Fuera de este mundo
Había transcurrido un mes desde que a Chika y Liza les habían restaurado sus cuerpos, y durante ese tiempo, Izuku había dejado una gran impresión en las personas que lo habían conocido.
Gracias a su continua motivación y apoyo, Chika había aprendido a volar apropiadamente. Le tomó varios intentos aprender a maniobrar, lo que conllevó a muchos aterrizajes aparatosos y colisiones dolorosas, pero con la dirección del Druida peliverde, se las arregló para lograr lo que muchos creían que era imposible. Aun así, Izuku recibió una advertencia de Luna acerca de prohibirle a la harpía negra que volase en cualquier lugar cerca de la Iglesia de Eris.
Liza no había mostrado mucho cambio, sin embargo. La chica cocodrilo se mantenía igual de estoica que siempre, siguiendo a Izuku como una sombra, ofreciendo ayuda cuando se requería fuerza bruta, pero poco más. Sus patrones de habla habían permanecido mayormente iguales, mostrando que tenía problemas para articular ideas complejas, y a pesar de todo nunca expresó ni una sola queja. La única muestra visible de emociones solía ser cuando movía la cola, algo que Izuku lograba entender su significado básico... lo que les llevó a prevenir la muerte de un aventurero llamado Dust, quien luego de pasarse de tragos trató de ligar con ella y de echarle mano a sus enormes pechos.
Honestamente, Liza ni siquiera estaba poniendo atención, hasta que el borracho aventurero trató de agarrar cosas que solo le pertenecían a su querido amo. Allí fue cuando su cola se tensó, y cuando Izuku tuvo que interponerse entre los dos para evitar que hubiese cabezas separadas de sus cuerpos.
En cuanto a los miembros del grupo, todas habían descubierto que el Druida peliverde era un trabajador muy duro, de la variedad que pocos sabían apreciar.
- Esto no es lo que me esperaba. – suspiró Darkness al llegar a la realización de que ahora estaba atrapada. – Aunque sea exactamente lo que quería...
Cuando la Paladín pervertida se unió a este grupo, se esperaba estar del lado receptor de toda clase de maltratos y ataques. Se esperaba que Izuku fuese como cualquier otro joven de su edad, que tratara de seducirla, de usar esos hermosos látigos con espinas para atacarla hasta que le entregara su cuerpo, que la usara como un escudo vivo en el campo de batalla.
En lugar de eso, el chico era amable, cariñoso y considerado.
Le había revelado al resto del grupo su estatus como hija de nobles, y aunque estaba feliz de que dicha información no cambió las dinámicas del equipo, le irritaba que Izuku le hubiese dejado claro que dicho estatus nunca debía ser abusado. A pesar de todo, no podía abandonar el equipo.
Su sueño de ser Paladín era tan genérico como virtuoso. Quería servir y proteger a alguien de corazón puro y disposición digna de los cielos, ser el escudo de alguien que encarnase los ideales de amor, devoción y compasión. Un símbolo de la luz.
Nunca se esperó que su sueño tomaría la forma de un Druida.
- Esto es... tan injusto. – masculló Darkness, dejándose caer en su recién descubierto pasatiempo: beber cerveza.
No estaba emborrachándose, solo necesitaba adormecer un poco su mente para no tener que sufrir sus emociones en conflicto.
Izuku la había llamado "Tanque", un rol descrito como aquel que atrae y soporta las agresiones de los enemigos, haciéndolos olvidarse de que existía el resto del grupo, y de ese modo asegurando la supervivencia de todos los demás. A ella le gustaba la idea, y le encantaba la teoría detrás de dicho razonamiento, pues dicha estrategia era bastante común entre aventureros, lo que le daría bastante oportunidad a los hechiceros del grupo de hacer llover muerte sobre los monstruos, con la oportunidad de que le cayera algo de fuego amigo para su deleite.
En la práctica, sin embargo...
- Deberían dejar que los enemigos me alcancen... – murmuró Darkness antes de bajarse otro trago.
