Un plan humilde
Chris la ladrona sabía que su misión no era fácil, incluso con una semana completa de preparación. Aunque estaba usando su influencia de manera liberal como la diosa Eris.
– Ya casi llegamos. – anunció Chris al grupo que la seguía, siete sacerdotes y sacerdotisas de varias edades y rangos. – Odio tener que repetirme, pero no podemos permitirnos fallar; no queremos mancillar el nombre de nuestra amada diosa...
– Lo entendemos, pero... – replicó el sacerdote mayor, un Elfo Alto de buena apariencia y aspecto joven. – Sólo danos unos minutos más para preparar nuestros corazones. Tenemos que... aceptar a una harpía, después de todo.
Tomándose un momento para observar la mansión que ahora estaba a la vista, Chris les asintió a sus seguidores. No importaba cuán desesperada estuviera para poner su plan en marcha, tenía que asegurarse que cada pequeño paso estuviera asegurado antes de proceder. Si incluso uno solo de los fanáticos que estaba guiando metía la pata, todo habría sido por nada.
Desde hacía algún tiempo, Eris había estado enviándoles sueños proféticos a personas clave dentro de la iglesia. El Arzobispo, todos los obispos y sumos sacerdotes locales; los devotos independientes más confiables que trabajaban para la iglesia, e incluso celebridades locales que tenían suficiente influencia.
La amada diosa había escogido a un héroe. De orígenes y semblante humildes, amigo de los oprimidos y puro de corazón. Sus hazañas probarían que era digno, su camino contradeciría todas las nociones de justicia, y su voz anunciaría el amanecer de una nueva era.
– Chris... ya has conocido a este hombre antes. – Una de las sacerdotisas llamó su atención mientras el resto murmuraba oraciones para tomar fuerza. – ¿Qué podemos esperar de él y... de la harpía?
Los sueños proféticos habían sido vívidos y bastante directos. El elegido llevaría la voz del mundo, haciendo su clase bastante obvia, enfatizando a los oprimidos, sin dejarse ningún detalle sobre la odiada harpía y la temida chica cocodrilo; incluso haciendo algún que otro guiño a sus logros, como haber podido redimir a un lich, y por supuesto, traer de vuelta a sus amados.
El hecho de que Izuku hubiera logrado acabar con la Fortaleza Móvil Destructor sólo cementaba la imagen todavía mejor.
– La harpía es sorprendentemente mansa, más todavía si consideramos que es una salvaje; y actúa como una tonta, pero es inequívocamente astuta. No inicien ninguna agresión, de ninguna clase. – El reporte de Chris les sacó caras sombrías a todos, incluso aunque no fuera la primera vez que les daba esta advertencia. – Sin embargo, Izuku no se parece a nada de lo que podrían esperar. Es amable en extremo con la gente que lo rodea, pero tomará represalias con ferocidad desenfrenada hacia cualquiera que intente hacerles daño. Eso incluye a la harpía... y ustedes ya vieron lo que le pasó al Destructor.
Chris les dio una última mirada a sus seguidores, el grupo que escogió personalmente para anunciar la nueva era de la fe de Eris.
Para ser honesta, los siete Obispos se habían quedado totalmente estupefactos ante el proceso de selección, ninguno de ellos podía creer cómo seis de ellos llevarían a cabo una misión tan importante, cómo seis de ellos eran no sólo simples novatos, sino que habían sido marcados para nunca avanzar de rango debido a sus ideales tan radicales. Tres hombres y tres mujeres, la mayoría de ellos humanos salvo por un Enano, habían sido condenados al ostracismo debido a su trato hacia los semihumanos; y ninguno de ellos se molestaba en ocultar su favoritismo hacia dichas razas inferiores, al punto de condenar a aquellos que abusaban de ellas.
Todos ellos declaraban que la amada Diosa Eris no se iba a deleitar por el sufrimiento de ninguna raza, que haberlas esclavizado era para sacarlos de su camino de herejía, y traerlas de vuelta a la luz de su fe. Incluso declararon que las harpías ya habían pasado por mucho el punto de pagar penitencia, ya que muchas generaciones habían perecido en ignorancia mientras pagaban por los pecados de sus ancestros. Sus demandas de cambio en el paradigma habían sido causas de amonestaciones, escándalos y censuras.
Y ahora... ellos eran la última esperanza de la iglesia.
Aun así, a Eris no le importaba mucho eso; tener que balancear sus deberes divinos y su vida en el mundo de los mortales la había dejado con muy poco tiempo para poner atención a todos los detalles. El maltrato a los semihumanos en general había sido culpa de su senpai, no de ella; aunque estaba resentida de que tales brutalidades fuesen asociadas a su dogma. Le habría gustado si las harpías se hubieran extinguido totalmente, pero si perdonarlas era lo que necesitaba para revivir a sus amados, ¡entonces estaba muy dispuesta a perdonar!
– ¿Crees que finalmente podamos ser amigos de las harpías? – lanzó alguien una pregunta en voz baja.
