El gusto de la libertad


Wiz sabía muy bien que el Archidruida Izuku Midoriya era diferente. Diferente de otros aventureros, de otros Druidas, e incluso de la mayoría de humanos. Llevaba un apellido, pero no ostentaba ningún título de nobleza; demostraba los dotes de una educación vastamente superior, y a pesar de eso, se comportaba de una manera increíblemente humilde.

Izuku Midoriya estaba lleno de contradicciones.

- ¡¿E-estás s-seguro?! – tartamudeaba Yunyun mientras se aferraba al objeto en sus manos. – ¡¿D-de verdad p-puedo quedarme con esto?!

Las dos Demonios Carmesís habían estado discutiendo por el objeto, una varita mágica cuya punta tenía una gema de magecita con forma de corazón, desde hacía casi veinte minutos. Extrañamente, la discusión era por las poses apropiadas que debían hacer cuando la utilizaban, y ni siquiera tocaron una vez el hecho de que lucía como algo que usaría una niña pequeña.

- Por supuesto. – replicó Izuku, dedicándole la sonrisa por la cual era conocido. – Eres parte del equipo, y has ayudado mucho. ¿Por qué no ibas a merecer una recompensa?

- Soy... ¿parte del equipo? – Los ojos de Yunyun empezaron a humedecerse al oír las palabras que su corazón había deseado por tanto tiempo. – ¡SOY PARTE DEL EQUIPO!

Megumin suspiró por la escena. Izuku tenía buenas intenciones, y Yunyun no era un estorbo realmente, pero eso no cambiaba el hecho de que su novio era débil a las chicas que necesitaran ser rescatadas, fuese física o emocionalmente. No era que fuese algo malo, pero esa disposición tan galante seguro les causaría muchos problemas por el camino.

Izuku rápidamente se dio cuenta del ruidito que hacía, y más pronto todavía reaccionó a él.

- Y para ti, quiero... – Izuku arrastró las palabras para atraer la atención de su novia, lográndolo sin problemas. – Algo de ropa nueva.

Megumin parpadeó.

- ¿Qué hay de malo con mi ropa? – preguntó Megumin con honesta confusión. Tenía la certeza de que eran lo bastante reveladoras para mantener la atención de Izuku. – Creí que yo te gustaba...

La última parte la dijo en un tono más bajito, con actitud tímida. Se preguntaba si era que quería algo más atrevido, como algo que usaría una Hechicera, como un bikini de batalla...

- Por supuesto que me gustas. Me gusta cómo eres, cómo luces... – Izuku se sonrojó al decirlo. – Pero estás creciendo, y tu ropa no.

Atrás de ellos, Wiz dejó salir una risita. Megumin, con su pequeño cuerpo, se veía adorable en su atuendo normal, pues la combinación de una falda corta con un enorme sombrero la hacía ver aún más atractiva a la vista. Sin embargo, Izuku tenía razón, pues el cuerpo de la niña iba a crecer pronto al punto de rozar la indecencia con su atuendo. La falda se volvería demasiado corta para proteger su modestia, y su pecho sin duda encontraría la tela muy apretada.

El solo mirar a la otra Demonio Carmesí era suficiente prueba de que se volvería muy hermosa algún día, mientras tuviera una sana dosis de alimentación y refugio.

- S-si ese es el caso... – Yunyun llamó la atención de todos – ¿Por qué no... ya sabes... volvemos a la aldea?

- ¿Cuántas veces tengo que explicarte que es MI novio? – Megumin al instante se puso en postura defensiva, prácticamente escudando al ahora avergonzado Archidruida con su pequeño cuerpo. – ¡Deja de intentar seducirlo!

Mientras la avergonzada chica descendía en un torrente de negaciones, Wiz continuaba observando. Su corazón y su mente estaban en guerra uno con la otra, tratando de encontrar el momento correcto y palabras requeridas para hacer esa petición egoísta, y cómo pedirles perdón por su desastroso error.

- Ya estamos listos para pagar. – La voz de Izuku sacó a la despistada tendera de sus pensamientos. – También queremos comisionar algo de ropa nueva.

Al ver los objetos frente a ella, Wiz notó que era la varita para niñas y una gran cantidad de accesorios, todos regalos para las chicas que peleaban por su corazón. La situación la hacía sentir algo de envidia, especialmente porque Izuku era pecaminosamente amable y cariñoso.

- ¿No sería mejor si le comisionas esto a una costurera? – preguntó Wiz, genuinamente confundida. – Yo puedo hacer estas prendas si realmente las necesitas, pero serán mucho más caras.

La ropa en cuestión eran unas prendas para el pecho, hechas de dos copas de tela con un pequeño soporte de metal colocado debajo del busto. No podía entender cuál era la función de las prendas, pero no eran para armadura.

- Preferiría que seas tú la que lo cree. – replicó Izuku con una sonrisa amable. – También, quiero que te apropies del crédito por esta ropa, y que se la vendas a todas las mujeres que puedas.

Izuku, al ser hijo único, y crecer sin su padre por la mayor parte de su vida, se vio forzado a aprender y entender la función de los sostenes. Era un hecho bastante embarazoso, pero las mujeres de este mundo realmente los necesitaban. Decidió que era mejor acreditarle a Wiz por inventarlos, en lugar de cargar el estigma él mismo, por razones bastante obvias.

Y por supuesto, los primeros modelos estaban destinados para Megumin, Chika, Darkness, Liza y Yunyun.

- ¿Por qué? – preguntó Wiz, confundida por esa oferta tan generosa.

Izuku Midoriya era amable, cariñoso y desinteresado. Cualidades muy difíciles de encontrar, especialmente juntas en la misma persona. Eso hacía que su petición fuese aún más difícil.