Como resultó, Izuku era un maestro estratega. Docenas de batallas habían sido ganadas haciendo que los enemigos se enfocaran primero en Darkness, y ni una sola vez un enemigo había podido hacerle un rasguño. Para su creciente molestia, Izuku se hacía cada vez mejor en despachar enormes grupos de enemigos con zarzas que brotaban desde debajo de las hordas cuando cargaban, o de restringir monstruos enormes con docenas de vides con espinas, dejando a las criaturas como objetivos perfectos para su pequeña compañera Demonio Carmesí.
Darkness todavía no había podido usar su propia espada en combate; no era que le faltaran puntos de experiencia ganada, o dinero, ya que Izuku insistía en dividir como era debido las recompensas, dejando de lado su estatus de noble.
Con todo, Darkness se dio cuenta de que por lo menos sí estaba logrando uno de sus sueños... a diferencia de su otra compañera actual.
- Me duele todo mi hermoso cuerpo... – se quejó Aqua, con alguna inútil esperanza de ser escuchada y consolada. – Estúpido Izuku. ¡¿Por qué insiste en hacerme trabajar hasta los huesos cinco días a la semana?!
Aqua había encontrado que los hábitos de trabajar duro de Izuku eran, por no decir más, inhumanos. Durante cinco días, tomaba misiones de búsqueda por las mañanas, y luego misiones de exterminación por la tarde. Ambos tipos eran por supuesto peticiones locales, siempre para ser completadas dentro de distancias razonables del pueblo, y en niveles de dificultad razonables; Los Wyverns, Grifones y Mantícoras debían ser evitados, pero las manadas de lobos gigantes, bandas de goblins, e incluso plagas que infestaran las alcantarillas sí las tomaban, para el horror de la Arcipreste peliazul.
- Bueno, no es como que él te esté obligando a ir en cada misión. – Las palabras de Darkness hicieron que la ex-diosa diera un respingo. – Te dijo hace mucho tiempo que, si era demasiado para ti, simplemente podías no ir, o buscarte un trabajo más fácil para hacer por tu cuenta.
La expresión de Aqua se tornó sombría, al recordar sus opciones actuales.
Odiaba que la arrastraran a adentrarse en cuevas, a atravesar bosques espesos, a caminar por planicies interminables, y lo peor de todo, a tener que caminar adentro del asqueroso sistema de alcantarillas. Su problema era que necesitaba el dinero para mantener su estilo de vida y sus vicios.
Se había podido permitir un cuarto en la posada, y no podía enfrentarse a la idea de volver a los establos. Esto solo era posible gracias al dinero que se ganaba a un ritmo regular. El lado negativo era que Izuku dividía las recompensas monetarias basándose en la utilidad, lo que significaba que a ella siempre le tocaba la menor cantidad de todo el grupo.
Encontrar un trabajo significaba que tendría que levantarse muy temprano en la mañana y trabajar hasta muy tarde, haciendo muy poco dinero, pero eso la mantendría lejos de tener que caminar tanto y ser expuesta al peligro, o peor todavía, a largos sermones sobre ser un miembro más activo para el grupo. Todo porque ella era muy agarrada con sus hechizos.
- ¡No voy a empezar a trabajar como una simple plebeya! – espetó Aqua, aunque sin alzar la voz. – Y no voy a desperdiciar mi magia bendiciendo a sus esclavas.
- Tampoco quisiste curar a los aldeanos heridos a quienes ayudamos en el camino de vuelta, luego de nuestra última misión. – añadió Darkness, tratando de provocar una pequeña pelea con Aqua para conseguir un insulto o dos, un hábito que había adquirido a raíz de la falta de maltrato del Druida peliverde. – O bendecirme a mí, a Megumin o a Izuku durante todas esas misiones.
- ¡Cierra la boca, tú barbárico escudo de carne! – le gritó finalmente Aqua, sacándole una sonrisa a la Paladín masoquista. – Si ese patético remedo de héroe de verdad es tan inteligente, ¿por qué no obtiene más dinero? ¡Solo es un pervertido intentando rodearse de chicas bonitas!