– Yo espero que al menos podamos tratarnos sin hostilidades... – Palabras que otrora fueron herejes hoy eran la fuente de la esperanza.
– Oh, Benévola Eris... dame fuerza para superar este obstáculo hoy... – Y entonces, la oración del actor principal del día volvió a poner nerviosa a Chris.
Los seis radicales eran la llave para reparar el puente entre Izuku y su fe, pero el Elfo Alto era la pieza central para traer de vuelta a sus amados. Apuesto, piadoso, y absolutamente compatible. Y anteriormente solía gozar de torturar a las harpías en el nombre de Eris...
– Aquí vamos. – El Elfo finalmente dejó de rezar, listo para traer gloria a su amada diosa. – Todos hemos sido bendecidos en esta nueva era, y debemos asegurarnos de aceptarla como nuestra amada Diosa Eris nos acepta... aunque sea difícil.
Chris ciertamente esperaba que el plan transcurriera sin problemas. También esperaba no tener que asesinar a este sacerdote para prevenir una tragedia; encontrar a otro Elfo compatible sería absurdamente difícil.
(–0–)
Un minuto después...
De pie frente a la puerta de la mansión, Chris se dio cuenta de la verdad tras aquel dicho de los humanos: Ningún plan sobrevive al primer encuentro.
– ¡¿ESO ES UN MALDITO BEHEMOT?!
El grito se sintió como una reacción menor para los ojos del grupo religioso. La forma asesina en que los miraba con unos ojos verdes esmeralda incandescentes no sólo era intimidante, los habría mandado a correr hacia las colinas si no hubieran sentido que su diosa los estaba protegiendo.
Incluso cuando la primera nieve comenzaba a cubrir con su manto el camino, incluso con el viento frío que comenzaba a hacer que la gente quisiera evitar estar afuera, la criatura estaba allí, de pie amenazadoramente como si estuviera retando a cualquiera a que se atreviera a poner un solo pie en el territorio donde su amo estaba descansando. Las astas por sí solas prometían mucho más que un mundo de dolor para quienquiera que fuese lo bastante tonto para desafiar su fuerza, o su inexistente paciencia.
Y entonces otra pareja llegó a la puerta.
– ¡M-Mi Lady! Entiendo que hemos cometido errores y... – La mujer con armadura intentaba disculparse con una joven señorita de aspecto joven y que parecía muy molesta.
– Te di instrucciones muy específicas. Te di órdenes directas que debías de seguir en cada uno de los escenarios que pasamos... – interrumpió la joven rubia, cuya espada envainada colgando de su cintura la hacía ver sorprendentemente intimidante. – Y fallaste en todo. Más te vale no avergonzarme hoy también.
La joven señorita en cuestión no era lo que parecía a simple vista. Había recibido una muy importante misión, y aunque ese infortunado accidente parecía ser un obstáculo al principio, terminó ayudándole con dicha misión, aunque fuese sólo de manera indirecta.
Acariciando ligeramente el anillo en su bolsillo, se preparó mentalmente para lo que sabía que tenía que hacerse. Su misión era encontrar a los héroes potenciales, almas tocadas por las Diosas y destinadas a luchar contra el Rey Demonio. Su propósito era juzgar a estas personas, y si eran dignos, ofrecerles el incentivo: un anillo de compromiso.
– ¡Discúlpame!
Una voz alegre llamó la atención de la joven señorita. Al mirar al frente, las dos notaron al grupo de sacerdotes y sacerdotisas.
– ¿Vienes a buscar a Izuku también? – preguntó Chris agitando su mano de manera amigable, pero manteniendo su distancia. – Nos preguntábamos si sabrías cómo pasar... a eso de ahí.
Siguiendo hacia donde apuntaba con el dedo índice, la noble señorita y su guardaespaldas finalmente notaron al primer obstáculo.
–M-Mi Lady... – Claire rápidamente echó un paso atrás. – Puede que necesitemos reconsiderar nuestra visita. ¿Tal vez sea mejor esperar a que el Sabio visite el gremio?
– No hay necesidad. – La joven señorita suspiró, mientras se aproximaba sin miedo hacia la puerta. – Haremos esto ahora, porque ya lo hemos demorado más allá de lo aceptable.
– ¡Por favor reconsidérelo! – Claire finalmente logró echarle mano a su señora, pasándose ya de simple rudeza; pero su semblante estaba totalmente aterrado. – Ese Behemot parece listo para arrollarnos. Esta puerta podría ser lo único que nos mantiene a salvo...
Hubo un largo suspiro de exasperación que salió de los labios de la joven señorita, y un par de palmas golpeando las caras del grupo de clérigos.
– No, Claire... – dijo la joven dama educadamente. – Ese es un Behemot. Si nos quisiera muertas, ya estaríamos muertas. Ni siquiera las puertas de adamantina del Palacio Real serían capaces de detenerlo, así que esta frágil puerta podría igual no estar aquí, para lo que le importa.
