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Dedicado a: RoseDeOsma.

[ ADVERTENCIA: Este capítulo tiene contenido explícito y sexual, no recomendado para menores de 16 años, si este tipo de escenas ni te gustan, te invito a saltarte este capítulo y evitar los comentarios ofensivos, gracias ].

Elizabeth Thompson. 6 de septiembre del 2017, el Olimpo.

Las embestidas habían empezado lentas, pero ahora eran rápidas y profundas, las manos de Arsen sujetaban las caderas de Elizabeth con firmeza y torturaba su punto dulce con estocadas que la hacían gemir en alto.

Repartía nalgadas en toda la piel de su trasero hasta dejar su marca y en cada embestida se aseguraba de llegar lo más profundo posible.

Gruñidos, gemidos y jadeos eran esparcidos por la habitación, agradecían que el cuarto estuviera lo suficientemente aislado de los otros semidioses para hacer todo el ruido que quisieran.

Arsen pegó su pecho a la espalda de Elizabeth sin detener las embestidas, jadeó en su oído y mordió su hombro dejando una marca.

—No… muerdas —jadeó Elizabeth.

Sus palabras sólo sirvieron para que el pelinegro empezara a repartir mordidas en sus hombros y espalda. Hizo las embestidas más lentas pero más profundas, con su mano derecha jugueteó con su clítoris y con la izquierda pellizcaba sus pezones.

La albina juraba estar delirando del placer.

Arsen soltó un gemido ronco cuando salió de Elizabeth y esparció su esencia por su espalda, y Elizabeth lo siguió con otro gemido cuando también llegó al orgasmo.

Se tomaron un segundo para respirar, Elizabeth se volteó para quedar frente a frente y un solo beso faltó para que la excitación a invadir sus cuerpos.

El pelinegro retomó las embestidas, más salvajes y violentas que antes, las palabras no habían falta para expresar cómo se sentían.

Elizabeth abrazó el cuello de Arsen y se volvieron a fundir en otro beso, los gemidos eran ahogados por las bocas de ambos, sus respiraciones se entremezclaban y los ojos de Elizabeth estaban vidriosos por la estimulación que amenazaba con llevarla al clímax otra vez.

Sus uñas se enterraron en la espalda de Arsen cuando el placer subió de nivel, sus piernas se enredaron en la cintura del pelinegro y gruñido salió de la boca de él cuando sintió el ardor de su piel al ser arañada sin piedad. Pero no se detuvo.

No paró cuando Elizabeth arañó tan fuerte su piel que la abrió, tampoco cuando dejó de confundir el sudor con las gotas de sangre que caían de su espalda, no se detuvo cuando las paredes de la albina se hicieron más estrechas.

Él sólo aumentó el ritmo un poco más y siguió jadeando por el placer que le nublaba los sentidos, tocando la húmeda piel de Elizabeth, saboreando lo salado de su sudor en el cuello.

No tardaron mucho en volver a tocar el cielo con una explosión de sensaciones que los recorrió a ambos.

Arsen Makri. 6 de septiembre del 2017, el Olimpo.

Las pesadas cortinas grises impedían el paso de la luz, por lo que la tenue oscuridad en la habitación abrazaba sus cuerpos desnudos.

Arsen empezó a despertar, notando la calidez de el cuerpo de Elizabeth junto a su pecho y bajó sus brazos, sintió cosquillas al notar el cabello en su rostro.

Se fijó en las marcas que cubrían el cuerpo de Elizabeth cubierto hasta la cintura por las sábanas. Inconscientemente empezó a acariciar su cintura con su mano derecha y escondió su cara en el cabello blanco.

—Yo no venía con estos planes —confesó Elizabeth en un murmuro—, lo siento.

—Buenos días —respondió, pensando en qué decir—. A mi no me molesta, tendría que ser estúpido para que lo hiciera. Sólo necesito saber si todo lo que dijiste anoche es cierto.

Arsen ayudó a Elizabeth a girarse, quedando frente a frente.

—Te amo, Arsen —afirmó—. Eso venía a decirte, no quiero que tengas dudas sobre eso.

—Yo también te amo —unió sus labios con los de Elizabeth en un beso lento y tranquilo.

Finalmente luego de bastante tiempo, Arsen podía estar con la chica en la que había estado pensando desde hacía más de un año.

La puerta se abrió de la nada con un ruido fuerte.

—Arsen. ¿No has visto a Elizabeth…? —Evan se detuvo en el umbral de la puerta con la mirada fija sobre ambos.

Elizabeth se cubrió con las sábanas y Arsen no pudo hacer más que mirarlo fijamente, quizás con arrepentimiento. No por estar con Elizabeth, sino por dejarse llevar sin haber hablado antes con su amigo.

No estaban en las mejores condiciones, parecía que ya ni siquiera eran amigos, pero por la amistad que una vez habían compartido, tuvo que haber hablado con él. Sabía lo mucho que quería a Elizabeth, quizás igual que él mismo.

Evan apretó los dientes y bajó la cabeza en un leve asentimiento, sabía que no podía decir absolutamente nada al respecto, no tenía el derecho.

—Zeus quiere hablar contigo, Elizabeth. Vístete, te espero afuera —salió de la habitación con aparente tranquilidad.

La habitación quedó en silencio, parecía que ambos estaban pensando en lo que pensaba Evan al respecto.

—Yo… creo que debería ir —murmuró Elizabeth.

—Si. Nos vemos luego.

Ambos se vistieron rápidamente y arreglando su cabello lo mejor posible Elizabeth se acercó a Arsen.

—Trataré de hablar con él —abrazó al pelinegro por la cintura pegando su cabeza a su pecho, él le devolvió el abrazo.

—¿Segura? Yo puedo hablar con él —murmuró.

—Lo haré.

No esperaron más y se separaron, Elizabeth salió de la habitación con los nervios a flor de piel. Evan estaba apoyado en la pared junto a la puerta, esperándola cómo solía hacerlo antes de los entrenamientos.

Sin decir palabra alguna el rubio empezó a caminar en dirección al salón del trono, hasta que Elizabeth habló.

—Yo… lamento que hayas visto eso —susurró.

—No es de mi incumbencia —sus puños se cerraron a sus costados.

—Mira, yo… —sentía que la estaba ignorando, así que lo detuvo sosteniéndolo del brazo—. ¿Puedes escucharme?.

—Lo estoy haciendo —gruñó.

—Pues no parece —Evan se giró hacia ella.

—¿Vas a hablar? —su ceño se frunció.

La albina suspiró.

—Yo te amaba —Evan chasqueó la lengua en una muestra de irritación—. Sí, lo hacía, y tú no pudiste hacer nada más que dejarme botada de un día para otro, así que no te hagas la víctima cuando me veas con Arsen porque así no es el cuento.

El rubio conectó sus miradas con seriedad fingiendo que no sentía absolutamente nada.

—Quizás aún te amo —confesó, sus ojos se humedecieron—, pero no te voy a esperar toda la vida hasta que decidas que me amas más a mi que al Olimpo o sus dioses. Tú me alejaste primero, ahora no trates de que me sienta mal por hacer algo por mi, no es mi culpa que todo esto esté pasando.

Evan asintió, consiente de que aquello no era más que la verdad.

—Ve a bañarte antes de ir con Zeus, apestas a sexo —se volteó y siguió caminando—. Te espero en el salón del trono.

[ EDITADO ☑️ ]

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