Detrás de su escritorio, Luna frunció el ceño por los gritos de la Arcipreste. Izuku y su equipo habían estado completando misiones a un ritmo alarmante, consiguiendo completar más trabajos que varios otros grupos de buena reputación juntos. Aunque se había vuelto un chisme común que el líder peliverde disfrutaba la atención de chicas jóvenes, Luna sabía que eso no era porque les estuviera arrojando dinero.
Para su gran desesperación, Izuku había comisionado una carreta de trabajo pesado.
Luna sabía que en parte eso era su culpa. El joven Druida primero había pedido algún terreno, o edificio que pudiese comprar para convertirlo en una base de operaciones, lo cual la recepcionista del gremio asumió que era para convertirlo en alguna clase de pradera de rituales druidas.
El ver su decepción cuando ella le informó que comprar tierras no era posible sin un título de nobleza, y que ser dueño de edificios estaba limitado solo a una residencia civil, o negocios aprobados por el gremio (lo que implicaba pagar muchos impuestos) le rompió el corazón a la recepcionista. Pero cuando le pidió la carreta, casi se soltó en lágrimas.
Izuku, a pesar de ganarse apodos como "Dueño de Esclavas" y "Coleccionista de Harem", se había ganado también fama por completar misiones. Esto a cambio le valió a esta rama del gremio algunos bonos bastante buenos de parte de la corona. Lo cual también significaba, para aquellos con un mínimo de intelecto y sentido común, que si se marchaba dichos bonos iban a desaparecer. Desafortunadamente, su única opción era tratar de ganar tiempo, haciendo que la construcción de la carreta se retrasara lo más que podía...
Una táctica a la que los Enanos se habían rehusado.
El hecho de que uno de los Generales del Rey Demonio se había mudado a una fortaleza no muy lejos de allí solo empeoraba las cosas. Los únicos que ahora colocaban misiones eran los eruditos, o los nobles menores más irresponsables, lo que dejaba a Izuku como la única fuente confiable para completar misiones. Una fuente que pronto estaba por desaparecer.
(-0-)
Entretanto...
- ¡EXPLOSIÓN!
*¡BOOM!*
En cuanto las ruinas del fuerte fueron sometidas a la magia de la pequeña Archimaga, Izuku observó el daño hecho mientras trataba de entender la ambición de Megumin. No era un deseo de destruir, ni tampoco su manera de gritar "¡Estoy aquí!"
Ella no era como Bakugou.
- ¡Eso se sintió bien! – exclamó Megumin mientras caía de espaldas, siendo atrapada inmediatamente por su enamorado de pelo verde.
Ya había aceptado la idea de que realmente le gustaba el chico, su primer amigo y líder del grupo. Se había dado cuenta que el muchacho era un prospecto demasiado bueno para dejarlo ir. Si bien no fuese convencionalmente apuesto o asquerosamente rico, era lindo, cariñoso y muy capaz de proveerle todo lo que una chica realmente necesitaba.
Sus experiencias amargas y traumáticas mientras viajaba desde su aldea hasta Axel le habían enseñado a apreciar las provisiones regulares de agua y comida, y también tener un refugio apropiado done dormir. Aunque no tenía expectativas de volverse rica y vivir rodeada de lujos, el no tener necesidades inmediatas era un salto enorme desde sus días en la academia.
- ¿Estás bien? – preguntó Izuku, con preocupación en los ojos y la voz, todo el rato mientras colocaba a su pequeña compañera para que descansara su cabeza en el regazo de él. – De verdad necesitas aumentar tus reservas de maná antes de darle más poder a tu hechizo favorito.
Megumin se rio de sus palabras, obviamente pensando que este chico adoraba estar allí para ella.
- ¿Por qué iba a hacerlo? – Megumin le lanzó su sonrisa más burlona, una acción que Izuku encontraba adorable, y ahora más que había decidido no usar más el parche en el ojo. – Tú siempre vas a estar allí para mí.
Atrás de ellos, tanto Chika como Liza parecían estar de acuerdo. Su benévolo amo siempre iba a estar allí para ellas, manteniéndolas a salvo y felices.