- Porque somos amigos... – dijo Izuku antes de dudar por un momento. – Y también, pareces estar algo... deprimida, y quería animarte de alguna manera.

Detrás del Archidruida, dos Demonios Carmesís se quedaron viendo asombradas. Una negó con la cabeza, incrédula de la situación, y la otra simplemente se dio una palmada en la cara, no por molestia, sino tratando de contenerse una risotada. Nadie, en ninguna parte, se atrevería a renunciar a los derechos de un invento, por tonto o inútil que pudiera ser. ¿E Izuku estaba regalando algo funcional solo para sacarle una sonrisa?

- Si de verdad somos amigos... – Wiz sabía muy bien que, si no capitalizaba en la oferta ahora, tal vez nunca encontraría el valor de pedir lo que realmente necesitaba. – ¿Puedo pedirte algo realmente egoísta?

Izuku sabía que algo estaba sucediendo, pero no tenía idea de qué. Wiz era fácil de leer, especialmente cuando algo la estaba molestando. Su actitud de chica torpe y despistada era su manera de disfrutar de la vida sin preocupaciones, de hacer que sus problemas se fueran. Verla tan concentrada, y aun así tan ausente...

- ¡Nada de abrazos o plumas! – interrumpió Chika el momento, usando a Liza como escudo. – ¡Solo el amo puede tener cualquier cosa de Chika!

Esa demanda tan espontánea hizo que Wiz se riera.

- No, no es nada de eso. – replicó Wiz finalmente sonriendo. – Necesito que escuchen una historia muy antigua, y luego mi petición. Les prometo que los recompensaré con algo bueno.

Durante la siguiente hora, Izuku y compañía escucharon atentamente la historia de la legendaria Bruja de Hielo. Cómo viajó por el reino con su grupo de aventureros, enfrentándose a dificultades imposibles, cómo se ganaron su estatus como aventureros valerosos y poderosos. Luego vino la historia de su caída, cómo sus egos se apoderaron de ellos, o más bien, por su dependencia excesiva en la famosa Bruja de Hielo.

Intentando aumentar su fama y gloria, y el oro en sus bolsillos, se enfrentaron a Beldia. La batalla duró por casi dos días, hasta terminar en un duelo entre el poderoso dullahan y la imparable Bruja de Hielo.

Según dijo Wiz, todo fue por un desliz en su mente. Atrapada en el ritmo de su danza mortal, el dullahan se había posicionado en el punto perfecto, disparándole su maldición mortal a la Bruja de Hielo. No esperaba golpearla a ella, sino a los que estaban detrás, la gente que ella se había olvidado que estaba allí durante ese trance inducido por la adrenalina del combate. Ella lo esquivó sin problemas, y sus compañeros pagaron el precio.

Beldia, como era de esperarse, dejó que el grupo pagara por sus errores, advirtiéndoles del tiempo límite antes de su día final, y cómo iban a sufrir... a no ser que pudieran derrotarlo.

No pasaron ni tres días para que la Bruja del Hielo encontrara una forma de salvar a sus amigos.

Derrotar a Beldia sola no era una opción. Podía enfrentársele de igual a igual, pero sin un sacerdote poderoso a mano, no podía asestar un golpe mortal. En lugar de eso, acudió a otro general del Rey Demonio. El temible Duque del Infierno, Vanir.

Lucharon durante un día entero, y la bruja salió victoriosa al final. Con su triunfo, exigió que el Duque del Infierno le ayudara a salvar a sus amigos. Al final, eso significaba que ella llevara la maldición en su lugar. Vanir, por supuesto, podía hacerlo, pero le advirtió que su alma no podría soportar tal estrés, lo que significaba que, si ella moría, la maldición volvería a sus portadores originales, lo que solo les daría uno o dos días más para vivir en agonía.

Al ver su desesperación, el Duque le ofreció una alternativa. Al convertirse en algo más resistente que un humano, podría llevar encima la maldición sin morir, salvando a sus amigos por el tiempo que fuese necesario llevar la maldición. Ese día, la Bruja de Hielo abandonó su humanidad, llevando la maldición de sus compañeros aventureros. Ese día, la Bruja de Hielo desapareció, para no ser vista nunca más.

- Yo soy... era... la Bruja de Hielo. – Wiz concluyó su historia, mezclada con una liberación en sus rasgos. – Ahora soy una lich, y una general del ejército del Rey Demonio. Aunque solo ayudo manteniendo la barrera que protege su castillo.

Tomándose un momento para ver los rostros de su audiencia, Wiz notó que las miradas que le daban eran... de simpatía. Sorprendentemente no había rechazos, ni gritos de rabia, o miradas de incredulidad. Podía decir que todos estaban listos para... ayudarla.

- Es por eso que... – Wiz dudó. Sabía que esto tenía que hacerse, que no había otra manera de sortear el problema. – Mi petición... lo que necesito que hagas...

- Wiz... – Izuku interrumpió a la pobre tendera, con un rostro amable y compasivo que iluminaba toda su tienda. – ¿Te gustaría que te ayude a reencarnarte?

Vino de la nada. Una oferta tan extraña que no podía ser verdad.

Por supuesto, un Archidruida podía aprender a usar Reencarnación, ¡¿pero usarla en un no-muerto?!

De nuevo, este era Izuku, el maravilloso aventurero al que poco podía importarle lo imposible. Si él se la estaba ofreciendo, entonces era una posibilidad real.

BONK!*

Ver al joven Archidruida ser golpeado en la cabeza por una Demonio Carmesí pequeña y molesta, era otra cosa muy extraña. Aunque era claro que el golpe no iba encaminado a hacer daño.

