*O C H O*
Un pote de helado.
Películas de romance.
Pañitos pa' los mocos.
Ojos hinchados.
Corazón roto.
Horas sin dormir.
Un completo despecho.
Una zombie sacada de la película Resident Evil.
Estoy en mis peores días, me parezco a chimoltrufia o incluso a escarlata pero sin su perolito.
Subo mis piernas al mueble y llevo la cucharilla con helado de vainilla a mi boca mientras paso un pañuelo por mi nariz.
Mis ojos están rojos, parezco un tomate.
Mi nariz cada vez está más aguada, siento que tengo un chorro de agua que no se puede cerrar.
Ana y Angie están sentadas a cada lado mientras seguimos viendo entretenidas la película de romance que solo me hace llorar más.
Mis padres salieron a hacer mercado o al menos intentar.
Y las tres nos quedamos a pasar el día despechadas, bueno yo soy la única con despecho, ellas solo me acompañan en mi dolor.
Las amo por eso.
Han pasado dos días desde la cena y me siento como si me hubiesen metido un puñal al corazón y lo hubiesen estrujado hasta hacerlo añicos. No he sabido nada de Gabo en estos dos días y no porque no haya intentando buscarme, sino porque lo he ignorado aunque se me ha hecho muy difícil.
Ha venido varias veces a casa y siempre le digo a mis hermanas que le digan que no estoy o que no quiero verlo o que simplemente no me siento bien, me ha escrito por whatsapp pero no he leído sus mensajes, me ha llamado pero siempre coloco el teléfono en silencio y no le atiendo sus llamadas.
Me duele y lo extraño.
Pero no quiero ser débil, no quiero que hablar con él me haga sentir peor.
No quiero tener que pasar por la misma situación que pasé el día de la cena, y se que lo haré mientras esa chica siga estando hospedada en su casa, mientras la bagre esa sea su compañera y tenga que verla cada día a cada hora.
¡Ya no quiero sufrir!
¡Estoy cansada de no ser suficiente!
Las lágrimas volvieron a surgir y volví a tragar una gran porción de helado que me congeló el cerebro e hizo que olvidara mi llanto.
—¡Oh! ¡Oh! ¡Se me congeló el cerebro! —chillé intentando tomar aire.
Mis hermanas me observaron y se echaron a reír.
—Eres un desastre, An. —dice Angie sin dejar de sonreír.
—¡Gracias, Angie! Que linda.
Intento tragarme el helado que aparte de congelarme el cerebro me enfrió la garganta.
¡Quema!
—A veces eres tan patética, hermanita. —me dice Ana rodando los ojos.
—Al igual que tú, hermana —respondo sonriendo— Sigo tus pasos, no lo olvides. —le digo aunque efectivamente es mentira.
—Me enorgulleces entonces —dice siguiéndome el juego.
Rodé los ojos y me eché a reír, fui a llevar otra cucharada moderada a mi boca cuando escuché una música fuera del apartamento.
—Al parecer los vecinos decidieron hacer fiesta tan temprano. —hago un sonido de queja.
—Sip, al parecer. —responden las dos al mismo tiempo y eso me hace dudar.
Ellas no dicen nada al unísono.
Ni se miran de manera tan extraña.
Como si guardaran un gran secreto.
—¿Qué les pasa?
Justo cuando Ana iba a responder comenzó la letra de una canción.
Vi dulzura en tu sonrisa.
Y en tu mirada, ternura y lluvia de amor.
Prisionera aquí te tienen y sin salidas
Entre paredes sin sol.
Miré a mis hermanas y ambas estaban con una sonrisa en el rostro.
—Diganme que no es lo que creo que es.
—Deberías ir a ver por ti misma. —dijo Ana.
Mis nervios se acrecentaron, mis piernitas de pollo temblaron y mis manos empezaron a sudar.
¡Me voy a desmayar!
¡Me va a dar algo!
¡Ayudenme!
¡Apiadense de mi!
Princesa de cuentos de hadas, no quiero que seas.
Quisiera que fueras la reina de mi realidad.
Continuó la letra de la canción.
Sabia a ciencia cierta lo que pasaba pero tenía pavor de salir y enfrentarme a la realidad.
—¡Por Dios, An! Deja de pensar tanto y vive tu vida.
—No puedo, Ana. —admití— No después de lo que sucedió.
—Al menos deberías intentar darle una oportunidad para que se disculpe. Ambos lo merecen.
Me debatía mentalmente entre salir o no.
La música seguía sonando fuera de casa, pero ya estaba completamente segura de que no eran los vecinos.
Yo también tengo el alma destrozada.
Y el corazón dolido.
Por falta del cariño.
Que tú me puedes brindar.
Esas simples palabras en la canción me dieron la valentía que necesitaba.
Fui hasta la puerta y al abrirla mi corazón se saltó un latido y mis ojos se volvieron llorosos de nuevo.
Gabo estaba de pie frente a mi puerta, con una corneta entre sus manos, su rostro estaba igual o peor que el mío, se notaba que no la había pasado realmente bien.
Con solo verlo mi corazón volvió a enamorarse y recordé la primera vez que nos volvimos a ver hace un año, cuando él tocó la puerta y fui yo quién le abrió.
No quiero volver a llorar, quiero que seas mi estrella.
Para que ilumines siempre, nuestro camino al andar.
Comenzó a cantar el coro y eso solo hizo que me derritiera aún más de amor por él.