- Eso no lo sé. – La respuesta de Izuku tomó por sorpresa a las tres chicas. – Planeo volver a casa una vez que derrote al Rey Demonio. Y no estoy seguro si me las puedo llevar a ustedes conmigo.
El sueño de Izuku no era un secreto. El haber estado de acuerdo con la idea de Megumin sobre hacer vino con sus Bayas Fértiles llevó a un momento embarazoso, en el cual Izuku dejó salir lo mucho que lo lastimó su héroe favorito, y cómo esperaba regresar algún día para enseñarles a todos que el pequeño e inútil Izuku ahora era lo bastante fuerte para ser un héroe también.
Pero la parte de no poder llevarse a nadie con él era algo nuevo.
- ¡¿QUÉ?! – chilló Megumin, incapaz de contener su ultraje. Chika y Liza estaban visiblemente sorprendidas, aunque era más por la idea de ser dejadas atrás. – ¿Por qué?
- Porque... – Izuku parecía tener problemas para encontrar una respuesta. Ciertamente tenía aspecto de lamentar haber elegido esas palabras. – Mi hogar se encuentra... muy lejos de aquí.
El problema de Izuku no venía de que no quisiera decir la verdad. Venía de que quería explicar todo, y tener amigos a pesar de esto. La peor parte, se estaba encariñando mucho con la pequeña Archimaga, y estaba terriblemente apegado con Chika y Liza. A diferencia de otras personas de su edad en su mundo, estas tres siempre insistían en escucharlo, en apreciar su intelecto, y su deseo de mantener a todos a salvo.
Sus estrategias durante misiones de exterminación eran prueba de esto. Con Chika siendo una exploradora sorprendentemente sigilosa para reconocimiento, y Liza teniendo potencial de ser una fuente de infligir daño extraordinario, habían podido tender emboscadas y trampas, atraer a los monstruos fuera de sus territorios, y encargarse de ellos con esfuerzos y riesgos mínimos.
Se le estaba haciendo muy difícil no dejar que todos sus halagos se le subieran a la cabeza.
- ¡Chika seguirá al amo! – Chika apenas se las arregló para no subir la voz, pues la idea de ser abandonada le parecía intolerable. – ¡A dondequiera que vaya el amo, Chika estará allí con él!
Liza asintió furiosamente, pues era obvio que compartía la misma mentalidad. La harpía negra era inteligente, mucho más de lo que debería ser, y por eso sabía que terminar con otro amo era un gran no. Lo primero que pasaría si la entregaban a alguien más sería volver a sufrir mutilación, y ese era el menor de los horrores que le esperaban. Para la chica lagarto, la idea de ser abandonada y metida en una jaula fría sin comida otra vez, era más que suficiente para agarrarse de su amable amo con toda su fuerza, aunque claro que también estaba su gran amor por él.
Izuku todavía no tenía idea de los sentimientos que las chicas semihumanas estaban desarrollando por él.
- Te seguiremos hasta el fin del mundo. – Las palabras de Megumin fueron dulces, aunque algo impulsivas, y no planeaba dejarlo escapar. – Además, ¡puedes producir comida!
- ¿Me seguirán más allá de este mundo? – respondió Izuku con una sonrisa de dolor, y luego les hizo un gesto para que se sentaran a su lado. – Megumin, Chika, Liza.
Izuku dijo los nombres con toda la intención de tener su total atención. Tenía mucho que decirles.
- Yo vengo de un mundo diferente. Uno donde no existen clases de oficios, y la gente nace con poderes especiales que son como insignias de tu estatus.
El silencio que siguió a sus palabras de verdad fue muy corto, pues Megumin rápidamente soltó una risita juguetona.
- ¿Esa es tu historia? – La pregunta de Megumin no era un ataque. Sus compañeros allá en su aldea eran famosos por inventarse historias muy locas sobre sus orígenes, y era común que su gente creyera que otros harían lo mismo. – ¿Así es como explicas tu inusual magia con la naturaleza? ¿Eres un Druida de otro mundo?