- ¡NI SE TE OCURRA! – gritó Megumin, con el bastón ya preparado.

- ¿Qué? – preguntó Izuku sorprendido, sujetándose la cabeza defensivamente. – ¡¿Por qué?!

- Ya colapsaste hoy por haber reencarnado a un lich antiguo. – declaró Megumin, mirando a su novio fulminantemente y con preocupación. – ¡No dejaré que colapses otra vez!

- ¡¿Lo hizo?! – Wiz estaba más que sorprendida por esa declaración.

Por una parte, ese comportamiento imprudente no podía estar bien. Agotar el maná al punto de colapsar le pasaba factura al cuerpo, lo cual quedaba en evidencia con la poco desarrollada Megumin, que hasta hacía poco no podía pasar un día sin usar Explosión y desplomarse.

Por otro lado, esta revelación significaba que tenía una forma de salir de su contrato con el Rey Demonio. Reencarnación funcionaba diferente a Resurrección, pues el primer hechizo arrojaba el alma a su ciclo natural de renacimiento, lo que significaba que todos los pecados y maldiciones del pasado serían borrados para un nuevo comienzo, mientras que el segundo solo devolvía el alma al cuerpo, y por tanto los efectos remanentes como maldiciones permanecerían allí.

- Chika está de acuerdo con Megumin. – La harpía se unió rápidamente, colocándose al lado de la pequeña maga. – ¡El amo necesita descansar y reponerse!

Con habilidad y agilidad que el joven Archidruida no era capaz de seguir, la harpía negra le arrebató el bastón de las manos con un puchero. Por dentro se preguntó si la chica aviana no habría usado alguna clase de ilusión.

- Amo... descansar... – agregó Liza mientras abrazaba a Izuku por detrás. Era una maniobra de contención llena de amor y cuidado, pero Izuku podía decir que era como si lo estuviera sujetando una presa industrial. También podía darse cuenta que sus notables senos no se habían encogido ni un poco.

- ¡Ah! – El chillido de Izuku fue una adorable mezcla de vergüenza y sorpresa. – ¡Ya entendí! ¡YA ENTENDÍ!

Aun después que se rindió, Liza se rehusó a soltarlo, para incremento de la vergüenza del líder del grupo. Y entonces, Aela y Darkness entraron a la tienda, consiguiendo una fantástica vista del ahora sonrojado Izuku.

- ¿Qué está pasando? – preguntó Aela, sin poder ocultar su curiosidad.

- ¡Izuku estaba a punto de volver a usar uno de sus super hechizos sin cuidado! – reportó Yunyun, apenas salida de su condición de estar deslumbrada. – ¡Tengo que ponerme del lado de Megumin aquí, Izuku tiene que descansar un día o dos antes de volver a intentar ese hechizo!

Aela estaba bastante sorprendida de ver que Izuku no luchaba contra su esclava. Tal escena debería ser imposible debido a que los esclavos estaban atados por sus marcas, haciéndoles imposible desobedecer o ir contra sus amos. Sin embargo, la curiosidad se vio superpuesta por la declaración.

- ¿Qué cosa? – Aela no tenía idea de lo que hablaban. – ¿Cuál hechizo?

- ¡Izuku! ¡Necesitas descansar antes de volver a intentar algo así! – interrumpió Darkness, preocupada por el santo bajo su cuidado. – Los milagros son tremendamente agotadores, ¡tienes que asegurarte de estar bien descansado antes de intentar otro!

- Pero... – Izuku trató débilmente de discutir, pero Liza continuaba abrazándolo con amor y preocupación, haciéndole difícil al joven Archidruida enfocarse en otra cosa que no fuera calmar sus impulsos hormonales.

¿Por qué tenía que ser tan... hermosa y bien dotada?

- ¡Está bien! – dijo Wiz casi gritando, finalmente comprendiendo que Izuku estaba dispuesto a sacrificar su propia salud por ella. – ¡No me iré a ninguna parte! ¡Puedo esperar el tiempo que sea necesario!

Esa declaración volvió a redirigir la atención de todos hacia ella. Wiz no sabía cuántos más averiguarían su secreto en el intermedio, pero su vida no valía tanto como para arriesgar a su querido amigo. Si un grupo de héroes venía para asesinarla, no le importaría mientras Izuku estuviera a salvo.

- ¿Eso bastaría para mantener a Izuku a salvo? – preguntó Darkness de pronto. Le encantaba la disposición celestial de Izuku, pero era muy imprudente cuando se trataba de ayudar a la gente. – ¿Podemos confiar en que no hará nada hasta que se recupere totalmente?

Una mirada a Izuku fue suficiente. Era obvio que intentaría escabullirse para ayudar a alguien que lo necesitaba.

- Puedo guardarle el bastón hasta que descanse. – ofreció Wiz, sabiendo que un hechizo tan poderoso necesitaba un foco para poder invocarse.

- Hagamos eso. – replicó Yunyun, aunque se tensó por un momento al darse cuenta que podría haber sobrepasado su rango en ese grupo.

- Estoy de acuerdo.

- ¡Chika también está de acuerdo!

- Buen plan.

- ¿En qué estábamos de acuerdo de nuevo? – preguntó Aela sin poder evitarlo. Entender a los miembros de su nuevo grupo cada vez se le hacía más difícil.

- ¡¿Y yo no tengo el derecho a objetar?! – preguntó Izuku, molesto por lo que sucedía, pero incapaz de forcejear, o de ordenarle a Liza que lo soltara.

- No. – La respuesta de Liza dejó muy obvio que su deseo de que su amo estuviera bien sobrepasaba su obediencia.

