Supongo que tendré que buscar un lugar donde pasar la noche, quizá una posada o algo similar.
Para ella, solo era otro día más: sobrevivir, blandir su espada, gastar el dinero en lo necesario y hacer que le durara lo suficiente. Sin embargo, sin que lo sospechara, su rutina estaba a punto de cambiar de manera drástica.
Fin espero les haya gustado no olviden comentar y votar bayyy.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top