Chris se tuvo que tragar un suspiro y un insulto. Como la Diosa Eris, era bastante claro que estos mortales nunca habían visto un verdadero Behemot. Por supuesto, la última actividad de un Behemot había ocurrido hacía miles de años, cuando la bestia despertó de su letargo y decidió andar hacia el otro lado del continente para cambiar su lecho donde dormía.
Dicha caminata destruyó tres reinos y movió cinco fronteras. Casi nadie con vida recordaba que la montaña de acebos cerca del borde del Imperio era en realidad el Behemot durmiente, que había permitido que el polvo y el tiempo lo cubrieran durante su sueño. Y con suerte, nunca más volvería a despertar.
– Sobre mi pregunta... – Chris interrumpió a las dos, tratando de sonar tan tímida como fuera posible, aunque estaba lista para arrojar a la mujer caballero a los pies la bestia guardiana para poner a prueba si su naturaleza era hostil. – Me refería a si tienen una carta de invitación, o si le preguntaron al dueño de la mansión cómo llamar a alguien para que nos abra la puerta.
Chris ya sabía la respuesta. El dueño era ese lich ahora reencarnado que había causado tantos problemas, y la irritaba que hubiese retenido su asquerosa clase. Ella no era como su senpai, sin embargo, y no iba a exigir su cabeza por el solo crimen de ser un Nigromante. Primero trataría de convertirlo, y si eso fallaba, lo dejaría en paz mientras no estuviese levantando a los no-muertos.
– No. – respondió la mujer caballero.
– Mi guardaespaldas falló en siquiera enviar una petición para una audiencia. – añadió la joven señorita, haciendo que la mujer caballero retrocediera.
Por supuesto, Chris sabía cómo obtener dicha petición. Desafortunadamente, el maldito Nigromante no quería oír ni pío de ella o de los clérigos sin echarlos de su tienda... aunque admitiéndolo, tal vez eso se debía a que ciertos sacerdotes exigieron su cabeza cuando llegó por primera vez...
Más vergüenza para sus seguidores, y más penitencia para pagar. Pero sus amagos valían todo eso y mucho más.
– ¿Por qué falló? – preguntó una de las sacerdotisas.
– Como una fiel seguidora de la benévola y compasiva Diosa Eris, un Nigromante es... – Claire estuvo a punto de soltar una perorata llena de orgullo, pero entonces su señora le dio un pisotón en el pie. – ¡AAAGGGHHH!
Para alguien que llevaba botas de armadura, ese grito parecía indicar que le fue infligida una horrible cantidad de dolor.
– Te vas a inclinar y le pedirás disculpas a ese respetable hombre y su esposa. – le ordenó la joven señorita. – Y más te vale rezar por que el Sabio acepte también tus disculpas, o tendrás que explicarle a mi padre por qué la misión falló.
– Sí... – respondió la mujer caballero, esforzándose lo mejor que podía en mantenerse erguida. –Lady Iris...
La risa nerviosa de Chris pareció ser tomada como una reacción a la escena, en lugar de una celebración preventiva por el primer éxito del día. Ella sabía quién era esta joven señorita, y por tanto, sabía que tenía que hacer todo lo posible en su cuerpo mortal para prevenir una muerte prematura. Dirigirse al dúo directamente ayudó mucho a ganar tiempo, y eso acababa de dar frutos.
– ¡¿Qué hacen ustedes en frente de mi casa?!
La voz masculina ligeramente irritada forzó a todos a darse la vuelta para ver la fuente, a tiempo para encontrarse con un Elfo Oscuro que sujetaba un par de bolsas que parecían de compras de mercado. Keel el Nigromante acababa de llegar.
Una mirada rápida sirvió para tranquilizar un poco más a la Ladrona, ya que la única fuente probable de animosidad en su grupo estaba demasiado ocupada quedándose como idiota ante la presencia de la otra recién llegada. La esposa del Nigromante, Sasha la Alquimista, se veía exactamente como una Princesa de los Elfos Altos en las antiguas leyendas... incluso aunque estaba vestida con una combinación de vestido humilde y delantal.
– ¡Ah! Buen señor, ¿si me permite un momento? – Iris comenzó a tomar la iniciativa. – ¿Sería posible solicitar al Maestro Izuku para una audiencia?
Keel pareció confundido por unos segundos, pero entonces juntó las piezas de lo que le estaban pidiendo. Esta seguramente era la noble señorita a la cual Izuku había salvado, confirmado parcialmente por la presencia de esa mujer caballero tan altanera.
– Puedo preguntárselo, seguro. – replicó Keel con calma, sabiendo muy bien que los sirvientes no siempre representaban al amo. – Pero no puedo prometerles nada.
– ¡Ah! ¡También nosotros quisiéramos pedir lo mismo! – dijo una de las sacerdotisas de repente, apenas logrando mantener la voz baja. – ¡Estamos aquí para hacer una disculpa formal al salvador de esta ciudad, y compensar por todas las afrentas cometidas por los miembros del templo del pueblo!