Mientras el grupo continuaba observando los objetos, Wiz contempló el camino que se le presentaba. Izuku se había convertido en su amigo fácil y rápidamente, pero no entendía por qué. No era enamoramiento, pues el joven Druida ni siquiera le miraba los atributos, hacía comentarios inapropiados, o trataba de tocarla cuando se le acercaba. Tampoco era codicia, pues nunca le había pedido, ni una sola vez, que le bajara el precio o que trajera su enorme colección de objetos prohibidos que tenía acumulados. De hecho, la mayor parte del tiempo el joven Druida solo le compraba objetos mágicos menores y cachivaches para hacer sonreír a sus compañeras.

Al despedirse luego que el grupo se marchó, tras comprar algunas Capas de Camaleón y algunos sillones de seda, Wiz continuaba preguntándose cómo proceder. Si la Reencarnación de Izuku funcionaba, la maldición quedaría deshecha y ella sería libre. ¿Libre para volver a una vida de aventuras? ¿Tal vez para encontrar un romance apropiado?

Mirando debajo de su escritorio, la confundida lich decidió que pensar en el futuro no le haría bien. En vez de eso, se enfocaría en lo que tenía enfrente en este momento. El bastón de Izuku era verdaderamente hermoso, por más primigenio que lucía. Tenía agarre y balance perfectos, y tal vez la resonancia más bella que hubiese visto en un foco para hechizos, pero difícilmente se podría utilizar como arma.

A un lado del bastón estaba el pico de una cocatriz. Sin la mirada de la cocatriz, no tenía potencial de petrificación, pero aún tenía el poderoso efecto de veneno paralizador que se mantenía al borde del pico.

- Tal vez debería mejorarle su bastón... – murmuró Wiz para sí misma, sosteniendo ambos objetos, y entonces una hermosa sonrisa adornó su rostro al imaginarse cómo reaccionaría Izuku ante la mejora. – Sería un buen regalo para darle las gracias, aunque haya sido solo por pensar en ayudarme.

Al no necesitar dormir o comer, la distraída tendera comenzó a trabajar en la mejora mientras tomaba descansos adecuados para tocar las hermosas plumas negras que adornaban el bastón.

(-0-)

Al día siguiente, en lo profundo del bosque...

Las misiones eran la fuente diaria de dinero para los aventureros. Venían en una gran variedad de formas y niveles de dificultad. Desde las aburridas como búsquedas de materiales, hasta las siempre excitantes subyugaciones de monstruos. Sin embargo, todas compartían algo en común.

Siempre era imposible determinar el peligro involucrado.

- ¡CORRAAAAAAANN!

- ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué ahora?! ¡¿Por qué NOSOTROS?!

- ¡¿No de esta forma?!

Un grupo de aventureros se encontraba corriendo por sus vidas. Lo que empezó como una simple exterminación de goblins se había convertido en una metida de pata masiva.

RRROOOOAAAAAARRRRRR!*

Un gigantesco felino saltó hacia ellos desde los arbustos, fallando en arañar a uno de los aventureros apenas por un pelo.

- ¡¿POR QUÉ HAY UN ASESINO DE NOVATOS AQUÍ?!

Dust y su grupo no se imaginaban que un Asesino de Novatos, una bestia felina que se parecía a un tigre dientes de sable negro, estaría acechando tan cerca del pueblo de principiantes. De nuevo, la bestia era conocida por ocultarse lejos de los aventureros fuertes, y atraer a los de bajo nivel con presas débiles. La falta de reportes sería obvia debido a la enormemente baja posibilidad de sobrevivir a un encuentro con uno de ellos.

- ¡Keith! – gritó Taylor mientras trataba con todas sus fuerzas de no quedarse rezagado, debido al peso de su equipamiento. – ¡Dispárale con tu arco!

- ¡Seguro! – replicó Keith sin detenerse, o incluso sin mirar atrás. – ¡DESPUÉS QUE LO DETENGAS POR UN SEGUNDO!

El grupo de Dust no era el más débil, pero tampoco estaba por encima del rango de novicios. Enfrentarse a un Asesino de Novatos era un suicidio en el mejor de los casos.

- ¡GAH!

Lean gritó cuando se torció el tobillo, cayendo al suelo con un rostro que reflejaba el pánico. Todavía no había golpeado la tierra y ya podía sentir el aliento de la bestia respirándole en el cuello. Morir siendo despedazada por este monstruo era una manera horrible de acabar su vida, más con el conocimiento de que su grupo no tendría suficiente dinero para pagar un hechizo apropiado de resurrección.

- ¡LEAN!

Dust también gritó cuando hizo algo impensable. El pervertido se detuvo en seco, saltando para proteger a la chica con su cuerpo. No eran una pareja oficial todavía; simplemente se la pasaban jugueteando con la idea de estar juntos, de salir en una o dos citas antes de comprometerse. Y aun así, algo dentro del rubio lo forzó a actuar como un hombre, aunque fuese por los últimos segundos de su vida.

BAM!*

El fuerte sonido de un golpe fue seguido por los quejidos de un animal. Tomando la oportunidad, Lean y Dust miraron hacia el Asesino de Novatos, y lo vieron rodando hacia el suelo con un dardo de ballesta clavado en una de sus patas.

- ¡Protejan a los aventureros!

La voz que daba la orden tenía un tono de chico lindo, que les hizo reconocer al dueño antes de que apareciera a la vista. Izuku el Archidruida, de alguna manera, había venido a rescatarlos... otra vez. Podría ser vergonzoso, pero le estaban muy agradecidos por ser tan oportuno.

- ¡Estoy en ello! – Darkness saltó de la nada, levantando su escudo de espinas para proteger a la pareja en el suelo, y con la maza de espinas lista en la otra mano.