Izuku no fue capaz de enfadarse porque no le creyeran; la sonrisa de aceptación de Megumin, y su obvio deleite, era muy contagiosa.
- ¡Chika le cree al amo! – La harpía negra rápidamente mostró su lealtad, aunque su fe fuese algo cuestionable. – ¡El amo es demasiado amable para este mundo!
Liza no daba ningún indicio de creerle o no creerle. La chica cocodrilo se consideraba afortunada por tener un amo tan amable, así que sus orígenes no eran importantes para ella.
- ¿Me creerían si les muestro pruebas? – La pregunta de Izuku hizo que pararan las risas, aunque Megumin todavía mantenía el brillo juguetón en sus ojos.
- ¡¿Tienes pruebas?! – La voz de Megumin denotaba que ya había hecho esto antes; quizás ella hasta habría fabricado pruebas de algunas de sus declaraciones, o habría juzgado las pruebas de sus compañeros en el pasado.
Izuku asintió, y entonces cogió la bolsa que llevaba debajo de su túnica. Sabía que decirles cosas no sería suficiente, también que enseñarles algunos cachivaches simples de su mundo fácilmente los podrían descartar como artefactos mágicos. Había solo una forma de convencer a una hechicera tan educada como Megumin...
El conocimiento del otro mundo.
- Mira, te voy a mostrar el conocimiento de mi mundo. – anunció Izuku mientras reposicionaba a la pequeña maga, haciéndola apoyarse en su pecho para que viera los objetos en sus manos.
Una libreta y una pluma. Megumin conocía los objetos; ya había usado algunos como ellos, solo que... diferentes.
La libreta estaba hecha de un material que era obviamente papel, pero la calidad de este era imposiblemente alta para algo tan mundano, y aun así, no era como el pergamino que se usaba para los libros de hechizos. La pluma, sin embargo, estaba hecha de un material que ella nunca había visto (plástico), y la punta era demasiado diminuta para absorber la tinta.
- Esta es mi libreta de Química. – comenzó Izuku, echando una palabra que inmediatamente sonó desconocida para la Archimaga, lo cual fue sorprendente por sí solo. – La Química, es la ciencia que estudia la composición de la materia, su estructura, y reacciones en...
Durante la siguiente hora, Izuku comenzó a explicarle a la Demonio Carmesí lo básico de la química, hablando sobre los bloques de la realidad, llamados átomos, y cómo se conectaban entre sí para componer toda la materia. Luego le habló sobre los estados básicos de la materia, y cómo el cambio de fase afectaba la estructura molecular de los materiales.
Megumin se quedó sin habla, al recibir palabras y conceptos que iban en contra de todos los principios mágicos que ella había memorizado toda su vida; la peor parte, mientras Izuku continuaba su larga explicación, había visto la escritura en la cual estas enseñanzas de otro mundo eran registradas, hechas con símbolos que le eran totalmente desconocidos, de manera imposible, pues estaba muy bien familiarizada con todos los lenguajes del continente, pero solo aquellos en uso y los que estaban en lenguas muertas.
Los símbolos no eran simples garabatos hechos al azar; estaban bien ordenados, hechos con cuidado, mostrando repeticiones y consistencia, más todavía pues el joven Druida había hecho traducciones en común. Estaba ante un lenguaje legítimo que nunca antes había visto, un lenguaje que NO estaba registrado en la gran biblioteca de su aldea. Conocimiento que NO estaba registrado en ninguna parte de este mundo.
Izuku tuvo que detenerse cuando estaba llegando a lo básico de la termodinámica, apenas notó que la pequeña maga le miraba la cara, con tanta atención que empezó a ponerse rojo.
- Déjame ver tu tarjeta de aventurero. – dijo Megumin casi exigiéndola.
Aunque las semihumanas se habían quedado fuera de la conversación debido a la ridícula complejidad de lo que fuera que su amo estaba diciendo, Megumin decidió hacer una prueba final.