Ante sus palabras, el resto de clérigos comenzaron a hacer sus propias peticiones. Sorprendentemente fueron muy civilizados, aunque el Nigromante no parecía muy inclinado a cederles ningún terreno.
– Ya veremos lo que dice Izuku... – Sasha fue la que respondió esta vez, aunque sonaba mucho más molesta que su marido.
(–0–)
Diez minutos más tarde...
Chris miró la escena frente a ella en un silencio estupefacto. Todo lo que había planeado, todo por lo que había trabajado tan duramente; todo había quedado reducido a... esto...
Denegada de ver a Wiz. Prohibida de acercarse ni un centímetro a la harpía. Pero...
– De acuerdo. – replicó Izuku luego de escuchar al grupo de clérigos, sus disculpas, y la petición de comenzar de nuevo. – Acepto sus disculpas.
Como habían acordado, y ensayado, los seis clérigos previamente herejes habían tomado el liderazgo en la disculpa. Chris había apostado por el hecho de que Izuku, siendo japonés, se sentiría inclinado a solucionarlo con diplomacia. Pero el evento había sido asombrosamente anticlimático. Donde la ladrona esperaba algún tipo de resistencia, o que la sermonearan por su ataque injusto, el muchacho simplemente dejó que las cosas se desescalaran, y abrió la posibilidad de una relación amistosa.
– Mientras ninguno de ustedes intente hacer nada en contra de mis seres queridos, estaré feliz de dejar atrás todo este conflicto. – Las palabras de Izuku sonaban suaves y compasivas para los clérigos, pero Chris sabía que seguían siendo una advertencia. – ¿Eso era todo?
Chris tuvo que pellizcarse el brazo para detenerse de decir algo estúpido, como solicitar una reunión con Wiz, o sugerir que se uniera a su religión. Izuku tuvo que ser cargado hasta el sofá en frente de la chimenea para poder verlas, mientras Darkness los miraba con ojos asesinos todo el tiempo, incluso ahora, sirviéndole de guardaespaldas al peliverde. Cualquier cosa podría ser tomada como una agresión.
La puerta se abrió, dejando entrar a la pequeña Demonio Carmesí. Ya no tenía más el brazo en cabestrillo, y parecía lista para irse de aventura. Incluso con el extraño gato que descansaba en su cabeza. Justo detrás de ella entró una sacerdotisa de Axis; eso de inmediato puso tensa la atmósfera.
– ¡La curación está completa! – proclamó felizmente Cecily, en un completo contraste con lo agotada que se veía. – Su brazo está como nuevo, pero me quedé sin maná...
La sacerdotisa rubia había estado curando a Megumin casi cada día, siendo esa la razón por la que pudo sanar tan rápido de una fractura compuesta. Le irritaba a Chris a más no poder que esta fanática hubiese tenido permiso de hacer su movimiento antes que sus propios seguidores. Nunca se le ocurrió que esta reunión fue posible sólo debido a las acciones de esta sacerdotisa rival.
– Lo aprecio mucho. – replicó Izuku sin quitarle de encima los ojos a su novia, que se movió casi tímidamente hasta sentarse a su lado. – Por favor toma una botella de vino antes que te marches.
Los clérigos de la iglesia de Eris se esperaban que la rarita comenzara a soltarse en los delirios locos típicos de aquellos que pertenecían al culto de Axis; en lugar de eso, la chica con atuendo de monja asintió con gracia y abandonó la habitación. Fue impactante, por no decir más.
Por su parte, Cecily había estado haciendo lo que pensaba que era lo correcto. Sus colegas devotos, aquellos que residían en este pueblo, habían herido a quien ella estaba totalmente segura que era un verdadero campeón de la amada y compasiva diosa Aqua. Ya que las palabras y las excusas no podrían sanar la brecha, decidió hacer su misión cambiar la opinión del Archidruida con sus acciones. También, ya tenía un largo discurso preparado para cuando se sintiera listo para escuchar el mensaje sagrado.
– ¡Si nos permites, quisiéramos sanar tus heridas! – ofreció uno de los sacerdotes. Chris sintió sorpresa y a la vez gratitud por la oportunidad.
– Es lo menos que podemos hacer para comenzar con las reparaciones. – añadió el Enano, asintiendo para sí mismo por su idea.
Como la Diosa Eris, Chris se sentía orgullosa de sus seguidores, mostrando tal dedicación a la meta de traer de vuelta a sus amados.
– Eso... – Izuku parecía sorprendido por la oferta, aunque también parecía reservado sobre aceptar – ... sorprendentemente considerado, especialmente si es gratis, ¿no?
El acercamiento cauteloso de Izuku era comprensible, pues había sido expuesto a lo peor de su religión, y los clérigos en ese entonces no tuvieron reparo en demostrar su propia codicia. Chris realmente quería soltarse en una larga declaración de que esto era una muestra de pura buena voluntad, que era sólo para demostrar que querían hacer las cosas bien, y que la fe de Eris estaba cambiando para mejor.