- ¿Qué diablos fue eso? – preguntó Keith sin poder evitarlo, antes de ver a la que logró dispararle al Asesino de Novatos.

Aela la Cazadora, esclava no voluntaria del Archidruida, estaba sosteniendo un artefacto que el arquero tendría problemas para llamar una ballesta. En las manos delicadas de la chica pelirrosa descansaba un artilugio que parecía más un arma larguísima con un gatillo en un extremo, un arco diminuto de metal en el otro, y un barril pequeño en medio de la caja.

Por supuesto, era más complejo que eso. La cuerda del arco atravesaba la caja por un pequeño agujero, debajo del arco diminuto había una manija secundaria con lo que parecía un segundo gatillo. En un lado de la caja, se podía ver una tercera manija más pequeña. Y encima de la caja, tenía pegada lo que parecía ser una lente.

Se veía demasiado compleja para ser una ballesta, pero parecía funcionar como una.

- ¡Recargando! – gritó Aela. Eso era lo normal, y se esperaba que la chica buscara cobertura mientras se esforzaba en volver a estirar la cuerda y reemplazar el dardo.

La Cazadora comenzó soltando la manija secundaria causando que los brazos del arco se movieran hacia atrás y liberando toda la tensión de la cuerda. Y entonces, sin ningún esfuerzo aparente, jaló hacia atrás la tercera manija, lo que movió la cuerda de vuelta a su posición, indicado por un sonido de click bastante discreto. Después de terminar con la acción, hizo rotar el barril de abajo, lo que hizo más ruidos de click, revelando que otro dardo estaba ahora en posición de disparo gracias a que su punta ahora era visible en el extremo del arco. Luego volvió a aplicar presión en la manija secundaria, lo cual forzó a los brazos del arco a moverse y tensarse de nuevo. Finalmente, movió el artefacto para poder ver a través de la lente.

- ¡Lista! – gritó Aela luego de menos de diez segundos.

- RROOOOOAAA-

*¡BAM!*

Mientras la bestia comenzaba a rugir desafiantemente, la Cazadora disparó, acertando un tiro directo dentro de sus fauces y perforándole el cerebro. El grupo de aventureros miró con incredulidad. ¡Una de las porristas de Kyouya acababa de matar ella sola al Asesino de Novatos, y con solo dos disparos!

- ¿Se encuentran bien? – le preguntó Izuku al grupo, cuya preocupación calmó los corazones y los nervios de los pobres y golpeados aventureros. – ¿Alguien está herido?

El impacto de ver a alguien tan inútil actuar como un héroe verdadero pronto fue reemplazado por aceptación. Era el grupo de Izuku después de todo.

- Creo que me torcí el tobillo... – replicó Lean, aparentemente ignorando que Dust todavía la estaba abrazando.

Si lo hacía por preocupación, o por miedo, era difícil de saber.

- Déjame ayudarte. – dijo Izuku colocando las manos sobre el miembro lesionado, antes de invocar. – Curar Heridas.

Una luz esmeralda brilló sobre el hechizo, y casi al instante el dolor se había ido.

Curar Heridas era un hechizo curativo básico. Común entre todos los sacerdotes, y no poco común entre los Druidas y otros hechiceros divinos. La sorpresa que todos los que veían sintieron, por ende, vino del hecho de que vino con mayor potencia de la que usaban los sacerdotes, y la luz era más intensa de lo que se veía en los diferentes templos. El hecho de que tampoco fuese blanco también era notable.

- Uh... – Lean estaba dudando en hablar, la hazaña parecía irrelevante, pero era otra rareza más para coronar al joven Archidruida. – Gracias.

Lean habría confesado que encontraba a Izuku muy intimidante. Tanto poder, tantas habilidades únicas, tan capaz... que ni siquiera podía empezar a imaginarse los obstáculos que pasaban las chicas que lo seguían. ¿Qué clase de actos de devoción necesitaban hacer para ganarse su atención?

Dust nunca se había sentido tan agradecido en su vida por los pequeños malentendidos. Al ver al peliverde borracho una vez le bastó para entender que seguía siendo humano, y por tanto, podía relacionarse con él.

- Me alegra escucharlo. – concluyó Izuku, girándose para dirigirse a sus compañeras. – Y bien, ¿qué tal estuvo?

Su misión era sobre recolectar hierbas curativas. Era sencillo, fácil y rápido. Encontrar que la ballesta personalizada ya estaba lista solo añadió a la intención de encontrar objetivos en movimiento para una prueba de campo. Izuku no tenía idea de saber lo importante que era este particular objetivo, o la fama que la Cazadora de pelo rosa terminaría ganándose por su hazaña.

- Es... – Aela arrastró la voz mientras observaba cada parte de su nueva arma experimental – ... pesada. Pero me las puedo arreglar.

Bianca. Ese era el nombre que el señor Talenof le dio a su creación. Un mecanismo complejo que usaba resortes pesados y engranajes llenaba la cajetilla de la ballesta, el mitrilo derretido con las llamas del infierno hacía una poderosa aleación para casi todas las piezas, mientras que la corteza de hierro daba una cubierta no muy pesada. El arma no era fácil de operar, ya que requería alta coordinación para recargar el siguiente disparo, pero requería menos fuerza a comparación de otras ballestas.

Cuando Talenof pidió un nuevo nombre para este tipo de arma, Izuku dejó salir el nombre... Lanzadardos.

- ¿Qué es esa cosa? – preguntó Keith aproximándose a la Cazadora, que inmediatamente abrazó su lanzadardos echando un paso atrás. – ¡¿Y dónde puedo conseguir una igual?!