El joven Druida podría haber encontrado la libreta en alguna clase de ruinas; podría haber sido conocimiento antiguo de una civilización perdida que estaba al lado de algún artefacto que le enseñó el lenguaje. Una cosa era tener el conocimiento, y otra muy distinta ser capaz de utilizarlo.
- Aquí tienes. – Izuku le entregó la identificación sin un ápice de duda, como si ya supiera lo que iba a pasar.
Megumin no perdió tiempo y fue directo hacia las habilidades.
Látigo de Vides – Piel de Cortezas – Baya Fértil – Luces Danzantes – Manipulación de Plantas – Crecimiento de Plantas – Crecimiento de Espinas – Análisis de Plantas – Modificación de Plantas – Forma Salvaje
Megumin parpadeó algunas veces, dejando de mirar a la tarjeta por un momento antes de volver a enfocarse en ella. Allí no había nada de los látigos espinosos, del muro de espinas, de los tentáculos de plantas o ninguna de las habilidades avanzadas que Izuku había mostrado... solo habilidades básicas.
La única explicación que a Megumin se le ocurría, era que Izuku trabajaba con una lógica diferente a la que usaban los Druidas, lo que significaba que estaba usando conocimiento no disponible para otros Druidas... conocimiento del mundo natural al cual él pertenecía... a otro mundo...
- Conviértete en un animal que no exista en este mundo. – exigió Megumin. Realmente quería creer que su enamorado era especial, en todo sentido, pero su orgullo como hechicera educada necesitaba pruebas irrefutables de este descubrimiento. Si la declaración de Izuku era real, entonces debería ser capaz de convertirse en algo que obviamente no era de este mundo, algo en lo que ningún otro Druida se podría convertir, algo que no estuviera en el bestiario del gremio.
- Seguro. – replicó Izuku con una sonrisa, y se puso de pie, dejando a la pequeña Archimaga al cuidado de la musculosa chica cocodrilo.
Izuku ya se había preparado para esto. Sabía que la habilidad Forma Salvaje sería necesaria para probar lo que decía. Sabía también que la mayoría de los animales que conocía en su mundo tenían equivalentes en este, la mayoría de los cuales se podían considerar subespecies de monstruos existentes que podría haber visto en áreas remotas, pero había un pequeño grupo de criaturas que no tenían equivalentes en el bestiario que estudió, criaturas extintas en su mundo que no se veían en absoluto como los monstruos de este mundo... bueno, algunos de ellos.
Izuku visualizó la criatura que necesitaba, recordando todo el conocimiento que tenía sobre ella, y canalizó las energías místicas hacia su cuerpo.
La transformación fue relativamente rápida, y cuando terminó, Megumin se encontró mirando a una enorme... criatura reptiliana, parada sobre sus patas traseras. Dichas patas terminaban en unas enormes garras ganchudas, una de las cuales era mucho más grande que las otras. Había plumas creciendo sobre su piel escamosa, prominentemente en su cabeza y brazos, y al final de la larga cola. La mayor parte del cuerpo, aunque obviamente escamoso y reptiliano en su naturaleza, estaba cubierto de plumas que no eran totalmente plumas, y la cabeza era muy similar a la de un dragón, solo que sin cuernos.
Izuku se había transformado en un Utahraptor.
Parecía un monstruo quimérico, pero no lo era. Porque los Druidas no se podían convertir en monstruos, especialmente no los de variedad quimérica. Eso quería decir que estaba viendo a un animal no registrado en ningún bestiario. Un animal que, por su apariencia, podría ser un depredador tan exitoso que cualquier cazador o guardabosques tendría que saber de él, y cualquier caballero desearía domar para convertirlo en su montura de guerra.
Eso quería decir que Izuku, en efecto, provenía desde otro mundo.
- ¡Amo! – gritó Liza de repente, con los ojos echando chispas de adoración. – ¡Hermoso!
Megumin solo tenía una cosa que decir.
- ¡Tienes que dejarme montarte!
(-0-)
Al día siguiente...
Izuku se sintió feliz por la comprensión y el apoyo que le mostró Megumin.