Pero tristemente, ella era una simple Ladrona, y no tenía forma de declarar nada sobre los cambios que estaba poniendo en marcha.
– Curarte debería haber sido lo primero que nuestros colegas tenían que haber hecho cuando salvaste a todos. – Otra sacerdotisa fue un poco más lejos, inclinando su cabeza como si fuese la culpable de tal cosa. – Tus heridas, tu fatiga, tales cosas deberían haber sido nuestra prioridad ya que hiciste más por el mundo que todos los santos sobre los que predicamos. ¡No podemos pedir más nada de un salvador!
Izuku trató de apretar la mano de Megumin en busca de apoyo. Él realmente quería creer lo mejor de todos, y se sentía un poco culpable por ser tan intolerante con las religiones locales. Por otra parte, estos psicópatas habían declarado abiertamente sus intenciones de mutilar a su querida Chika, como lo habían hecho con incontables harpías durante generaciones enteras. Su mano no pudo reunir suficiente fuerza, sin embargo, y la linda sonrisa de Megumin fue suficiente para derretirle los nervios.
– Creo que es una buena idea. – concedió Megumin de repente. – Por fin puedo moverme libremente, y me encantaría que tú también pudieras hacerlo.
La sonrisa tímida que le envió hizo que Izuku sonriera también. La única razón por la cual no se había puesto más gruñón era porque estaba teniendo tiempo extra de juego con sus chicas; la poca vergüenza que todavía tenía estaba siendo derrumbada rápidamente por el placer de pasar tiempo con Megumin, Chika y Liza. ¡Estar libre para mover sus manos significaría que podrían divertirse más!
– Muy bien, acepto la oferta. – replicó finalmente Izuku, arrancándoles sonrisas al grupo de clérigos. – Todavía quiero que se mantengan lejos de Chika. No hay cantidad de regalos que me convenza de que todos están siendo honestos sobre ya no oprimir a su raza.
Cuando los clérigos dijeron en voz alta que estaban de acuerdo, Chris tomó todo el calvario como una gran victoria. Mientras ella observaba a sus seguidores trabajando para aplicar la magia curativa en el Archidruida, y dar respingos de dolor una vez que vieron lo serio que era el daño, la Ladrona no pudo evitar hacer recuento de sus pérdidas.
A pesar de sus mejores esfuerzos, Izuku le denegó completamente a su grupo ver a Chika o a Wiz. Dejando de lado la paranoia y la sobreprotección, el peliverde había explicado que ellas no eran mascotas para exhibir ante una audiencia, ni animales de feria. Su grupo había concedido su petición, pero no sin hacer notar lo lamentable que era; realmente querían conocer a una harpía y tomar la oportunidad de dar una buena impresión. El Elfo Alto había sido un poco más vocal, aunque afortunadamente se limitó a declarar lo mucho que deseaba cumplir la visión de su diosa de conocer y servir a la miembro de sus amados.
Izuku había fruncido el ceño visiblemente ante eso, pero un codazo rápido a las costillas del elfo casanova fue suficiente para prevenir un altercado. El Archidruida no parecía listo para permitir que otros sedujeran a la Avariel, y la ladrona no quería poner a prueba si las ramas que crecían en su cabeza eran tan frágiles como se veían.
En resumen, quedar en términos neutrales parecía ser lo mejor que podía esperar. Desde aquí, algo de apoyo sutil y abierto tendría que ser suficiente. Una vez que se abriera más a las negociaciones, llevar a Wiz al templo estaría dentro de sus posibilidades.
– ¿Puedo asumir que su conversación ya ha terminado? – preguntó Iris desde su lugar.
Ella y su guardaespaldas habían esperado pacientemente su turno, y aunque ella podía esperar por todo el tiempo que fuera necesario, podía ver que su salvador empezaba a ponerse nervioso.
– Sí. – Izuku respondió por los clérigos, claramente deseando volver a su cuarto más pronto que tarde. – Por cierto, me alegro de ver que estás bien.
Izuku trataba de ser cortés, realmente lo intentaba, pero su razonamiento se estaba debilitando, y su necesidad de bañar a sus chicas con amor se volvía más fuerte. Ya estaba demasiado cerca de empezar a apretar los pequeños pechos de Megumin.
Megumin realmente no sabía lo que quería. Tenía miedo de ir más allá, de finalmente subir por los escalones hacia la adultez, como solían decir sus compañeros. También estaba muy dispuesta a atar el lazo y oficialmente reclamar su puesto como esposa de Izuku. Para empeorarlo, sabía que entre más se alargara esta visita, más aumentaban las posibilidades de que Chika y Wiz entraran en la sala debido a sus usuales payasadas. Si los fanáticos religiosos intentaban algo contra las chicas aladas, Izuku muy probablemente trataría de asesinar a todos, poniéndolo en una fase de muy mal humor.