(-0-)

De vuelta en el salón del gremio...

Izuku ya se estaba acostumbrando a las miradas intensas de todos cada vez que ingresaba al gremio. Si no era después de salvar a alguien, era simplemente por estar rodeado de un montón de chicas bonitas que lo adoraban. Dichas chicas, por supuesto, eran talentosas y fuertes, y no simples accesorios para presumir.

Hoy, sin embargo, las miradas intensas no iban dirigidas a él.

- ¿Quieres dejar de proteger tu arma como si fuera un bebé? – le preguntó Megumin a la nerviosa Cazadora. – Es algo perturbador.

Aela solo apretó con más fuerza a Bianca.

Aparentemente, el grupo de Dust había empezado a regar la noticia del lanzadardos, y lo poderoso que había sido contra el Asesino de Novatos. Había algunos ojos llenos de envidia, animosidad y avaricia dirigidos hacia la Cazadora en ese momento. Y ella era muy consciente de ellos.

Aunque no notó que también había miradas de miedo.

- Puedo entenderla. – Darkness se unió a la conversación mientras caminaban hacia la mesa. – Cada día recibo ofertas por las armas que Izuku hizo para mí, pero nunca las voy a entregar.

Había una sana cantidad de miedo proveniente de las miradas. La hazaña de matar a un Asesino de Novatos en dos disparos era equivalente a decir que podría matar a dos docenas de aventureros, igual que lo peligrosa que se veía Darkness por haber podido aguantar como lo hizo en contra de Beldia.

La avaricia y envidia estaban allí, pero también lo estaba el instinto de supervivencia que les decía que intentar cualquier cosa terminaría con muerte instantánea para ellos.

- Creo que Megumin está celosa. – La declaración de Yunyun le arrancó un grito ahogado a la pequeña Demonio Carmesí. – Ella no tiene un objeto personalizado, y las demás sí.

La idea de molestar a Megumin le trajo escalofríos a cualquiera que estuviera al tanto de la existencia del Big Bang. Viendo que la pequeña archimaga temblaba de rabia solo la hacía aún más aterradora.

- ¿Eso es cierto? – preguntó Izuku con una sonrisa cálida, ganándose un lindo puchero de su novia. – ¿Debería hacerte algo especial? ¿Quizás un nuevo bastón?

La pregunta rápidamente hizo reaccionar a la chica explosiva.

- ¿Lo dices en serio? – preguntó Megumin con estrellitas en los ojos, y su novio le asintió sin dudarlo. – Puede... ¿puede ser de esa corteza de hierro que cultivas? Y... ¿un mechón de tu cabello también?

Sin que Izuku lo supiera, lo que Megumin estaba pidiéndole era una tradición entre amantes. Según las creencias, intercambiar mechones de cabello les ayudaría a protegerse entre sí de malas intenciones. Y para los hechiceros, esto significaba un foco mucho más potente.

- Bueno... – Izuku arrastró la voz por un momento de manera juguetona. – Solo si me das un mechón del tuyo...

Megumin asintió mientras se sentaban en su mesa, y rápidamente se le echó encima para abrazarlo.

- Un mechón de cabello del amo... – murmuró Chika, imaginándose una muñequera o anillo, o incluso un colgante con un tesoro como ése.

- Yo querer... solo amo... – Liza era mucho más simple en su pensamiento.

*¡THUD!*

Y entonces, finalmente colocó la otra cosa en la mesa. La cosa que tenía a casi todos los demás aventureros ahogándose de miedo y asombro. Era el cadáver del Asesino de Novatos.

Para ser honesto, Liza habría preferido despedazarlo para que fuera más fácil de transportar. Pero Izuku había pedido llevarlo intacto, ya que tenía una idea para los materiales.

- ¡Veré lo que puedo hacer para complacerlas a todas! – replicó Izuku con una risita amable, fallando en notar por completo las miradas de aquellos que malinterpretaban sus palabras. – Pero por ahora, necesitamos hacer una revisión de la deuda de Aela.

En su asiento, dicha Cazadora tembló.

Situaciones como la suya requerían revisiones regulares para asegurarse que la deuda estaba siendo pagada apropiadamente. También garantizaba que el que debía pagar no intentaba robarse algo o escaquearse de pagar. Para Aela, este era un movimiento obvio, algo que sin duda tenía que llevar a cabo, aunque su tiempo en este grupo había sido bastante corto.

Le habían dado una habitación en la posada, aunque fuera pequeña. Le habían dado tres comidas al día, ropa nueva, y ahora, un artefacto que prácticamente equivalía a un arma legendaria que ahora le pertenecía. Si la deuda se incrementaba a otros veinte millones, todavía podría haber dicho que era un trato justo.

Mientras la Cazadora había hecho una lista mental de los beneficios que había disfrutado, y fallado en suprimir la necesidad de compararlo con su tiempo con Kyouya, Luna había llegado hasta su mesa, con algunos papeles en mano.

- Aquí está el balance. – declaró Luna colocando los susodichos documentos en la mesa. – Por favor revisa que no haya errores o discrepancias.

Luna tenía una sonrisa muy conocida adornándole la cara. Todo había resultado tal como Izuku quería sin duda.

Tomándose el tiempo para leer las tres páginas que le correspondían, la Cazadora no pudo retener el grito ahogado que se le escapó de la boca. Era imposible, ¡no había manera de que los números estuvieran correctos!

- Esto es... – Aela tuvo que leerlo de nuevo, incapaz de creer lo que veía. – De... verdad...

Las lágrimas ahora estaban rodando por sus mejillas. Lo que estaba en sus papeles no podía de ninguna manera estar correcto. No había una sola persona en el mundo que tuviera el corazón para hacer algo así...