La pequeña Demonio Carmesí le creyó totalmente su historia, cómo solía vivir, cómo llegó a este mundo, y cómo fue a parar en la ciudad. Aunque se guardó el hecho de haber muerto en el proceso, pues no quería asustar a la archimaga o a las otras chicas, y les pidió que se guardaran el secreto de su origen. Megumin y las semihumanas estuvieron de acuerdo en ello, para su gran alivio.
Desafortunadamente para Izuku, ahora se enfrentaba a un desafío mucho mayor.
Megumin estaba demandando su conocimiento, específicamente para crear explosiones mucho más poderosas. Había estado empeñada en crear un nuevo hechizo, o al menos agregarle su propio toque a sus hechizos actuales, al punto que finalmente el Druida peliverde finalmente hizo un trato con ella. Él integraría sus conocimientos científicos a la magia de ella, y a cambio ella aprendería suficientes hechizos que pudieran ser de utilidad fuera del combate. Ella estuvo de acuerdo en aprender cinco hechizos que él elegiría.
Ahora estaban de pie en el mismo sendero montañoso, esperando que Chika regresara con su reporte.
- ¡Amo! – gritó Chika al aterrizar, haciendo que a todos les diera un respingo por su voz chirriante, antes de cambiar el tono a un murmullo más discreto. – Igual que ayer; Chika solo vio algunos esqueletos y no hay señales de ningún controlador.
Izuku asintió, feliz de descubrir que, igual que el día anterior, el fuerte no tenía humanos o criaturas que pudieran sufrir por el daño colateral.
- ¿Estás lista? – le preguntó Izuku a la Archimaga, que tenía la nariz metida en la libreta donde ella y el joven Druida habían estado trabajando la mayor parte de la noche y de la mañana, combinando su metodología con las fórmulas científicas que Izuku conocía.
El resultado final fue una ecuación monstruosa que resultaría en algo similar a una explosión, con un requerimiento de maná que solo equivalía a un tercio de lo que gastaba con sus explosiones normales.
- Lo estoy. – replicó Megumin, devolviéndole la libreta. – Solo que no estoy segura de qué nombre le voy a poner si funciona.
- Solo es un experimento. – le recordó amablemente Izuku a su compañera. – Estamos probando para ver si tu magia puede combinarse con mi ciencia.
Megumin soltó un suspiro, sabiendo que su compañero tenía razón, pero incapaz de sacudirse la sensación de que, si lograba crear algo nuevo, quería que su nombre fuese inmortalizado.
- Creo que tienes razón. – concedió finalmente Megumin, y luego sonrió cuando un nombre se formó en su mente. – Por lo menos hará un gran ruido ¡BANG!... eso servirá. Si funciona, ¡será como un Big Bang!
Izuku se congeló al oír el nombre del hechizo. Esperaba que el resultado final no tuviese nada que ver con el nombre.
Megumin cerró los ojos, posicionando su mano libre hacia el frente, y apuntando su bastón con firmeza hacia su palma abierta. La creación de un hechizo requería visualización junto con su estructuración matemática, guiar el maná para llenar la forma que se buscaba darle. Los encantamientos ayudaban a darle forma y visualizar el efecto, al igual que a mantener el foco de las ecuaciones requeridas. El primer encantamiento del hechizo era inmortalizado al crearse un nuevo hechizo, y por eso había pasado un largo tiempo pensando en ello, pasando por todas las teorías que Izuku le había explicado.
- La primera ley de la creación es la destrucción, y el resultado final de la destrucción es la creación.
En el momento en que sus palabras salieron de sus labios, una sana cantidad de maná se había reunido alrededor de su mano, formando una esfera, una burbuja protectora.
- Bloques de la realidad, átomos, reúnanse frente a mí. Más pequeños que una gota en el océano, pero más fuertes que el metal más duro, atiendan a mis órdenes.
Un pequeño destello de luz, casi imperceptible, se formó en el centro de la esfera translúcida.
- Choquen entre ustedes a velocidades más allá de lo imposible. ¡Destrúyanse y liberen toda la energía que los creó!