– Déjame empezar con una introducción apropiada. – comenzó a decir la joven señorita, mientras instintivamente le daba un codazo a su guardaespaldas, quien parecía a punto de ponerse de pie y hacer algo innecesario. – Mi nombre es Iris Belzerg, princesa del Reino de Belzerg...
La declaración hizo que no sólo Izuku, sino todos los presentes se quedaran congelados. Estaban frente a un miembro de la realeza, y ninguno sabía cómo actuar, o siquiera reaccionar. Mientras la princesa comenzaba a explicarles su misión, y por qué estaba buscando al joven Archidruida, Izuku comenzó a sentir algo de aprehensión.
Él había rechazado groseramente los artefactos que la mujer caballero había tratado de darle. ¿Acaso eran tesoros reales? ¿La princesa se sentiría ofendida por sus acciones intolerantes? ¿Le permitirían retirarse a su cuarto para jugar con sus chicas de una vez?
(–0–)
Entretanto...
Clemea la ladrona sabía de una buena oportunidad en cuanto la veía.
Luego de mucha planeación e indagación para su aventura conjunta, ella y Chris habían pulido casi todos los detalles y preparaciones requeridos para su pequeña investigación. Ella, por supuesto, sabía que una vez que empezaran a trabajar juntas comenzaría también la competencia por ganarse puntos de afecto con ese lindo Archidruida.
O al menos, ese parecía ser el caso ayer.
– Sólo un poco más... – murmuró Clemea para sí misma mientras trepaba por la carcasa del Titán, teniendo especial cuidado de evitar dañar el follaje que ahora cubría la mayor de su objetivo. – Con calma... con cuidado...
Justo esa mañana, un par de horas antes de empezar, Chris había anunciado que un trabajo de emergencia necesitaba su experticia de manera obligatoria; aparentemente los altos mandos de la iglesia demandaron que ella hiciera algo ultrajoso y que no tenía manera de rehusarse. Aunque no le dieron los detalles, Chris simplemente había sugerido a que ella esperara al día siguiente, o para una incursión nocturna, para que pudieran hacer el trabajo juntas.
Como si ella fuese a estar de acuerdo con eso...
Robarse el contrato de la iglesia era imposible; ese era de Chris y de nadie más. Sin embargo, robarse crédito por las hazañas era una opción muy obvia. Chris obtendría la recompensa y la marca de completación, mientras que ella podría congraciarse con Izuku por proteger sus secretos... o por desmentir su conexión con los Titanes. Todos saldrían ganando, ¡especialmente ella!
– ¡Sí! ¡Lo hice! – La ladrona celebró quedamente mientras finalmente llegaba a la abertura por donde Izuku salió al final de su batalla. El interior estaba negro como la noche. – Ahora, vamos a echar un vistazo para averiguar qué hay adentro.
Acorde con Chris, sólo había dos posibilidades. O esto era sólo un remanente de la Súper Forma Salvaje del lindo Archidruida, en cuyo caso debería estar vacío, o ser pura madera; o si realmente era un Titán durmiente, debía haber un corazón o núcleo residiendo en su interior.
El contrato demandaba entrar y reportar sus hallazgos. Chris por supuesto había sugerido que ninguna de ellas podría ser considerada responsable si, debido a la falta de experiencia con los Titanes, confundían el corazón con un muro de madera o de piedra.
– Ok, nada de fuego. – murmuró Clemea para sí misma intentando calmar sus nervios; sabía que cualquier fuente de fuego sería mala, así que trajo un simple objeto mágico que emitía luz. – ¡Hora de hacer un vistazo rápido!
Cuando la luz se activó, pudo notar un par de cosas. Para empezar, el interior de la abertura era bastante espacioso, como una habitación en la casa de un aldeano; no había ningún órgano latiente en su interior, lo cual fue bien recibido, y...
No estaba sola...
– Y entonces, una humana es la primera en llegar... – resonó una voz anciana, y la mujer a la cual pertenecía también parecía molesta. – Qué decepción...
Rápidamente apuntando la luz hacia el frente, Clemea encontró la fuente de la voz, y luego algunas más. La que habló fue una Dríada, cuyas manos y pies estaban hechos de ramas y raíces respectivamente, delatando su raza. Sin embargo, sus rasgos físicos eran los de una mujer muy mayor; aunque su postura y semblante la pintaban mucho más vigorosa que una adulta sana; y más fuerte también, considerando dónde estaba parada.
– Decepcionante, pero no inesperado. – se unió una segunda voz, que esta vez sonaba joven y recatada, pero cargando tanta fuerza como la de la anciana. – Sin embargo, es su oficio como ladrona lo que la hace despreciable.