- Así es. – dijo Izuku con una sonrisa triunfante. – ¡Felicidades por ganarte tu libertad!

Las palabras del joven Archidruida fueron seguidas por unos ligeros aplausos. Era una gran ocasión, pero para el resto de los miembros del grupo de Izuku, parecía ser lo que Izuku más quería que sucediera.

- ¿Cómo? – preguntó Aela débilmente, preguntándose si estaba a punto de despertar en una cruel realidad. – ¿Por qué?

Las lágrimas comenzaban a aumentar de número, por lo que Izuku procedió a explicarlo mejor:

- Bueno, ya eras parte de nuestro grupo cuando Beldia atacó, así que técnicamente ya eras parte del grupo que derrotó a Beldia. Entonces, parte de esa recompensa también es tuya.

Las palabras de Izuku no tenían sentido; después de todo, era sentido común excluir a los miembros más débiles de las recompensas, ¿verdad?

- Era una porción pequeña por tu participación pequeña. – aclaró Darkness. – Actuar como carnada no basta para una repartición equitativa.

Las palabras de la chica noble eran un pobre intento de disminuir el impacto. La Cazadora no se merecía nada de ese dinero. De hecho, ella fue la razón por la cual Izuku se vio forzado a pelear contra él en ese momento.

- También nos has estado ayudando con todas las misiones que hemos estado tomando. – continuó Izuku, haciendo que tuviera aún menos sentido, ya que su participación había sido esencialmente práctica de tiro mientras salían de aventura. – ¡Cada ayuda es importante!

Aela empezó a llorar.

Ella no se merecía esto. Izuku, el hombre al que detestaba al inicio, le mostraba amabilidad en una medida que era impensable.

En vez de aprovecharse de ella como lo haría cualquier otro, Izuku la había ayudado en cada aspecto que podía. La ayudó a pulir sus habilidades, permitiéndole entender que todo lo que podía hacer era útil. Le ayudó a recuperar su dignidad, dándole ropas modestas para verse más respetable ante los ojos del gremio y los demás aventureros. La volvió fuerte, pues lo que hizo hoy no habría sido sino un sueño inalcanzable para su antiguo ser. Y ahora...

- ¿Cómo es que todo eso basta para pagar mi deuda? – preguntó Aela, con su mente todavía teniendo dificultades para creer que el que realmente peleaba por su libertad era el chico que pensó que se la había arrebatado en primer lugar. – Aquí dice que todo este dinero es para mí.

No la estaban echando. Eso podía entenderlo. ¿Pero que le dieran dinero cuando no hacía mucho parecía tener una deuda interminable? ¿No era demasiada amabilidad solo para una miembro del equipo? ¿Estaba acaso tratando de ganarse su corazón?

- Te lo ganaste. – replicó Izuku, y el resto del grupo asintió estando de acuerdo. – También necesitas aprender cómo gastar tu dinero.

Aela siempre había sido propensa a dejar que otras personas manejaran las cosas importantes. Cuando estaba con Kyouya, él se encargaba de pelear y de los asuntos relacionados con el gremio. Izuku también se ocupaba de lo segundo.

- De hecho, ¿por qué no hablas con Luna sobre la presa que mataste? – añadió Izuku, haciendo que la Cazadora lo mirara asustada. – Necesitas a aprender a negociar por las partes, o decidir si quieres quedártelas para comisionar un objeto para ti.

- ¡Podrías quedarte con la piel de ese monstruo y comisionar una capa con ella! – interrumpió de repente Yunyun, cuyos años de soledad habían atrofiado su sentido de socializar y de saber si era oportuno hablar. – ¡Se vería adorable si conviertes la cabeza en una capucha!

Aunque Megumin se dio una palmada en la cara, ya fuese por lo inoportuno de la interrupción o su extraño sentido de la moda, Izuku se limitó a darle unas palmaditas en la cabeza. Quizás no fuera una semihumana, pero aun así ronroneó... para molestia de Megumin.

- Ven conmigo, Aela. – llamó Luna extendiendo la mano hacia la abrumada Cazadora. – Hablemos de negocios en el mostrador.

En cuanto las dos se encontraron fuera del radio de escucha, Izuku adoptó una cara seria. Era hora de discutir algo importante.

- Ahora que eso ya está hecho, tenemos que prepararnos. – proclamó Izuku, recibiendo asentimientos firmes de sus compañeras. – Podremos recoger la carreta en tres días. La comida y el agua no serán problema, pero...

Girándose hacia la Paladín masoquista, encontraron que la rubia estaba sonriendo.

- No te preocupes. – replicó Darkness sin titubear. – Estoy segura que mi padre no tendrá objeciones con el viaje.

Aunque Izuku, Megumin y Yunyun se podían mover libremente por el mundo, Darkness tenía fuertes lazos con la ciudad. Viajar entre ciudades no era un problema realmente, pero el viaje que Izuku quería hacer requería un cierto nivel de dedicación que alguien de herencia noble no podría dar. No solo estaba comprometiéndose a no regresar con su familia en un futuro cercano, sino que había la posibilidad de no regresar en absoluto.

- ¡Chika seguirá al amo por siempre! – dijo la harpía en voz baja, una con la cual Izuku se sentía cómodo.

- Yo... seguir... – Liza expresó su lealtad y determinación, para alegría de Izuku.

- ¡Derrotaremos al Rey Demonio, juntos! – Megumin hizo una pose heroica, haciendo sonreír a Izuku por recordarle la primera vez que se conocieron.

- ¡Sí, juntos! – Yunyun posó junto a su colega más pequeña. – ¡Porque somos un equipo!