El destello de luz se convirtió en un sol en miniatura, y la burbuja protectora comenzó a agrietarse. Izuku sabía que debía de haber algún... error de cálculo, ya fuera de su parte, o porque Megumin se estaba yendo de mano con la visualización.
- ¡BIG BANG!
Megumin gritó con toda su fuerza mientras lanzaba la esfera de energía hacia la fortaleza abandonada. Tenía una sonrisa temblorosa al ver la pequeña e insignificante cosa volar hacia el risco que sostenía la estructura antigua, esperando ver una detonación mediocre en la distancia.
Para cuando la esfera parecía estar a punto de llegar a su destino, se encontró de pronto siendo tacleada contra el suelo por Izuku. Luego notó que Chika y Liza también se les arrojaban encima. Apenas pudo ver una luz brillante que salía del castillo para cuando una cantidad masiva de vides formaron un domo encima de ellos.
Y luego, un rugido ensordecedor y explosivo los golpeó, junto con un temblor bastante intimidatorio.
- ¡¿QUÉ ESTÁ PASANDO?! – gritó Megumin, obviamente preocupada de que podría haber golpeado a un dragón enfurecido por accidente con su hechizo, y el terrible sonido de vientos furiosos y el calor que golpeaba su domo protector parecía darle credibilidad a su idea.
- ¡SE TE PASÓ LA MANO!
La respuesta de Izuku no tenía sentido. Ella esperaba una detonación, así que ¿por qué se sentía como si la fortaleza móvil el Destructor estaba haciendo alboroto a su alrededor?
Unos pocos segundos después, la mitad del domo se retrajo, dejando solo un escudo en la dirección de la detonación. Izuku había hecho que las vides tomaran la fuerza de las míticas Cortezas de Hierro, y aun así quedaron carbonizadas por la simple fricción causada por la onda expansiva en el aire.
- ¿Y qué pasó? – preguntó Megumin, esperando ver un dragón furioso, o al Destructor... y entonces fue que se dio cuenta.
Ya no había más fortaleza... ni tampoco señal alguna del risco donde solía estar... solo un gigantesco cráter humeante.
- ¡Te pasaste! – replicó Izuku, dándole un zape en la cabeza. – ¡Control! ¡Primero tienes que controlar lo que haces! ¡Después lentamente le agregas más poder!
Mientras Izuku continuaba sermoneando ruidosamente a una temerosa Megumin, Chika y Liza observaron el ridículo nivel de destrucción. Liza solo sabía que Megumin no era alguien a quien quisiera hacer enojar, pero Chika podía ver algo más: su amo, su héroe, iba a traer muchos cambios a este mundo.
Creación de hechizo exitosa. Rama de la magia de detonación actualizada. Registrando hechizo: Big Bang de Megumin.
(-0-)
De vuelta en el gremio...
Mientras todo mundo hablaba sobre la misteriosa luz que salió de las montañas, y un temblor tan fuerte que asustó a más de unos cuantos niños, Aqua se encontraba viendo cierta petición en el tablón de misiones.
- Oh no. ¡Mis pobres y lindos seguidores! – exclamó Aqua al leer dicha petición.
La capilla local dedicada a su divinidad estaba en riesgo de ser cerrada debido a no haber pagado sus impuestos. Gracias a que la iglesia de Eris era la religión principal del pueblo, sus seguidores tenían que pagar impuestos como cualquier otro negocio.
Aunque no era una paga muy grande, lo que significaba que, para haberse perdido los pagos, seguramente el sacerdote local debía de estar pasando por situaciones difíciles.
- Tiene que haber una manera de ayudarlos. – se dijo Aqua a sí misma al leer el dinero requerido para ayudar a su pequeña congregación. – Tiene que haber una forma de conseguir cincuenta millones de eris.
La fecha límite ponía difíciles las cosas... pero entonces recordó que su compañero peliverde seguramente sería capaz de conseguirle esa suma. ¿Pero cómo iba a convencerlo?
En ese momento ella no lo sabía, pero ella misma iba a ser la razón por la que su propia fe iba a sufrir un muy, muy duro y masivo golpe.
Esta historia continuará...
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