Cambiando la configuración del objeto mágico para esparcir la luz hacia todos los alrededores en lugar de sólo hacia el frente, la ladrona pudo notar aún más detalles. La primera Dríada estaba vestida, y no sólo con uno de esos vestidos improvisados hechos de hojas que vieron en aquellas que ayudaron a Izuku; llevaba puesto lo que parecía seda negra tejida, un vestido de una pieza que no impedía sus movimientos, diseñado para elegancia y modestia, más que para seducción. El cabello, hecho de hojas como se esperaría, parecía de un rojo apagado, como las hojas de los árboles en otoño.
La más nueva en efecto era más joven, se veía madura como Luna, pero mucho más exuberante. Aunque su vestido era idéntico, su cabello tenía un tono más cenizo, como las hojas tocadas por el invierno, y aun así se veía fuerte como en la cúspide de su vida.
– ¿Qué te ha traído aquí, humana? – preguntó la mayor, llena de animosidad.
– ¿Qué esperas obtener? – secundó la más joven.
Bajo circunstancias normales, este sería el punto donde Clemea la Ladrona haría uso de sus trucos para escapar y dejar que alguien más lidiara con la situación. Bajo circunstancias normales, haría un esfuerzo desesperado por echarle la culpa a alguien más y marcharse antes que a alguien se le ocurriera la idea de capturarla.
Pero estas no eran circunstancias normales, obviamente.
– Me enviaron aquí para buscar evidencia que desacredite a este... ¿árbol? – Clemea casi perdió el aliento al fallar en asignar una palabra a la carcasa del Titán, pero aun así continuó antes que las cosas se fueran a pique. – Que demuestre que no se trata de un Titán o cualquier otro tipo de enemigo del mundo.
En un repentino arrebato de intelecto, Clemea evitó mencionar a la humanidad, y se enfocó solamente en el mundo en general. Las dríadas no les tenían tanto cariño a los humanos, así que nunca se pondrían del mismo lado que un Titán.
– ¿Para que Izuku no tenga que lidiar con tantas personas molestas? – Clemea decidió echar un extra, esperando que las Dríadas quisieran hacerle algunos favores al lindo Archidruida.
– Entonces, incluso un ser despreciable como tú puede ser de utilidad para ÉL. – se unió una tercera voz, sonando como de niña, pero aun así imponente como si fuera de la realeza.
Concentrándose en mirar detrás de las otras dos Dríadas, Clemea notó que su corazonada resultó acertada. La tercera dríada en efecto parecía una niña pequeña; su cabello hecho de hojas caía como una cascada de verde vibrante, e incluso las raíces que formaban sus manos y pies mostraban capullos de flores listos para abrirse.
Pero en lugar de mirarla a ella, la dríada de aspecto infantil se concentraba en un muro. Dicho muro, sin embargo, estaba cubierto por una masa de pilares retorcidos y de aspecto esponjoso. Clemea tuvo que morderse la lengua para contener su sorpresa; el grito de alegría podría haber terminado con su suerte allí mismo y en ese momento.
Los horribles insectos eran del tamaño de un gato doméstico, y eran mayormente inofensivos a menos que los provocaras, en cuyo caso sus pelos se tornarían en espinas y causarían urticaria menor en quienes sufrieran picaduras. Su carne era incomible, pero su sangre era un valioso ingrediente para la alquimia; adicionalmente, el pelaje era un material muy codiciado para capas y abrigos aislantes, especialmente los utilizados por nobles. Cada uno de ellos valía por lo menos unos cien mil eris, ¡y frente a ella había no menos de un centenar de ellos!
– ¿Realmente deberíamos confiar en esta criatura inferior? – preguntó la joven dríada, ayudando a que la ladrona desviara la mirada de la mina de oro que acababa de secuestrar su atención.
– Dejemos que su misión pruebe su valía. – replicó la mayor, cuya mirada irrisoria dejaba claro que esperaba que la ladrona fallara. – Démosle una tarea, veamos si puede al menos servir como mensajera.
Por un momento, Clemea temía que todo fuera a salir más. Su mente conjuró incontables tareas que eran tanto peligrosas como perjudiciales para su vida sólo por la oportunidad de completar su misión. Ya podía oír las palabras llenas de veneno de estas dríadas...
– Empecemos por darte lo que viniste a buscar, la respuesta a tu pregunta. – comenzó a decir la dríada joven, atrapando a la ladrona con los pies planos. – Este magnífico cuerpo en el que has entrado, este monumento de la voluntad del mundo... no es un Titán.
Comprensiblemente, Clemea parpadeó con confusión. Tomar la palabra de un grupo de Dríadas como evidencia probablemente no significaría nada ante la iglesia, pero al menos podía decir que no había evidencia de que esta cosa era el Titán que todos temían.
– Esto no es una monstruosidad durmiente. – añadió la mayor, resoplando con obvia burla a la pensativa peliverde. – No despertará de repente para causar estragos en sus asentamientos.
– Eso es un alivio... – respondió Clemea, sin poder ocultar su sonrisa ante el pensamiento de que su objetivo se sentiría agradecido por el servicio no solicitado.
– Y ahora, respecto a tu tarea. – La dríada joven llamó su atención, mientras la de aspecto aniñado se ponía frente a la ladrona.