- ¿No tienes que pedirle permiso a tu padre primero? – Megumin inmediatamente se salió del personaje, dándole piquetes en el costado a la otra chica, que ahora se sonrojaba. – ¿Acaso le pediste permiso para estar aquí en primer lugar?

- ¡Megumin! – Yunyun ahora trataba de protegerse sus costados de los dedos de Megumin. – ¡Así no es como funciona! ¡No le des ideas equivocadas a Izuku!

Izuku no pudo evitar dejar escapar una risita. Adoraba a estas chicas, sus compañeras de equipo. No podía sino reforzar la promesa que se hizo, de nunca permitir que la gente que era preciada para él saliera lastimada. El camino para volver a casa finalmente estaba por comenzar, y necesitaba asegurarse de estar preparado no solo para asegurar la victoria, sino un retorno seguro con la gente que quería.

Esta historia continuará

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Omake – Reunión de emergencia.

Adentro del gremio de aventureros, en uno de los cuartos privados, se había reunido un grupo de personas, tratando desesperadamente de encontrar una solución para su actual crisis...

- Y esta es la situación. – reportó Luna a la bola de cristal situada encima de la mesa, mientras aquellos a su alrededor demostraban caras de absoluto desconcierto. – Los enanos no pudieron demorarse más, y me temo que las iglesias hicieron un tremendo trabajo en alienarlo.

Él. Izuku Midoriya, el Archidruida que había completado más misiones en su corto tiempo de aventurero que muchos veteranos en toda una vida de duro trabajo. El mismo aventurero que había derrotado a un general del ejército del Rey Demonio, trayendo gran fama a la ciudad, y a esta rama del gremio. El mismo chico lindo que había sido reconocido por el rey, y que básicamente había sufrido insultos por parte de las iglesias de Eris y Aqua. ¡Y eso sin contar el intento de asesinato que hizo la Universidad de Lyndon en contra de su compañera!

- Entiendo... – La voz venerable que salió de la bola de cristal pertenecía al Gran Maestro del gremio. Un hombre anciano que era diligente y trabajador, si bien algo pervertido. – Perderlo en la guerra, o peor, perderlo ante otra ciudad o reino, sería catastrófico. ¿Acaso tiene alguna debilidad? ¿Alcohol? ¿Mujeres? ¿Hombres?

Hubo gruñidos de molestia por las costumbres del gran maestro, pero aun así tenía algo de razón. Algunos aventureros prometedores habían quedado atados a la ciudad debido a sus... proclividades, pero Izuku era un caso especial.

- Eso es poco probable que funcione. – dijo Maria, otra de las recepcionistas, una hermosa elfa. – Ya tiene un harem bastante considerable siguiéndolo. Dos Demonios Carmesís, dos semihumanas, y dos nobles.

Miradas temerosas cayeron en la elfa recepcionista, que suspiró exasperada.

- Lady Lalatina Darkness Dustiness Ford, y Fio Aela Bella Flora. – elaboró Maria. – La hija del Duque, y la hija de un noble menor. Literalmente no hay nada que podamos echarle para hacerlo quedarse... al menos en ese sentido.

En su asiento, uno de los ayudantes masculinos, el contador, para ser preciso, comenzó a tomar notas. El Archidruida parecía tener todo en su harem a primera instancia, pero una inspección más cercana reveló que aún le faltaban piezas en su colección. Entre las Demonios Carmesís tenía una loli y una de tipo hermana menor. Con las esclavas, tenía una musculosa y una mascota. Las nobles le proveían de una hermana mayor y una tsundere. ¡Todavía le faltaban una kuudere, una pervertida lasciva, y una hija!

- ¡Claro! – gritó Luna de repente, forzando a la mente del hombre a volver al presente. – ¡Había solicitado una tierra para una propiedad!

Los murmullos rápidamente se intensificaron. Obtener tierra para propiedades estaba reservado para la nobleza, a la cual el joven Druida no pertenecía. De nuevo, al ser reconocido por el rey, se podría argumentar que el chico básicamente había sido nombrado caballero.

Era estirarse un poco, por supuesto. Los nobles se quejarían, eso era inevitable. Pero podían convencer al señor que gobernaba en estas tierras de otorgarle alguna parcela de terreno, aunque fuese mala, ¡podrían convencer a Izuku de llamar a este pueblo su hogar!

- ¡Excelente! – El Gran Maestro se unió a la discusión. – Comiencen a mandarle cartas al señor de estas tierras. Yo trataré de contactar con Su Majestad para asegurar la cooperación. ¡Solo nos quedan un par de días para convencer a Izuku de convertirse en un residente permanente!

En su asiento, el contador no pudo evitar ver los claros hoyos en este plan tan desesperado. Solo se le ocurrían dos lugares que el señor local estaría dispuesto a vender, ambos muy pequeños para que un druida pudiese crear una pradera confortable, y el señor no aceptaría nada menos que un rescate de un rey por ellos. Incluso entonces, dejaría claro que estaría en posición de reclamarlas de vuelta si le daba un capricho.

Su idea era más prometedora. Tenía que contactar a Dust para que fuera al "Café Crema" y solicitara un servicio "especial" para el joven druida. Eso podría confirmar el tipo de carnada que necesitaban para atrapar a Izuku Midoriya permanentemente.

- Si todo lo demás falla – habló Maria de nuevo, ganándose algo de atención por su tono sombrío – voto porque Luna se case con él.

La idea hizo que Luna se sonrojara y se la pasara tartamudeando por horas. Luego, el rubor se intensificó cuando le preguntaron por qué no le dio una réplica a Maria sobre que fuera ella la que se casara con el muchacho. La falta de argumento solo le dio más ideas al pervertido contador.

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