¡Estas grave, An!
¡No tienes remedio!
No me gusta la soledad, quiero que seas mi estrella.
Para que ilumines siempre, nuestro camino al andar.
—¡Perdoname! —susurró por encima de la música y eso solo hizo que volviera a llorar como una María Magdalena.
La llorona me dirán a partir de ahora.
Los ojos de Gabo brillaron al contener sus propias lágrimas.
La música siguió sonando. No podía dejar de mirarlo, por más que quisiera.
Todo él era hermoso. Y su expresión de dolor penetraba lo más profundo de mi ser y de mi corazón.
—¡Perdoname, An! —volvió a decir— Fui un imbécil, lo sé. Un idiota. Un pésimo novio. Fui la peor escoria que pudo llegar a tu vida. Pero... Esta escoria intenta ser algo mejor para ti.
Intenté dejar de llorar porque eso era lo único que hice en los últimos dos días pero su confesión no me dejaba.
»Se que la embarre bien feo, hice lo peor que un novio puede hacer. Me dejé llevar por mi mamá y por la confesión de Camila y no me percaté de que gracias a eso te estaba haciendo daño a ti. —sus lágrimas ya recorrían sus mejillas— Pasé los peores dos días de mi vida lejos de ti. Sabiendo y reprochándome por haber sido un completo estúpido.
—Gabo yo... —quise hablar pero él no me dejó.
—Por favor antes de que siquiera digas algo dejame contarte todo y ya luego tomarás tu decisión. —Gabo le puso pausa a la música para poder hablar con claridad— Ese día cuando Camila y yo estuvimos fregando los platos me comentó que sus padres estaban divorciándose y que por eso mamá se la había traído. Ella no quería tener que ver a sus padres mientras ocurría lo del proceso de separación.
Tomó aire antes de volver a continuar.
No dije nada porque quise escuchar atentamente cada cosa que decía.
»Ella me lo contó porque yo ya había pasado por algo similar con mis padres y ella necesitaba alguien que la apoyara y aconsejara y encontró eso en mi. Supongo que todo eso me hizo sentir cierta lástima por ella que quise ayudarla pero lo único que hice fue ignorarte y hacer todo lo que mi mamá me decía.
Podía comprender con cada cosa que me decía porque su comportamiento de hace dos días, pero aún así seguia desconfiando.
—¿Por qué decidiste obedecer sin ningún problema a tu madre? —fue imposible no hacer esa pregunta.
Gabo suspiró y se dispuso a seguir contándome:
—Quise por una vez en la vida ser aceptado por ella, complacerla y no tener que aguantar sus malos comentarios. —su expresión triste no se me pasó desapercibida— Como te diste cuenta mamá es alguien difícil, ella es una persona que siempre dice lo que piensa sin importar si eso lástima o no a otros, incluso si son sus hijos.
»Cuando ella y papá se divorciaron comenzó a criticar y quejarse de todo. Digamos que en eso tiempo yo entré en mi etapa de rebeldía así que fui su blanco de insultos. Siempre me decía lo inútil que era, lo patético que resultaba ser. Después de eso quise intentar encajar y ser lo que ella tanto me pedía: Un hijo perfecto. Y fue ahí cuando comencé mi relación con Camila, mi mamá y la de ella son amigas íntimas así que para ambas era perfecto que Camila y yo fuéramos novios.
Todo estaba empezando a encajar como las piezas de un puzzle.
—Quise hacer todo lo que ella exigía. —continuó— Para que se sintiera orgullosa de mi. Y básicamente eso fue lo que sucedió hace dos días. Después de meses sin verla quise que por una vez no llegara a decirme lo idiota que había sido por haber terminado con Camila o lo tonto que soy por desperdiciar mi vida. Simplemente quise ser suficiente, quise por primera vez ser aceptado por mi propia madre.
Mi pecho dolió muchísimo.
Yo estaba armando un drama de película. Insultándolo y enojándome cada vez más por él sin saber realmente el transfondo de todo.
Mi sapito había sufrido muchísimo y aún así yo fui una tonta por enojarme con él sin haberle permitido que se explicara.
¡Soy una tonta!
—Sapito. —susurré.— Eres suficiente, para mi, o para cualquier persona. Eres suficiente aunque tu madre te haga dudar. Eres más que suficiente. Eres perfecto. Perfecto para mí.
Sus labios se curvaron en una sonrisa hermosa.
—¿Eso quiere decir?
—Eso quiere decir que tengo hambre, quiero seguir comiendo mi helado y viendo mis películas de romance. —comenté sonriendo. Él me miró dudoso— Así que entra antes de que me arrepienta.
No terminé siquiera de decir la oración cuando Gabo ya estaba más adentro de mi casa que afuera.
¿Podría algún dia superar a este chico?
La respuesta sencilla es: Nunca.
Gabo no es de las personas que puedes dejar, mucho menos olvidar.
***
Anécdota: La idea de escribir un capítulo donde Gabo le dedicara una canción a An y una a su suegro surgió cuando iba en la ruta de camino al trabajo. En la camioneta estaban escuchando precisamente esas canciones y fue como un: Gabo tiene que dedicarle algo así a An.
Y la canción de este capítulo fue un día que iba caminando por la calle con mi hermana y escuché a los lejos el coro y fue también como un: Gabo tiene que dedicarle una canción para pedirle perdón.
A que mi bebé es un amor.
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