En sus manos, había un pequeño manojo de raíces anudadas, cuyo interior hueco tenía unas pequeñas luciérnagas que parecían estar dormidas; abrazando el manojo, había un pilar esponjoso particularmente grueso. Clemea comprensiblemente se quedó perpleja cuando ambos objetos le fueron entregados.
– Le entregarás estos regalos a aquel al que llaman Izuku, y le pasarás nuestro mensaje a sus oídos. – dijo la dríada niña, cuya voz sonaba absoluta como si diera órdenes. – Le dirás... que esperamos que pueda visitarnos antes de partir en su viaje.
– ¿Eso es todo? – dijo Clemea, preguntándose en qué momento caería el martillo sobre su cabeza, o el hacha le cortaría el cuello, pero sólo recibió asentimientos. – ¡Muy bien, sí puedo hacerlo!
Con eso, la ladrona se marchó, feliz más allá de la comprensión de lo afortunada que fue hoy. Resultó ser una tarea muy sencilla y una excusa perfecta para acercarse al Archidruida, tener éxito en esto la pintaría como digna de confianza, y sin duda le ayudaría a su misión de ponerse bajo el mando de Izuku. Para lograr esa meta, estaba dispuesta a perder cualquier beneficio potencial con los pequeños bichos, ¡e incluso a dejar que Chris se llevara la gloria por la misión oficial!
Poco sabía Clemea que el aparentemente inútil manojo de raíces nudosas era en realidad un corazón de Spriggan, y que era tan valioso que algunos alquimistas no dudarían en asesinar a un noble para echarle la mano encima. Y en cuanto se fue, las Dríadas no pudieron evitar que los resoplidos burlones escaparan de sus gargantas.
– ¿Un Titán? – dijo con desdén la mayor.
– Eso demuestra lo patéticos que son estos mortales, su ignorancia es casi adorable. – añadió la joven.
– ¿Tal vez sea mejor así? – propuso la niña luego de volver a su vigilancia obediente. – No ser capaz de reconocer a un Dios naciente podría ayudarlo en sus viajes, después de todo.
Al terminar, los bichos se movieron fuera de la pared, revelando un núcleo que bien podría haber sido un corazón masivo. En lugar de un latido audible, el maná fluía visiblemente a través de él, viajando lento pero seguro por todo el cuerpo.
– Así que cuando llegue el momento, nuestro querido Padre será devuelto a nosotras. – las tres hablaron como una sola, con sonrisas llenas de amor adornando sus rostros mientras observaban el corazón viviente frente a ellas.
Esta historia continuará...
(–0–)
OMAKE – Fin del camino.
Aqua y Kyouya finalmente habían llegado a su destino, las puertas del pueblo de los principiantes ya estaban a la vista, a poco más de media hora de distancia, y ahora la suma de los rumores que los habían asaltado durante toda la duración del viaje habían sido confirmados como verdaderos.
– No hay manera... – Kyouya jadeó al ver la escena, con los ojos y las manos temblándole por la impotencia que sentía en ese momento. – Imposible...
Durante todo el trayecto, otros pasajeros y conductores de carretas habían compartido relatos sobre las hazañas de cierto Archidruida peliverde. Historias de un antiguo y poderoso lich que fue redimido y encarnado, de la exterminación de Beldia, un imponente árbol dorado que ahora se había convertido en el símbolo de la ciudad, y el último rumor, añadido por una caravana que venía desde la ciudad de Axel, nada menos, declarando que el enemigo del mundo, el monstruo al cual ni siquiera el Rey Demonio se atrevía a oponérsele, la Fortaleza Móvil Destructor...
Escuchar que tal enemigo ancestral había caído a manos del chico de pelos esmeraldas era simplemente...
– ¿Por qué...? – murmuró Aqua en absoluta desesperación. – ¿Cómo?
Había estado disfrutando de algo de éxito durante su viaje. Incluso con una marca negra en su tarjeta de aventurera, podía seguir prestando sus servicios lidiando con las hordas de no-muertos que atacaban la caravana por las noches. Nadie parecía sospechar que la anormal cantidad de no-muertos era el resultado de su propia presencia, y el espadachín estaba en una situación tan desesperada que terminó tragándose lo poco que quedaba de su orgullo y aceptó el dinero ofrecido por la "ayuda".
Estaba lista para usar estos logros como palanca para impresionar a Izuku, para demostrarle a ese nerd que podía ser útil y ganar acceso a su sin duda alguna gigantesca fortuna. Estaba lista para convencer a ese testarudo chico de ayudar a sus lindos devotos una vez más, aunque fuese a costa de arrojar a la manzana podrida bajo el autobús.
Ver al Titán arrodillado cambió totalmente su visión y misión. Ahora, tenía que asegurarse primero que nada que sus miedos sólo eran un caso de paranoia. ¡Tenía que asegurarse que un ser ancestral como ese no estaba regresando a este mundo!
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